Eran las 7 de la tarde del 1 de
Septiembre. El cielo estaba tiñéndose de naranja mientras las pocas nubes que lo
adornaban daban una sensación de deidad al sol, pero nadie le daba importancia
al paisaje porque, al fin y al cabo, no tenía nada diferente a cualquier otro
atardecer de cualquier otro 1 de Septiembre a las 7 de la tarde.
En el hospital universitario de
aquel distrito de Seúl, de nombre carente de importancia, un grupo de médicos
jóvenes se escaqueaban de su turno de guardia para ir a fumar a la salida de
emergencia de la tercera planta, situada justo entre la habitación número 13 y
la número 14 de la zona 7. No es de extrañar que fuese la zona favorita para
este tipo de actividades entre los nuevos internos del hospital, era la más
tranquila, la más silenciosa… ¿Por qué?, os preguntaréis, y yo lo responderé
claro y conciso: No había ni un solo paciente con los ojos abiertos. Todos en
un mundo de subconsciencia al que la ciencia no tenía acceso ni forma de meter
las zarpas. Una zona de sueños, o quizás no. De recuerdos, o quizás tampoco. De
todas formas, todos se sonrieron con complicidad al abrir la puerta y asomarse
entre aquellas verjas de hierro pintado de negro.
- Estoy agotado. - Suspiraba uno,
esperando con el cigarrillo en la boca a que sus compañeros le cediesen el
mechero con el cual iban encendiendo uno a uno, con una lentitud exasperante,
sus cigarrillos. Por fin le llegó y sonrió, encendiéndolo rápidamente y dándole
una larga calada.
- No será por lo que has hecho. -
Respondió otro, quitándose la bata y acuclillándose, apoyando su espalda contra
la pared para encontrar una postura cómoda. Los demás se quedaron de pie.
- Yo estoy con él, - Musitó otro,
ojeando su teléfono móvil. - a veces no hacer nada es lo que más cansa.
- Espérate a que tengas un día
duro, y ya veremos si a eso que sentís ahora se le llama cansancio o pereza.
Todos sonrieron, con cansancio.
Trabajo o no, estar encerrados en un edificio lleno de enfermos, efectivamente,
robaba la energía.
- ¿Habéis escuchado lo de la habitación
13? - Preguntó uno para reavivar la conversación. Los demás le miraron, sin
entender. Él señaló a su derecha, donde se encontraba dicha habitación tras los
muros.
- ¿Qué pasó?
- Hay un chaval ahí de 19 años.
- Oh, ¿Jungkook? - Otro por fin
recordó la ficha del susodicho. - Es uno que lleva aquí más tiempo que
nosotros…
- Lleva en coma dos años. -
Añadió el chico, dándole una larga calada. - Y meses sin recibir una visita.
- ¿Pero no tiene padres?
- Tiene. Pero no vienen.
- Me imagino que habrán perdido
la esperanza… Si no ha despertado ya, dudo que lo vaya a hacer.
- Yo, si fuese mi hermano, lo
desenchufaría. - Todos miraron al doctor acuclillado, que llevaba sin
pronunciar palabra desde que salieron a su descanso no autorizado.
- ¿Cómo puedes decir eso? -
Musitó otro.
- ¿Eso es vida? Está perdiendo
sus años de universidad ahí, tirado en una cama de hospital, rodeado de tubos,
pendiendo su vida de un monitor que no cambia desde hace años, alimentándose en
vena… Su juventud se está adhiriendo a las paredes de su cuarto como pegamento
a un sello. ¿Es esa una vida que le deseéis a alguien? Porque yo no. Y digo
vida, pero es por llamarle algo.
Los demás bajaron la mirada, sin
saber qué decir a eso.
- Ni siquiera le visitan, así que
no me jodáis. Probablemente, si se despierta, no tenga ni un sitio a donde ir…
- Añadió en un susurro, apagando la colilla contra la pared.
- ¿Qué ibas a decir sobre él? -
Preguntó otro de los chicos al iniciante de la conversación, que seguía
pensando en lo que su superior había dicho.
- Que es triste que hoy sea su
cumpleaños pero nadie haya venido a visitarle…
Todos asintieron, suspirando. No
llevaban ni un año trabajando allí, pero ya habían visto tragedias, por lo que
aquello tampoco era algo tan chocante. Pero, no dejaba de ser tremendamente
triste que un adolescente hubiese sido abandonado en una habitación de
hospital.
Entonces, cuando el cielo en vez
de ser naranja ya se tornaba rosa intenso, escucharon unos tacones bajar con
lentitud pero firmeza las escaleras de su derecha. Todos levantaron la cabeza,
y una hermosa mujer, de cazadora vaquera, pantalones de vinilo negros y gafas
de sol, se acerca a ellos lentamente. No pueden ver su rostro, pero obviamente
ha estado llorando.
- Él siempre tendrá un lugar al
que volver. - Musita, antes de cruzar entre los médicos y abrir la puerta, con
un ramo de girasoles en la mano, desapareciendo dentro del hospital.
