El reloj marcó las 3:04 de la mañana. A través de las paredes descorchadas que parecían de papel se podía escuchar la televisión de sus vecinos. Las luces de diversos camiones que llegaban al hostal a descansar unas horas iluminaban la habitación de forma intermitente, y saludos alegres y familiares que se invitaban a una cerveza se colaban por la ventana interrumpiendo el absoluto silencio que intentaba reinar el cuarto.
Kyungsoo caminaba en círculos entre la puerta y la cama, mirando su teléfono una y otra vez, esperando a que algo sucediese. No tenía claro qué debía suceder, pero necesitaba alguna pista para saber qué paso tomar a continuación.
Había dejado el coche escondido detrás del motel, donde señoritas con problemas en casa y un plato que poner en la mesa les habían ofrecido “la noche de sus vidas”, pero el llanto silencioso de Jongin les había dejado claro que ellos nos iban a ser los afortunados a los que regalársela por un precio.
Retiró de la mirada de la pantalla, 3:27, y la posó en Jongin, quien no se había movido de su posición fetal entre la pared y la cama desde que lo había arrastrado a la habitación. Suspiró, con frustración. No podía ni imaginarse por lo que Jongin debía de estar pasando, pero él también estaba en una situación desesperada. No sabía cuál sería la reacción de su madre al despertarse y ver su cuarto vacío. ¿Qué le pasaría a Jieun? ¿Y al resto de los sirvientes? Si de algo estaba seguro era que Sora jamás le dejaría irse libremente sin ponerle obstáculo alguno, y quizás eso era lo que esperaba, un obstáculo. Las cosas habían sido relativamente sencillas hasta ahora.
- ¿Pero a coste de qué...?- Susurró, mordiéndose el labio inferior y guardándose el teléfono en el bolsillo. Miró a Jongin, que sollozaba y temblaba en ese mismo rincón, y se acercó hasta él, sentándose enfrente y mirándole en silencio.
- ¿Qué le va a pasar a mi madre? - Susurró Jongin, sin mirarle siquiera. Kyungsoo tragó saliva.
- Sé que es difícil, pero ahora mismo intenta pensar en cómo ayudarla en lugar de preocuparte por lo que no vamos a poder arreglar de momento, Jongin. - Respondió.- Lo que tenemos que hacer ahora es pensar a dónde ir. No podemos quedarnos aquí para siempre.
- ¿A dónde quieres que vaya? - Masculló Jongin, moviendo los ojos lentamente hasta clavarlos en los de Kyungsoo.- Jamás he sido nada más que un sirviente, ¿crees que tengo cinco tarjetas en la cartera como tú? ¿Un pasaporte con siete visados intercontinentales? Por el amor de Dios, Kyungsoo, ¡ni siquiera tengo una cartera para guardar las monedas que me encuentre tiradas por la calle! ¡No tengo nada! ¡No soy nada!¡ No tengo ni una partida de nacimiento! ¡Nací en la sala de la colada de tu mansión mientras tu madre le gritaba a la mía desde la puerta que diese a luz más callada porque le dolía la cabeza! - Jongin fue alzando la voz hasta alcanzar un grito que a Kyungsoo le partió el corazón.
- Lo siento... - Susurró Kyungsoo, posando la mano sobre la de Jongin, que la mantenía sobre sus rodillas, con todo el cuerpo en tensión.- Lo siento muchísimo, Jongin... No es justo. Nada de esto es justo. Ni tu ni Jieun os merecéis la vida que os ha tocado...- Jongin retiró la mirada, empezando a llorar en silencio de nuevo con la respiración acelerada.- Pero esta es nuestra oportunidad de cambiarlo, de hacer que todo lo pasado no sea más que eso, pasado.
Jongin no mostró reacción alguna a sus palabras, simplemente cerró los ojos con lentitud en un gesto de dolor, y retiró la mano de debajo de la de Kyungsoo. Éste suspiró, y se incorporó lentamente.
- Voy a ir a por hielo y a sacar dinero del cajero. Dudo que mi madre vaya a mantener las tarjetas funcionando por mucho más tiempo.- Jongin no respondió. Kyungsoo lo miró, y lo único que se le pasó por la cabeza en aquel momento fue que necesitaba ayudarlo. Jongin solamente lo tenía a él y a su madre, lo que significaba que la mitad de su mundo acababa de desaparecer en la incertidumbre. Jamás entendería ese sentimiento de desesperación, dado que su mundo entero estaba allí, acurrucado en una moqueta sucia y polvorienta, iluminado por las luces de los vehículos de aquellos hombres que sí que estaban dispuestos a pagar por la noche de sus vidas.
Caminó hacia la puerta, a través de los pasillos también enmoquetados en un color vino, hasta llegar al cajero automático colindante al mostrador de recepción, si es que a aquel escritorio viejo con la madera rayada se le podía denominar “recepción”.
Una señora mayor con permanente y gafas deslizadas hasta la punta de la nariz le miró brevemente para volver a fijar la vista en su revista. Un actor de cine había sido pillado engañando a su mujer, y ésta había pedido el divorcio. “Emocionante...”
Kyungsoo abrió su cartera, y por primera vez en su vida se dio cuenta de lo afortunado que había sido. Seis tarjetas de diferentes colores metálicos le saludaban. Las sacó una a una, metiéndolas en el cajero, marcando el número secreto en unas teclas sospechosamente pegajosas al tacto, y eligiendo el máximo importe disponible a retirar.
Guardaba los billetes, uno tras otro, en la cartera hasta que al meter la última de sus tarjetas, de un color negro brillante, pero su acceso fue denegado. Miró la pantalla con confusión por un minuto, y volvió a marcar la contraseña.
- Uno... Tres... Cero... Uno...- Murmuró para sí mismo, pulsando las teclas lentamente, asegurándose de que no estaba cometiendo un error, pero de nuevo el acceso fue denegado.- ¿Pero qué...?
Hasta que se dio cuenta. Lo entendió. Pudo sentir su respiración acelerarse y presión sobre su pecho. No había otra explicación.
- Ha cancelado mis tarjetas...- Susurró, mirando al reloj de la pared sobre la señora, que le miraba de reojo, curiosa por el motivo de su comportamiento hacia el cajero. Se giró, apoyándose sobre éste, llevándose una mano a la frente e intentando mantener la calma. Inspiró y expiró repetidamente hasta que dejó de sentir la sangre moverse a través de cada vena de su cuerpo. Recuperó la compostura como pudo y caminó apresuradamente de vuelta a su cuarto. Sabía lo que tenía que hacer, y debido a la presión, bajo la que siempre había trabajado mejor, recordó a aquel hombre de una cena de sus padres, con el cual su padre solía hacer negocios cuya legalidad escaseaba.
Se sacó el teléfono del bolsillo, sintiendo los ojos de aquella molesta señora taladrarle la nuca antes de desaparecer por el pasillo, marcando las teclas tan rápido como sus dedos le permitían. 04:23. Llegó a su puerta, golpeando los nudillos contra ésta ruidosamente, presionando el teléfono entre hombro y oreja. Jongin le recibió, mirándole confuso. ¿A qué se debía esa prisa tan repentina? Kyungsoo irrumpió en la habitación, gesticulando a Jongin para que cerrase la puerta mientras escuchaba los pitidos estáticos del aparato, esperando a aquella voz suave al otro lado del teléfono.
- ¿Qué ocurre?- Preguntó Jongin, que solo recibió un gesto de “silencio” como respuesta.
- ¿Tienes idea de la hora que es?- Kyungsoo sonrió con alivio al escuchar la voz de Kim Junmyeon al otro lado de la línea.
- Lo sé, y lo siento, Kim, pero es una emergencia.- Kyungsoo se sentó al borde de la cama, de la cual una pequeña, apenas visible, nube de polvo explotó bajo su peso.- ¿Recuerdas aquella cena en la que tu padre y el mío bebieron más de lo normal y me contaste cómo pensabas pagar al ministro de defensa para librarte del servicio militar? - Una risa infantil llegó a sus oídos.
- Puede que lo recuerde, puede que no... ¿Por qué el interrogatorio?
- Porque necesito un favor, de hijo de delincuente a hijo de delincuente.- Más risa, esta vez seguida de un bostezo molestamente exagerado.
- ¿Pasaporte o tarjeta de identidad?
- Pasaporte.
- ¿A tu nombre? Vas a necesitar un alias, todo el mundo reconoce tu nombre.
- No, no es para mí.- Kyungsoo miró a Jongin, que le observaba confuso con la espalda pegada a la puerta.- Kim Jongin. 14 de Enero, 1972.- Jongin abrió mucho los ojos y se acercó a Kyungsoo, gesticulando nerviosamente por una explicación. Kyungsoo le sonrió, intentando no mostrar el miedo que sentía cada vez que el reloj reclamaba su atención con el movimiento de sus agujas. Si su madre ya había cancelado sus cuentas, nadie sabía cuánto tiempo tenían para irse.
- Necesito una fotografía también, Kyungsoo.- Contestó Junmyeon, con la voz clara y despejada. Completamente desvelado.
- Lo sé, te la llevaré cuando vaya a recoger el pasaporte.
- ¿Para cuándo lo necesitarías?
- ¿Cuán rápido puedes trabajar?- Hubo cinco segundos exactos de silencio, antes de escuchar un suspiro monótono.
- ¿Cuánto tardó Miguel Ángel en pintar la Capilla Sixtina?
- No tiene que ser perfecto, Junmyeon, solo necesito que sirva su función.
Un suspiro sonó al otro lado de la línea.
- No sé qué vas a hacer, pero no quiero saberlo de todas formas. Cuantos menos detalles, mejor. Ya sabes mis precios. ¿Dónde estás? Te lo llevaré.
- Lo siento, no puedo decírtelo.
