10 de septiembre de 2014

[JunSeung] Ride or Die: Part III.

Hyunseung POV

Observé el cuaderno de ejercicios en el suelo, con las hojas arrugadas y la portada que un día fue blanca, sucia y lleva de garabatos. Qué acababa de pasar? Por qué se había ido de esa forma?
- No he hecho nada malo… No? – Musité, incorporándome del suelo y acercándome con cautela, tomándolo con delicadeza, como si estuviese vivo, y mirando las páginas de ejercicios cubiertas a lápiz. Lo dejé sobre la mesa y miré la puerta fijamente, pensando en qué hacer. Debería seguirle? Debería quedarme y esperarle? Opté por lo segundo y me eché en la cama, observando sobre la mesa de noche la cámara de Junhyung, con un golpe en el lateral por culpa de la noche de la tormenta.
- Se ha llevado el tabaco… - Susurré, sintiendo un atisbo de pena en el corazón. – No debería de fumar… Es malo para la salud.

Fuera empezó a llover… Era otoño y el tiempo no nos había dado tregua.
“Tengo frío…”, pensé, acariciándome los brazos desnudos. A estas alturas me arrepentía de haber tirado la chaqueta del uniforme y tener solo ropa de verano. Le pediría una a Junhyung, pero no quería que se gastase dinero en cosas innecesarias. Cuando empezase a nevar ya le pediría que me la comprase, hasta entonces, podía aguantar el frío.
Me metí bajo las mantas y dormí por horas, hasta que la violenta lluvia contra la ventana me despertó. Miré a mi alrededor, pero Junhyung todavía no había vuelto. Preocuparse no era una opción, tenía que matar el tiempo o ir a buscarle, y dado que se acercaba la hora de cenar, pensé que quizás el orgullo titánico de mi compañero de aventuras no le permitía volver, y estaría vagando por los alrededores del motel.
Cogí su chubasquero y me lo puse, sonriendo suavemente al apreciar lo grande que me quedaba. Yo no era especialmente bajito, de hecho, era más o menos de su altura, pero mi extrema delgadez, que me hacía parecer el protagonista de “Pesadilla antes de Navidad”, me hacía parecer mucho más menudo que Junhyung, de anatomía corriente.
Recorrí los pasillos e incluso salí a las escaleras de incendios, pero él no aparecía por ninguna parte. Salí y di una vuelta a la manzana, fijándome en los interiores de los bares y restaurantes a través de las ventanas, pero no estaba por ninguna parte.
- No puede ser… - Musité, apresurando inconscientemente mi paso hasta correr y llegar al, ahora vacío, lugar donde estaba seguro de que habíamos aparcado el coche. Me quedé estático, sobre las marcas de neumáticos, entre un Chevrolet negro y un Toyota plateado. La lluvia se estrellaba contra mi chubasquero, haciendo un ruido ensordecedor, pero que yo ignoraba debido a la sorpresa. Un Hyundai también negro me sacó de mi shock con el claxon y yo me aparté, dejándole aparcar en el sitio donde no hacía mucho estaba nuestro coche.
- Realmente se ha ido? – Susurré, alejándome hasta apoyar la espalda en la pared de un edificio. Una ráfaga de viento me arrancó la capucha violentamente, empapándome el rostro y el pelo automáticamente. Sonreí con tristeza y me lo tomé como una respuesta cruel y directa del destino. – Me he quedado solo… De nuevo.
Caminé por las calles desiertas y de color gris durante lo que me pareció una eternidad. Esa no era la ciudad más bonita de todas las que habíamos recorrido en los últimos meses.
Mientras caminaba, intentaba recordar en qué punto de mi odisea había llegado a la brillante conclusión de que tirar mi móvil último modelo a una papelera era una buena idea. Si lo tuviese… “Tampoco cambiaría nada. Él no tiene teléfono, no podría ponerme en contacto aún así.”
Al final de un callejón me topé con un manga-café, y tras palpar mis bolsillos y hacer tintinear unas cuantas monedas, entré. Calculando el ruido que habían hecho, su peso y su tamaño, deberían de ser más que suficiente para un bol de sopa caliente y un cómic.