Esa mujer, con su pelo negro y
largo, liso, que le llega a la cintura, camina con agilidad hasta llegar a la
habitación número 13.
Con lentitud, la mujer posó la
palma de su mano, abierta, contra la puerta y sollozó, empujándola suavemente
hasta que, enfrente, tendido sobre la cama y completamente inmóvil, vio a su
hijo, con una expresión de calma que solamente la muerte logra conseguir.
- Feliz cumpleaños, mi vida. -
Susurró, quitándose las gafas de sol y dejándolas sobre la mesa auxiliar al
lado de la cama. Con la misma calma, desenvolvió las flores amarillas y las
colocó en el jarrón de cristal que descansaba al lado de sus gafas de sol.
Vacío. Nadie lo llenaba desde hacía un año.
Sora hacía mucho que había dejado
de visitar a su hijo a diario, sin ningún motivo especial, sino porque le
parecía una auténtica pérdida de tiempo. Su hijo nunca mostraba reacción alguna
ante su presencia, obviamente, y eso solamente hacía que su ya diagnosticada
depresión se acentuase, así que únicamente en el cumpleaños de su único hijo se
dignaba a aparecer por el hospital. Odiaba los hospitales, al igual que un día
lo había hecho su hijo.
Sora no dijo ninguna palabra más.
Los doctores decían que era bueno que le hablase a su hijo, ya que no estaba
muerto, solamente dormido, pero ella hacía mucho que lo había dado por perdido.
Como los doctores habían dicho fuera, si no había despertado ya, después de 2
años, no iba a hacerlo jamás. Esa era su opinión, por muchas esperanzas que sus
amigos y seguidores de Twitter le intentasen inspirar.
Su teléfono móvil vibró en su
bolsillo trasero de sus ceñidos pantalones. Lo sacó con cuidado y ni miró el número,
simplemente se sentó en la butaca que estaba enfrente de la cama y, tras cruzar
las piernas, respondió en voz baja.
- Sora.
- Tienes un evento en 2 horas y tienes que pasar todavía por maquillaje y
vestuario, cielo. - Dijo una voz suave y masculina al otro lado del
teléfono.
- Lo sé.
- ¿Tardarás? Te estoy esperando con el coche en el aparcamiento.
- No… Enseguida bajo. - Susurró,
alzando la mirada hasta su hijo y
derramando dos silenciosas lágrimas.
- Deséale un feliz cumpleaños a Kookie de mi parte.
-
No es como si fuese a hacer una diferencia.
- Le quiero como a un hijo, a mí me consuela que lo hagas.
Sora cerró los ojos y frunció el
ceño. Su dolor de cabeza, permanente desde hacía dos años, se acentuó por un
segundo.
- Es tu hijo. Le criaste conmigo,
por lo que es tu hijo.
- Desearía que pudiésemos tener uno que fuese realmente nuestro.
- Él es realmente nuestro. Bueno,
lo era.
- Lo es, Sora. Pero sabes a lo que me refiero.
- Sí…
- ¿Quieres que suba a verle?
- No es necesario. - Suspiró,
incorporándose y acercándose con lentitud a los girasoles. - Bajo ahora mismo.
- Vale, te estaré esperando en la puerta del aparcamiento.
- De acuerdo.
Colgó el teléfono a su marido y,
tras dedicarle una última mirada a Jungkook, recogió sus gafas, se las puso para
ocultar su llanto silencioso y salió de la habitación, cerrando la puerta sin
mirar atrás. Ni siquiera se había acordado de llenar el jarrón con agua, por
ello, las flores que su madre le traía, jamás alegraban la habitación del joven
durante más de un día. Se secaban lentamente y las enfermeras se veían
obligadas a tirarlas antes de que se pudriesen y pudiesen causarle algún tipo
de problema al chico que apenas tenía defensas en el cuerpo.
- ¿Creéis que habremos ofendido a
la señora? - Desde la sala de internos, uno de los doctores que antes fumaban
al atardecer, bebía un café cuando ya había caído la noche.
- No sabemos ni quién es, ¿qué
más da? - Respondió otro, sin ponerle demasiada atención a la conversación.
- Creo que la he visto en alguna
parte antes… - Musitó un tercero.
- Sí, en la televisión. -
Respondió con pereza el cuarto. - Es una famosa modelo… Va por el nombre de
Sora.
- ¿Y qué hace ella aquí?
- Creo que es la madre.
- Entonces la hemos cagado pero
bien.
- No hemos dicho nada que no fuesen
verdades. Si duele, no es culpa nuestra.
- Ya, pero aun así… - Suspiró el
primero. - El dolor de una madre es algo que se escapa de la medicina.
- Nada que unos antidepresivos no
solucionen. - Respondió con crudeza el segundo.
- Qué falta de sensibilidad.
