26 de marzo de 2014

[JinChan] Beautiful Words. Capítulo 8: Mi historia es un secreto.

-… Mamá? – Camino hacia el salón, los primeros rayos de sol de la mañana inundan la sala de estar y acarician mi piel suavemente, trayendo consigo una agradable sensación de calidez.
- Hola, cielo. – Mi madre lleva un precioso vestido de lino blanco. La miro, sorprendido. – Qué grande estás! Y qué guapo?
No respondo a sus cumplidos. Dirijo la mirada a mi padre, que lee el periódico desde la butaca, con un traje gris claro y una camisa blanca. Levanta por un momento la vista del papel y me escanea con la mirada para, a continuación, sonreír con suavidad y asentir con la cabeza.
- Es todo un hombre. – Comenta, pasando la página. – Claro, es hijo mío.
- Qué estáis haciendo aquí…? – Por fin puedo abrir la boca. Noto un nudo en la garganta y unas espantosas ganas de llorar.
- Teníamos que comprobar que estabas bien pero… - Mi madre mira a su alrededor. – No parece que te vaya nada mal. Te ha tocado la lotería, jovencito?
- Más o menos… - Sonrío y tomo su mano con suavidad. El tacto de las manos de mi madre… Lo extrañaba tanto que noto a mi corazón alegrarse hasta morir al reconocerlo.
- Gongchan? – Reconozco la voz de Jinyoung a mi espalda. Se acerca a mí con unos vaqueros azul claro y una camisa blanca de lino. Le sonrío con dulzura y me sonrojo cuando, al llegar a mi lado, deposita un beso suave en mi mejilla. Mi padre cierra el periódico y nos mira con la ceja enarcada.
- Huy! Y este chico tan guapo quién es? – Mi madre le sonríe con dulzura y yo bajo la mirada sin borrar mi sonrisa.
- Encantado, señora Shik. – Jinyoung hace una leve reverencia y toma mi mano, entrelazando nuestros dedos. – Soy la pareja de su hijo, prometo cuidar muy bien de él en el futuro.

- Un momento… - La grave voz de mi padre se hace lugar en la conversación. – Cómo te llamas, jovencito?
- Jung Jinyoung, señor. – En seguida, la expresión de mi padre y de mi madre se oscurece. Las sonrisas desaparecen y los rayos de sol con ellas, dejándome a mí con frío y en la penumbra.
- Jung Jinyoung? – Repitió mi madre, pronunciando cuidadosamente todas y cada una de las sílabas.
- Así es, Madame. – Jinyoung ahora está serio y les mira, inexpresivo.
- Qué ocurre? – Pregunto yo, apretando con fuerza su mano.
- Nada… - Responde mi padre, tomando de los hombros a mi madre y acercándola a él de forma protectora. – No ocurre nada.
- Cariño… - Mi madre toma la mano de mi padre, también con fuerza. Los observo, parecen… Asustados? – Creo que es hora de que nos vayamos…
- Ya? Tan pronto? – Suelto la mano de Jinyoung y me acerco a ellos a grandes zancadas. – No os vayáis… Quedaos conmigo un poco más… Por favor…
- Cielo… - Mi madre acaricia mi mejilla y sonríe con suavidad, con todo ese cariño que solamente la sonrisa de una madre puede transmitir. – Cuídate mucho, come bien y, sobre todo, resiste. Eres fuerte, eres de nuestra familia, y llegarás lejos… No te preocupes de forma innecesaria por cosas banales, sé feliz y disfruta de la vida, que es más corta de lo que parece.
- Mamá… - Trago saliva y mi rostro enseguida se humedece por las lágrimas.
- No llores, hijo. – Mi padre pone una de sus grandes manos sobre mi hombro y me sonríe. – Eres un Shik, los Shik no lloramos. Demuéstrame lo que vales, vale?
Asiento en un sollozo y mi madre me deposita un beso en la frente antes de salir, junto a mi padre, por la puerta y desaparecer en una luz brillante y blanca. Puedo notar los restos del pintalabios de mi madre en mi frente y escuchar sus zapatos de tacón en la lejanía…