- Kyungsoo...
- Mira, no sé en quién confiar. Ya sabes lo loca que está mi madre. No sé si te está apuntando en la cabeza con una pistola en este mismo instante, o no.- Jongin giró la cabeza hacia Kyungsoo inmediatamente.
- ¿Pistola? - Musitó, nervioso. Kyungsoo negó, tranquilizándole.
- Cuando lo tengas listo, avísame y yo iré a recogerlo a donde tenga que ir, no te preocupes por nada más que por hacer una hermosa obra de arte con ese pasaporte. ¿De acuerdo?
- Por muy bueno que sea en mi oficio, vas a necesitar algo más de ayuda a la hora de cruzar la frontera, Kyungsoo.- Kyungsoo suspiró, frunciendo el ceño.- Pero no te preocupes, tengo contactos. Yo me encargo. Te avisaré para recoger el pasaporte en unas horas, te mandaré la localización y haré un par de llamadas. Ni tú ni Jongin deberíais de tener ningún problema para dejar el país.
- Gracias Kim, te debo una.
- Eso ni lo dudes. Ahora te dejo. Recuerda, no me cuentes tu vida. No quiero saber nada. Si tu madre pregunta por ti, yo no sé nada, pero tú tampoco sabes nada. No sabes de dónde salió ese pasaporte, te lo encontraste en un Burger King por lo que a mí me concierne. ¿Estamos?
- Estamos.
La llamada finalizó inmediatamente. Jongin todavía seguía con los ojos clavados en Kyungsoo, que dejó el teléfono sobre la cama antes de girarse hacia él y devolverle la mirada.
- No entres en pánico, ¿vale?
- Decirme que no entre en pánico hace que entre en pánico.- Respondió Jongin.
Kyungsoo suspiró.
- Estoy casi seguro de que mi madre ya ha descubierto que nos hemos escapado.- Los ojos de Jongin se humedecieron de inmediato, pero se mantuvo en silencio.- Estaba sacando dinero del cajero, saqué todo lo que pude de todas mis cuentas, pero al llegar a la tarjeta que comparto con mi familia, mi acceso había sido revocado. Esa es la única tarjeta a la que mi madre tiene acceso, el resto dependen todas de mi padre y ella no tiene el poder para anularlas.
Jongin asentía a todas sus palabras, pero Kyungsoo sabía que no estaba realmente escuchando, y tenía razón. Lo único que Jongin tenía en su mente en aquel momento era la imagen de su hermosa y buena madre, sonriéndoles antes de cerrar las puertas de la casa a sus espaldas.
- Por lo que ahora sabemos que debe de estar moviendo cielo y tierra para encontrarnos. Si no ha llamado a las autoridades todavía, debe de estar a punto de hacerlo. Esa persona con la que estaba hablando por teléfono es el hijo de un viejo amigo de mi padre. Sigue los pasos ilegales de su padre y el mío, y hace muchísimo dinero a base de falsificar pasaportes y tarjetas de identidad para gente de China y Corea del Norte. Le he pedido como favor que te haga uno lo más pronto posible, y la verdad es que le he visto trabajar antes. No creo que le lleve más de un par de horas. Dado que no puede hacer un trabajo perfecto en el poco tiempo del que dispone, llamará a sus contactos en la frontera para asegurarse de que quien compruebe tu pasaporte también tenga las manos sucias y nos deje pasar a cambio de un sobre. ¿Entendido?
Jongin seguía asintiendo en silencio, con la mirada fija en la colcha de la cama.
- Jongin. - No respondió.- ¡Jongin!- Por fin alzó la mirada al mismo tiempo que dos lágrimas caían por sus mejillas.
- ¿Y mi madre?- Preguntó por fin. Kyungsoo retiró la mirada. No sabía qué responder. No tenía ni idea de qué haría su madre a esa pobre mujer.- Kyungsoo, no me ignores. ¿Qué vamos a hacer por mi madre?
Kyungsoo se quedó en silencio unos segundos, antes de levantar la mirada y dirigirla al sucio cristal de la ventana.
- Primero te voy a sacar del país.- Respondió, con calma en su voz. Ni él mismo tenía control sobre las palabras que pronunciaba. Provenían de lo más profundo de su mente, de los deseos reprimidos de tantos años, de la furia y de la sed de venganza y justicia que le empujaban adelante.- Y cuando tú estés a salvo, y esté completamente seguro de que nadie pueda ponerte ni un dedo encima, - Jongin sollozó.- entonces haré un par de llamadas, hablaré con amigos de contactos con contactos, y sacaremos a tu madre de esa casa.
- Tu madre jamás permitirá que eso ocurra...- Gimió Jongin.
- Entonces la mataré.- Masculló Kyungsoo, apretando tanto los dientes que sintió un ligero sabor metálico de sangre tocar su lengua.- Con mis propias manos si es necesario...
- Kyungsoo...
- No. Sé lo que me vas a decir.- Kyungsoo se giró, sintiendo la furia invadirle rápidamente.- Que es mi madre, que por muy horrible que sea como persona sigue siendo familia, que es un ser humano al fin y al cabo... Pero Jongin, esa mujer no es humana. Necesitas un corazón para ser humano, y ella simplemente carece de uno. ¡Es crueldad pura! Es...
- No. - Interrumpió Jongin, incorporándose y tomando las manos de Kyungsoo, invitándole a que le acompañase en la acción. Ambos de pie, uno frente al otro, ojos clavados en ojos, unos húmedos y tristes, y los otros rojos y vengativos.- No te voy a decir nada de eso. La odio, Kyungsoo, la odio. Y tú sabes que yo no soy una persona que sepa odiar, pero si hay algo que detesto con toda mi alma es a tu madre, y me duele, porque es parte de ti y todo lo que tenga aunque sea un ápice de ti, amo. Pero si me prometes que tu conciencia estará a salvo, entonces hazlo. Mientras no te cause sufrimiento, hazlo.- Y entonces Kyungsoo vio una expresión en los ojos de Jongin que jamás había visto antes.- Porque si no lo haces tú, y esa mujer le hace algo a mi madre, lo haré yo.- Siseó.
Kyungsoo observó aquel hermoso rostro que se encontraba completamente paralelo al suyo, tan cerca que sus alientos rozaban el rostro del otro. Observó aquellos ojos tristes y enfadados, de color whisky envejecido, y también observó el temblor en la voz de su amado cuando pronunciaba aquellas horribles palabras con las que no podía estar más de acuerdo.
- Te quiero...- Susurró Kyungsoo, sin parpadear siquiera. Jongin sonrió suavemente, fundiendo sus labios con los de aquel hombre que jamás había sido nada más que su cielo y estrellas. Un cielo y estrellas al que observar y adorar hasta la locura. Kyungsoo respondió a ese beso tan ansiado, y empujó a Jongin suavemente sobre la cama, abrazándolo en cuanto sus cuerpos tocaron aquel desgastado colchón. Jongin hundió el rostro en el cuello de Kyungsoo, aspirando el sutil aroma a sudor, y cerró los ojos, humedeciendo su piel pálida y salada con sus pestañas empapadas en lágrimas, y cuando el reloj marcaba las 5:01 y el cielo empezaba a teñirse de un naranja pálido, ambos se rindieron al sueño en los brazos del otro, derrotados por el agotamiento, la adrenalina y, sobre todo, el miedo a un mundo en el que no pudiesen estar juntos.
Mientras tanto, en la mansión de los Do, a muchos kilómetros de distancia de los dos fugitivos, Sora lloraba desconsoladamente en la cocina mientras los paramédicos le curaban el corte que tenía en la cabeza. Sus pijamas y pelo que iban adquiriendo rigidez poco a poco, pegajosos y sucios por la sangre derramada, y varios miembros del cuerpo de policía usaban el teléfono, sacaban fotografías y tomaban notas alrededor de la casa.
En la sala paralela a la cocina, yacía el cuerpo de Kim Jieun, ahora cubierto por una sábana médica, empapada en los bordes por la sangre de la única buena mujer que jamás había rondado aquellos pasillos exquisitamente decorados, de un valor que ella jamás había sido capaz de adquirir la educación necesaria para lograr calcular.
Varias sirvientas sollozaban desde el marco de la puerta, sin saber qué decirle a la policía sobre los sucesos acontecidos. La versión de Sora estaba muy clara, el hijo de la sirvienta muerta había secuestrado a su heredero y se había dado a la fuga, y lo único que las sirvientas podían corroborar de aquello es que se encontraban durmiendo a la hora de los hechos, aunque en el fondo todos y cada uno de los miembros del servicio sabían que aquello era imposible, ¿pero realmente podía Sora haber llegado al punto de asesinar a alguien con tal de salirse con la suya? No les sorprendería en absoluto, pero por si acaso, no serían ellas quienes la pusieran en duda.
- ¿Nota usted sensación de mareo o fatiga?- Le preguntó uno de los médicos tras cubrir la herida de Sora con un trozo generoso de gasa. La señora negó, secándose las lágrimas con su pañuelo de iniciales bordadas.- Entonces está lista para hablar con la policía. De todas formas, si se encuentra mal, no dude en pasarse por el hospital, ¿de acuerdo?- Sora asintió, sin prestar atención al hombre que empezaba a recoger su equipamiento y les hacía una señal a los agentes para que se acercasen. Tomaron asiento a ambos lados de la señora de la casa.
La actuación de Sora era digna de nominación a premios de la academia. Todo su lenguaje corporal apuntaba a un trauma y una preocupación que la perseguirían durante el resto de su vida, pero nada más lejos de la realidad. A pesar de sus manos nerviosas, que estrujaban el pañuelo empapado en lágrimas de cocodrilo, su respiración agitada y ojos nerviosos, lo único en lo que estaba pensando Sora era en si la sangre de aquel ser, que ella ni consideraba persona, dejaría mancha en la madera del suelo.