- En este trabajo no se puede
tener de eso. Además, seguro que la veremos de nuevo el día que las máquinas
dejen de tener a ese chaval en el limbo en el que se encuentra. Entonces podrás
disculparte si quieres, pero ya te digo que eso va a ser lo que menos le
importe cuando tenga que planear el entierro de su hijo.
Todos los relojes del hospital
marcaron entonces las 12 de la noche. La luna estaba en lo más alto del cielo,
menguante, con forma de sonrisa. La noche le sonreía al chico, y la pequeña pero
brillante luna le iluminaba el rostro, pero a él parecía no importarle. De
hecho, no lo hacía. Ese era el menor de sus problemas en su mente en aquel
momento.
Entonces Jungkook abrió los ojos.
Miró a su derecha, a la ventana donde la sonrisa nocturna le deseaba buenas
noches, y entonces miró a su izquierda, con calma. Apreció, sin expresión
alguna, los girasoles, cuyos tallos, debilitados, no soportaban el peso de la
flor en aquella oscuridad y caían ante él, en una reverencia a su persona.
- ¿Ya es mi cumpleaños? - Musitó,
incorporándose con pereza y estirándose, sin embargo no sintió su cuerpo más
ligero o cómodo. Básicamente porque no podía sentir nada físico.
Avanzó hacia la butaca donde unas
horas antes había estado llorando su madre, y se sentó en ella, observando su
cuerpo en la cama, inmóvil, como cada noche. La rutina era algo que siempre
había odiado, y ahora que se encontraba en ella desde hacía dos años exactos,
la aborrecía, pero había aprendido a vivir con ella.
Sonrió ante esa palabra que se le
cruzó por la mente, “vivir”, que era de todo menos indicada para su situación.
Se había convertido en un alma errante en un hospital. Podía escuchar todo
durante el día, para a continuación meditarlo y analizarlo durante la noche
hasta el amanecer. Era una rutina aburrida y monótona, pero era lo único que
tenía.
Recordó entonces la primera vez
que despertó dentro de las paredes del hospital, en aquella habitación verde y
de aluminio, confundido por la luz que se centraba sobre su cuerpo con el torso
abierto, donde los médicos se gritaban los unos a otros nombres de herramientas
quirúrgicas, intentando salvarle la vida. Hubo un momento en el que murió, pero
no fueron más de unos segundos.
Dirigió entonces la mirada a su
cuerpo inmóvil, específicamente a su pecho, donde por el cuello del pijama
asomaba una pequeña parte de la cicatriz que le atravesaba el torso. Entonces
se miró a sí mismo, pero su pecho estaba completamente intacto.
- Supongo que los daños solo
fueron físicos. - Susurró, recostándose sobre la butaca y mirando a la esquina
oscura de al lado de la ventana. Vacía, o eso aparentaba. Una sombra negra
vivía dentro de la propia sombra. - ¿No crees?
Entonces, de la sombra, salió
lentamente una figura alta y delgada, de ropas negras, un sombrero del mismo
color y el rostro oculto por la sombra de éste. El ser, sin nombre ni
identidad, avanzó por delante de la ventana hasta acomodarse en una nueva
sombra, la de la esquina de al lado de la butaca donde estaba Jungkook. Éste
sonrió con cansancio.
- Y yo que creía que tras dos
años de noches juntos ya tendríamos la confianza suficiente como que, por lo
menos, me dedicases una sola palabra…
La sombra no dijo nada, solamente
clavaba su mirada en la de Jungkook, pero éste no podía apreciarla, porque al
fin y al cabo, nunca había sido capaz de ver el rostro de su tétrico amigo, si
es que podía llamarlo así.
- Hoy es mi cumpleaños… -
Continuó Jungkook. Le gustaba pensar que la sombra le escuchaba, aunque no
podía estar seguro porque siempre, lo único que hacía, era seguirle en
silencio, viajando de sombra en sombra, ya fuese por los jardines del hospital
o por el propio edificio. Era la única compañía que tenía en aquella existencia
paranormal que llevaba, así que, optimista como siempre, se aferraba a ella e
intentaba hacerla agradable para ambos. - Pero no sé ni cuántos años cumplo…
Creo que ya debo de andar por los 20, pero no estoy seguro. No sé ni en qué año
estamos, solamente sé que es mi cumpleaños porque es el único día que aparecen
los girasoles al lado de mi cama. Luego, desaparecen y tardan 365 días en
volver. Los extraño, adoro los girasoles. Me gustaría tenerlos aquí a diario,
pero si lo hiciese, no sería capaz de saber cuándo es mi cumpleaños ni cuántos
días he pasado aquí. - El chico de pelo negro miró de nuevo a la esquina.
Solamente podía distinguir el característico sombrero de la sombra en aquel
ángulo de oscuridad, pero al menos sabía que esa persona, o lo que fuese,
estaba ahí. - ¿Tú qué crees? ¿Crees que acabaría encontrando otra forma de contar
el tiempo? Los antiguos griegos y egipcios ya tenían calendario, y ellos no
tenían relojes ni girasoles, así que me imagino que yo también encontraría una
forma.