Entré y cogí el primer bol que me topé, no era quisquilloso con la comida, y el último tomo de One Piece. No estaba seguro de en cual me había quedado, pero la trama me importaba un bledo, únicamente quería distraerme un poco y asesinar el frío que me tenía calado hasta los huesos. Lástima que las monedas no me llegasen para una chaqueta.
Llené el bol con agua hirviendo y le agradecí a la dependienta con mi mejor sonrisa de galán, pero esa sensación de rompecorazones se esfumó en cuanto me giré y aprecié que todo el mundo en la sala estaba sentado con amigos o familia, leyendo y compartiendo risas. Sonreí con cansancio y me alejé de cualquier ser que pareciese mínimamente feliz, sentándome al fondo, en una esquina, entre estanterías de revistas de ciencia y periódicos viejos, que nadie tenía interés en mirar o curiosear, justo como yo. Mi personalidad sociable se había quedado bajo la lluvia hasta congelarse y morir de hipotermia.
Cuando me aseguré de que no me abrasaría en el intento, coloqué las manos alrededor del bol y cerré los ojos ante la agradable y cálida sensación.
- Ah… - Sonreí y me acomodé sobre los cojines del suelo. – Esto es vida!
Comencé a comer, ignorando el dolor que sentía mi garganta al ser calcinada con los fideos y la humeante sopa. Acabé hasta dejar el envase de plástico más limpio que recién salido de fábrica y me tumbé, colocando el manga sobre mi barriga y leyendo con una sonrisa en el rostro.
- De esto hablaban unos chavales el otro día en el parque, Junhyung! – Solté una carcajada que se extinguió lentamente al apartar el libro de mi vista y ver que estaba completamente solo. Suspiré y esbocé una sonrisa triste.
- Está bien… - Susurré, cerrando el cómic y dejándolo a un lado de mi cabeza, abrazando a un cojín y encogiéndome sobre mí mismo. – Aún no es tan tarde… - Miré por milésima vez el reloj desde que había entrado en la tienda y volví a sentir frío, mucho frío. – Aunque quizás… Esta vez se haya ido de verdad. No le culparía… Yo también me iría de mí mismo si pudiese…
- Ha terminado? – La cajera se acercó con una bandeja llena de boles vacíos como el mío y yo la miré, inexpresivo. – El ramen, ha acabado?
Asentí suavemente y bajé la mirada, volviendo a mi posición fetal.
- Vamos a cerrar en media hora, así que cuando quiera… - Cerré los ojos y sonreí.
- Una preciosa invitación para que me vaya… - Susurré. Ella no me escuchó, y simplemente colocó mi bol en lo alto de la pila de sus semejantes y se fue a paso acelerado.
Tras unos segundos de patetismo interior, me incorporé y, dejando atrás mi cómic, salí sin despedirme de la chica, que educadamente me deseó que tuviese un buen regreso a casa.
“No tengo una casa a la que regresar… “, pensé en responderle, pero ya estaba bien de drama. La lluvia había cesado, pero el cielo aún estaba gris y feo, robando el color y la alegría a lo poco que lo poseía en aquella aldea.
Caminé de nuevo sin rumbo, titiritando y notando las miradas de los demás, cubiertos con abrigos y bufandas, clavarse en mi espalda. Era el chico raro, siempre lo había sido, siempre el centro de las miradas, el protagonista de los rumores, la diana de los dardos de insultos, el chico que no podía tener amigos porque era una mala influencia para ellos, ni mascotas porque no era responsable. Era Hyunseung.
- Está bien… - Me consolé, llegando sin darme cuenta a la entrada del motel donde todavía me alojaba. – No pasa nada, porque estoy muerto… - Caminaba con pasos pesados, escaleras arriba, en dirección al cielo, deseando que ese día también tuviese a Chester cantando en mis tímpanos como el día en el que le conocí. – Ese día salté, intenté volar sin éxito, y me maté contra el asfalto. Morí, y como estoy muerto, nada de esto me importa… Nada me afecta… Nada me duele. Como estoy muerto, no me importa que se vaya, no me afecta, no me duele. No importa lo que me pase, porque por fin estoy muerto.