- Buenos días… - Abrí los ojos poco a poco. La luz me daba de pleno en la cara, pero Jinyoung en seguida tapa el sol con una mano para evitarme molestias. Sonreí al verle, tenía el pelo revuelto  y me dedicaba una amplia sonrisa. – Qué tal dormiste?
- Muy bien… - Respondo sin poder borrar la sonrisa. Me sentía estúpidamente feliz.
- Sí? Has tenido que soñar algo genial, porque me has estado pegando patadas toda la noche. – Rió y arrugó la nariz en un intento de mueca de dolor mientras se acaricia el costado.
- En serio?  - Le destapé un poco con la sábana, pero en lugar de encontrarme costillas rotas o moratones, me encuentro cuatro arañazos perfectamente definidos, aún sangrantes, y por lo que mi mente podía deducir a aquellas horas de la mañana, eran claramente obra mía. – Lo siento… - Murmuré, bajando la mirada, muerto de la vergüenza.
- Qué bobo… - Rió y me tomó por la cintura, acercándome a él y fundiéndonos en un beso lento. Cuando necesitamos aire, esas cosas típicas de humanos, nos separamos y le miré, sonrojado, recibiendo su sonrisa con otra. – No te disculpes…
- Te duelen? – Murmuré, observándolos de reojo.
- Apenas nada… - Se los acaricia suavemente con la yema de los dedos. – Además, me gustan… Significan que hice bien mi trabajo.- Sonreí, avergonzado y notando un intenso calor en mis mejillas.
- Lo hiciste… Definitivamente lo hiciste. – Sonríe y me da otro beso, mucho más corto.
- Qué vas a hacer hoy? – Susurra sobre mis labios. Su rostro tan cerca del mío, con sus ojos mirándome de esa forma tan intensa… Era la imagen más excitante que había visto jamás.
- De mañana? Nada… Y tú? – Nos hablábamos en susurros porque queríamos que esas palabras fuesen solo nuestras… De nadie más… Ni siquiera que perteneciesen al aire, de la forma más egoísta, queríamos que únicamente pasasen de sus labios a los míos, directamente de su boca a la mía.
- Mis planes son… Divertidos. – Jinyoung sonrió de lado y se acercó a mis labios, capturando con suavidad mi labio inferior entre sus dientes y arrancándome un gemido suave. Rodeé su cuello con mis brazos y Jinyoung acarició mi espalda, empujándome con cuidado hacia atrás y colocándose encima de mí. Soltó mi labio y le sonreí, atrayéndole con mis brazos y besándole con dulzura.
Todavía tenía el cuerpo algo dolorido de la noche anterior, pero había sido tan delicado conmigo que era perfectamente soportable, tanto que estaba más que preparado para la segunda ronda que, llamadme adivino, veía venir desde que había abierto los ojos.
Las yemas de sus dedos recorrían mi pecho, mi abdomen, el interior de mis muslos… Sus caricias eran simplemente deliciosas, al igual que la noche anterior. Los roces, los suspiros, los suaves mordiscos, las miradas, las sonrisas cómplices, los besos cada vez más desesperados… Me estaba volviendo loco hasta con el más mínimo de sus movimientos.
Levantó mis piernas con delicadeza y le rodeé la cintura con ellas, dándole pleno acceso a mí, el cual no rechazó y en cuestión de segundos ya estaba entrando lentamente dentro de mí.
Me mordí el labio y clavé mis uñas con fuerza en su cuello. Dolía, pero era más por la batalla de ayer que por la intromisión de hoy, y desde luego, el tiempo que pasé de sentir dolor al placer más incomparable fue definitivamente menor.
Jinyoung se movía deliciosamente, dentro y fuera, cada vez más dentro de mí, cada vez con más fuerza y más rápidamente… Y yo notaba como una ola del placer más puro me inundaba con cada una de sus estocadas.
- Más rápido… - Susurré, atrayendo su boca a la mía y prácticamente devorándole entero en un beso necesitado. Me obedeció y en cuestión de minutos yo me perdía en un orgasmo infinito, una espiral de espasmos y respiraciones agitadas.