Otra costumbre que había
adquirido era la de responder a sus propias preguntas, ya que la sombra jamás
se había manifestado ante él de ninguna otra forma más allá de la presencial.
Le gustaba pensar que, si un día llegaba a despertarse, sería capaz de ganar
cualquier concurso de discursos o debates. Podría ganar puntos para ir a una
buena universidad con eso, y hacer que su familia estuviese orgullosa.
Especialmente su madre, su única familia.
La sombra de su padrastro
atravesó su mente por una décima de segundo y Jungkook frunció el ceño,
deseando poder sentir furia o ansias de venganza hacia sus recuerdos, pero no
podía, porque no era más que un espíritu. Sus emociones se habían quedado en su
mente, encerradas en aquel cerebro que a su vez se encontraba encerrado en el
cráneo de aquel chico inconsciente. Solamente podía ver los recuerdos como
quien ve una película. Un documental de su propia vida, y eso lo odiaba, porque
no podía hacer nada más que reproducirlos una y otra vez, haciéndolos más y más
nítidos a medida que los días pasaban.
- ¿Sabes por qué hoy es especial,
Jungkook? - Susurró una voz grave desde la esquina. Jungkook dirigió ahí su
mirada, sorprendido porque era la primera vez en su vida que escuchaba la voz
de la sombra. Pero tampoco podía sorprenderse en exceso, solamente un atisbo de
lo que él recordaba que era estar sorprendido, porque como él ya sabía, las
emociones como tal no eran algo que él pudiese tener en su espíritu.
- ¿Por qué? - Respondió, sin
mover la mirada del cuerpo negro, translúcido, que avanzó un paso, haciendo que
la luz blanca de la luna lo bañase, pero aun así, no podía ver su rostro. A
veces se preguntaba si realmente tenía uno.
- Porque esta noche está marcada
en mi calendario como el día que tienes que morir. - Respondió en otro suspiro,
con calma, y lo que Jungkook interpretó como un ápice de tristeza.
- Oh. - Respondió, pensando en lo
que acababa de escuchar. Pensó en la muerte. No era algo que le asustase, al
fin y al cabo, no podía ser muy distinto a lo que llevaba viviendo los últimos
dos años. De nuevo, la palabra vivir le hizo gracia. - ¿Me va a doler?
- Ya has pasado el dolor, ahora
simplemente desaparecerás. - Respondió la sombra, inmóvil en la luz. - ¿Tienes
miedo?
- No demasiado. O más bien, en
absoluto. - Musitó, pensativo, dirigiendo sus ojos a su cuerpo. - Todo el mundo
me da por muerto, hasta yo mismo me doy por muerto.
- Tu madre no te da por muerto. -
Kookie sonrió.
- Oh, sí. Sí que lo hace.
- Sigue trayendo flores.
- Es una mujer de costumbres. Mi
padre le regaló girasoles el día en el que yo nací, y desde entonces, cada día
de mi cumpleaños, él se los regalaba, y ella a mí. Hasta que él falleció y ella
continuó la tradición entre nosotros dos.
La sombra no respondió a eso, y
Jungkook le miró.
- ¿La viste hoy? ¿A mi madre?
- Sí.
- ¿Estaba triste?
- Sí.
- No eres muy hablador, ¿no?
- Mi trabajo no es dar
conversación.
- ¿Cuál es tu trabajo?
- Vigilar las almas a las que me
tengo que llevar hasta que sea su hora, y llevármelas una vez llegado el
momento.
Kookie asintió, suspirando e
incorporándose para acariciar las flores amarillas.
- ¿Lloró?
- Sí.
- ¿Mucho?
- No demasiado.
- Me imagino que el que yo me
muriese sería un alivio para ella. - Musitó, observando uno de los pétalos caer
en cuanto su dedo índice entró en contacto con él. - No tendría que venir aquí
de nuevo.
- No creo que haya una sola madre
en el mundo que sienta alivio al ver a su hijo muerto.
Jungkook sintió ganas de llorar,
pero no podía llorar. No podía hacer nada, y eso le torturaba, pero como
tampoco podía sentir dolor, la tortura era bastante soportable.
- ¿Soy egoísta si digo que para
mí sí que sería un alivio morir? - Susurró, girándose y sonriendo con tristeza
a la sombra. Ésta no dijo nada, así que él mismo lo interpretó como vía libre
para continuar con su explicación. - Verás, mi padrastro no es un hombre muy
agradable, destrozó mi vida, y dado que yo sé quién es él realmente, cada noche
me preocupa saber que ese ser vive y duerme al lado de mi madre. Todos los
días. Todas las noches. Si muero, no tendré que preocuparme más, porque
desapareceré, no seré nada, no existiré.
- Tu padrastro… - Susurró
entonces la sombra, inmóvil. - ¿Es una mala persona?
