-… Mamá? – Camino hacia el salón, los
primeros rayos de sol de la mañana inundan la sala de estar y acarician mi piel
suavemente, trayendo consigo una agradable sensación de calidez.
- Hola, cielo. – Mi madre lleva un precioso
vestido de lino blanco. La miro, sorprendido. – Qué grande estás! Y qué guapo?
No respondo a sus cumplidos. Dirijo la
mirada a mi padre, que lee el periódico desde la butaca, con un traje gris
claro y una camisa blanca. Levanta por un momento la vista del papel y me
escanea con la mirada para, a continuación, sonreír con suavidad y asentir con
la cabeza.
- Es todo un hombre. – Comenta, pasando la
página. – Claro, es hijo mío.
- Qué estáis haciendo aquí…? – Por fin puedo
abrir la boca. Noto un nudo en la garganta y unas espantosas ganas de llorar.
- Teníamos que comprobar que estabas bien
pero… - Mi madre mira a su alrededor. – No parece que te vaya nada mal. Te ha
tocado la lotería, jovencito?
- Más o menos… - Sonrío y tomo su mano con
suavidad. El tacto de las manos de mi madre… Lo extrañaba tanto que noto a mi
corazón alegrarse hasta morir al reconocerlo.
- Gongchan? – Reconozco la voz de Jinyoung a
mi espalda. Se acerca a mí con unos vaqueros azul claro y una camisa blanca de
lino. Le sonrío con dulzura y me sonrojo cuando, al llegar a mi lado, deposita
un beso suave en mi mejilla. Mi padre cierra el periódico y nos mira con la
ceja enarcada.
- Huy! Y este chico tan guapo quién es? – Mi
madre le sonríe con dulzura y yo bajo la mirada sin borrar mi sonrisa.
- Encantado, señora Shik. – Jinyoung hace
una leve reverencia y toma mi mano, entrelazando nuestros dedos. – Soy la
pareja de su hijo, prometo cuidar muy bien de él en el futuro.
- Un momento… - La grave voz de mi padre se
hace lugar en la conversación. – Cómo te llamas, jovencito?
- Jung Jinyoung, señor. – En seguida, la
expresión de mi padre y de mi madre se oscurece. Las sonrisas desaparecen y los
rayos de sol con ellas, dejándome a mí con frío y en la penumbra.
- Jung Jinyoung? – Repitió mi madre,
pronunciando cuidadosamente todas y cada una de las sílabas.
- Así es, Madame. – Jinyoung ahora está
serio y les mira, inexpresivo.
- Qué ocurre? – Pregunto yo, apretando con
fuerza su mano.
- Nada… - Responde mi padre, tomando de los
hombros a mi madre y acercándola a él de forma protectora. – No ocurre nada.
- Cariño… - Mi madre toma la mano de mi
padre, también con fuerza. Los observo, parecen… Asustados? – Creo que es hora
de que nos vayamos…
- Ya? Tan pronto? – Suelto la mano de
Jinyoung y me acerco a ellos a grandes zancadas. – No os vayáis… Quedaos
conmigo un poco más… Por favor…
- Cielo… - Mi madre acaricia mi mejilla y
sonríe con suavidad, con todo ese cariño que solamente la sonrisa de una madre
puede transmitir. – Cuídate mucho, come bien y, sobre todo, resiste. Eres
fuerte, eres de nuestra familia, y llegarás lejos… No te preocupes de forma
innecesaria por cosas banales, sé feliz y disfruta de la vida, que es más corta
de lo que parece.
- Mamá… - Trago saliva y mi rostro enseguida
se humedece por las lágrimas.
- No llores, hijo. – Mi padre pone una de
sus grandes manos sobre mi hombro y me sonríe. – Eres un Shik, los Shik no
lloramos. Demuéstrame lo que vales, vale?
Asiento en un sollozo y mi madre me deposita
un beso en la frente antes de salir, junto a mi padre, por la puerta y
desaparecer en una luz brillante y blanca. Puedo notar los restos del
pintalabios de mi madre en mi frente y escuchar sus zapatos de tacón en la
lejanía…
- Buenos
días… - Abrí los ojos poco a poco. La luz me daba de pleno en la cara, pero
Jinyoung en seguida tapa el sol con una mano para evitarme molestias. Sonreí al
verle, tenía el pelo revuelto y me
dedicaba una amplia sonrisa. – Qué tal dormiste?
- Muy bien…
- Respondo sin poder borrar la sonrisa. Me sentía estúpidamente feliz.
- Sí? Has
tenido que soñar algo genial, porque me has estado pegando patadas toda la
noche. – Rió y arrugó la nariz en un intento de mueca de dolor mientras se
acaricia el costado.
- En serio? - Le destapé un poco con la sábana, pero en
lugar de encontrarme costillas rotas o moratones, me encuentro cuatro arañazos
perfectamente definidos, aún sangrantes, y por lo que mi mente podía deducir a
aquellas horas de la mañana, eran claramente obra mía. – Lo siento… - Murmuré,
bajando la mirada, muerto de la vergüenza.
- Qué bobo…
- Rió y me tomó por la cintura, acercándome a él y fundiéndonos en un beso
lento. Cuando necesitamos aire, esas cosas típicas de humanos, nos separamos y
le miré, sonrojado, recibiendo su sonrisa con otra. – No te disculpes…
- Te duelen?