- Café? – Le señalé la cafetera mientras él se subía los pantalones del chándal gris que le había prestado.
- Por favor. – Sonrió y le devolví la sonrisa, sirviendo el oscuro líquido en dos tazas y acercándoselo.
- No es un americano con hielo, pero espero que te guste. – Tomó la taza y me dio un beso en la mejilla.
- Gracias… Seguro que es el mejor café del mundo.
- Bobo…
Se sentó en uno de los taburetes al lado de la isla de la cocina.
- No te sientas conmigo?
- Prefiero que no… - Murmuré, bajando la mirada, avergonzado. El dolor punzante que sentía en el trasero no invitaba a tomar asiento.
- Ah! Lo siento, no me di cuenta… - Se levantó inmediatamente y se acercó a mi lado. – Soy un despistado…
- Qué imbécil eres. – Le asesiné con la mirada, pero no podía esconder mi estúpida sonrisa mucho tiempo.
- Ven… - Tomó mi mano y se sentó en uno de los taburetes, con las piernas ligeramente abiertas.
- Qué?
- Ven… - Me empujó hacia él y me sentó sobre sus piernas, de forma que mi trasero, suspendido entre ellas, no me dolía. Me sonrojé y sonreí con ternura.
- Gracias… - Me respondió con un beso en la mejilla. Apoyé la cabeza en su hombro y cerré los ojos, aspirando su aroma. Era dulce… Tan dulce como el azúcar.
- Piensas ir a trabajar hoy? – Susurró, posando sus labios sobre mi frente y sonriendo.
- No creo que vayamos a abrir… Después llamaré a mi jefe, pero con este tiempo lo veo tontería.
- Anna irá?
- Seguramente. Es una despistada y nunca se entera de nada.
- Pobrecita… Está aprendiendo!
- Pues le cuesta lo suyo.
- Qué cruel…
- Por qué estamos hablando de Anna en una situación como esta?
- Simplemente me imaginé cómo sería su reacción en una situación como esta… - Sonreí al imaginarlo yo también.
- Habría que llevarla al hospital por taquicardia.
- O infarto.
- Ataque de ansiedad fijo.
Nos miramos y nos echamos a reír. Acaricié su pecho desnudo con una de mis manos. Repasé todos y cada uno de los numerosos arañazos que lo cubrían y me sonrojé al recordar cómo los había dibujado. Deberían detenerme por estropear con mi vandalismo semejante obra de arte como era el cuerpo de Jinyoung.
- Yo debería irme a casa… Yo sí que tengo que trabajar aunque llueva…
- No creo que el metro esté disponible.
- Pero puedo trabajar desde casa, por eso no tengo problema.
- Y cómo piensas llegar allí?
- Puedo tomar un taxi.
- Mmmm… - Me revolví en su regazo y le miré. – Puedo ir contigo? No quiero quedarme solo… Prometo no molestar.
Algo en su expresión cambió, algo de sus ojos… O quizás se le tensó un segundo la mandíbula? No sabría decirlo bien…
- No creo que sea una buena idea, Gongchan… - Tomó mi mano y entrelazó sus dedos con los míos. – Otro día, sí?
- Oh… Claro, no pasa nada… - Bajé la mirada, algo mosqueado. Por qué no podía ir a su casa? – Puedo preguntar el motivo?
- Tengo mucho que hacer…
- Ya… Bueno, entonces el polvo mañanero tendría que haber sobrado, Jinyoung. Porque es casi la hora de comer, así que tanto trabajo no podías tener.
Me miró, dolido. Me había pasado?
- Vivo lejos y no quiero que vengas porque la casa está hecha un desastre. Otro día no me importará, de verdad que no.
- Dónde vives?
- Eh? – Levantó la mirada del suelo y me miró. Parecía sorprendido.
- En qué barrio vives? A las afueras? Cuánto tardas en llegar?
- Sí, vivo lejos… No sabría decirte.
- Aaaam… - Se estaba comportando de una forma muy extraña. Esquivaba mi mirada y parecía nervioso. Enarqué una ceja cuando me tomó con cuidado de la cintura para incorporarme de su regazo.
- He de irme ahora o no acabaré nunca. – Sonrió y me dio un beso en la frente. – Dónde está mi ropa?
- Encima de la secadora.
- Gracias. – Desapareció en dirección al baño y yo crucé los brazos. Consideraba conocerle lo suficiente como para saber que este hombre estaba más raro de lo normal. Que yo supiese Jinyoung no me había mentido jamás, aunque de nuevo las dudas empezaron a asaltarme… Qué sabía yo de él? Su nombre, su universidad, lo que le gustaba y lo que no… Pero… De dónde era? Y qué había ocurrido con sus padres? Dónde vive? Cómo llegó a Seúl? Él lo sabía todo de mí, pero yo la verdad es que sabía bastante poco de él. Los rostros de mis padres en mi sueño cuando supieron su nombre vinieron a mi mente, junto al tono de voz de mi abuela al saber el nombre de mi nuevo “amigo”.
Sacudí la cabeza, sacando todas las teorías conspiratorias de mi cabeza. “Está bien… No hay que presionar las cosas… Todo estará bien…”

- Me voy entonces. – Jinyoung tomó el paraguas que le tendía y me dio un beso en la mejilla. – Te llamo al llegar a casa, vale? Para que no te preocupes.
Asentí en silencio y le despedí con un amago de sonrisa. Algo me olía a chamusquina que tiraba para atrás, y no eran solo las tostadas carbonizadas de esta mañana, sino algo sobre el comportamiento de Jinyoung. En ese momento, el teléfono sonó.
- Oppa!
- Oh! Anna! Qué tal? Llegaste bien a casa?
- Por eso mismo te llamaba yo… Intenté llamarte ayer por la noche pero mi línea de teléfono iba fatal… Lo siento.
- No, está bien, ambos llegamos bien a casa.
- Yo también. Cogí uno de los últimos autobuses porque el metro ya lo habían cerrado cuando llegué.
- Pero cuando fuiste aún no había empezado a llover, no?
- No, pero por la alerta de tormenta eléctrica decidieron cerrarlos.
- Amh… Bueno, lo importante es que estés bien.
- Y Jinyoung?
- Acaba de irse a casa.
- Omo! Pasó la noche ahí?
- Anda, mírala, como le cambia la voz cuando hay algo que le interesa de verdad!
- No me quiero ni imaginar cómo tendrás el cuello… Bueno, sí quiero! Mándame una foto por Kakao!
- Mi cuello está perfectamente, gracias. Y no hay fotos.
- Jooooo, Oppa! Nunca te enseñaron que hay que compartir?
- Sí, y también que la gente como tú debe estar en lugares con paredes acolchadas y camisas de fuerza.
- No entiendo…
- Ya… Ahora no entiendes…
- Cambiando de tema… Me llamó Leo-Oppa y dijo que hoy no abriésemos el café. Está toda la ciudad bloqueada por el temporal… Yo intenté salir a comprar y estaba todo cerrado.
- Normal… Ir para gastar dinero en luz es tontería.
- Qué harás esta tarde entonces?
- Pues… Jinyoung quizás venga, pero depende de cómo esté la cosa con el tiempo… Sino pues leeré algo.
- Aprovecha para dormir, que esta noche no has debido de pegar ojo…
- Ese tono de voz me dice que vas con segundas, preciosa. Pues dormí estupendamente, gracias.
- Seguro que sí…
- Eres el mal, Anna.
- No entiendo…
- YA.