- Yo no lo denominaría persona. -
Dio el joven como única respuesta. - Es más un ser sin alma ni sentimientos,
solamente creado para romper todo lo que toca y destrozarlo hasta hacerlo
cenizas. - Miró su cuerpo de nuevo, pensando si su cuerpo realmente se
convertiría en cenizas o lo enterrarían para convertirse en comida de gusanos.
- ¿Y entonces qué hace tu madre
con alguien como él? - A Jungkook le sorprendió el repentino interés de la
sombra en su vida, pero no preguntó, por si acaso aquello significaba romper la
única conversación que había tenido desde hacía lo que a él le parecía una
eternidad.
- Mi madre es una mujer fuerte y
trabajadora, independiente y sensata… Pero
ingenua como ella sola. Se lo cree todo. Y así llegó ese monstruo a mi familia,
a base de mentiras, regalos y sonrisas bonitas.
- Entiendo…
- ¡Pues yo me llamaré V!- Exclamó un niño de 12 años llamado Taehyung.
Un pequeño Jungkook, de entonces 10, se rió.
- ¿V? ¿Por qué V?
- Suena súper guay. - Respondió el mayor, poniéndose de pie y
anudándose la tela roja al cuello a modo de capa. - Tendré los mejores poderes
del mundo, como súper fuerza y viajar en el tiempo.
Kookie rió, y asintió.
- Pues yo no sé cómo llamarme…
- ¿Qué te parece Golden?
- ¿Golden? - V asintió con una sonrisa, anudándole otro trozo de tela a
su pequeño amigo.
- Lo haces todo bien, eres perfecto, así que creo que te va bien el
nombre. - Kookie le sonrió, feliz por el cumplido.
- ¿Y cuáles serán mis poderes?
- Ya lo haces todo bien, ¿aún por encima quieres poderes? - Ambos
rieron. Los dos niños se habían conocido cuando las dos familias se mudaron al
mismo tiempo al exclusivo edificio. La madre de V era una conocida actriz de
cine en toda Asia, y su padre era compositor, por lo tanto enseguida conocieron
a los otros artistas del edificio, como la madre de Kookie, que era modelo y
fotógrafa, y su padre, que en su día había sido un famoso director de cine. Los
niños no tardaron en encajar y dado que ambos eran hijos únicos, se
convirtieron en casi hermanos. Iban a la misma escuela, y cuando salían, se
iban a merendar juntos a alguna de sus casas, hacían los deberes juntos,
estudiaban juntos e incluso intentaban dormir juntos el máximo número de noches
que sus padres les permitían, que eran muchas.
Cuando el padre de Jungkook falleció, ambas familias se hicieron
incluso más cercanas. Jieun, la madre de Taehyung, incluso canceló el rodaje de
un importante proyecto para estar al lado de Sora en todo momento, y su marido
se ocupó de la organización del funeral. Taehyung, que entonces tenía solo 8
años, cuidó a Jungkook de entonces 6 años, y se prometió a sí mismo que le
protegería. Para siempre. O hasta que la muerte los separase. Una especie de matrimonio
fraternal que hizo que los dos niños compartiesen un alma, como gemelos de
distinta edad, como la luna y el sol, como Venus y Marte.
- ¿Queréis algo de comer, niños? - Preguntó Sora, acercándose con una
sonrisa maternal en el rostro.
- Estamos bien, gracias. - Respondieron los pequeños al unísono. Ella
sonrió aún más ampliamente y asintió, dirigiéndose a abrir la puerta cuando
ésta sonó.
- ¿Estás segura de esto? - Susurró un hombre desde la puerta, sujetando
una bolsa de una juguetería y sintiendo sus manos sudorosas.
- Hyesung, no puedo casarme contigo sin que mi hijo te haya conocido
antes. - Susurró también Sora, tirándole de la americana suavemente para
invitarle a entrar en su hogar, en el que el hombre ya había estado siempre que
Kookie había pasado la noche fuera.
El hombre accedió, aparentemente nervioso, y tras quitarse los zapatos,
se adentró en el inmenso piso que su prometida poseía en el distrito más caro
de la ciudad. No pudo evitar sonreír al ver su futuro hogar. El lujo siempre le
había atraído como a un cuervo los brillantes.
- Kookie, cielo, - Llamó la mujer, melosa. Ambos niños dejaron de
intentar aprender a volar y miraron al recién llegado, a ese extraño que les
sonreía con dulzura. Kookie parecía confuso, y Taehyung fruncía el ceño. Algo
no le causaba buena impresión. - quiero que conozcas a alguien muy especial
para mí.
El niño se levantó de la pila de cojines y se acercó lentamente,
mirando fijamente al extraño, que no paraba de sonreírle.
- Voy a preparar unos zumos, vuelvo enseguida. - Se excusó Sora,
dándole un beso en la mejilla a Hyesung y dirigiéndose a la cocina.
Los niños entonces se quedaron solos que aquel hombre de pelo largo y
castaño, físicamente atractivo y alto.