- Señora, sé que ha pasado por mucho esta noche, pero de verdad que cualquier cosa que pueda decirnos ayudará con la investigación.
Sora asintió, suspirando y elevando la vista al techo.
- Solo rezo para que mi hijo esté a salvo...
- Estamos haciendo todo lo que está a nuestro alcance, señora.- Respondió el otro agente, abriendo el bloc de notas.- Por favor, cuéntenos todo lo ocurrido, y no sea tímida con los detalles. Incluso el más insignificante de ellos puede ayudarnos inmensamente para devolverle a su hijo sano y salvo.
- Ya hablé con sus compañeros...- Gimió la mujer.- Bajé las escaleras tras despertarme al escuchar gritos en el primer piso.
- ¿Pudo escuchar qué decían esos gritos?- Ella negó.
- Todavía estaba media dormida, solamente recuerdo que eran gritos...- Empezó a respirar agitadamente de nuevo y se aguantó las ganas de sonreír cuando uno de los agentes le puso la mano en el hombro para aliviar un pequeño porcentaje de aquel estrés teatral.
- Tómese su tiempo, Señora Do.
- Me puse la bata y bajé las escaleras en cuanto reconocí la voz de mi hijo. Bajé lo más rápido que pude pero no llevaba puestas las lentillas, así que tuve que ir cuidadosamente para no caerme.. Estaba oscuro... Si hubiese ido más rápido quizás hubiese podido ayudarlo...- Sora rompió en llanto, consolada por ambas manos de ambos agente en ambos sus hombros.
- ¿Qué ocurrió después?- Preguntó el agente tras darle unos segundos para calmarse.
- Vi a Jongin, el hijo de Jieun, con la escopeta de mi marido apuntando a su madre.
- El nombre de la mujer fallecida es Kim Jieun, ¿es eso correcto?
- Así es,- El agente tomó nota y la miró, esperando a que continuase con su historia.- y entonces en cuanto se dio cuenta de que yo estaba presente, debió de entrar en pánico, porque disparó a su propia madre, y cuando Kyungsoo, mi hijo, intentó librarse de su agarre, le pegó con la escopeta, Kyungsoo cayó al suelo, y entonces yo grité. Empujó a mi hijo y cuando corrí hacia él, me pegó con la botella en la cabeza.- Señaló a su herida e hizo un innecesario gesto de dolor.- No recuerdo muy bien lo que pasó a continuación, pero creo que lo vi arrastrar a mi hijo fuera de la casa y yo no me podía mover...
- ¿Jongin estaba agarrando a su hijo? - Sora asintió.- ¿Mientras apuntaba a su madre con la escopeta? Parece un arma muy pesada, cómo pudo agarrarla con solamente un brazo disponible?
Sora entró en pánico, pero fue breve, solucionando la crisis momentánea con llanto desconsolado.
- Estoy muy confusa, he recibido un golpe muy fuerte... Puedo estar equivocada, a lo mejor mi hijo estaba atado, no lo sé... No lo sé...
- Está bien, señora.- Susurró el otro agente.- Entendemos que ha sido mucho estrés y todo puede estar borroso. Creo que tenemos suficiente de todas formas.
- Entonces, - El primer agente continuó, ignorando a su compañero.- usted bajó las escaleras y se encontró a su hijo inmovilizado, de una forma u otra, y al hijo de la víctima apuntando a su madre con la escopeta de su marido, ¿hasta aquí está todo en regla?- Sora asintió en un sollozo.- Entonces el joven la vio, disparó a su madre, pegó a su hijo, dejándolo inconsciente, y cuando usted corrió en su socorro, recibió un golpe de botella. ¿Algo más?
- Solamente una cosa más.- Respondió Sora, incorporándose. Se secó las lágrimas con enfado y encaró a ambos agentes, que la observaban atentamente.- Se siguen refiriendo ustedes a Jieun como “la víctima”, cuando ella fue quien crió a ese monstruo que ha secuestrado a mi Kyungsoo. Yo y mi hijo somos las víctimas aquí, hemos sido el objetivo de este crimen por la envidia a nuestro poder y riqueza, y aparentemente no importa cuánto ha hecho esta familia por los Kim, a quienes literalmente sacamos de la calle hace generaciones. Mi hijo está desaparecido, ¡y ustedes van a encontrarlo con vida y sin un rasguño en el cuerpo o yo misma veré que acaban en la calle sin poder alimentar a sus familias! ¿Tienen idea de quién es mi hijo? ¿Y se permiten perder tiempo de esta manera preguntándome cómo un hombre joven, fuerte y sano sujeta una escopeta? Hagan el favor de subirse en esos coches, con las sirenas a todo volumen, y encuentren al heredero de esta casa.
Los agentes compartieron una rápida mirada entre ellos antes de levantarse, disculparse con un gesto, y encaminarse hacia la puerta principal, hasta que uno de ellos se detuvo y se giró.
- Señora, sentimos el interrogatorio, pero de verdad que nos ayudaría tener una fotografía del muchacho al que estamos buscando para ponerla en todos los medios.
Sora resopló, secándose las lágrimas por milésima vez, y se encaminó a abrir uno de los cajones del mueble de la entrada, donde descansaban varios álbumes de fotografías. Encontrar una con Jongin presente no fue difícil, al fin y al cabo siempre estaba pegado como una lapa a Kyungsoo.
Pasó unas cuantas páginas hasta encontrar una fotografía que su marido había tomado hacía unos años, en la cual varios amigos y conocidos de los Do posaban para la cámara en una merienda celebrada en el jardín trasero. Además de sonrisas ensayadas, también se podía ver a Kyungsoo y Jongin riendo de fondo con naturalidad, mirándose el uno al otro e ignorando el mundo que les rodeaba, sin participar en actividad alguna que no incluyese al otro. Enarcó levemente una ceja, antes de girarse y ofrecerles la fotografía a los agentes.
- No creo que tenga otra en la que se le vea mejor, pero creo que es lo suficientemente clara como para que un artista recree sus rasgos.
- Tiene usted razón. Esto es más que suficiente. Le recomendamos que descanse lo que pueda.- Ambos agentes se giraron de nuevo en dirección a la salida, pero Sora los interrumpió.
- Agentes, - Ambos miraron hacia atrás.- por favor, estoy segura de que tienen familias ustedes mismos, manténganme informada. Es mi único hijo. Lo más mínimo, por pequeño que sea el progreso que hagan, comuníquemelo.
- Por supuesto, señora. Tenemos su teléfono. - Sora asintió, abrazándose dentro de su bata, desprotegida y desesperada. O al menos eso parecía.
Una hora más tarde, el cuerpo de Jieun había desaparecido, todos los miembros de la policía habían abandonado la residencia y Sora tiraba la bata a la chimenea con un gesto de desdén. El fuego no tardó en devorar el tejido sin esfuerzo alguno, haciéndolo desaparecer en un mural de humo. Un par de hielos flotaban en un vaso de whisky, chocándose entre ellos de una forma casi cuidadosa, música para los oídos de Do Sora, que observaba el fuego, seria, pensativa, con ese vaso elegantemente sostenido entre sus largos y cuidados dedos.
- Por favor, cuando terminen la autopsia de Jieun, tráiganla de vuelta a casa. Ella fue como una hermana para mí. Se merece descansar entre sus seres queridos, en el hogar en el que se crió.- Lloraba Sora, observando cómo metían el cuerpo de la sirvienta en la ambulancia, embolsada como si fuese los restos de la cena de Acción de Gracias.
- Es usted demasiado buena, Señora Do.- Le sonrió con afecto la forense. Sora sonrió con ficticio dolor, colocando la mano sobre la bolsa a modo de despedida.- Mañana a primera hora de la mañana se la traeremos lista para el funeral.
En la sala donde Sora se sentaba, únicamente bañada por la luz de aquel fuego que crecía y crecía pero siempre bajo su control, una sonrisa nació lentamente de sus labios, disfrutando de un sorbo del licor.
- No creerías que podrías escapar, ¿no? Jieun... Ni muerta vas a lograr abandonar esta casa.- Susurró, moviendo su mano apaciblemente, observando el líquido color caramelo y las piedras heladas girar rítmicamente a su antojo.- It´s almost over.
Jongin y Kyungsoo abrieron los ojos con una sincronización que pareció ensayada, sorprendidos por la molesta melodía procedente del teléfono de Kyungsoo. Por un segundo, se miraron a los ojos, y todo estaba bien, no estaban en peligro, todo era maravilloso, pero el alias de Kim Junmyeon no les dejó vivir esa fantasía por mucho tiempo. Eran las 7:16.
Kyungsoo se incorporó con torpeza, bostezando antes de pulsar la tecla verde.
- Dame buenas noticias, Kim.- Jongin se incorporó también, caminando lentamente hasta el baño, cerrando la puerta tras de sí.
- Lo tengo listo, no te voy a mentir y decirte que es mi mejor trabajo, pero ya he hecho las llamadas prometidas, y un compañero con el que he hecho tratos antes estará atento a mi palabra cuando estéis listos para cruzar la frontera.
- Muchas gracias, de verdad...
- Pero deberíais de daros prisa...- El tono de Kim sonaba levemente inquieto.
- ¿Qué ocurre?
En ese momento Jongin salió del baño, secándose las manos en los vaqueros.
- ¿Aún no has visto las noticias? Me imagino que el Kim Jongin del que hablan en todos y cada uno de los canales es el mismo Kim Jongin del que tengo un pasaporte delante de mí ahora mismo.
Kyungsoo se incorporó sin colgar, cogiendo el control remoto del televisor y encendiéndolo solo para necesitar sentarse de nuevo. Jongin cayó sobre sus rodillas una décima de segundo después, ojos fijados en el televisor, donde su fotografía ocupaba la mitad de la pantalla.