- Anna, una cosa… - No sé de qué llevábamos hablando casi una hora, pero mi mente no era capaz de quitarse esa preocupación de encima.
- Dime.
- Tú hablas bastante con Jinyoung, no?
- Sí, somos amigos. Por?
- Sabes dónde vive? Es que es algo que me tiene preocupado.
- Aún no has visitado su casa?
- No…
- Es espectacular! Y enorme! Es un dúplex! Cerquita del centro y en un edificio enooooorme! – No me lo podía creer… Anna había estado en su casa y yo no!?
- Un momento…  Cerca del centro?
- Sí, muy bien situado.
- Oh… - Lo que Anna me estaba contando no coincidía con la versión de Jinyoung. Anna era nueva en Seúl, pero hasta un extranjero que visitase Seúl por primera vez podría distinguir el centro de cualquier otra zona.
- Por?
- Nada…- “Nada salvo que alguien me está tomando el pelo a lo bestia.”
- Oppa, qué te preocupa?
- Me dijo que vivía lejos y yo vivo en pleno centro… - Suspiré y cerré los ojos. De repente me dolía la cabeza.
- El centro de Seúl es grande!
- No quiso decirme su barrio…
- Oh! Queda cerca del centro comercial nuevo, ese tan grande con cristales de colores.
- Anna…
- Qué?
- Tengo que colgar. – No esperé a su respuesta. Lancé el móvil contra el sofá y apreté los puños con fuerza.  Iba a gritar algo a la nada cuando el telefonillo sonó.
- Diga?
- Hola, señor Jung. Me llamo Jessica, soy la nueva empleada doméstica… Quería anunciarle que le he dejado la colada enfrente de su puerta y me dispongo a marcharme, necesita algo más?
- Eh? Qué? No… Usted se ha equivocado, yo no…
- De acuerdo entonces, señor Jung. Cualquier otra cosa, tan sólo llámeme al teléfono.
- Eh!? Qué!? ESPERA!
Desde la pantalla del telefonillo pude ver a la chica rubia abrir el paraguas y desaparecer en dirección a la entrada del garaje.
- Esto me huele muy mal… - Mi inconsciente estaba empezando a hilar conceptos… - Señor… Jung? – No podía ser verdad… Era un apellido común, no en exceso, pero común… “No puede ser…”
Me acerqué a la puerta de mi piso, deseando por todo lo conocido que no hubiese una cesta con nada reconocido tras ella.
Abrí, tomé el cesto de mimbre y lo destapé, cerrando los ojos y tensando la mandíbula en el momento en el que reconocí esa camisa vaquera.
- No puede ser… - Tomé el cesto con furia y lo vacié en el suelo, sintiendo cómo mi ira solamente subía de nivel al reconocer todas y cada una de las prendas. Tomé una camiseta negra y me la acerqué al rostro, hundiéndolo en ésta y aspirando ese aroma que conocía tan bien.
Miré entonces la etiqueta del cesto, el fondo, plastificada y perfectamente adherida al cesto. “Jung Jinyoung. Planta 35.”
- No… No puede ser… - Apreté la camiseta entre mis manos con tanta fuerza que podría haberla solidificado. – Eres un cabrón asqueroso, Jinyoung…

Llamé a la puerta de ese piso número 35, cesta en mano, llena de ropa arrugada y desordenada. Tenía los nudillos blancos por la fuerza con la que estaba sujetando el cesto… Pero era o el cesto, o la cara de Jinyoung.
“Aún cabe la posibilidad de que sea alguien con el mismo nombre… Y la misma ropa… No?” Mi ingenuo subconsciente luchaba por aferrarse a esa posibilidad, por ínfima que fuese.
- Un minuto, por favor. – Esa voz tan terriblemente conocida sonó al otro lado de la puerta. Los seguros de ésta se abrieron, el picaporte se giró y ante mis ojos apareció Jinyoung, con el pelo empapado y una toalla alrededor del cuello. En cuanto me vio, su expresión se descompuso.
- Gongchan…
- Vives lejos, en las afueras, tardarás mucho en llegar… Me avisarás cuando lo hagas, para que no me preocupe… - Farfullaba esas palabras mientras le miraba fijamente, sin parpadear siquiera, sintiendo como mi interior hervía como la lava de un volcán. Todas las explicaciones que me había dado hasta el momento, todas las casualidades… - Vives aquí y allá… En cualquier sitio disponible… Cuando viviste aquí hace años atrás… DIOS MÍO, EL CANON! ERAS TÚ!
- Gongchan… Cálmate… Intenta escucharme, por favor…
- CÁLLATE, MENTIROSO! – Le lancé la cesta con todas mis fuerzas, haciendo que todas sus ropas saliesen volando por los aires. – Escúchame tú, Jung Jinyoung, no quiero volver a verte jamás! Eres lo peor!
Me giré justo a tiempo para evitar que vea mis lágrimas y ni siquiera me molesto en esperar al ascensor, doy un rodeo al pequeño pasillo y salgo por la puerta de las escaleras de incendios, notando al segundo la fuerte lluvia calarme hasta los huesos.
- Eres lo peor… - Farfullo mientras abro con fuerza la puerta de mi piso y la cierro con la misma fuerza, produciendo un atronador sonido que hace temblar las ventanas.