- ¿Quién eres? - Preguntó entonces Taehyung, acercándose a Jungkook,
que analizaba en silencio cada detalle de aquel hombre, especialmente la bolsa
que éste intentaba ocultar a su espalda.
- Me llamo Hyesung. - Respondió el hombre, acuclillándose delante de
Jungkook y acariciándole el pelo con lo que parecía ternura, pero que a ambos
niños les produjo un escalofrío. - Y espero que algún día pueda ser parte de tu
familia, pequeño. - Le susurró, acariciándole la espalda lentamente al niño más
pequeño, que se quedó inmóvil ante el roce. Su espalda había sido acariciada en
numerosas ocasiones, pero jamás así. Jamás con esa lentitud, con aquel dedo
índice y largo recorriéndole la columna vertebral con una lentitud adulta en
todos los sentidos. Taehyung tensó la mandíbula y entrecerró los ojos. Aquel
roce no era un roce paternal, y él era lo suficientemente mayor como para
verlo.
- Espero que os apetezca un zumo fresco de naranja. - Dijo Sora,
apareciendo por el salón con una sonrisa en el rostro y una bandeja con cuatro
vasos. - Taehyung, ven, toma tú también.
- Gracias. - Comentó el niño, pasando al lado del hombre y mirándole de
reojo, pero él solo tenía ojos para Jungkook, al que miraba con fascinación.
Una fascinación que le causaba repulsión.
- ¿Te gusta Hyesung, Kookie? - Preguntó la mujer, acercándose a su hijo
y teniéndole el vaso lleno de zumo.
Kookie no respondió, simplemente la miró, sin saber qué decir. Ella le
sonrió con dulzura, conocía la timidez de su hijo y la entendía.
- Va a venir mucho por aquí… De hecho, va a vivir aquí dentro de
poquito. ¿Te parece bien?
- Voy a ser tu nuevo papá, Jungkook. - Susurró Hyesung con voz melosa.
- ¿Te gusta la idea?
Kookie entonces, en un único impulso, miró a Taehyung, quien a su vez
le miró con el ceño fruncido.
- Nos vamos a casar, cielo. - Añadió la mujer, abrazando a los que
ahora eran los únicos dos hombres de su vida. - Vamos a volver a ser una
familia completa.
- Nunca he visto a tu amigo por
aquí. - Susurró la sombra, observando a Jungkook volver a la butaca. Éste se
sentó y suspiró, cerrando los ojos en un cansancio que debería sentir pero que
no sentía.
- Murió.
- ¿Qué le pasó?
- Mi padrastro le pasó. - Frunció
el ceño, al sentir un pinchazo en el pecho. Supuso que el dolor del recuerdo
era tan intenso que traspasaba lo sobrenatural y lograba rozar su espíritu.
Hacía años que no pensaba en Taehyung, y aquello sí que era insoportable.
- Parece que era un buen amigo.
- Era más que un amigo. - Sonrió
Jungkook, atesorando la tristeza que, para su sorpresa, sentía. Taehyung era la
clave de sus emociones, incluso entonces. Siempre lo había sido.
- No entiendo.
- Le amaba. - Susurró Jungkook,
mirando entonces a la luna. - Éramos críos, y nos amábamos. Soy un crío, y sigo
amándole. Es lo que hay.
La sombra se quedó en silencio, y
Jungkook cerró de nuevo los ojos, dando rienda suelta a los recuerdos.
- ¡Kookie! - Era el descanso para la comida. Un Taehyung adolescente,
de 15 años, se acercó corriendo a través del campo de baloncesto, esquivando
las pelotas y jugadores de una forma que a Jungkook le pareció casi milagrosa.
- ¡Hey! - Le saludó con una sonrisa cuando se acercó, sudando con una
bolsa en la mano.- ¿No deberías de estar entrenando?
Taehyung sonrió y se encogió de hombros.
- Te echaba de menos. - Kookie rió, cerrando el libro de ciencias que
estaba ojeando y dejándolo a un lado.
- Nos hemos visto hace nada. - Taehyung hizo un puchero.
- Me esperaba un “y yo a ti”, pero bueno…
Kookie rió de nuevo y le despeinó.
- Eres el mayor y pareces el pequeño. - Musitó.
- Tengo que ponerme a tu altura para que me hagas caso.
- ¡Yo no me comporto así! - Protestó el más joven.
Taehyung rió y, echando un rápido vistazo a su alrededor, hizo uso de
su rapidez para darle un fugaz beso en la mejilla a Jungkook, que le miró con
los ojos como platos y el rostro cambiando gradualmente de color hasta alcanzar
un carmesí que a Taehyung le pareció precioso.
- ¿Qué haces? - Susurró Kookie, mirando a su alrededor con
nerviosismo.- ¿Y si alguien nos ve?
- Les dejaré sacar una foto, que la impriman y entonces la firmamos. -
Respondió Taehyung, con una sonrisa de oreja a oreja y rebuscando en la bolsa
hasta sacar un cartón de leche y un bollo, el favorito de Jungkook. - Toma,
para ti.