- ¿Qué es esto? - Masculló Kyungsoo.
- A eso me refería con que deberíais de daros prisa.- Respondió Junmyeon.- Os estaré esperando en la estación de servicio número 48. ¿Te queda muy lejos?
- Es perfecto. ¿Cuándo?
- Cuanto antes.
- Necesito un par de horas para llegar hasta allí.
- Estaré en la parte trasera, cerca del río. Un mercedes negro.
- Vale. Adiós.- Kyungsoo colgó inmediatamente, tirando el teléfono sin cuidado alguno sobre la cama y subiendo el volumen de las noticias, donde la presentadora del programa urgía a cualquiera que viese a Jongin a llamar a los servicios de emergencia. Se le buscaba por asesinato y secuestro.
- Y yo que creía que no se podía ser más infame...- Masculló Jongin, con la mandíbula tensa y los puños presionando sus muslos hasta el punto en el que sus músculos protestaban de dolor.
- Tenemos que irnos, Jongin.- Respondió Kyungsoo, incorporándose y acercándose a Jongin, que le miró con ojos derrotados. Las noticias seguían sonando de fondo.
- ¿A dónde quieres que vaya, Kyungsoo? Mi cara está en las noticias, no llegaré ni al párking sin que el SWAT me meta una bala entre ceja y ceja.
- No digas eso, y déjame pensar.- Masculló Kyungsoo. Una gorra y gafas de sol no iban a solucionar esto. Las palabras de la presentadora del telediario se burlaban de él, riéndose de su situación en sus oídos. Se giró para apagar el televisor con el mando, escondiendo a continuación el aparato en uno de los cajones del armario, desterrándolo de la situación. Recordó entonces abrir el segundo cajón del mueble, donde había visto la noche anterior varios objetos, y ofreció el par de tijeras que encontró a Jongin.- Córtate el pelo, no importa cómo, pero córtatelo. Voy a bajar a la tienda de conveniencia y comprar un tinte, unas gafas y un sombrero. No te preocupes.
Jongin las tomó dubitativo, y le miró, suspirando.
- Espero que esto funcione.
- Y yo...
Jongin se incorporó, dirigiéndose al baño de nuevo, y Kyungsoo se apresuró hacia la puerta, ignorando el sonido chirriante de los filos amputando el cabello de su compañero y los sollozos provenientes del baño. Le destrozaba, pero no tenía tiempo para consolarlo, no ahora.
Jongin se miraba en el espejo, tomando mechones de pelo entre sus dedos, y cortándolos uno tras otro en un trance oscuro y perturbador. El suelo de baldosa del baño se iba cubriendo poco a poco con los restos de su cabello marrón oscuro, y las lágrimas se estrellaban contra el lavabo, patinando elegantemente sobre la superficie esmaltada.
No lloraba por su pelo, había poco que le importase menos que su aspecto en aquel momento, pero en las noticias habían dicho que le buscaban por secuestro y asesinato... Y no quería pensarlo, pero algo en su interior le decía que algo de verdad había en aquello. Algo le decía que quizás la víctima de aquel asesinato del que se le acusaba no era otra que su madre .
Dejó que las tijeras se deslizasen de entre sus dedos, chocando ruidosamente contra el suelo, y observó su torso delgado y moreno en el espejo. Se sacudió los restos de cabellera que reposaban sobre sus hombros con una gesto cansado, y en ese momento escuchó la puerta abrirse y cerrarse rápidamente.
- Tengo tu tinte, Jong...- Kyungsoo se detuvo en el umbral la puerta, observando a Jongin, sus ojos inundándose ante la visión. Oh, Jongin era hermoso, de eso no había ninguna duda, pero verlo así, tan desvalido, tan vulnerable, tan desprotegido... Hizo que algo dentro de él se rompiese. Jongin le devolvía la mirada a través del espejo. Ahora, sin los largos mechones castaños que antes casi le rozaban las clavículas, parecía haber envejecido cinco años en lo que él había tardado en dejar unos billetes en el mostrador.
- ¿Me reconoces?- Musitó Jongin enarcando una sonrisa forzada y afligida. Kyungsoo tragó saliva.- Porque yo apenas puedo...- Susurró, bajando la mirada sin borrar esa sonrisa, cargada hasta el desborde de sufrimiento.
Kyungsoo se quedó en silencio unos segundos, caminando lentamente hacia su amado.
- Claro que te reconozco.- Susurró también, acariciándole el cuello con el dedo índice.- ¿Cómo podría no reconocerte? Sigues siendo la misma persona, la misma hermosa persona de la que llevo enamorado desde que tengo memoria.- Jongin bajó la cabeza, sollozando.- El oro sigue siendo oro, no importa la forma del objeto que forme.
Kyungsoo besó suavemente el hombro huesudo de Jongin, quien le miró, con una expresión dulce.
- Tú eres el oro que me baña.- Respondió.- Tú eres lo que me da valor.
- No.- Kyungsoo acariciaba su piel, liberándola de los restos del corte que se adherían a su piel con desesperación.- Es todo lo contrario.
Una media hora después, ambos observaban el reflejo de Jongin en espejo. Su pelo brillaba caoba, corto y suave. Kyungsoo le tendió un gorro de punto negro y unas gafas cuyos cristales él mismo había roto mientras Jongin se teñía el pelo. Tras completar su cambio de estilo con los accesorios agasajados, enarcó una ceja.
- Parezco imbécil.
- Sí, pero tampoco pareces tú a simple vista, y nos aseguraremos de que nadie tenga que mirarte dos veces.
- No va a funcionar.
- Sí que va a funcionar, no te olvides de que soy un genio.
Jongin suspiró, negando con la cabeza, y Kyungsoo le sonrió dulcemente.
- Intentémoslo, ¿vale?
- Ni que tuviésemos opción...
- Exactamente.
Kyungsoo abrió la puerta primero, asomando la cabeza y asegurándose de que no hubiese nadie paseando por el pasillo. Estaba vacío. Salió de la habitación, mochila al hombro, y Jongin le siguió inmediatamente.
Ambos caminaron lado a lado, cruzando el pasillo cuya moqueta amortiguaba el sonido de sus pasos apresurados. Al llegar al lobby, Jongin siguió caminando en dirección a la salida sin detenerse, sin girarse, con la cabeza baja, prácticamente corriendo hacia el coche. Kyungsoo dejó la llave y unos billetes extra sobre el mostrador de recepción, donde la misma señora de la madrugada le miró, pronunciando un intento de despedida secamente
- Gracias por su estancia. Esperamos verles pronto de nuevo.
- Esperemos que no...- Susurró Kyungsoo entre dientes, sonriendo con cortesía y siguiendo los pasos de Jongin. Cuando llegó al aparcamiento, él ya le esperaba dentro del coche de cristales tintados.
-¿ Cómo vamos de tiempo?- Le preguntó Jongin mientras ambos se ponían los cinturones de seguridad. Kyungsoo ajustó los espejos rápidamente, antes de poner el coche en marcha.
- No te preocupes, nos estará esperando.- Eran las 8:34.
- Podemos confiar en él?
- No.- Kyungsoo dio marcha atrás antes de salir disparado a través de una nube de polvo y tierra.- Pero nuestra única opción es que mi madre todavía no se haya dado cuenta de que nos hemos puesto en contacto con Junmyeon, y que no le haya ofrecido un precio que supere al mío.
Jongin suspiró, hundiéndose en su asiento y extendiendo el brazo para encender la radio.
“Continúa la búsqueda del fugitivo Kim Jongin, 20 años, complexión delgada y sobre 1.80 de altura. Se le acusa de asesinato y secuestro. Se le ha descrito como atractivo, piel morena, ojos grandes, labios gruesos y pelo largo y castaño. Si creen haberle visto, por favor, pónganse en contacto con...”
-Con su puta madre, es con quien se tienen que poner en contacto.- Masculló Kyungsoo, apagando la radio inmediatamente.- ¿Estás bien?
Jongin le miró a través de la montura vacía de las gafas, con una ceja enarcada.- Estupendamente. Me están encantando las vacaciones.- Masculló con sarcasmo. Kyungsoo no puto evitar sonreír.
- Me gustas cuando te comportas tan borde.- Jongin puso los ojos en blanco y cambió su centro de atención a la ventana.
- Calla y conduce.
- Sí, cariño. - Jongin ocultó una sonrisa, al tiempo que el motor del Mercedes rugía por la carretera vacía.
Llegaron por fin a la estación de servicio número 48. Varios coches abollados descansaban a ambos lados de la calzada que les recibía. Las paredes que un día habían sido blancas mostraban grietas y varios carteles publicitarios les saludaban desteñidos a un tono azulado debido a la cruel tortura del sol. Dieron la vuelta al pequeño edificio hasta llegar a la parte trasera, donde uno de los empleados tiraba la basura. Aparcaron descuidadamente y se bajaron del coche.
- Bievenidos.- Dijo el dependiente. Ambos devolvieron el saludo con un gesto de cabeza, caminando en dirección a una zona cubierta por árboles, donde el maletero de un Mercedes negro se asomaba, invitándoles a tomar la oportunidad de ser libres por fin.
El dependiente entró de nuevo al edificio, decidiendo en ese mismo momento, por capricho del destino, fijar la mirada en el televisor donde la imagen de Jongin le resultó inmediatamente familiar. En un sudor frío causado por el miedo, se apresuró a descolgar el teléfono y jugar nerviosamente con el cable entre sus dedos hasta que alguien respondió la llamada al otro lado del aparato.
- 112. Policía, ¿cuál es su emergencia?