En ese momento, cuando tenía el pomo de nuestro cuarto en mis manos, mis tripas hicieron acto de presencia, manifestándose con un sonido cómico y exageradamente ruidoso.
- Vaya… - Susurré, palpando mi tripa, plana y dura. – Me pregunto cuánto tardaría en morir por inanición?

Junhyung POV

Piso con fuerza el acelerador por esa carretera comarcal con destino a saber Dios dónde, pero siempre, desde hace dos horas, con su imagen en la cabeza. Qué estará haciendo? Estará llorando? Riendo? Durmiendo? Cómo se sentirá? Triste? Feliz? Aliviado? Me extrañaría? Estará confuso por todo lo que está sucediendo? Ya habrá dejado el pueblo y vuelto a su casa? O habrá ido a la policía? Negué con la cabeza a mis propias hipótesis, dudando que Hyunseung fuese a delatarme o incluso a alegrarse de mi ausencia. Solamente esperaba que no estuviese llorando, porque con solo pensarlo, esa estampa de él, sollozando con desesperación, me incitaba a presionar el freno y dar media vuelta. No soportaba verle llorar.
- Rayos! – Rugí, golpeando el volante con rabia y parando los limpiaparabrisas cuando paró de llover. – Por qué demonios querrías morir, niñato caprichoso!?
Apreté la mandíbula y suspiré, frustrado. Qué haría ahora que yo no estaba ahí para decirle que dejase de pensar tonterías? De refilón, recordé cuando le puse el puñal en el cuello, incluso hiriéndole, y él en ningún momento se quejó. Quién valoraría tan poco su vida?
Recordar la sangre recorrer su largo y pálido cuello me hizo tragar saliva, haciéndome sentir culpabilidad, pero también algo más… De nuevo, esta sensación de incomodidad que nacía directamente en mi estómago. Junto a esa imagen, vino la de sus labios, y un grito de frustración.
- Qué diablos me está pasando? – Mascullé, parando en un área de descanso y saliendo del coche pegando un portazo. A mi alrededor se encontraba la nada más absoluta, montañas y árboles. Suspiré, acuclillándome y apoyando la espalda en la puerta del coche. – Quizás… Estoy dejando que todo esto me afecte demasiado? Irme, dejarle solo… Habrá sido la mejor decisión?
Me despeiné con frustración, sintiendo mi camiseta empaparse y helarme la espalda, pero no me importó. Estaba demasiado sumido en mis pensamientos e intentando averiguar por qué me preocupaba tanto por ese pequeño demonio.
- De todas formas… - Musité, alcanzando un palo del suelo y dibujando figuras abstractas en el suelo. – No es como si algo pudiese pasar entre nosotros… No hubiéramos podido seguir así mucho tiempo… El dinero se acabaría en breves, ahora viene el invierno y necesitaríamos calefacción, y eso también hay que pagarlo… Un abrigo, que no tiene… - “Debería de haberle comprado uno ya… Y si se resfría?”
Tragué saliva y una oleada de culpabilidad me empapó de la cabeza a los pies. Le había dejado solo… Y si él pensaba que le había abandonado? No le faltaba razón, pero me sentía culpable.
- Y si realmente se cree que le he abandonado y hace alguna tontería? – Lancé la pregunta al aire, pero una bofetada de mi subconsciente me hizo incorporarme y acercarme al borde del espeso bosque. – PERO POR QUÉ NO PUEDO PARAR DE PENSAR EN ÉL!? – Rugí, escuchando el eco y los píos nerviosos de los pájaros. Giré sobre mis talones, frustrado y nervioso. Qué estaba haciendo? Qué estaba pasándome? Por qué no era capaz de subirme al coche y continuar? Dejarle atrás para siempre? Dudaba que todo esto fuese el famoso mono del tabaco.