– Murmuré, observándolos de reojo.
- Apenas
nada… - Se los acaricia suavemente con la yema de los dedos. – Además, me
gustan… Significan que hice bien mi trabajo.- Sonreí, avergonzado y notando un
intenso calor en mis mejillas.
- Lo hiciste…
Definitivamente lo hiciste. – Sonríe y me da otro beso, mucho más corto.
- Qué vas a
hacer hoy? – Susurra sobre mis labios. Su rostro tan cerca del mío, con sus
ojos mirándome de esa forma tan intensa… Era la imagen más excitante que había
visto jamás.
- De mañana?
Nada… Y tú? – Nos hablábamos en susurros porque queríamos que esas palabras fuesen
solo nuestras… De nadie más… Ni siquiera que perteneciesen al aire, de la forma
más egoísta, queríamos que únicamente pasasen de sus labios a los míos,
directamente de su boca a la mía.
- Mis planes
son… Divertidos. – Jinyoung sonrió de lado y se acercó a mis labios, capturando
con suavidad mi labio inferior entre sus dientes y arrancándome un gemido
suave. Rodeé su cuello con mis brazos y Jinyoung acarició mi espalda,
empujándome con cuidado hacia atrás y colocándose encima de mí. Soltó mi labio
y le sonreí, atrayéndole con mis brazos y besándole con dulzura.
Todavía
tenía el cuerpo algo dolorido de la noche anterior, pero había sido tan
delicado conmigo que era perfectamente soportable, tanto que estaba más que
preparado para la segunda ronda que, llamadme adivino, veía venir desde que
había abierto los ojos.
Las yemas de
sus dedos recorrían mi pecho, mi abdomen, el interior de mis muslos… Sus
caricias eran simplemente deliciosas, al igual que la noche anterior. Los
roces, los suspiros, los suaves mordiscos, las miradas, las sonrisas cómplices,
los besos cada vez más desesperados… Me estaba volviendo loco hasta con el más
mínimo de sus movimientos.
Levantó mis
piernas con delicadeza y le rodeé la cintura con ellas, dándole pleno acceso a
mí, el cual no rechazó y en cuestión de segundos ya estaba entrando lentamente
dentro de mí.
Me mordí el
labio y clavé mis uñas con fuerza en su cuello. Dolía, pero era más por la
batalla de ayer que por la intromisión de hoy, y desde luego, el tiempo que
pasé de sentir dolor al placer más incomparable fue definitivamente menor.
Jinyoung se
movía deliciosamente, dentro y fuera, cada vez más dentro de mí, cada vez con
más fuerza y más rápidamente… Y yo notaba como una ola del placer más puro me
inundaba con cada una de sus estocadas.
- Más rápido…
- Susurré, atrayendo su boca a la mía y prácticamente devorándole entero en un
beso necesitado. Me obedeció y en cuestión de minutos yo me perdía en un
orgasmo infinito, una espiral de espasmos y respiraciones agitadas.
- Café? – Le
señalé la cafetera mientras él se subía los pantalones del chándal gris que le
había prestado.
- Por favor.
– Sonrió y le devolví la sonrisa, sirviendo el oscuro líquido en dos tazas y acercándoselo.
- No es un
americano con hielo, pero espero que te guste. – Tomó la taza y me dio un beso
en la mejilla.
- Gracias…
Seguro que es el mejor café del mundo.
- Bobo…
Se sentó en
uno de los taburetes al lado de la isla de la cocina.
- No te
sientas conmigo?
- Prefiero
que no… - Murmuré, bajando la mirada, avergonzado. El dolor punzante que sentía
en el trasero no invitaba a tomar asiento.
- Ah! Lo
siento, no me di cuenta… - Se levantó inmediatamente y se acercó a mi lado. –
Soy un despistado…
- Qué
imbécil eres. – Le asesiné con la mirada, pero no podía esconder mi estúpida
sonrisa mucho tiempo.
- Ven… -
Tomó mi mano y se sentó en uno de los taburetes, con las piernas ligeramente
abiertas.
- Qué?
- Ven… - Me
empujó hacia él y me sentó sobre sus piernas, de forma que mi trasero,
suspendido entre ellas, no me dolía. Me sonrojé y sonreí con ternura.
- Gracias… -
Me respondió con un beso en la mejilla. Apoyé la cabeza en su hombro y cerré
los ojos, aspirando su aroma. Era dulce… Tan dulce como el azúcar.
- Piensas ir
a trabajar hoy? – Susurró, posando sus labios sobre mi frente y sonriendo.
- No creo
que vayamos a abrir… Después llamaré a mi jefe, pero con este tiempo lo veo
tontería.
- Anna irá?
-
Seguramente. Es una despistada y nunca se entera de nada.
- Pobrecita…
Está aprendiendo!
- Pues le
cuesta lo suyo.
- Qué cruel…
- Por qué
estamos hablando de Anna en una situación como esta?
-
Simplemente me imaginé cómo sería su reacción en una situación como esta… -
Sonreí al imaginarlo yo también.
- Habría que
llevarla al hospital por taquicardia.
- O infarto.
- Ataque de
ansiedad fijo.