Las hojas crujían bajo el paso de Kyungsoo y Jongin, que caminaron hasta el coche de Kim Junmyeon, quien les esperaba sentado sobre el capó con un cigarro entre los labios. Sonrió, dejando que el humo saliese de sus pulmones a darles la bienvenida.
- Bonito día para ser un fugitivo, ¿no?
Jongin enarcó una ceja, retirando la mirada de Kim y fijándola en el río que podía ver entre la vegetación. Corría salvaje dado a las recientes tormentas. El agua brillaba como si cargase diamantes, reflejo del sol que le besaba la piel hasta quemarla.
- ¿Tienes el encargo?- Kyungsoo se acercó a Junmyeon, tomando el cigarro que se le ofrecía y colocándoselo sobre la oreja.
- ¿Te he fallado alguna vez?
- No creo haberte ofrecido nunca esa oportunidad.
- Cierto.- Junmyeon rió, sujetando el cigarrillo entre los cientes y sacando un paquete de su bolsillo. Se lo lanzó a Kyungsoo, que lo abrió inmediatamente.
- ¿De dónde sacaste la fotografía?- Preguntó Kyungsoo, observando la primera página desde la que Jongin le miraba con expresión solemne.
- No sé si te habrás dado cuenta de que tu amigo está en todas las cadenas, hora sí y hora también. No me fue demasiado difícil conseguir esa imagen en papel.- Kyungsoo suspiró, cerrando el pasaporte y guardándoselo en el bolsillo interior de la chaqueta.
- ¿Cuánto te debo?
- El 80 por ciento de lo que lleves encima.- Junmyeon sonrió. empujando las gafas de sol con el dedo índice a su posición original y alzando el rostro al cielo con calma.
- ¿Cómo sabes que llevo dinero encima?- Rió Kyungsoo, abriendo la cartera y empezando a contar billetes.
- Porque eres un Do. Si hay algo que os sobra son esos papelitos mágicos que tanto me gustan.- Junmyeon tendió la mano sin mirar a Kyungsoo siquiera, quien entregó el fajo de billetes obedientemente.- Un placer hacer negocios contigo. ¿Estarías interesado en un plan de fidelidad? Cada cinco pasaportes, uno te saldrá a mitad de precio.
- Me lo pensaré, gracias.- Junmyeon rió escandalosamente, deslizándose ágilmente por el capó del coche hasta tocar suelo y dignándose por fin a mirar a Jongin.
- Gran disfraz, jamás te reconocerán.- Jongin ignoró al sarcástico personaje, que sonrió satisfecho ante el rechazo.
- No pudimos hacer mucho más en el tiempo dado.- Protestó Kyungsoo, guardando la cartera, notablemente más fina.
- No tienes imaginación alguna, Kyungsoo.- Se burló Junmyeon.- Me sorprende que hayáis llegado hasta aquí con esos cambios, si es que se le pueden llamar así. Habría tenido el mismo efecto pegarle un papel en la frente que dijese “No soy el asesino secuestrador Kim Jongin”.
Jongin se giró hacia él, sin ocultar su disgusto.
- Eso es porque no lo soy.- Reprochó.
Junmyeon alzó las manos sin borrar esa sonrisa burlona de su rostro.
- No seré yo el que te juzgue, amigo.
Junmyeon no tardó en despedirse y desaparecer en una nube arenosa en dirección a la carretera. Kyungsoo y Jongin se quedaron a la orilla del río, sentados sobre la hierba.
- ¿A dónde iremos?- Preguntó Jongin, sujetando el recién adquirido pasaporte firmemente entre sus manos, acariciando la rugosa portada verde botella de imitación cuero.
- ¿A dónde quieres ir? El mundo es muy grande.- Kyungsoo se recostó en la hierba, que irritaba su piel expuesta de un forma extrañamente agradable.
- Jamás me he preguntado a dónde iría dada la oportunidad.- Respondió Jongin, con la voz entrecortada. Kyungsoo giró la cabeza para mirarle.
- Bueno, ¿pues por qué no empezar por Alemania?. Por ejemplo.
- ¿Alemania?
- ¿Sabes quién era de Alemania?- Jongin negó con la cabeza.- Beethoven.- Sonrió suavemente. Kyungsoo rápidamente le correspondió.
- ¿Cómo se te ocurrió pensar en Beethoven ahora?- Kyungsoo se encogió de hombros.
- Cuando tengo miedo, o estoy nervioso, siempre tiendo a recordar los momentos felices de mi vida... Y uno de ellos es en el salón del piano de mi casa, ambos en el suelo sacando brillo a la plata, y aprendiendo a tocar el himno a la alegría.- Jongin le miró y resopló, quitándose el gorro para despeinarse en un gesto preocupado.
- ¿Tienes miedo, Kyungsoo?- El nombrado retiró la mirada, fijándola en el cielo. No había ni una nube a la vista.
- Sí.
- Yo también.- Jongin se recostó a su lado, moviendo su brazo lentamente hasta entrar en contacto con el de Kyungsoo, quien cerró los ojos ante el roce.- Pero todo va a salir bien.
- ¿De dónde has sacado esa corriente positiva tan de repente?
- Bueno, a estas alturas, con mi fama de criminal y tantos ceros sobre mi retrato, creo que las cosas no pueden ir a peor.- Susurró, cerrando los ojos también. Kyungsoo sonrió con suficiencia.
- No puedo estar más de acuerdo, Jongin.
- ¿No deberíamos de irnos?- Jongin giró la cabeza hacia Kyungsoo, que le imitó, y ambos abrieron los ojos.
- Quedémonos aquí un minuto más...- Susurró Kyungsoo, acariciando la mejilla de Jongin. Su piel se erizó al tacto, ansiando más.- Recordemos este momento, balanceándonos sobre el acantilado de nuestro futuro, juntos.- Jongin asintió, acercando su rostro al de Kyungsoo, y ambos se fundieron en un beso suave.
El sol se movía lentamente a través del cielo, y ninguno de ellos pensó que era raro escuchar varios coches detenerse bruscamente y aparcar a sus espaldas. Percibieron un grupo de voces agitadas, puertas cerrarse de golpe, y en ese momento, ambos abrieron los ojos, mirándose al unísono.
- ¡Manos arriba! ¡No os mováis!- Bramó una voz a sus espaldas que hizo que su tiempo se detuviese. En ese mismo instante, el agua del rió se paró, las hojas se pausaron en su caída, las cigarras cesaron de llorar, y sus alientos se congelaron a pesar de la calidez del sol. Ambos jurarían que podían escuchar los pensamientos del otro, como un eco en aquel espacio en el que el tiempo no existía.
- Lo siento muchísimo, Jongin...
- No te preocupes, no pasa nada.
- Todo esto ha sido culpa mía.
- No seas tonto, no me arrepiento de nada.
- Te acabo de depravar de un futuro entero por cinco minutos contigo en la orilla del río...
- Y no lo cambiaría por nada en el mundo, Kyungsoo.
- Te amo.
- Te amo.
- ¡He dicho que manos arriba!- El bramido se repitió, haciendo que ambos muchachos obedeciesen inmediatamente, alzando los brazos hacia el cielo, como intentando agarrar ese futuro que se les escapaba como un globo al viento, cada vez más y más lejos.- ¡Levantaos! Lentamente, ¡manos en la nuca!- Ambos hicieron lo que se les pedía, solamente rompiendo miradas por fin para observar delante de ellos 8 figuras cuyos uniformes leían “SWAT”, con trajes gruesos negros y rifles apuntados a sus cuerpos. Tres hombres en traje también les apuntaban con sus armas.
- ¡No hemos hecho nada malo!- Exclamó Kyungsoo.
- ¡Kim Jongin! ¡Estás bajo arresto por el asesinato de Kim Jieun y el secuestro de Do Kyungsoo! ¡Entrégate ahora mismo y tendrás derecho a un juicio justo!
Pero Jongin no escuchó la segunda mitad de aquella frase. Sus pupilas comenzaron a dilatarse, empezó a sudar profusamente, y sintió que sus rodillas le fallarían en cualquier momento. Giró la cabeza hacia Kyungsoo, cuya reacción era poco menos que similar.
- Ha dicho...- Gimió Jongin.
- No puede ser...- Masculló Kyungsoo.
- ¿¡MI MADRE ESTÁ MUERTA!?- Rugió Jongin, bajando las manos inconscientemente y girándose súbitamente hacia Kyungsoo, cayendo despacio, muy despacio, contra el cuerpo inmóvil de éste. El tiempo se detuvo de nuevo. Kyungsoo se giró también, mirando al amor de su vida completamente roto de dolor, congelado en aquella diapositiva que le permitía contemplarle y analizarle a su propio ritmo. Sus ojos derramaban lágrimas del más puro dolor, su pecho ardía, respirar dolía, con las manos en la cabeza, tirándose del pelo en puro estado demente, pero Kyungsoo también se giró para mirar a los agentes, que en cámara lenta alzaban los rifles, 8 láseres se encontraban entre ellos gradualmente, como amigos que se reúnen en la esquina de la calle, pero estos pequeños puntos rojos se amontonaban, uno tras otro, en la cabeza caoba sintética de Jongin. No pudo reaccionar, el tiempo lo había atrapado también, atando todas y cada una de sus extremidades, inmovilizándolo por completo, ahogándolo en un grito que no lograba abandonar su garganta, hasta que fue liberado por los ojos rotos de Jongin lentamente volviéndose opacos, sin vida. Cuando su sangre le salpicó el rostro y el tiempo decidió reanudar su curso, el cuerpo sin vida de Jongin cayó finalmente entre sus brazos, encajando perfectamente con el suyo como la pieza final de un rompecabezas, el último movimiento de una compleja, tediosa y extensa partida de ajedrez. Entonces Kyungsoo gritó, y rugió, y lloró, y sintió cada latido de su corazón como si fuese un tambor, cada vibración de sonido, cada grito de los policías resonaba en su mente, mezclados con los alaridos y los llantos de Jongin.