Entré en el coche y me desplomé sobre el asiento, fijando la vista en la nada y recordando cuando fuimos de compras, lo contento que estaba por tener ropa nueva, cómo se reía al probarse gafas de sol con formas ridículas, o cuando una prenda le quedaba exageradamente grande. Sonreí también con el recuerdo. La sonrisa infantil de Hyunseung era preciosa… Hacía que sus ojos brillantes y grandes se empequeñeciesen hasta formar una línea, y solía desplomarse cuando se reía demasiado porque le daba flato. Era ridículo, pero me gustaba.
Entonces me di cuenta: Tener a Hyunseung a mi lado me hacía feliz. Tener una responsabilidad por primera vez en mi vida me gustaba, sentir que tenía a alguien a quien cuidar y proteger, aunque fuese molesto a veces, me gustaba que estuviese a mi lado. Quería que estuviese a mi lado.
- Pero… - Me llevé una mano al pecho, sintiendo cómo me faltaba la respiración. – Es mejor que vayamos por separado… Es más seguro para él… - Mi vista se nubló y acabó convirtiéndose en completa oscuridad. Intentaba respirar, pero no podía. Movía mis brazos y piernas, pero no podía subir a la superficie… Estaba de nuevo en el fondo del río, y escuchaba desde alguna parte unos gritos desgarradores de socorro, pero no podía ver nada, estaba demasiado oscuro y mis pulmones dolían en busca de algo de oxígeno en mi cuerpo.
Entonces, del fondo del río, emergieron unas manos pálidas, pero esta vez, resultan menos familiares… “Estas no son las manos de mi hermano.”, pensé, fijándome en ellas, que brillan con extrema palidez. Tras fijarme, noté que la voz que siempre solía ser de mi hermano, tampoco era de él, era una voz mucho más madura, no la de un niño… Era la voz de Hyunseung, y esas manos delgadas, adultas, de dedos y uñas largos y estilizados, también eran suyos.
- Hyunseung! – Grité, pero bajo el agua no pude emitir ningún sonido. Me aferré a sus manos con desesperación, intentando salvarle, ayudarle a subir a la superficie conmigo, pero en cuanto mi piel hizo contacto con la suya, su rostro me sonrió y negó con la cabeza, librándose de mi agarre y desapareciendo con una expresión de tristeza en la oscuridad del fondo del río.
- NO! – Rugí, pegando un bote en mi asiento y respirando con dificultad, salí del coche. Seguía en la misma área de descanso, únicamente habían pasado un par de horas, en las que probablemente me había desmayado por estrés o por agotamiento. Tomaba grandes bocanadas de aire, aliviando el dolor punzante de mis pulmones, que recibían el oxígeno con agradecimiento.
- Qué…? – Susurré, mirándome las manos, que en mi sueño habían sujetado las de Hyunseung con todas sus fuerzas y las mías. Jamás me había aferrado con tanta fuerza a algo, ni siquiera a mi hermano en mis sueños. – Qué diablos acaba de pasar?
No lo supe, ni hallé respuesta alguna por parte de mi lógica, pero cuando quise darme cuenta, estaba conduciendo de vuelta a aquel pueblo de mala muerte, lo más rápido que podía mi Nissan, cuyo motor se quejaba del esfuerzo, pero yo no le daba tregua. Sentía que debía de llegar lo antes posible, sentía algo en el pecho que me mantenía inquieto.

Cuando llegué al aparcamiento del motel donde había estado esa misma mañana, era cerca de media noche. El asfalto estaba empapado, y en cuanto me bajé del coche, comenzó a llover de nuevo. “Muy buen presagio…”, ironicé, cruzando el parking y entrando al edificio sintiéndome nervioso.
- Estará enfadado? – Musité, subiendo las escaleras con pesar. – Quizás se sienta traicionado y me mande a la mierda… - Frené en seco en las escaleras y enarqué una ceja, mirándome en un espejo. – Qué mierdas estás pensando? Eres una chica, acaso!? Tan solo haz como si nada hubiese pasado y listo! Si no le gusta, que se aguante!
Cogí la llave del bolsillo y sujeté el picaporte, abriéndola y quedándome de hielo en el marco de la puerta.
