-… Mamá? – Camino hacia el salón, los
primeros rayos de sol de la mañana inundan la sala de estar y acarician mi piel
suavemente, trayendo consigo una agradable sensación de calidez.
- Hola, cielo. – Mi madre lleva un precioso
vestido de lino blanco. La miro, sorprendido. – Qué grande estás! Y qué guapo?
No respondo a sus cumplidos. Dirijo la
mirada a mi padre, que lee el periódico desde la butaca, con un traje gris
claro y una camisa blanca. Levanta por un momento la vista del papel y me
escanea con la mirada para, a continuación, sonreír con suavidad y asentir con
la cabeza.
- Es todo un hombre. – Comenta, pasando la
página. – Claro, es hijo mío.
- Qué estáis haciendo aquí…? – Por fin puedo
abrir la boca. Noto un nudo en la garganta y unas espantosas ganas de llorar.
- Teníamos que comprobar que estabas bien
pero… - Mi madre mira a su alrededor. – No parece que te vaya nada mal. Te ha
tocado la lotería, jovencito?
- Más o menos… - Sonrío y tomo su mano con
suavidad. El tacto de las manos de mi madre… Lo extrañaba tanto que noto a mi
corazón alegrarse hasta morir al reconocerlo.
- Gongchan? – Reconozco la voz de Jinyoung a
mi espalda. Se acerca a mí con unos vaqueros azul claro y una camisa blanca de
lino. Le sonrío con dulzura y me sonrojo cuando, al llegar a mi lado, deposita
un beso suave en mi mejilla. Mi padre cierra el periódico y nos mira con la
ceja enarcada.
- Huy! Y este chico tan guapo quién es? – Mi
madre le sonríe con dulzura y yo bajo la mirada sin borrar mi sonrisa.
- Encantado, señora Shik. – Jinyoung hace
una leve reverencia y toma mi mano, entrelazando nuestros dedos. – Soy la
pareja de su hijo, prometo cuidar muy bien de él en el futuro.