- ¡No le disparen! ¡Es el heredero de los Do!- En ese momento Kyungsoo les miró con ojos inyectados en sangre, su visión se afinó, y llevó una mano al bolsillo trasero de sus vaqueros, donde sus dedos encontraron rápidamente una navaja, que empuñó con un ágil movimiento de muñeca. De nuevo los láseres se amontonaron en su frente. Notaba su apenas perceptible calor sobre el centro de su sien.
- ¡Habéis matado a Jongin, hijos de puta!- Lloró en un esfuerzo doloroso de su garganta.
- ¡No disparen!- Repitió uno de los policías.- Do Kyungsoo, ¡baja el arma! ¡No hay forma de que vayas a salir de aquí con vida si no colaboras con nosotros!
Pero Kyungsoo no le escuchaba, lo único que ocupaba su mente era aquella imagen de Jongin a cámara lenta, ese momento en el que incontables balas acribillaron su frágil cuerpo sin esfuerzo alguno. En repetición veía una y otra vez cómo esas diminutas piezas de plomo rompían su piel y causaban una hemorragia en forma de explosión para celebrar su entrada, cual fuegos artificiales en Abril.
- ¡LO HABÉIS MATADO!- Rugió de nuevo, con el rostro empapado en sudor y lágrimas, y sus rodillas se doblaron, inclinándose sobre el cuerpo inerte de su alma gemela.
- ¡TIRA EL ARMA, KYUNGSOO!- Le gritó uno de los policías, recibiendo únicamente una mirada animal como respuesta, cual carnívoro enfurecido que desea arrancarle la cabeza con sus mandíbulas al cazador.- Tu madre te está esperando en casa, Kyungsoo. ¡Está preocupada!
Entonces, ese mismo animal que se había apoderado del cuerpo y alma de Kyungsoo, entendió todo. Entendió lo que tenía que hacer. Entendió que tenían razón, no iba a salir con vida de esta con una mera navaja suiza... Pero estaba dispuesto a intentarlo. Kyungsoo se incorporó lentamente, mirando a todos aquellos hombres a los ojos, uno por uno, cada uno tuvo su turno, y cada uno sintió un escalofrío recorrerles la espalda al hacer contacto visual. Kyungsoo se colocó la navaja entre los dientes, remangándose la chaqueta y rompió el botón de la manga de su camisa, exponiendo su muñeca, cuyas venas azules y violetas palpitaban, como coros nórdicos cantando por adrenalina. Escuchó el agua a su espalda, corriendo tan rápida y agresiva como sus pensamientos, y en un abrir y cerrar de ojos, saltó con todas sus fuerzas hacia atrás, y navaja en mano, deslizó el filo metálico sobre su piel, que se abrió ante el roce como una flor a la primavera. Su sangre estalló por toda la imagen, salpicando todo lo que le rodeaba, al mismo tiempo que Kyungsoo caía y caía, y caía y caía, hasta que notó el dolor de las piedras del río contra sus costillas. El agua hacía su corte arder, sus pulmones se llenaban de agua, y él movía sus extremidades con desesperación, luchando por oxígeno. No podía ver nada a su alrededor más que rojo, su sangre teñía el río de tonos carmesí y naranjas cual macabro atardecer, y la corriente arrastraba su cuerpo sin piedad, empujándolo río abajo hasta que su visión rubí graduó lentamente hasta convertirse en azabache. En oscuridad. Todo se tornó negro y silencioso, como la pesadilla de algunos y el paraíso de otros. No podía ver nada. “Estoy muerto...”, pensó, y deseó con todas sus fuerzas que fuese cierto y poder ver a Jongin. Que la aparición de su amado apaciguase alguno de los pensamientos tortuosos que lo envolvían en aquel vacío. Pero Jongin no apareció, nada sucedió, Kyungsoo flotaba en aquel nimbo, y pudo haber flotado por segundos, quizás horas, o quizás incluso años. No lo sabía. Pero entonces, tras miles de parpadeos en la oscuridad, llegó uno con luz. Abrió los ojos y se incorporó rápidamente, solo para empezar a devolver agua y más agua. Cayó sobre sus manos y rodillas, alejándose con dificultad del río, limpiándose el vómito del rostro con la manga de la chaqueta, gateando hasta lograr descansar su cuerpo contra el tronco de un árbol.
- No estoy muerto...- Jadeó, llevándose la vista a su muñeca abierta, que sangraba con debilidad incesante. Con las pocas fuerzas que tenía, se quitó la chaqueta, y luego la camisa rota, observando hematomas decorar la mayoría de su cuerpo. Los tonos violáceos, rosas y carmesí eran trágicamente hermosos. Tomó la camisa, rompió la manga como pudo, y envolvió completamente su antebrazo con el tejido, cubriendo la herida. Dolía como si alguien hubiese echado sal sobre ésta, pero no era ni una décima parte de la tortura que sentía en el pecho. Casi ni merecía la pena seguir respirando, y no lo haría, si no fuese porque su nuevo objetivo estaba muy claro. Se puso de nuevo la chaqueta, cerrándose la cremallera y tirando el resto de su camisa al río. No dudaba que tardasen mucho en darle por desaparecido, y aun tenía la ventaja de que tendrían que buscar todo el recorrido del afluente por su cuerpo. Tiempo. La más valiosa de sus posesiones en aquel momento.
Se incorporó como pudo, y se tambaleó colina arriba, hasta llegar a una carretera. Miró de lado a lado, hasta ver una señal que leía “Estación de servicio 21 a 2 km de distancia”. Sonrió. Estaba más cerca de casa de lo que creía. Encontró un lugar a la sombra y extendió el brazo y el pulgar, esperando a que alguno de los coches que avistaba le ofreciese una plaza disponible.
Mientras esperaba, intentando que el rechazo de cada vehículo que pasaba de largo no le afectase, organizaba sus pensamientos en silencio. Kyungsoo no había tenido una vida fácil, había sido una de esas personas afortunadas que carecían de felicidad por su fortuna, y su única fuente de alegría, de sentimientos, lo único que le hacía sentirse humano, le había sido arrebatado en menos de un segundo. Ni siquiera lloraba, no sentía nada. Vacío. Oscuridad. Exactamente lo que había sentido antes de despertarse en el río. No, me equivoco, Kyungsoo sentía algo... Sentía furia. Sentía sed de venganza. Y sentía odio primitivo por su madre.
En ese momento, un Toyota rojo frenó a su lado.
La ventanilla del vehículo se bajó, y un hombre de mediana edad le sonrió amablemente, bajando el volumen de la radio.
- ¿A dónde vas, muchacho?- Kyungsoo le devolvió la sonrisa.
- A casa.
Do Sora abrió los ojos, mirando al reloj que descansaba sobre su mesilla de noche. 00:01. No sabía por qué se había despertado de repente, pero estaba completamente desvelada. Había recibido la llamada de la policía, contándole lo sucedido. Jongin estaba muerto, y su hijo posiblemente también. Le había dejado mensajes de voz a su marido, pero no había recibido respuesta alguna de Sooman. Incluso a ella le había sorprendido la ausencia de pesadillas aquella noche. ¿Cuándo había perdido su humanidad? ¿En qué momento de su vida? Desconocía la respuesta, pero tampoco iba a dejar que aquello fuese un motivo para perder sueño.
Se incorporó de la cama, tentando el suelo con los pies en busca de sus zapatillas. No tardó en encontrarlas y encendió la luz, dirigiéndose a la ventana y bajando la mirada al jardín. La tierra del trozo de suelo donde había enterrado a Jieun todavía estaba revuelta, contrastando marrón en un uniforme fondo verde. El jardinero había prometido arreglar la hierba a la mañana siguiente. El entierro había sido una obra maestra interpretativa, al menos por su parte. La cantidad de lágrimas derramadas la habían dejado un poco deshidratada, y notaba la garganta un poco inflamada por los gritos de dolor fingido. Sonrió suavemente. Jamás había sido buena perdedora, y la victoria era adictiva.
Se giró, tomando su bata recién estrenada y poniéndosela, disfrutando el abrazo de aquella tela delicada y sedosa. Caminó por los pasillos, bajó las escaleras, y en la oscuridad de su cocina, decidió servirse un vaso de agua.
Sora era una mujer cruel, obsesiva, ambiciosa y manipulativa, pero también era observadora, muy observadora. Por eso, le sorprendió el silencio extrañamente artificial que reinaba en la casa, pero todo cobró mucho más sentido cuando notó que en el juego de cuchillos que normalmente descansaba sobre la encimera de cuarzo blanco, faltaba el más grande de todos. Suspiró.
- Creía que estabas muerto.- Dijo, girándose al mismo tiempo que la luz se encendió, mostrando a Kyungsoo apoyado contra la pared, al lado del interruptor. Sujetaba el cuchillo en la mano, jugando a acariciar la punta con las yemas de sus dedos. Su hijo no le dedicó ni una mirada.
- Me has criado tú, madre, y me criaste para tener mis recursos.- Respondió con voz monótona. Sora observó a su hijo, delgado, pálido, con bolsas violáceas bajo los ojos, y ropas ensangrentadas.
- Qué orgullosa estoy de ti.- Se mofó, bebiendo el vaso de agua de un trago y dejándolo en el fregadero. Caminó lentamente hacia una bandeja de cristal localizada sobre la igualmente blanca isla de la cocina, tomó la botella de whisky y se sirvió un vaso. A continuación, tomó asiento sobre uno de los taburetes de cuero albino y se apoyó sobre el incómodo cuarzo, cruzando las piernas.
- Sabes por qué he vuelto, no eres estúpida.
- En eso tienes razón, de estúpida no tengo ni un pelo.