- Gongchan… - Jinyoung estaba al otro lado de mi puerta desde hacía media hora, llamando sin cesar al teléfono mientras timbraba. – Sé que estás ahí… Abre la puerta, por favor…
Yo estaba de pie, mirando la puerta con odio sin poder dejar de llorar… Seis meses de relación que se habían basado en una mentira? Todo lo que nos había hecho estar juntos no era más que una mentira? Todo se había disipado así como así? Había estado caminando todo este momento sobre el frágil cristal de la mentira? Quién era esa persona en realidad? La que llamaba a la puerta? Ya no podía creerme nada de lo que había dicho anteriormente… Ya no podía confiar en él. Le había entregado mi corazón y mi cuerpo a una persona de la cual creía que sabía todo y en realidad no era más que un maldito mentiroso!?
- Gongchan, por favor… Déjame explicártelo… He tenido mis motivos para ocultártelo! De verdad que sí! Quería contártelo…
- Lárgate de aquí… - Mascullé. – Lárgate de aquí y no vuelvas jamás.
- Gongchan, por favor… Por favor, abre la puerta y déjame hablar contigo! No pienso irme hasta que me escuches! Por favor… Gongchan…
- Lárgate…
- Gongchan… Por favor… Hazlo por mí, por nosotros… Por lo nuestro… Abre la puerta.
- Te vas a largar o tendré que llamar a la policía!? – Finalmente acabé desgañitándome para desahogarme. – LÁRGATE DE AQUÍ!
- Gongchan… Por favor… Hablemos…
- DESAPARECE.
- Cómo está Eunsol?
De repente, mis lágrimas se secaron, mis sollozos cesaron y mis gritos se silenciaron.
- Seguro que está enorme…
- De qué estás hablando ahora?
- Déjame pasar y te contaré mi historia…
Arrastré los pies hasta la puerta y le abrí. Me dedicó una sonrisa suave, pero en mi rostro no se movió ni un músculo.
- Puedo pasar?
- Me da igual. – Me giré sobre mí y me dirigí al sofá, donde me senté y le observé acercarse con cuidado.
- Me puedo sentar a tu lado? – Hablaba en voz bajita, muy suave.
- No.
Suspiró y se sentó en el sofá de enfrente.
- Gongchan, yo…
- Por qué has mencionado a mi hermana? Espero que no haya sido en vano o te juro que te echaré de aquí a patadas.
- No ha sido en vano. Es una historia un poco larga…
- Tengo todo el tiempo del mundo… Todos mis planes se han cancelado de repente…
- Verás, primero quiero explicarte por qué me has encontrado en el piso de arriba… Yo…
- Deja de darte tantos rodeos y date vida. Me aburro. – Mantenía mi rostro frío como el hielo, no había ni una pizca de compasión en mí en esos momentos. Mis brazos cruzados no eran más que un escudo de refuerzo contra Jinyoung y su aura.
- Está bien… - Volvió a susurrar, armándose de paciencia. – Vale, no te quise contar dónde vivía porque acababas de conocerme, y quizás te hubiese incomodado que alguien a quien no veías desde hacía cinco años te ayudase en tu situación… No tenías dinero, estabas a punto de perder tu casa, y eras una persona que no confiaba ni en su propia sombra… Qué podía hacer para que no desaparecieses de mi alcance? Seguramente si no hubieses encontrado esto, hubieses tenido que volver a Suncheon y…
- Un momento, un momento… - No estaba entendiendo nada de nada. Le miré, con frialdad y desconfianza. – Jinyoung… Cómo que alguien a quien no veía desde hacía cinco años? De qué me estás hablando? Y cómo sabes de dónde vengo? Jamás te lo he comentado…
Suspiró de nuevo y se incorporó del sofá en el que estaba para sentarse a mi lado. No le reproché nada, estaba demasiado confuso como para ponerme quisquilloso por eso.
- Mucho me temo que voy a tener que empezar desde el principio del principio… - Musitó mientras bajaba la mirada. Parecía nervioso.