Nos miramos
y nos echamos a reír. Acaricié su pecho desnudo con una de mis manos. Repasé
todos y cada uno de los numerosos arañazos que lo cubrían y me sonrojé al recordar
cómo los había dibujado. Deberían detenerme por estropear con mi vandalismo
semejante obra de arte como era el cuerpo de Jinyoung.
- Yo debería
irme a casa… Yo sí que tengo que trabajar aunque llueva…
- No creo
que el metro esté disponible.
- Pero puedo
trabajar desde casa, por eso no tengo problema.
- Y cómo
piensas llegar allí?
- Puedo
tomar un taxi.
- Mmmm… - Me
revolví en su regazo y le miré. – Puedo ir contigo? No quiero quedarme solo…
Prometo no molestar.
Algo en su
expresión cambió, algo de sus ojos… O quizás se le tensó un segundo la
mandíbula? No sabría decirlo bien…
- No creo
que sea una buena idea, Gongchan… - Tomó mi mano y entrelazó sus dedos con los
míos. – Otro día, sí?
- Oh… Claro,
no pasa nada… - Bajé la mirada, algo mosqueado. Por qué no podía ir a su casa? –
Puedo preguntar el motivo?
- Tengo
mucho que hacer…
- Ya… Bueno,
entonces el polvo mañanero tendría que haber sobrado, Jinyoung. Porque es casi
la hora de comer, así que tanto trabajo no podías tener.
Me miró,
dolido. Me había pasado?
- Vivo lejos
y no quiero que vengas porque la casa está hecha un desastre. Otro día no me
importará, de verdad que no.
- Dónde
vives?
- Eh? –
Levantó la mirada del suelo y me miró. Parecía sorprendido.
- En qué
barrio vives? A las afueras? Cuánto tardas en llegar?
- Sí, vivo
lejos… No sabría decirte.
- Aaaam… -
Se estaba comportando de una forma muy extraña. Esquivaba mi mirada y parecía
nervioso. Enarqué una ceja cuando me tomó con cuidado de la cintura para
incorporarme de su regazo.
- He de irme
ahora o no acabaré nunca. – Sonrió y me dio un beso en la frente. – Dónde está
mi ropa?
- Encima de
la secadora.
- Gracias. –
Desapareció en dirección al baño y yo crucé los brazos. Consideraba conocerle
lo suficiente como para saber que este hombre estaba más raro de lo normal. Que
yo supiese Jinyoung no me había mentido jamás, aunque de nuevo las dudas
empezaron a asaltarme… Qué sabía yo de él? Su nombre, su universidad, lo que le
gustaba y lo que no… Pero… De dónde era? Y qué había ocurrido con sus padres?
Dónde vive? Cómo llegó a Seúl? Él lo sabía todo de mí, pero yo la verdad es que
sabía bastante poco de él. Los rostros de mis padres en mi sueño cuando supieron
su nombre vinieron a mi mente, junto al tono de voz de mi abuela al saber el
nombre de mi nuevo “amigo”.
Sacudí la
cabeza, sacando todas las teorías conspiratorias de mi cabeza. “Está bien… No
hay que presionar las cosas… Todo estará bien…”
- Me voy
entonces. – Jinyoung tomó el paraguas que le tendía y me dio un beso en la
mejilla. – Te llamo al llegar a casa, vale? Para que no te preocupes.
Asentí en
silencio y le despedí con un amago de sonrisa. Algo me olía a chamusquina que
tiraba para atrás, y no eran solo las tostadas carbonizadas de esta mañana,
sino algo sobre el comportamiento de Jinyoung. En ese momento, el teléfono
sonó.
- Oppa!
- Oh! Anna!
Qué tal? Llegaste bien a casa?
- Por eso
mismo te llamaba yo… Intenté llamarte ayer por la noche pero mi línea de
teléfono iba fatal… Lo siento.
- No, está
bien, ambos llegamos bien a casa.
- Yo
también. Cogí uno de los últimos autobuses porque el metro ya lo habían cerrado
cuando llegué.
- Pero
cuando fuiste aún no había empezado a llover, no?
- No, pero
por la alerta de tormenta eléctrica decidieron cerrarlos.
- Amh…
Bueno, lo importante es que estés bien.
- Y
Jinyoung?
- Acaba de
irse a casa.
- Omo! Pasó
la noche ahí?
- Anda,
mírala, como le cambia la voz cuando hay algo que le interesa de verdad!
- No me
quiero ni imaginar cómo tendrás el cuello… Bueno, sí quiero! Mándame una foto
por Kakao!
- Mi cuello
está perfectamente, gracias. Y no hay fotos.
- Jooooo,
Oppa! Nunca te enseñaron que hay que compartir?
- Sí, y también
que la gente como tú debe estar en lugares con paredes acolchadas y camisas de
fuerza.
- No
entiendo…
- Ya… Ahora
no entiendes…
- Cambiando
de tema… Me llamó Leo-Oppa y dijo que hoy no abriésemos el café. Está toda la
ciudad bloqueada por el temporal… Yo intenté salir a comprar y estaba todo
cerrado.
- Normal… Ir
para gastar dinero en luz es tontería.
- Qué harás
esta tarde entonces?
- Pues…
Jinyoung quizás venga, pero depende de cómo esté la cosa con el tiempo… Sino
pues leeré algo.