- Ya he comido. - Susurró con timidez. Los arranques de afecto de
Taehyung siempre le dejaban temblando, pero le encantaban. Tenía 13 años y
estaba aprendiendo lo que era el amor, así que se lo tomaba con calma y
aprendía poco a poco, pero no podía evitar que su corazón latiese desbocado
cada vez que Taehyung le tomaba de la mano, le miraba en los pasillos o se
saltaba el entrenamiento de Taekwondo para venir a pasar un breve rato con él
antes de irse juntos a casa.
Pero para Taehyung no era diferente. Dos años de edad hacían mucha
diferencia, y más en plena adolescencia, y tenía más que asumido que estaba
completamente enamorado del pequeño. Tanto, que prácticamente le prohibía estar
en su casa, por lo que ambos convivían la inmensa mayoría en el piso de
Taehyung y sus padres. Aunque Jungkook repetía a diario que su padrastro no era
tan malo y que habían acabado por llevarse hasta bien, Taehyung veía las
miradas que éste le dedicaba a su amigo cada vez que le daban la espalda, o
cada vez que volvían sudados de jugar al baloncesto. No pensaba correr ni el
más mínimo de los riesgos en cuanto a la seguridad de su primer amor se
refería.
- Tú come, que estás muy delgado. - Respondió Taehyung, abriendo el
plástico del bollo y tomando un pedazo para dárselo en la boca. De nuevo,
Kookie abrió los ojos como platos y se quedó estático, sin saber qué hacer.
Taehyung no pudo evitar sonreír. Efectivamente, dos años hacían mucha
diferencia.
Kookie entonces abrió la boca lentamente, y Taehyung intentó no
quedarse hipnotizado por el hermoso movimiento. Quería besarle, pero no podía.
Kookie colapsaría si lo hacía, y se había prometido a sí mismo que iba a
esperar a que el pequeño diese las señales de que estaba listo. Tenía
paciencia, llevaban una vida juntos, así que un poco más no iba a matarle, o
eso es lo que él se repetía día tras día, hora tras hora, minuto tras minuto.
El niño era su precioso tesoro, y como tal, iba a ocuparse personalmente de que
su vida juntos fuese especial todos los días, todos dignos de recordar, como
ese momento en el que estaba a punto de darle de comer por primera vez.
- Huy, ¡qué rico! - Exclamó Kookie en cuanto el trozo de bollo acarició
su lengua. Taehyung seguía hipnotizado por cada expresión del pequeño, así que
éste simplemente robó la bolsa que el mayor sostenía en la mano, inmóvil y
devoró el bollo en un abrir y cerrar los ojos, haciendo que Taehyung reviviese
de su visión de cámara lenta en la cual se encontraba la boca de Jungkook con
flores cayendo y música celestial de fondo.
- Oye… - Protestó, en un puchero. - Se suponía que era para compartir.
Kookie miró entonces el plástico vacío y se sintió mal.
- Lo siento… - Susurró, estirando el envoltorio entre sus manos.
Pensaba guardarlo, como hacía con todo lo que Taehyung le daba. Su madre
protestaba porque mantenía un cajón lleno de basura en su cuarto, pero para él
nada de eso era basura, sino su pequeño tesoro personal. Cuando se sentía
triste, cuando Taehyung estaba ocupado de exámenes y no podían pasar tanto
tiempo juntos, abría su cajón y paseaba sus manos por todos y cada uno de los
envoltorios, papeles, fotografías y regalos estúpidos que había recibido en los
últimos 10 años de vida.- ¿Cómo puedo compensártelo?
Taehyung sonrió con maldad y le miró de reojo.
- Pues no lo sé… Me pregunto cómo podrás hacerlo… - Musitó. Jungkook
entonces sonrió, con alegría, y se arrimó a Taehyung, sujetándole por las
mejillas y haciendo que le mirase a los ojos. El mayor había pensado en pedirle
que le hiciese los deberes (como pasaba bastante a menudo), pero el pequeño miró
a su alrededor rápidamente, y raudo como un rayo, le dio un beso en los labios
a Taehyung. El beso que no fue más que un roce, no más de un nanosegundo, hizo
que el mayor sintiese que podía morir en ese mismo momento y no le importaría
lo más mínimo.
Jungkook entonces se dio cuenta de lo que acababa de hacer y sintió
cómo el pánico le invadía lenta pero inexorablemente.
- Lo siento, yo…
- Tengo que ir al entrenamiento… - Dijo Taehyung, incorporándose y
sintiendo cómo le ardía el rostro. Kookie le miró con tristeza. ¿Se habría
enfadado? A lo mejor no debería de haberse armado de valor… Quizás debería de
haber esperado…- Te espero en la salida como siempre, ¿vale?
Kookie asintió en silencio, mientras observaba a Taehyung poner las
manos en su cintura y aspirar profundamente, antes de expirar con lentitud.