14 de Abril de 2009, Suncheon. Corea del Sur. Casa de los Jung.
- Mamá, a dónde vais? – Jinyoung bajó las escaleras, sosteniendo en la mano la última publicación de Murakami. La señora Jung se ponía sus mejores galas mientras su marido le daba el último sorbo al whiskey que tenía en la mesa.
- Tenemos una reunión de antiguos alumnos… No es emocionante?
- No tienes que darle explicaciones al niño, acaso crees que le importa? Si no está dentro de uno de sus estúpidos libros le entrará por un oído y le saldrá por el otro.
- No empecemos, eh?
- Sabes que tengo razón, Soyul. Tu hijo es un inútil! – Se incorporó de la butaca y se ajustó la corbata, mirando a continuación al chico, que le miraba inmóvil desde las escaleras. – Dime, chico, qué piensas ser de mayor.
- Voy a ser escritor, papá.
- Estupendo. Vas a tener un trabajo de perdedores. Solamente se hace escritor quien no sabe hacer nada bien. Deberías ser médico! O arquitecto! Al menos ingeniero! Y no querer ser un inepto.
- Hay escritores buenos.- Su esposa salió en vaga defensa del chaval.
- Tu hijo no será uno de ellos, es un inútil y un vago que jamás llegará lejos. Ya verás, Soyul, le tendremos viviendo en casa hasta que nos muramos y se quede con todo. – Puso una sonrisa socarrona mientras se servía el cuarto vaso de alcohol.
- Triunfaré, papá.
- No me llames así, no hasta que seas un hombre de verdad y no un… Bueno, no tienes ni denominación. – Liquidó el contenido del vaso de un trago y tras una mueca de disgusto, se puso la chaqueta.
- Quieres que conduzca yo, cielo? – Su esposa le colocó bien el cuello de la americana negra.
- Una mujer conduciendo? Eres idiota? Acaso quieres que nos matemos? – Jinyoung cerró los puños con fuerza. Que le insultasen a él, pase, pero a su madre? Eso ya no era tolerable. De todas formas, no abrió la boca y siguió observando en silencio.
- Dónde está la vieja? – Bramó el señor Jung.
- Hyeja? Oh, debe estar al caer…- Respondió con dulzura su dócil esposa.
- Vamos a llegar tarde por su culpa. – El alcohol ya podía notarse en la forma de pronunciar del dueño de la casa.
- Si queréis podéis ir yendo, cuando ella llegue le abriré la puerta y listo.
- Es lo único inteligente que has dicho en el día, chaval. – Masculló el señor Jung. – Nos vamos, pues.
Abrió la puerta y salió por ella sin despedirse siquiera de su hijo.
- Adiós cielo, pásalo bien.
- Y tú, mamá.
La señora Jung salió por la puerta de su casa sin darle un beso a su hijo. Jamás lo hacía. La excusa siempre eran o bien las prisas, o bien el maquillaje.
- Younggie! – Kim Hyeja apareció por la puerta de la mansión Jung poco después de que la señora de la casa cerrase la puerta.
- Abuela! – Jinyoung corrió a darle un beso y un abrazo. – Cómo estás?
- Muy bien, como siempre. – La risueña señora le revolvió el pelo. – Y tú, cielo?
- Leyendo arriba…
- Ah, sí? Qué lees?
- Murakami.
- Vaya… Impresionante! He escuchado que no cualquiera entiende sus obras… Alguien se merece una merienda en condiciones para alimentar ese cerebro prodigioso!
Jinyoung rió. Su niñera había estado con él desde que tenía memoria. Ella era su verdadera familia, y no esos que se hacían llamar sus padres. Por eso, aunque lo sintió, no fue capaz de llorar la muerte de sus padres aquella noche de Abril.
- Jinyoung, cielo… - La señora Kim le llamó tras colgar el auricular del teléfono con expresión preocupada.
- Sí? – Jinyoung levantó la mirada del trozo de tarta.
- Cielo… Lo siento mucho… - La mujer se acercó y se sentó a su lado, tomando su mano y mirándole con lágrimas en los ojos.
- Qué ha pasado? – Jinyoung analizaba la situación.
- Tus padres… Han tenido un accidente de tráfico de camino a la fiesta… Un accidente fatal. – Dos lágrimas rodaron por las redondas mejillas de la única “familia” que le quedaba ahora a Jinyoung.
- Ah… - Vacío. Jinyoung únicamente sentía vacío. No sentía tristeza, pero por supuesto tampoco alegría. Simplemente… Nada.
Al día siguiente fue el funeral, pero había otro funeral en el mismo cementerio…
- Gongchan, coge a tu hermana, quieres? – Un niño de unos catorce años como mucho obedeció la orden de una señora mayor y tomó en brazos a un diminuto bebé que dejó de llorar en cuanto el muchacho le acunó.
- Eunsol, está bien… Yo estoy aquí… - Musitaba una y otra vez mientras la pequeña iba cerrando los ojos hasta caer dormida.
Algo en ese chico llamó la atención de Jinyoung. Sus ojos mostraban una tristeza profunda como el océano, pero también fuerza. No derramó ni una lágrima durante todo el funeral. Aceptó con agradecimiento los pésames que los ciudadanos del pueblo le daban y a Jinyoung le fascinó. Ellos parecían una familia unida, no como la suya, y en esos momentos odió a sus padres con todas sus fuerzas por romperla, por no destrozar no sólo su vida, sino también la de ese chico de catorce años y su hermana. La abuela de los niños lloraba desconsolada mientras la gente lanzaba rosas blancas a la tumba donde descansaban sus padres, sus hijos. Ahí fue cuando Jinyoung comenzó a llorar. La gente que asistió al funeral de sus padres le consoló, dándole ánimos para afrontar el futuro, pero Jinyoung no lloraba por la muerte de sus padres, lloraba por ese chico… Derramaba las lágrimas que ese chico no podía derramar frente a su hermana.
Jinyoung jamás olvidó a ese niño… Algo que había visto en su mirada le acompañaba en sus sueños, en su día a día. Cada vez que cerraba los ojos  veía los rostros de aquellos dos niños a los que sus propios padres habían destrozado la vida, y los odiaba por ello.
Se sintió responsable de ellos… Por eso, cuando heredó toda la fortuna de la familia, le dio la mitad a su “abuela” y ella se mudó a la gran ciudad. Jinyoung acabó la escuela en el pueblo y se mudó a Seúl una vez finalizada. Sin embargo, jamás perdió de vista a Gongchan, aquel muchacho de mirada fuerte y brillante como diamantes. Jamás olvidó cómo tomó el minúsculo cuerpo de su hermana y le prometió con solo una mirada que ahora él era responsable de ella… Que él la sacaría adelante.
Tras unos años en Seúl, llegó a sus oídos la noticia de que Gongchan también iría a estudiar a la gran capital coreana… No tardó en localizarle con sus contactos y empezar a averiguar poco a poco cosas de él, cómo le iba, cómo podía ayudarle… El accidente sufrido por los dos coches había sido culpa de sus padres, por lo que la responsabilidad y la culpa caerían sobre sus hombros para el resto de su vida.