- Aprovecha
para dormir, que esta noche no has debido de pegar ojo…
- Ese tono
de voz me dice que vas con segundas, preciosa. Pues dormí estupendamente,
gracias.
- Seguro que
sí…
- Eres el
mal, Anna.
- No
entiendo…
- YA.
- Anna, una
cosa… - No sé de qué llevábamos hablando casi una hora, pero mi mente no era
capaz de quitarse esa preocupación de encima.
- Dime.
- Tú hablas
bastante con Jinyoung, no?
- Sí, somos
amigos. Por?
- Sabes
dónde vive? Es que es algo que me tiene preocupado.
- Aún no has
visitado su casa?
- No…
- Es
espectacular! Y enorme! Es un dúplex! Cerquita del centro y en un edificio
enooooorme! – No me lo podía creer… Anna había estado en su casa y yo no!?
- Un momento…
Cerca del centro?
- Sí, muy
bien situado.
- Oh… - Lo
que Anna me estaba contando no coincidía con la versión de Jinyoung. Anna era
nueva en Seúl, pero hasta un extranjero que visitase Seúl por primera vez
podría distinguir el centro de cualquier otra zona.
- Por?
- Nada…- “Nada
salvo que alguien me está tomando el pelo a lo bestia.”
- Oppa, qué
te preocupa?
- Me dijo
que vivía lejos y yo vivo en pleno centro… - Suspiré y cerré los ojos. De
repente me dolía la cabeza.
- El centro
de Seúl es grande!
- No quiso
decirme su barrio…
- Oh! Queda
cerca del centro comercial nuevo, ese tan grande con cristales de colores.
- Anna…
- Qué?
- Tengo que
colgar. – No esperé a su respuesta. Lancé el móvil contra el sofá y apreté los
puños con fuerza. Iba a gritar algo a la
nada cuando el telefonillo sonó.
- Diga?
- Hola,
señor Jung. Me llamo Jessica, soy la nueva empleada doméstica… Quería
anunciarle que le he dejado la colada enfrente de su puerta y me dispongo a
marcharme, necesita algo más?
- Eh? Qué?
No… Usted se ha equivocado, yo no…
- De acuerdo
entonces, señor Jung. Cualquier otra cosa, tan sólo llámeme al teléfono.
- Eh!? Qué!?
ESPERA!
Desde la pantalla
del telefonillo pude ver a la chica rubia abrir el paraguas y desaparecer en
dirección a la entrada del garaje.
- Esto me
huele muy mal… - Mi inconsciente estaba empezando a hilar conceptos… - Señor…
Jung? – No podía ser verdad… Era un apellido común, no en exceso, pero común… “No
puede ser…”
Me acerqué a
la puerta de mi piso, deseando por todo lo conocido que no hubiese una cesta
con nada reconocido tras ella.
Abrí, tomé
el cesto de mimbre y lo destapé, cerrando los ojos y tensando la mandíbula en
el momento en el que reconocí esa camisa vaquera.
- No puede
ser… - Tomé el cesto con furia y lo vacié en el suelo, sintiendo cómo mi ira
solamente subía de nivel al reconocer todas y cada una de las prendas. Tomé una
camiseta negra y me la acerqué al rostro, hundiéndolo en ésta y aspirando ese
aroma que conocía tan bien.
Miré
entonces la etiqueta del cesto, el fondo, plastificada y perfectamente adherida
al cesto. “Jung Jinyoung. Planta 35.”
- No… No
puede ser… - Apreté la camiseta entre mis manos con tanta fuerza que podría
haberla solidificado. – Eres un cabrón asqueroso, Jinyoung…
Llamé a la
puerta de ese piso número 35, cesta en mano, llena de ropa arrugada y
desordenada. Tenía los nudillos blancos por la fuerza con la que estaba
sujetando el cesto… Pero era o el cesto, o la cara de Jinyoung.
“Aún cabe la
posibilidad de que sea alguien con el mismo nombre… Y la misma ropa… No?” Mi
ingenuo subconsciente luchaba por aferrarse a esa posibilidad, por ínfima que
fuese.
- Un minuto,
por favor. – Esa voz tan terriblemente conocida sonó al otro lado de la puerta.
Los seguros de ésta se abrieron, el picaporte se giró y ante mis ojos apareció
Jinyoung, con el pelo empapado y una toalla alrededor del cuello. En cuanto me
vio, su expresión se descompuso.
- Gongchan…
- Vives
lejos, en las afueras, tardarás mucho en llegar… Me avisarás cuando lo hagas,
para que no me preocupe… - Farfullaba esas palabras mientras le miraba
fijamente, sin parpadear siquiera, sintiendo como mi interior hervía como la
lava de un volcán. Todas las explicaciones que me había dado hasta el momento,
todas las casualidades… - Vives aquí y allá… En cualquier sitio disponible…
Cuando viviste aquí hace años atrás… DIOS MÍO, EL CANON! ERAS TÚ!
- Gongchan…
Cálmate… Intenta escucharme, por favor…
- CÁLLATE,
MENTIROSO! – Le lancé la cesta con todas mis fuerzas, haciendo que todas sus
ropas saliesen volando por los aires. – Escúchame tú, Jung Jinyoung, no quiero
volver a verte jamás! Eres lo peor!