- Sin embargo de cruel tienes todas y cada una de las células de tu cuerpo.- Masculló su hijo, apretando el agarre del cuchillo hasta que sus nudillos empalidecieron.
- No soy cruel, Kyungsoo.- Argumentó Sora, tomando un sorbo del licor.- Soy una madre preocupada y responsable.
Kyungsoo sonrió con sorna, posando finalmente la mirada sobre su madre, que le sonreía con superioridad.
- Mataste a Jieun. Y a Jongin.
- A Jieun, sí. ¿Pero por qué?- Musitó, con voz musical, observando el trabajo exquisito de aquel vaso de cristal artesanal.- Porque estaba incitando a que mi hijo huyese de sus responsabilidades. Eso es inaceptable, ¿no crees?- Kyungsoo frunció el ceño.- Y querido hijo...- Sora lo miró de reojo, sonriendo.- A Jongin lo mataste tú. Tú lo sacaste de esta casa, si te hubieses quedado aquí, siendo bueno y escuchando a tu madre, los dos todavía estarían aquí.
Kyungsoo tragó saliva y suspiró, intentando controlar la furia que caía sobre su corazón como un reloj de arena, gramo a gramo, gota a gota.
- ¿Puedo?- Señaló al taburete al lado de su madre, y ésta le hizo un gesto elegante con la mano para que tomase asiento. Kyungsoo se acercó a ella, sentándose, y posando el cuchillo sobre la isla.
- ¿Qué pensabas hacer con eso, amor mío?- Preguntó su madre, apuntando al cuchillo con su vaso antes de tomar otro sorbo. Kyungsoo sonrió, alzando la mirada a la lámpara de araña que colgaba del alto techo de la cocina. Se mecía de una forma apenas perceptible, o también podía ser su imaginación.
- Era mi plan B, madre.- Sora frunció el ceño.
- ¿Plan B?
- Sí... Pensé mucho en ello, y siempre has sido una gran fanática del Scotch...- Sora posó el vaso, sin hacer ruido alguno, tal y como se le había enseñado de niña, y miró a su hijo con expresión sorprendida y confusa.- Y odiaría tener que pedirle a alguien que limpiase esa sangre contaminada que tienes corriéndote por las venas, no importa lo gratificante que fuese abrirlas una a una, poniéndolo todo perdido de rojo.
Sora miró a la botella por un segundo antes de devolver la mirada a su hijo. Éste se la devolvió, con una sonrisa alegre que le hizo recordar las fotografías que tenía de él, de cuando era un bebé, un niño pequeño, y reía felizmente persiguiendo mariposas por el jardín. Una lágrima rodó por la mejilla de Kyungsoo, colándose en su boca e inundando su lengua de sal.
- Pero Jongin está muerto, y no puedo permitir que su alma no descanse... Y no va a descansar mientras tú sigas aquí, madre...- Kyungsoo continuaba llorando, pero sus palabras salían suavemente de su garganta, acribillando a su madre como diminutas agujas.- Así que pensé que qué muerte más digna para Do Sora, que morir por un beso de su más adorada afición.
Sora sintió su estómago retorcerse de dolor y sudores fríos confundir su mente. Cayó sobre sus rodillas, alzando la vista hasta su hijo, que se había incorporado y avanzaba lentamente hacia ella.
- Buenas noches, madre. Que no descanses.- Susurró Kyungsoo, acuclillándose delante de ella y en ese mismo instante, el cuerpo de Sora se precipitó contra el suelo, sin hacer apenas ruido. Kyungsoo suspiró, mirando a los ojos sin brillo de su madre, y sin expresión alguna, acercó la mano a su rostro, la posó sobre sus párpados desmaquillados, y la dejó ir con los ojos cerrados. En su opinión, eso ya era más de lo que se merecía.
Tras levantarse y tirar el alcohol por el desagüe, asegurándose de que nadie más tocaría el veneno que pudría a su madre por dentro poco a poco, dejó caer la botella y el vaso usados contra el suelo, creando una tormenta de cristales y ruido. Las luces rápidamente se encendieron, y cinco sirvientas en camisón corrieron hacia la fuente del trueno, solo para encontrarse al ahora dueño de la casa sentado en la encimera de la cocina, contemplando el cuerpo de su ama muerta.
- Perdón por la molestia...- Susurró Kyungsoo, mirándolas con una sonrisa cordial. Éstas le devolvieron la mirada, horrorizadas.- Pero tengo un favor que pediros. Tú,- Kyungsoo señaló a la más joven de ellas. No debía de ser mucho más mayor que él mismo.- ¿cómo te llamas?
- Soomin, señor...- Respondió la chica con voz entrecortada. Kyungsoo asintió.
- Soomin, vas a llamar al 112 en exactamente 20 minutos... ¿Tienes reloj, Soomin?
- Sí, señor...
- Perfecto.- Kyungsoo hizo el gesto de “OK” con la mano e inspiró profundamente para continuar con sus instrucciones.- Pues en 20 minutos, 19 ahora, llamarás al 112 y les dirás de Do Kyungsoo acaba de asesinar a su madre, Do Sora, que vengan rápido a la mansión de los Do. Me encontrarán en la oficina de mi padre. ¿Entendido?
Una de las sirvientas más mayores rompió en llanto. Kyungsoo lo ignoró.- Sí, señor.- Respondió Soomin.
- El resto de ustedes, mis más sinceras gracias por su labor tan dedicada en esta casa durante todos estos años.- Kyungsoo se incorporó y caminó hacia ellas, que temblaban asustadas.- La mayoría de ustedes me han visto crecer, me han cuidado, me han alimentado y me han consolado cuando mi madre decidía que no era un buen día para la maternidad, por lo tanto no teman, no les pondré un solo dedo encima. Si quieren marcharse, por favor, vayan sin miedo. Pueden recoger sus cosas e irse. Si quieren llevarse algo de valor de la casa, no lo duden. Llenen las maletas si les apetece. No se les acusará de robo, yo mismo me encargaré de todo eso. Si quieren quedarse, lo cual no puedo entender, les invito a que vayan de vuelta a sus dormitorios y duerman cuanto puedan, podrán irse mañana por la mañana. Muchas gracias, pueden retirarse. Por favor, despierten al resto del servicio y comuníquenles las noticias. - Las sirvientas se miraron entre ellas con confusión y temor, pero eventualmente todas caminaron lentamente de vuelta a sus dormitorios o hacia la puerta principal. Kyungsoo salió por la puerta trasera de la cocina que llevaba al jardín, tomó una camelia blanca del árbol que proporcionaba sombra al merendero en el que tantas tardes de niño había pasado, y se acercó a la tumba de Jieun. Arrodillándose delante de la piedra sin nombre, Kyungsoo colocó la flor cuidadosamente sobre la tierra todavía sin sellar, y besó el suelo.
- Lo siento muchísimo, Jieun.- Lloró, llevándose la mano al pecho.- No pude protegerle, confiaste en mí y no pude protegerle, ni a ti. Nunca fui digno del amor que me disteis tú y tu hijo, y jamás podré pagártelo... Solamente puedo esperar que puedas estar con él en el cielo por el resto de los tiempos. Pensaré en vosotros cada segundo del resto de la eternidad, mirando hacia arriba desde el infierno.
Kyungsoo se incorporó tras acariciar la camelia una vez más, y se dirigió de nuevo al interior de la casa. Subió las escaleras, ignorando el tono rojizo de la madera del suelo del salón. Sabía perfectamente a qué se debía, pero no quería pensarlo. Peldaño a peldaño, subió al segundo piso, donde entró a la puerta paralela a la de la habitación de sus padres: La oficina de Do Sooman.
Las puertas correderas se abrieron de par en par, y Kyungsoo las cerró tras de sí al cruzar aquel umbral al que jamás se le había permitido acceso. Caminó con pasos pesados hasta el inmenso escritorio de madera maciza que decoraba el centro de la habitación, y acarició los detalles que lo decoraban con sus dedos. Sobre la chimenea, otra botella de whisky descansaba, y Kyungsoo se quedó hipnotizado ante el color ámbar. Sabía perfectamente dónde había visto antes ese color, era su color favorito, era el color de los ojos de Jongin. Se sentó al borde del escritorio, observando el líquido inmóvil, viendo los iris de la única persona a la que había amado. Esos dos luceros de whisky le devolvían la mirada, le taladraban el alma y le estrujaban el corazón hasta cortarle todas las ganas de vivir.
Algo dentro de él le llevó a tomar la botella con sumo cuidado, como si realmente fuese parte de Jongin, y servirse un vaso. Cerró los ojos, llevándose el dulce líquido a los labios, imaginando que Jongin le besaba, le tocaba, le abrazaba y le sonreía. Kyungsoo lloró en silencio, repitiendo los tragos una y otra vez, desesperado por no olvidar ni el más mínimo detalle de Jongin, de su alma, de su cuerpo, de sus labios, su aroma, sus ojos, su aliento, su cabello, la forma en que sus manos se entrelazaban con las suyas en una figura perfecta, cómo el roce de sus pieles hacía que su corazón se electrocutase. Cayó sobre la butaca de cuero de su padre, detrás del escritorio, saboreando el licor como si fuese la saliva de aquel que le había abandonado, dejándole vacío, y entonces reparó la mirada en un sobre que asomaba impertinentemente de uno de los cajones. Kyungsoo lo tomó y lo abrió sin pensárselo dos veces. Lágrimas caían sobre la correspondencia de papel rugoso, y ésta leía “Para Jinyoung”. Kyungsoo podía sentir en el tacto del papel la antigüedad de ésta, y como ya no tenía nada que le importase ni lo más mínimo, la abrió, rompiendo el sobre sin delicadeza alguna.