- Hyunseung? – Hyunseung se encontraba tirado en medio de la sala, rodeado de un charco de sangre, mi puñal a su lado y ambas de sus muñecas abiertas de par en par. Sentí cómo mis piernas me fallaban. – Oye, si es una broma, no tiene ninguna gracia…
No se movía, ni lo más mínimo, así que tiré mi chaqueta contra el suelo y corrí hacia él lo más rápido que me permitieron mis piernas, derrapando con mis rodilla sobre el parqué hasta frenar sobre su líquido vital, que empapó mis vaqueros rápidamente.
- MALDITA SEA, HYUNSEUNG!! – Me quité la camiseta y la desgarré en dos, envolviéndole las muñecas con ella para parar la hemorragia. – NO SE TE PUEDE DEJAR SOLO NI UN JODIDO MOMENTO, NIÑATO!? – Gritaba, sintiendo mis cuerdas vocales doler a causa de mis rugidos, y no sabría decir si estaba llorando o no… Pero mi pecho dolía como si fuese a desgarrarse en dos, tal y como mi camiseta. – TE JURO QUE COMO TE MUERAS, TE REVIVIRÉ YO Y TE MATARÉ! ME OYES!? ME OYES!?
Le abracé con todas mis fuerzas, poniéndole las muñecas en alto y acunando su cabeza en mis rodillas, teñidas de rojo, de su rojo.
- Oye… - Posé mi frente sobre la suya, sintiendo su débil respiración y pulso. – No me dejes… Me prometiste que no morirías hasta que mi inocencia se demostrase, recuerdas? Me lo prometiste!
Su rostro se humedeció a causa de mis lágrimas y dejé de sentir su respiración. Tensé mi mandíbula y ahogué un sollozo, tomando sus manos y besándolas, ignorando que estaban empapadas de su esencia vital.
- No… No… - Estaban frías, muy frías. – Estoy aquí, no me he ido… Así que no te vayas tú… Hyunseung! Me oyes!? No te vayas! No puedes morir, aún no has demostrado que soy inocente, recuerdas? Tienes que quedarte a mi lado hasta entonces! Tenemos que ir a comprarte una chaqueta, y las clases de inglés hay que terminarlas! No eres de los que dejan las cosas a medias y rompen promesas, verdad que no? Te conozco muy bien…- Le besé la frente una vez más y le observé, con esa expresión de paz y calma. – No sé qué voy a hacer si no estás a mi lado… No sé qué hacer sin ti!
- Pf… - Me quedo de hielo, parpadeando un par de veces hasta que él abre unos de sus ojos y me sonríe alegremente.
- Qué…!?
- Aún no estoy muerto! – Rompe a reír y yo, tras analizar durante unos segundos qué está pasando, siento mi sangre hervir y mi instinto asesino renacer.
- Capullo… Eres lo peor. – Eso lo decía, pero no era capaz de soltarle. Me daba miedo que esto fuese otro sueño y en la realidad sí que estuviese muerto.
Hyunseung me miraba con una sonrisa dulce y sus ojos brillaban, aunque con cansancio, probablemente por la pérdida de sangre. Entonces me di cuenta de que los cortes eran horizontales, es decir, no mortales, en lugar de verticales. Si hubiesen sido verticales, se habría desangrado en minutos. “Lo habrá hecho a propósito…? Quería morir de verdad o simplemente probar la experiencia de casi morir?” Decidí no preguntárselo.
- Oye… - Soltó una de sus manos de mi agarre y me acarició una mejilla con suavidad. – Sabes que es patético llorar por un hombre siendo un hombre? – De nuevo, sentí ganas de llorar. Bajé la mirada y tragué saliva, aguantando las lágrimas. – No pongas esa cara… No pareces tú… Dónde está ese hombre que me sacaba fotos cuando me iba a suicidar? El insensible y sarcástico Yong Junhyung? – Levanté la mirada, dejando caer una única lágrima y él sonrió de nuevo. – Quiero a ese hombre aquí y ahora.
- Eres un jodido cabrón, Yang Hyunseung. Que lo sepas. Te odio. Mucho. Demasiado. – Hyunseung miró mi mano, que se aferraba a la suya con todas mis fuerzas, y asintió, sin dejar de sonreír.