Me giré
justo a tiempo para evitar que vea mis lágrimas y ni siquiera me molesto en
esperar al ascensor, doy un rodeo al pequeño pasillo y salgo por la puerta de
las escaleras de incendios, notando al segundo la fuerte lluvia calarme hasta
los huesos.
- Eres lo
peor… - Farfullo mientras abro con fuerza la puerta de mi piso y la cierro con
la misma fuerza, produciendo un atronador sonido que hace temblar las ventanas.
- Gongchan…
- Jinyoung estaba al otro lado de mi puerta desde hacía media hora, llamando
sin cesar al teléfono mientras timbraba. – Sé que estás ahí… Abre la puerta,
por favor…
Yo estaba de
pie, mirando la puerta con odio sin poder dejar de llorar… Seis meses de
relación que se habían basado en una mentira? Todo lo que nos había hecho estar
juntos no era más que una mentira? Todo se había disipado así como así? Había
estado caminando todo este momento sobre el frágil cristal de la mentira? Quién
era esa persona en realidad? La que llamaba a la puerta? Ya no podía creerme
nada de lo que había dicho anteriormente… Ya no podía confiar en él. Le había
entregado mi corazón y mi cuerpo a una persona de la cual creía que sabía todo
y en realidad no era más que un maldito mentiroso!?
- Gongchan,
por favor… Déjame explicártelo… He tenido mis motivos para ocultártelo! De
verdad que sí! Quería contártelo…
- Lárgate de
aquí… - Mascullé. – Lárgate de aquí y no vuelvas jamás.
- Gongchan,
por favor… Por favor, abre la puerta y déjame hablar contigo! No pienso irme
hasta que me escuches! Por favor… Gongchan…
- Lárgate…
- Gongchan…
Por favor… Hazlo por mí, por nosotros… Por lo nuestro… Abre la puerta.
- Te vas a
largar o tendré que llamar a la policía!? – Finalmente acabé desgañitándome
para desahogarme. – LÁRGATE DE AQUÍ!
- Gongchan…
Por favor… Hablemos…
-
DESAPARECE.
- Cómo está
Eunsol?
De repente,
mis lágrimas se secaron, mis sollozos cesaron y mis gritos se silenciaron.
- Seguro que
está enorme…
- De qué
estás hablando ahora?
- Déjame
pasar y te contaré mi historia…
Arrastré los
pies hasta la puerta y le abrí. Me dedicó una sonrisa suave, pero en mi rostro
no se movió ni un músculo.
- Puedo
pasar?
- Me da
igual. – Me giré sobre mí y me dirigí al sofá, donde me senté y le observé
acercarse con cuidado.
- Me puedo
sentar a tu lado? – Hablaba en voz bajita, muy suave.
- No.
Suspiró y se
sentó en el sofá de enfrente.
- Gongchan,
yo…
- Por qué
has mencionado a mi hermana? Espero que no haya sido en vano o te juro que te
echaré de aquí a patadas.
- No ha sido
en vano. Es una historia un poco larga…
- Tengo todo
el tiempo del mundo… Todos mis planes se han cancelado de repente…
- Verás,
primero quiero explicarte por qué me has encontrado en el piso de arriba… Yo…
- Deja de
darte tantos rodeos y date vida. Me aburro. – Mantenía mi rostro frío como el
hielo, no había ni una pizca de compasión en mí en esos momentos. Mis brazos
cruzados no eran más que un escudo de refuerzo contra Jinyoung y su aura.
- Está bien…
- Volvió a susurrar, armándose de paciencia. – Vale, no te quise contar dónde
vivía porque acababas de conocerme, y quizás te hubiese incomodado que alguien
a quien no veías desde hacía cinco años te ayudase en tu situación… No tenías
dinero, estabas a punto de perder tu casa, y eras una persona que no confiaba
ni en su propia sombra… Qué podía hacer para que no desaparecieses de mi
alcance? Seguramente si no hubieses encontrado esto, hubieses tenido que volver
a Suncheon y…
- Un
momento, un momento… - No estaba entendiendo nada de nada. Le miré, con
frialdad y desconfianza. – Jinyoung… Cómo que alguien a quien no veía desde
hacía cinco años? De qué me estás hablando? Y cómo sabes de dónde vengo? Jamás
te lo he comentado…
Suspiró de
nuevo y se incorporó del sofá en el que estaba para sentarse a mi lado. No le
reproché nada, estaba demasiado confuso como para ponerme quisquilloso por eso.
- Mucho me
temo que voy a tener que empezar desde el principio del principio… - Musitó
mientras bajaba la mirada. Parecía nervioso.
14 de Abril de 2009, Suncheon. Corea del
Sur. Casa de los Jung.
- Mamá, a dónde vais? – Jinyoung bajó las
escaleras, sosteniendo en la mano la última publicación de Murakami. La señora
Jung se ponía sus mejores galas mientras su marido le daba el último sorbo al
whiskey que tenía en la mesa.
- Tenemos una reunión de antiguos alumnos…
No es emocionante?
- No tienes que darle explicaciones al niño,
acaso crees que le importa? Si no está dentro de uno de sus estúpidos libros le
entrará por un oído y le saldrá por el otro.