- Empecé a visitar el bar donde trabajabas… Yo hablé con tu casera y le pagué tu deuda, compré este apartamento a la señora Kim para que tú te mudases en caso de que tuvieses algún problema… Y no te conté que vivirías prácticamente conmigo, con el hijo de los asesinos de tus padres, porque tenía miedo de que desaparecieses… Gongchan, jamás me he considerado alguien obsesivo, pero la verdad es que contigo es la excepción. Desde la primera vez que entré en aquel local hace un año, me captivaste. Trabajabas duro, luchabas a diario, superabas lo que te pusiesen por delante… Eras, y eres, simplemente asombroso. Yo… me enamoré de ti mucho antes de darme cuenta siquiera. Me enamoré de ti hace cinco años, cuando miraste a tu hermana, a Eunsol, y le prometiste que harías lo que fuese por ella. Lo siento por no haber sido sincero contigo desde el principio, pero… Solamente lo hice para aferrarme a ti. Para que no te alejases de mí.
Le miré, con los ojos y la boca abierta de par en par. En mi interior en ese momento estaban cruzándose mil cosas al mismo tiempo y el resultado era un caos absoluto.
Ahora todo tenía sentido… Las casualidades, las reacciones de mi familia, mis sueños, las facilidades… Todo había sido obra suya. Todo había sido con su dinero.
- Estás loco… - Musité, notando cómo mis ojos se humedecían al recordarlo todo de repente. El día del funeral de mis padres había un chico más mayor que yo que me miraba fijamente. Jinyoung había cambiado mucho desde entonces, pero su mirada… Era él. El hijo de los que habían chocado su coche contra el de mis padres. El hijo de ese maldito alcohólico que destrozó mi familia. El hijo de esa familia de bastardos que habían arruinado la pequeña empresa de mi padre y habían obligado a mi anciana abuela a volver a trabajar en el campo de sol a sol… Esa maldita familia rica que había sido la causa de mi odio a cualquier tipo de lujo desde entonces. El hijo de los que tenían la culpa de que Eunsol no pueda llamar a nadie mamá ni papá. – Eres… Eres un maldito enfermo. Qué era todo esto entonces? Una burla!? Querías restregarme lo bien que te ha ido a ti en comparación a mí? Perdí mi familia por culpa de la tuya! Nos quedamos sin nada! HEMOS PASADO HAMBRE! HE ROBADO PARA QUE EUNSOL PUDIESE COMER! Y tú? Tú te compras un edificio en el centro de Seúl, vives la vida con calma, sin prisas… No sé ni para qué trabajas en ese maldito estudio!
- La verdad es que el estudio también me pertenece… - Musitó, con la mirada baja.
- Ah, bueno, genial entonces. Me pones las cosas mucho más claras. – Me incorporé y me dirigí a mi cuarto bajo la mirada de Jinyoung.
- A dónde vas?
- A hacer las maletas. Las cajas, mejor dicho, ya que no tengo maletas. Tú sí, no? De Louis Vuitton? – Jinyoung se incorporó y se acercó rápidamente.
- No lo hagas, Gongchan. No lo hagas! – Era la primera vez que le escuchaba gritar, pero yo podía gritar mucho más, así que me afectaba más bien poco.
Llegué a mi cuarto, donde estaba toda la ropa tirada por los suelos y la cama aún deshecha de esta misma mañana. Le miré con furia desde el umbral de la puerta y empecé a llorar de nuevo.
- CÓMO PUDISTE HACERME ESTO? CÓMO PUDISTE MENTIRME ASÍ!? – Arranqué las sábanas y se las lancé con furia. – TODO LO NUESTRO HA SIDO UNA SUCIA MENTIRA! EL QUERERTE HA SIDO UNA MENTIRA!
Los cojines, el edredón… Todo me valía como proyectil para él, que simplemente aceptaba los golpes con la mirada gacha.
- DIME ALGO! NO TE QUEDES CALLADO! – Rugí, arrancando el cajón de la mesita de noche y lanzándole todas las cartas que me había mandado. Me paré en seco al encontrar la que me escribió tras nuestra primera noche juntos. – Qué asco, por favor…
Mascullé, arrugándola entre mis manos y apuñalándole con la mirada.
- No te vayas… - Susurró, agachándose a recoger las cartas. Su voz temblaba; Jinyoung estaba llorando. – Por favor, Gongchan. No te vayas.
- Que te den, Jinyoung. – Mascullé, con la mandíbula tensa y abriendo la puerta del armario, sacándolo todo fuera a zarpazos.
De repente, unos brazos me rodearon. Conocía perfectamente esos brazos, y dejar que me tocasen fue el mayor error jamás cometido por mí, porque en cuanto su piel entró en contacto con la mía, me derrumbé. Era demasiado para un solo día.
- Escúchame, por favor… - Sus labios estaban sobre mi oído, podía sentirlo a pesar de la distancia. Apreté los ojos con fuerza mientras de éstos caían más y más lágrimas. Incesantes. Interminables.- Te juro, por todo lo que tengo, por todo lo que quiero, que únicamente he vivido estos últimos años con tu recuerdo en mi memoria, ansiando volver a reunirme contigo e intentar enmendar lo que mis padres destrozaron… - Tomó mis hombros y me giró, de forma que estábamos cara a cara. Jinyoung tenía los ojos enrojecidos y el rostro húmedo. – Tú perdiste a tu familia, Gongchan, pero yo jamás la tuve… Mi niñera era mi única familia. Por eso, aquel 14 de Abril, yo me decidí a que haría lo que fuese necesario para convertirme en un apoyo para ti… En la familia que los míos te arrebataron. Y ahora, Gongchan, ahora que te amo más que a nada en este mundo, tú eres mi familia… Ahora eres lo único que tengo… El edificio es basura, el estudio es aire… Tú eres mi todo,  Gongchan. Lo único por lo que me levanto día tras día, por lo único por lo que me he levantado día tras día hasta ahora… Siento mucho todo lo que has tenido que pasar… Pero te aseguro que no volverá a ser así, porque no lo permitiré. Te amo… Te amo tanto que solo pensar que puedes desaparecer… Irte de entre mis brazos… Siento que me muero.
Le escuchaba, atentamente. Su voz era hipnotizadora… Tan suave… Y decía esas cosas que abrazaban a mi corazón cuando ahora lo único que quería era calmar ese dolor punzante…
- Cállate… - Sollocé. – Cállate o te acabaré creyendo…
- Te quiero, Gongchan. Te quiero tanto que duele. – Susurro, empujándome hacia él y abrazándome con fuerza. No pude evitarlo, tuve que aferrarme a él con todas mis fuerzas y llorar todo lo que tenía dentro sobre su torso. Jinyoung sollozaba con mucha más calma mientras repartía besos por mi cabeza. Ahora él iba a ser mi soporte? Ahora él iba a ser mi fuerza? Esperaba que sí, porque si no iba a acabar derrumbándome completamente…