- Eres el ser más idiota sobre la faz de la tierra, un auténtico gilipollas. – Apreté su mano en la mía aún con más fuerza, casi estrujándosela, y su sonrisa no hizo otra cosa más que ampliarse.
- Hyung… - Abrí los ojos como platos al escucharle llamarme así por primera vez. Fijé mi mirada en la suya y atisbé un rayo de arrepentimiento y disculpa en sus ojos marrones.
- Qué?
- Al principio, cuando todo esto empezó, me dabas mucho miedo… Pero a medida que el tiempo avanzó, mi forma de verte cambió. – Escuchaba atentamente todo lo que decía. Hablaba pausadamente y en voz bajita, como si lo que me estaba contando fuese un secreto entre los dos. – Y ahora, quiero quedarme a tu lado… No me importa cómo vaya a acabar todo esto, pero que acabe con los dos juntos. – Tragué saliva. – Pero… Si soy una molestia, Hyung, no te preocupes… Simplemente acabaré lo que empecé y listo. No pasa nada, no es algo por lo que haya que montar un drama.
- Hyunseung…
- Aunque ahora he fracasado… - Sonrió alegremente y se llevó la mano libre a la cara, tapándose la boca y guiñándome un ojo. – Qué vergüencita!
Enarqué una ceja ante su intento de actuar adorable y resoplé.
- Realmente debes de ser un idiota… - Él rió y aferró su mano a la mía. Yo le observé. Tenía el rostro sucio por la sangre pegajosa, casi seca, de sus manos. – Cómo puedes reír cuando estás cubierto de sangre?
Él sonrió con ternura y acarició mi rostro de nuevo. Cerré los ojos, sintiendo la agradable pero al mismo tiempo siniestra sensación de su tacto, húmedo y viscoso porque el líquido ya estaba coagulando.
- Y cómo puedes llorar tú si soy yo el que está sangrando? – Susurró. Abrí los ojos y se me contagió su sonrisa. – Vaya, delincuente Yong, no sabía que tenías esa sonrisa escondida… - Le miré y amplié mi sonrisa, ayudándole a incorporarse poco a poco. – Es bastante mejor que ese ceño fruncido permanente que siempre me muestras…  
No respondí y fui al baño a por el botiquín, sentándole en la cama y retirándole con cuidado la tela de mi camiseta de las muñecas, que se pegaba a su piel. La quité con delicadeza, de forma que no volviese a provocar la hemorragia. Hyunseung observaba todo atentamente, en silencio, como si le fascinase el hecho de ver sus propias heridas de esa forma. “No…”, pensé, “No es eso…”. Levanté la mirada y él también lo hizo, sonriéndome con ternura por un instante, antes de volver la mirada a sus heridas de nuevo. Sonreí también y cogí el agua oxigenada y el cicatrizante. “Probablemente lo que le gusta es que alguien le esté ayudando a aferrarse a la vida… Dudo que lo haya experimentado antes.”
Cuando terminé de desinfectarle los cortes, y asegurarme de que no necesitarían puntos, cogí las vendas y las envolví con firmeza, de forma que no pudiese moverlas mucho y no provocase que volviesen a abrirse y ponerlo todo perdido.
- Estoy cansado… - Susurró. Miré el reloj, tras guardar todo de nuevo en el botiquín y dejándolo en el baño.
- Es tarde. – Era de madrugada, cerca de las cuatro. – Ve a la cama, yo limpiaré esto. – Señalé el desastre gore que seguía en el suelo, algo más oscuro que cuando yo llegué, formando una enorme mancha irregular de un color casi negro.
- Puedo limpiarlo yo mañana. – Negué, cogiendo las toallas del baño y llenando una palangana con agua tibia.
- Tú tienes que comer mucho y descansar para recuperar la sangre que has perdido. – Sonrió y asintió, recostándose lentamente y mirándome, mientras yo empapaba las toallas blancas y las teñía de carmesí.
- Hyung… - Musitó. Le miré.
- Qué?
- No me lo vas a preguntar? – Su mirada se había vuelto fría de nuevo, con un velo opaco por encima que le borraba cualquier brillo de alegría. Fruncí el ceño, sabía a qué se refería. – No quieres saber por qué me he intentado matar?