El papel grueso absorbía sus lágrimas, y su vista curiosa devoraba las palabras del puño de su padre.
Querido Jinyoung,
Espero que estés bien. No hay día que no te extrañe, que no piense en ti, que no añore tu tacto y tu mirada. Sé que probablemente me odias, pero créeme cuando te digo que me arrepiento profundamente de lo que he hecho. Sé que te dije que mi destino era continuar el legado de mi familia, dejar que el apellido sobreviva, pero ahora, tan solo un par de horas antes de mi boda, no hay nada que no daría por verte aparecer por esa puerta y lanzarme a tus brazos. Qué no daría por hundirme en tus labios una vez más, tomar tu mano y huir, seguir uno de tus planes locos y sin sentido, y vivir en una cabaña en la montaña, solos tú y yo hasta nuestro último respiro.
Pero eso no va a ocurrir, te perdí, fui un cobarde y no pude ver que me rogabas desde el corazón que me fuese contigo, que volásemos juntos, y ahora una mujer vestida de blanco me espera en la catedral.
Ella es hermosa, Jongin, pero no es tú. He intentado sentir algo por ella, amarla, o al menos sentir una amistad que haga que este matrimonio cobre sentido, pero no lo he encontrado. Cada vez que la miro solamente siento enfado y tristeza por dejar mi oportunidad morir.
Sé que probablemente jamás mande esta carta, soy demasiado cobarde para ello, pero que sepas que sigo esperándote, cada segundo de cada minuto de cada hora de cada día, te espero. Espero que llames a mi puerta y que no necesitemos palabras, solamente una mirada.
Te amo, siempre te amaré,
Sooman.
Kyungsoo sonrió con decepción a la carta.
- Padre...- Susurró, arrugándola en la mano y lanzándola al suelo.- Tantos años haciéndome la vida imposible para que no sea feliz, cuando tu viviste toda tu vida en remordimiento y arrepentimiento... ¿Qué clase de padre le desea un futuro tan infeliz a su hijo?
Acarició el vaso con los dedos, escuchando el tic-toc del reloj de pared, burlándose de que el tiempo corría para todos menos para él, que seguía viendo las mismas imágenes una y otra vez, y todo se reducía a la injusta muerte de Jongin. Kyungsoo cerró los ojos, recostándose en la silla, al escuchar los coches de la policía llegar a la entrada de su casa. Calma. Ahora solamente sentía calma. No quedaba casi nada, un último esfuerzo es lo único que tenía que hacer, y entonces podría descansar.
Ese esfuerzo fue levantarse, tomar un trozo de papel, un bolígrafo, un sobre de una de las estanterías que cubrían las paredes y empezar a escribir.
Querido padre, soy Kyungsoo. Espero que todo te esté yendo bien al otro lado del mundo... Aquí desde luego las cosas se han ido un poco de las manos en tu ausencia, claro que dudo que eso te importe.
Me alegra comunicarte tu libertad, he asesinado a mi madre, así que ahora puedes vivir la vida que siempre has querido.
Verás, padre, sé que nunca has sido feliz, tristemente eso es lo único que tuvimos en común, pero quiero que lo seas, ya que yo jamás podré serlo.
La verdad de la historia es que mamá asesinó a Jieun, la madre del hombre al que amo, Jongin, que también ha muerto porque tu mujer mandó a la policía a matarlo tras acusarle de asesinar a su propia madre y secuestrarme. No me secuestró, padre, por favor limpia el nombre de su familia, simplemente huimos juntos, como tú siempre deseaste hacer, pero nosotros fuimos lo suficientemente valientes como para llevarlo a cabo. Nos salió mal, pero por lo menos moriré sabiendo que lo intenté. Luché y perdí, pero luché.
La casa se empezó a llenar de pasos apresurados que se encaminaban escaleras arriba sin tregua. Kyungsoo los ignoró y siguió escribiendo tras otro sorbo de whisky.
Sé feliz, padre. Conoce a alguien, enamórate... Porque créeme, no tengo miedo a morir... Porque amé. Oh, padre, amé hasta que sentí mi pecho doler, mis mejillas protestar por tanto sonreír y mis ojos llorar de felicidad. No deseo nada más que eso para nadie, no importa quién.
Amé a Jongin con todo mi corazón desde el momento en el que le conocí, cuando éramos críos y no sabíamos qué era el amor, o de sus consecuencias y sus reglas. Él fue mi mundo, mi vida, mi luz, mi sueño, lo que me mantuvo con vida estos breves 21 años que me han tocado en esta tierra, y no me arrepiento de ninguno de ellos, porque él siempre estuvo a mi lado.
Adiós, Padre. No llores por mí, es demasiado tarde para cambiar nada. Si consigues empezar una nueva vida, simplemente recuerda que amor, sea del tipo que sea, jamás es malo, y vive.
P. D: Le he dado permiso al servicio para que se lleven lo que quieran de la casa, se lo merecen. Mi última voluntad es que, por favor, les dejes empezar una nueva vida y dejar este infierno atrás. Y mi último deseo... Entiérrame al lado de Jongin y de su madre, por favor. Por favor. Ellos son la única familia que jamás he tenido, padre, y tú lo sabes.
Gracias,
Tu hijo,
Kyungsoo.
Las puertas cayeron abajo en un tronido, Kyungsoo mantuvo la calma, doblando la carta y lamiendo el sobre para sellarlo.
- ¡Entrégate, Do Kyungsoo!- Alzó la mirada por un segundo, reconociendo los rostros de los tres agentes de policía que había visto hacía unas horas en el río. Suspiró, dejando el sobre sobre la mesa y escribiendo el nombre de su padre en él.
- ¿Podéis hacerme un favor y hacer que eso le llegue a mi padre?- Preguntó inocentemente, llevándose el vaso a los labios, disfrutando el último sorbo de ámbar.
- No estás en condición de negociar, Kyungsoo.
- Veréis, - Suspiró Kyungsoo, poniendo los pies encima de la mesa, acariciando de nuevo el vaso.- no estoy negociando, estoy pidiendo un favor que no es para mí, es para el joven al que asesinasteis sin motivo alguno a la orilla del río.- Miró a los oficiales directamente a los ojos.- Un hombre que era culpable de poco más que de ser demasiado bueno para este mundo putrefacto.
- Manos arriba, Kyungsoo.
- Y yo, me niego a ir a prisión por algo que debería de haber hecho hace años...- Razonó, entablando conversación con los agentes, mientras 5 miembros del SWAT le apuntaban con los mismos rifles que habían apuntado a Jongin. De nuevo, los láseres se peleaban sobre la piel de su frente por el centro del escenario.- Porque es verdad, debería de haberme largado de aquí hace años, estar a salvo y luego mandar a alguien a por Jongin y a su madre... Pero soy estúpido e inocente, y creí que mi madre jamás llegaría a este punto... ¿La visteis? ¿A mi madre? ¿Sigue en el suelo de la cocina? - Los agentes le miraron, sin reaccionar. Kyungsoo dejó salir una carcajada maníaca.- ¿Está ya violeta? ¿O todavía no? No debería de tardar mucho más, pero llevárosla pronto porque va a empezar a oler...
- No lo repetiré más, Do Kyungsoo... - Éste sonrió y dirigió la mirada a la botella sobre la repisa de la chimenea. “Jongin... Ya casi estoy...”- Manos arriba, entrégate. Esto se ha acabado.
- Casi...
- ¿Perdón?
Kyungsoo dejó caer dos únicas lágrimas, mirando a Jongin que le sonreía con dulzura desde la chimenea, arrodillado delante de ésta, alimentando la lumbre.
- El fuego está listo, Kyungsoo.- Dijo su voz suave.- Date prisa o se enfriará el chocolate.- Dos tazas humeantes descansaban en el suelo, llenas hasta el borde con un espeso líquido marrón.- Es Navidad, Kyungsoo, tenemos que celebrarlo como es debido.
- ¿Estás listo?- Susurró Kyungsoo. Jongin asintió, incorporándose y abriendo los brazos, como a la espera de un abrazo.
- Ven conmigo, Kyungsoo.- Kyungsoo cerró los ojos, no más lágrimas, y sonrió con dulzura llevándose la mano al bolsillo.
- ¿QUÉ HACES? ¡ESTÁ ARMADO!
- It´s over...- Cantó en una voz tan suave, tan baja, que los policías no lo escucharon entre gritos y ruegos de que se detuviese. Kyungsoo no tenía nada en el bolsillo, pero ellos no lo sabían, y cuando Kyungsoo se incorporó repentinamente, pretendiendo sacarse un arma del bolsillo, no tuvieron opción y 5 balas invadieron su cuerpo, en una coreografía perfecta que lo liberó para siempre de sus cadenas.
En Washington, una semana después, Do Sooman se encontraba sentado en su butaca de cuero marrón, con su mejor licor en un vaso idéntico a los que había dejado atrás en Corea, observando el fuego de la chimenea. Sin embargo, su tarde de Domingo fue interrumpida por el timbre de la puerta. Se levantó con un gruñido de esfuerzo, la edad no le estaba dando ninguna tregua, y caminó perezosamente a abrir la puerta.
- Buenas tardes, Señor Do.- Sooman sonrió y firmó el recibo, tomando las cartas que el hombre le tendía.
- Ten una buena tarde, Jason.
El cartero le sonrió agradecido, abandonando la propiedad minutos después. Sooman se dirigió de vuelta a su butaca, cartas en mano, hasta paralizarse al leer el remitente de una en particular.
Para Do Sooman
De: Kim Kyungsoo.
Fin.
Me estás diciendo que has vuelto, y has vuelto CON ESTE DRAMÓN?????
ResponderEliminarPara un regreso por lo menos danos un respiro y escribe algo que no acabe en tragedia joder!
(te extrañe, no vuelvas a desaparecr)