-Fin-



6 comentarios:

  1. Lee este cap mientras escuchas Wherever you are decían~ no lloraras a mares decían, y yo tan sufrida me metí en el papel de Gongchan que la garganta me a dolido y mis mocos se mezclaban con mis lagrimas TwT pero~ SIII LO SABIA!! O YES!! O YES!! MIS HIPOETECIS ERAN CIERTAS XDDDD!! ASDASSDA FUE HERMOSO Y DOLOROSO! ESPERO EN VERDAD ESPERO ELLOS SE AMEN HASTA EL COLORIN COLORADO♥

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    1. Es que Wherever you are es mucho... Jajajaja Yo lloro hasta cuando la escucho en el bus. XD
      Me alegro de que te gustase~

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  2. Espero con ansias el siguiente capítulo<3.

    Saludos *-*

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    1. Será publicado en breves ^^
      Gracias por leer y comentar!♥

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  3. OH POR DIOS!! no puedo creer que haya leido este cap cono unas 20 veces y no dejar un comentario TT.TT -se golpea por mala fan- lo siento :(
    En fin este capitulo fue muy lindo casi lloro fue realmente emotivo- intenta no llorar intenta no llorar....llora :'(- pero tengo miedo no se si es cosa mia pero ya siento el final de este fic muy cerca NOOOOOO! porfa dime que me equivoco! dime que aun no lo vas a terminar!
    Bueno ya sabes que amo tu fic bla bla bla amo como escribes bla bla bla siempre te lo digo y espero conti prontito :)

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    1. No pasa nada, mujer! ^^ Mejor tarde que nunca <3
      Jajajaja a ver, el final está cerca pero aún quedan unos cuantos episodios... Algún día tenía que terminar! xD
      Muchas gracias por leer y comentar!!! <3

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