- Solamente si tú quieres contármelo. – Susurré, sentándome en el suelo, dejando la limpieza a un lado.
- Yo… - Cerró los ojos, como si todo fuese más fácil en la oscuridad. Probablemente para no ver mis reacciones a su historia. – Yo era un chico bien. Venía de una familia adinerada, mi madre era profesora de instituto y mi padre cirujano plástico. Vivíamos en una gran casa, de esas que tienen lámparas de cristales inmensas y alfombras extranjeras cubriendo los pasillos. Teníamos alguien que preparase la comida, alguien para que limpiase lo que nosotros desordenásemos, que arreglase los enormes jardines. Teníamos una piscina para cada época del año, y un border collie llamado Lauren. Jamás me paré a pensar que todo eso podría desplomarse hasta que un día, cuando esperaba desde el Mercedes a que las verjas se abriesen, unos flashes y gritos de preguntas que no lograba entender, me cegaron y ensordecieron. Los cristales tintados de mi coche me protegieron, pero no pudieron hacerlo cuando llegué al colegio.

- Qué diablos está pasando? – Preguntó Hyunseung a Jinyoung, el chófer de la familia desde que él tenía memoria. El hombre le sonrió a través del retrovisor, tranquilizándole.
- No debe de ser nada, señorito, no se preocupe. Lleva usted su almuerzo? – Asentí y lo dejé estar, pero cuando llegué a las puertas del instituto, noté más miradas sobre mí de las que solía haber.
- Hola! – Saludé alegremente como solía hacer, y cualquier otro día, las chicas habrían chillado, los chicos me habrían sonreído con envidia, e incluso alguno de ellos se habría acercado a mí a intentar entablar amistad, pero no ese día. Ese día, las miradas eran frías, de asco, de odio. A medida que yo caminaba, intentando que mi seguridad no se desplomase, los murmullos y susurros aumentaban a mis espaldas.
- Y tiene el valor de venir al colegio? – Escuché a uno decir.
- A mí se me caería la cara de vergüenza. – Musitó otro.
- No se te puede caer lo que no tienes.
- Debería de irse del país…
- Del país? Debería suicidarse como mínimo.
- Toda su familia es asquerosa…
- Mi madre ha cancelado todas sus citas con su padre.
- Lo mismo la mía.
- Toda mi familia ha roto contacto con la empresa de su padre.
- Escuché que su madre no ha ido hoy al trabajo, la llamaron a primera hora para despedirla.
- Normal.
Cientos de voces llegaban a mis oídos a medida que subía las escaleras hasta el segundo piso, donde se encontraba mi clase. Pero, aquella aula, que normalmente sería ruidosa y alegre, ese día era ruidosa pero su alegría brillaba por su ausencia, más aún cuando abrí la puerta y se hizo el silencio más absoluto. Enarqué una ceja y localicé con la mirada mi escritorio, donde alguien había escrito con permanente, entre otros insultos, la palabra “monstruo”.
Me acerqué y dejé mi mochila como todas las mañanas, sonriendo alegremente hasta que un periódico aterrizó volando en mi mesa. Tensé la mandíbula y lo retiré de un zarpazo.
- Se puede saber qué cojones os pasa a todos hoy? – Me incorporé, pegando un puñetazo a la mesa, pero otro periódico aterrizó esta vez en mi cabeza. Me giré, escudriñando a todo el mundo con la mirada, pero todos ellos me la devolvían cargada de odio. Desde luego, no era algo a lo que yo, un chico que siempre había sido querido e idolatrado, estuviese acostumbrado.
Cogí el periódico y en primera página había una foto de mi padre entrando en su coche, intentando protegerse la vista de los flashes con el maletín del trabajo. El titular decía: Prestigioso cirujano plástico es acusado de asesinato.
Abrí los ojos como platos y me desplomé sobre mis rodillas mientras continuaba leyendo el no necesariamente escueto artículo.