- No empecemos, eh?
- Sabes que tengo razón, Soyul. Tu hijo es
un inútil! – Se incorporó de la butaca y se ajustó la corbata, mirando a
continuación al chico, que le miraba inmóvil desde las escaleras. – Dime,
chico, qué piensas ser de mayor.
- Voy a ser escritor, papá.
- Estupendo. Vas a tener un trabajo de
perdedores. Solamente se hace escritor quien no sabe hacer nada bien. Deberías
ser médico! O arquitecto! Al menos ingeniero! Y no querer ser un inepto.
- Hay escritores buenos.- Su esposa salió en
vaga defensa del chaval.
- Tu hijo no será uno de ellos, es un inútil
y un vago que jamás llegará lejos. Ya verás, Soyul, le tendremos viviendo en
casa hasta que nos muramos y se quede con todo. – Puso una sonrisa socarrona
mientras se servía el cuarto vaso de alcohol.
- Triunfaré, papá.
- No me llames así, no hasta que seas un
hombre de verdad y no un… Bueno, no tienes ni denominación. – Liquidó el
contenido del vaso de un trago y tras una mueca de disgusto, se puso la
chaqueta.
- Quieres que conduzca yo, cielo? – Su esposa
le colocó bien el cuello de la americana negra.
- Una mujer conduciendo? Eres idiota? Acaso
quieres que nos matemos? – Jinyoung cerró los puños con fuerza. Que le
insultasen a él, pase, pero a su madre? Eso ya no era tolerable. De todas
formas, no abrió la boca y siguió observando en silencio.
- Dónde está la vieja? – Bramó el señor
Jung.
- Hyeja? Oh, debe estar al caer…- Respondió
con dulzura su dócil esposa.
- Vamos a llegar tarde por su culpa. – El alcohol
ya podía notarse en la forma de pronunciar del dueño de la casa.
- Si queréis podéis ir yendo, cuando ella
llegue le abriré la puerta y listo.
- Es lo único inteligente que has dicho en
el día, chaval. – Masculló el señor Jung. – Nos vamos, pues.
Abrió la puerta y salió por ella sin
despedirse siquiera de su hijo.
- Adiós cielo, pásalo bien.
- Y tú, mamá.
La señora Jung salió por la puerta de su
casa sin darle un beso a su hijo. Jamás lo hacía. La excusa siempre eran o bien
las prisas, o bien el maquillaje.
- Younggie! – Kim Hyeja apareció por la
puerta de la mansión Jung poco después de que la señora de la casa cerrase la
puerta.
- Abuela! – Jinyoung corrió a darle un beso
y un abrazo. – Cómo estás?
- Muy bien, como siempre. – La risueña
señora le revolvió el pelo. – Y tú, cielo?
- Leyendo arriba…
- Ah, sí? Qué lees?
- Murakami.
- Vaya… Impresionante! He escuchado que no
cualquiera entiende sus obras… Alguien se merece una merienda en condiciones
para alimentar ese cerebro prodigioso!
Jinyoung rió. Su niñera había estado con él
desde que tenía memoria. Ella era su verdadera familia, y no esos que se hacían
llamar sus padres. Por eso, aunque lo sintió, no fue capaz de llorar la muerte
de sus padres aquella noche de Abril.
- Jinyoung, cielo… - La señora Kim le llamó
tras colgar el auricular del teléfono con expresión preocupada.
- Sí? – Jinyoung levantó la mirada del trozo
de tarta.
- Cielo… Lo siento mucho… - La mujer se
acercó y se sentó a su lado, tomando su mano y mirándole con lágrimas en los
ojos.
- Qué ha pasado? – Jinyoung analizaba la
situación.
- Tus padres… Han tenido un accidente de
tráfico de camino a la fiesta… Un accidente fatal. – Dos lágrimas rodaron por
las redondas mejillas de la única “familia” que le quedaba ahora a Jinyoung.
- Ah… - Vacío. Jinyoung únicamente sentía
vacío. No sentía tristeza, pero por supuesto tampoco alegría. Simplemente…
Nada.
Al día siguiente fue el funeral, pero había
otro funeral en el mismo cementerio…
- Gongchan, coge a tu hermana, quieres? – Un
niño de unos catorce años como mucho obedeció la orden de una señora mayor y
tomó en brazos a un diminuto bebé que dejó de llorar en cuanto el muchacho le
acunó.
- Eunsol, está bien… Yo estoy aquí… -
Musitaba una y otra vez mientras la pequeña iba cerrando los ojos hasta caer
dormida.
Algo en ese chico llamó la atención de
Jinyoung. Sus ojos mostraban una tristeza profunda como el océano, pero también
fuerza. No derramó ni una lágrima durante todo el funeral. Aceptó con
agradecimiento los pésames que los ciudadanos del pueblo le daban y a Jinyoung
le fascinó. Ellos parecían una familia unida, no como la suya, y en esos
momentos odió a sus padres con todas sus fuerzas por romperla, por no destrozar
no sólo su vida, sino también la de ese chico de catorce años y su hermana. La
abuela de los niños lloraba desconsolada mientras la gente lanzaba rosas
blancas a la tumba donde descansaban sus padres, sus hijos. Ahí fue cuando
Jinyoung comenzó a llorar. La gente que asistió al funeral de sus padres le
consoló, dándole ánimos para afrontar el futuro, pero Jinyoung no lloraba por
la muerte de sus padres, lloraba por ese chico… Derramaba las lágrimas que ese
chico no podía derramar frente a su hermana.