- En él, contaban cómo mi padre llevaba siendo investigado desde hacía meses por prácticas de aborto ilegales, pero que hacía una semana, una de las chicas que recurrieron a sus servicios, había muerto desangrada, y muchas otras habían enfermado por una mala práctica quirúrgica. – Tragué saliva y le miré. Tenía los ojos cerrados firmemente y agarraba la sábana con tanta fuerza que temí que sus heridas se reabriesen.
- Hyunseung, - le llamé. –  tú no tienes la culpa de lo que tu padre hiciese o dejase de hacer. Tú eres tú y él es él.
- Lo sé. – Dijo. – Pero mis compañeros no lo vieron así. Todos aquellos a los que consideraba mis amigos, me dejaron de lado y comenzaron a acosarme. En mi comida siempre aparecían escupitajos, ya fuese del personal del centro o de alguno de mis compañeros. De vez en cuando, alguien se acercaba para hablar conmigo, pero a medida que alguno lo hacía, averiguaba que había sido sobornado por algún periodista de turno para sonsacarme información sobre mi familia. Finalmente, opté por aislarme. No dejaba que nadie se acercase a mí, mis notas bajaron hasta que provocaron mi expulsión del centro, pero yo seguía acudiendo cada día, únicamente para no estar en casa y escuchar a mis padres peleándose. Mi madre acabó dejando la residencia y volvió con mis abuelos a la costa, y mi padre se encerró en su despacho a ahogar sus penas en coñac. Cada día, en la papelera, aparecían botellas vacías y rotas. Cuando me prohibieron finalmente la entrada en clase, acudía a la azotea. No tienes ni idea de cuantas veces soñé con saltar y acabar con todo… Odiaba aquello. Mi padre se había librado de la cárcel gracias a su apestoso dinero, y por ello, yo era conocido en todo el país como el hijo del asesino que jamás pisaría una prisión. Deseaba saltar al vacío, estrellarme contra el asfalto y ponerlo todo perdido de sangre, pero me faltaba valor.
- Tan solo estabas? – Musité, acercándome a la cama y sentándome a su lado. Él asintió y dejó caer una lágrima antes de hundir la cara en la almohada.
- Pero un día, el día que realmente estaba decidido a acabar con todo, algo ocurrió… - Susurró, girando el rostro y mirándome con una expresión de dulzura. Parpadeé.
- Qué?
- Apareció un ángel. – Enarqué una ceja. Se le había ido la pinza? – Un ángel me salvó la vida, un ángel que había sido expulsado del cielo a patadas, una víctima de la injusticia, como yo.
Noté mi corazón acelerarse. Hyunseung estaba hablando de mí. De repente, su mirada se humedeció y comenzó a llorar, haciendo que todo mi cuerpo se congelase de repente. Odiaba verle llorar… Solamente lo había visto un par de veces, pero cada lágrima que derramaba dolía como el hierro al rojo vivo sobre mi piel.
- Hyunseung… - Me acerqué y posé una de mis manos sobre su cabeza, acariciándole el pelo con delicadeza, intentando calmarle. Sentía la necesidad de hacerlo. De aliviar su pesar.
- Hyung… - Sollozó. – Tenía tanto miedo… Estaba tan asustado… - Apenas se le entendía en su llanto, tan ruidoso que temí que viniesen a llamarnos la atención. – No me dejes solo nunca más… Nunca!
Le observé atentamente unos segundos antes de abrazarle contra mi cuerpo con todas mis fuerzas.
- Por eso he vuelto, idiota.
Nos acostamos juntos en la cama individual, él sollozando en mi pecho y yo acunándole hasta que se hizo de día.
Cuando dormía a mi lado, con el agotamiento y el miedo plasmado en su rostro, le acaricié la mejilla y me prometí a mí mismo que jamás le dejaría solo… Pasase lo que pasase, no le dejaría volver a cargar con todo eso en su interior él solo de nuevo.
- Yo te protegeré… - Susurré, apartándole los largos mechones castaños del rostro y acercándome a sus labios, le besé con suavidad y cuidado para no despertarle. – Ahora solo tienes que dejar que te proteja.




















































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