Jinyoung jamás olvidó a ese niño… Algo que
había visto en su mirada le acompañaba en sus sueños, en su día a día. Cada vez
que cerraba los ojos veía los rostros de
aquellos dos niños a los que sus propios padres habían destrozado la vida, y
los odiaba por ello.
Se sintió responsable de ellos… Por eso,
cuando heredó toda la fortuna de la familia, le dio la mitad a su “abuela” y
ella se mudó a la gran ciudad. Jinyoung acabó la escuela en el pueblo y se mudó
a Seúl una vez finalizada. Sin embargo, jamás perdió de vista a Gongchan, aquel
muchacho de mirada fuerte y brillante como diamantes. Jamás olvidó cómo tomó el
minúsculo cuerpo de su hermana y le prometió con solo una mirada que ahora él
era responsable de ella… Que él la sacaría adelante.
Tras unos años en Seúl, llegó a sus oídos la
noticia de que Gongchan también iría a estudiar a la gran capital coreana… No
tardó en localizarle con sus contactos y empezar a averiguar poco a poco cosas
de él, cómo le iba, cómo podía ayudarle… El accidente sufrido por los dos
coches había sido culpa de sus padres, por lo que la responsabilidad y la culpa
caerían sobre sus hombros para el resto de su vida.
- Empecé a
visitar el bar donde trabajabas… Yo hablé con tu casera y le pagué tu deuda,
compré este apartamento a la señora Kim para que tú te mudases en caso de que
tuvieses algún problema… Y no te conté que vivirías prácticamente conmigo, con
el hijo de los asesinos de tus padres, porque tenía miedo de que desaparecieses…
Gongchan, jamás me he considerado alguien obsesivo, pero la verdad es que
contigo es la excepción. Desde la primera vez que entré en aquel local hace un
año, me captivaste. Trabajabas duro, luchabas a diario, superabas lo que te
pusiesen por delante… Eras, y eres, simplemente asombroso. Yo… me enamoré de ti
mucho antes de darme cuenta siquiera. Me enamoré de ti hace cinco años, cuando
miraste a tu hermana, a Eunsol, y le prometiste que harías lo que fuese por
ella. Lo siento por no haber sido sincero contigo desde el principio, pero…
Solamente lo hice para aferrarme a ti. Para que no te alejases de mí.
Le miré, con
los ojos y la boca abierta de par en par. En mi interior en ese momento estaban
cruzándose mil cosas al mismo tiempo y el resultado era un caos absoluto.
Ahora todo
tenía sentido… Las casualidades, las reacciones de mi familia, mis sueños, las
facilidades… Todo había sido obra suya. Todo había sido con su dinero.
- Estás loco…
- Musité, notando cómo mis ojos se humedecían al recordarlo todo de repente. El
día del funeral de mis padres había un chico más mayor que yo que me miraba
fijamente. Jinyoung había cambiado mucho desde entonces, pero su mirada… Era él.
El hijo de los que habían chocado su coche contra el de mis padres. El hijo de
ese maldito alcohólico que destrozó mi familia. El hijo de esa familia de
bastardos que habían arruinado la pequeña empresa de mi padre y habían obligado
a mi anciana abuela a volver a trabajar en el campo de sol a sol… Esa maldita
familia rica que había sido la causa de mi odio a cualquier tipo de lujo desde
entonces. El hijo de los que tenían la culpa de que Eunsol no pueda llamar a
nadie mamá ni papá. – Eres… Eres un maldito enfermo. Qué era todo esto
entonces? Una burla!? Querías restregarme lo bien que te ha ido a ti en
comparación a mí? Perdí mi familia por culpa de la tuya! Nos quedamos sin nada!
HEMOS PASADO HAMBRE! HE ROBADO PARA QUE EUNSOL PUDIESE COMER! Y tú? Tú te
compras un edificio en el centro de Seúl, vives la vida con calma, sin prisas…
No sé ni para qué trabajas en ese maldito estudio!
- La verdad
es que el estudio también me pertenece… - Musitó, con la mirada baja.
- Ah, bueno,
genial entonces. Me pones las cosas mucho más claras. – Me incorporé y me
dirigí a mi cuarto bajo la mirada de Jinyoung.
- A dónde
vas?
- A hacer
las maletas. Las cajas, mejor dicho, ya que no tengo maletas. Tú sí, no? De
Louis Vuitton? – Jinyoung se incorporó y se acercó rápidamente.
- No lo
hagas, Gongchan. No lo hagas! – Era la primera vez que le escuchaba gritar,
pero yo podía gritar mucho más, así que me afectaba más bien poco.
Llegué a mi
cuarto, donde estaba toda la ropa tirada por los suelos y la cama aún deshecha
de esta misma mañana. Le miré con furia desde el umbral de la puerta y empecé a
llorar de nuevo.
- CÓMO
PUDISTE HACERME ESTO? CÓMO PUDISTE MENTIRME ASÍ!? – Arranqué las sábanas y se
las lancé con furia. – TODO LO NUESTRO HA SIDO UNA SUCIA MENTIRA! EL QUERERTE
HA SIDO UNA MENTIRA!
Los cojines,
el edredón… Todo me valía como proyectil para él, que simplemente aceptaba los
golpes con la mirada gacha.
- DIME ALGO!
NO TE QUEDES CALLADO! – Rugí, arrancando el cajón de la mesita de noche y
lanzándole todas las cartas que me había mandado. Me paré en seco al encontrar
la que me escribió tras nuestra primera noche juntos. – Qué asco, por favor…
Mascullé,
arrugándola entre mis manos y apuñalándole con la mirada.
- No te
vayas… - Susurró, agachándose a recoger las cartas. Su voz temblaba; Jinyoung
estaba llorando. – Por favor, Gongchan. No te vayas.
- Que te
den, Jinyoung. – Mascullé, con la mandíbula tensa y abriendo la puerta del
armario, sacándolo todo fuera a zarpazos.
De repente,
unos brazos me rodearon. Conocía perfectamente esos brazos, y dejar que me
tocasen fue el mayor error jamás cometido por mí, porque en cuanto su piel
entró en contacto con la mía, me derrumbé. Era demasiado para un solo día.
- Escúchame,
por favor… - Sus labios estaban sobre mi oído, podía sentirlo a pesar de la
distancia. Apreté los ojos con fuerza mientras de éstos caían más y más lágrimas.
Incesantes. Interminables.- Te juro, por todo lo que tengo, por todo lo que
quiero, que únicamente he vivido estos últimos años con tu recuerdo en mi
memoria, ansiando volver a reunirme contigo e intentar enmendar lo que mis
padres destrozaron… - Tomó mis hombros y me giró, de forma que estábamos cara a
cara. Jinyoung tenía los ojos enrojecidos y el rostro húmedo. – Tú perdiste a
tu familia, Gongchan, pero yo jamás la tuve… Mi niñera era mi única familia. Por
eso, aquel 14 de Abril, yo me decidí a que haría lo que fuese necesario para
convertirme en un apoyo para ti… En la familia que los míos te arrebataron. Y
ahora, Gongchan, ahora que te amo más que a nada en este mundo, tú eres mi
familia… Ahora eres lo único que tengo… El edificio es basura, el estudio es
aire… Tú eres mi todo, Gongchan. Lo
único por lo que me levanto día tras día, por lo único por lo que me he
levantado día tras día hasta ahora… Siento mucho todo lo que has tenido que
pasar… Pero te aseguro que no volverá a ser así, porque no lo permitiré. Te amo…
Te amo tanto que solo pensar que puedes desaparecer… Irte de entre mis brazos…
Siento que me muero.
Le
escuchaba, atentamente. Su voz era hipnotizadora… Tan suave… Y decía esas cosas
que abrazaban a mi corazón cuando ahora lo único que quería era calmar ese
dolor punzante…
- Cállate… -
Sollocé. – Cállate o te acabaré creyendo…
- Te quiero,
Gongchan. Te quiero tanto que duele. – Susurro, empujándome hacia él y
abrazándome con fuerza. No pude evitarlo, tuve que aferrarme a él con todas mis
fuerzas y llorar todo lo que tenía dentro sobre su torso. Jinyoung sollozaba
con mucha más calma mientras repartía besos por mi cabeza. Ahora él iba a ser
mi soporte? Ahora él iba a ser mi fuerza? Esperaba que sí, porque si no iba a
acabar derrumbándome completamente…
-Fin-
Lee este cap mientras escuchas Wherever you are decían~ no lloraras a mares decían, y yo tan sufrida me metí en el papel de Gongchan que la garganta me a dolido y mis mocos se mezclaban con mis lagrimas TwT pero~ SIII LO SABIA!! O YES!! O YES!! MIS HIPOETECIS ERAN CIERTAS XDDDD!! ASDASSDA FUE HERMOSO Y DOLOROSO! ESPERO EN VERDAD ESPERO ELLOS SE AMEN HASTA EL COLORIN COLORADO♥
ResponderEliminarEs que Wherever you are es mucho... Jajajaja Yo lloro hasta cuando la escucho en el bus. XD
EliminarMe alegro de que te gustase~
Espero con ansias el siguiente capítulo<3.
ResponderEliminarSaludos *-*
Será publicado en breves ^^
EliminarGracias por leer y comentar!♥
OH POR DIOS!! no puedo creer que haya leido este cap cono unas 20 veces y no dejar un comentario TT.TT -se golpea por mala fan- lo siento :(
ResponderEliminarEn fin este capitulo fue muy lindo casi lloro fue realmente emotivo- intenta no llorar intenta no llorar....llora :'(- pero tengo miedo no se si es cosa mia pero ya siento el final de este fic muy cerca NOOOOOO! porfa dime que me equivoco! dime que aun no lo vas a terminar!
Bueno ya sabes que amo tu fic bla bla bla amo como escribes bla bla bla siempre te lo digo y espero conti prontito :)
No pasa nada, mujer! ^^ Mejor tarde que nunca <3
EliminarJajajaja a ver, el final está cerca pero aún quedan unos cuantos episodios... Algún día tenía que terminar! xD
Muchas gracias por leer y comentar!!! <3