Entonces, se giró y le sonrió con alegría, como siempre hacía, de una forma
juguetona que hacía que sus ojos pareciesen pequeños, pero aun así brillantes.
Kookie se sintió aliviado y le correspondió con una sonrisa tímida.
- ¡Hasta luego, cocodrilo!- Exclamó Taehyung, haciendo una “V” con los
dedos y saliendo corriendo. Kookie rió y le observó cruzar el campo de la misma
forma que antes lo había hecho, con su más que característica velocidad, la
chaqueta del uniforme ondeando al viento y su cabello castaño despeinándose con
cada zancada.
Mientras, Taehyung sentía que tenía que correr más, más rápido, hasta
que le fallasen las piernas para bajar ese subidón de adrenalina que sentía
recorrerle el cuerpo y que parecía no tener fin. Lo peor era que no podía dejar
de sonreír y se le estaba secando la boca… Pero, como su propia mente dijo, le
importaba una mierda. Su primer beso con Kookie había sido mágico y tenía que
ir corriendo a clase para anotarlo en la agenda y no olvidar jamás ese día.
- ¡COMPÓRTATE, TAEHYUNG! ¡COMPORTATE! ¡CALMATE DE UNA PUTA VEZ!- Rugió
en medio de los pasillos, pero sin dejar de correr, subiendo las escaleras a
saltos de tres en tres y atrayendo la atención de profesores y alumnos, que o
se reían del loco de su compañero, o fruncían el ceño, asustados por la
personalidad del que ya era famoso por ser el personaje más peculiar que jamás
había tenido aquella escuela. - ¡KEEP IT COOL! ¡KEEP IT COOL!
Kookie sonrió en su butaca,
mirando por la ventana y apreciando los recuerdos. Aquel momento al lado del
campo de baloncesto de su antiguo colegio… No lo olvidaría jamás. El bollo más
dulce que había comido jamás, la leche más refrescante, y el primer beso más
perfecto de toda la historia.
La sombra tragó saliva sin que
Jungkook pudiese apreciarlo.
- Parece que teníais algo muy
especial. - Dijo, con una voz notablemente más suave que antes. Kookie asintió
sin retirar la vista de la luna. Era hermosa, con su sonrisa contagiosa.
- Lo más especial del mundo.
Aunque me imagino que todos los enamorados piensan así…
- Sí, probablemente sí.
El primer paso siempre es el más difícil. Luego, la práctica hace todo
lo demás. Ocurre con todo; Mozart no nació sabiendo tocar el piano, aprendió.
Picasso no nació con un pincel en la mano, sino que mejoró a medida que fue
creciendo. A Jungkook y Taehyung les pasaba igual. Desde aquel primer beso
fugaz en el colegio, la incomodidad duró menos que lo que tardaron en dedicarse
una sonrisa cómplice a la salida del colegio aquel mismo día, y ahí estaban, en
la habitación de Taehyung, un año y seis meses después, en Septiembre, a una
semana de empezar el curso, tomados de la mano y compartiendo un beso que no
tenía nada que ver con aquel primero fugaz. Exhalaban con pasión, Jungkook
acababa de cumplir los 15 años, Taehyung en último año de secundaria, el último
curso antes de ir a la universidad, con 17 años.
Ambos matarían por poder tocarse el uno al otro, por explorar más. La
curiosidad los torturaba, los impulsos los llevaban al borde del precipicio,
pero no podían. Físicamente, no podían ir más allá de los besos. Cada vez que
uno ponía un dedo sobre la piel desnuda del otro, quemaba como el fuego y no eran
capaces de continuar. Era una tortura, pero lo llevaban como podían, porque se
amaban demasiado como para dejar que eso estropease, aunque fuese un ápice, la
belleza de lo que compartían.
Ambos sabían que el día en el que descubriesen lo que era el amor
carnal por primera vez llegaría, tarde o temprano, así que simplemente, en vez
de torturarse a ellos mismos, ¿por qué no vivían cada día al máximo?
Enamorados. Con inocencia. Con pureza. Con la más hermosa de las sensaciones.
Se sonrieron el uno al otro en cuanto supieron lo que el otro pensaba. Lo
hacían mucho, tenían esa conexión tan intensa que hacía que si uno se pinchaba
con una aguja, el otro también sangraría. Esa conexión que hacía que si uno
lloraba, el otro lo sabría y sentiría morir de tristeza a pesar de estar al
otro lado del mundo.
- ¿Puedo quedarme a dormir hoy? - Susurró Jungkook, sobre los labios de
Taehyung. Él sonrió, besándole como respuesta. Esa noche lo intentarían de
nuevo, y probablemente no funcionaría, pero sería precioso de todas formas
porque sería un nuevo recuerdo. Uno más para coleccionar.
Lo que aún no estaba claro entre ellos era por qué mantenían su
relación oculta a todo el mundo. Lo habían hablado, y habían llegado a la
conclusión de que no era a propósito, sino que nadie les había preguntado por
ello. A sus padres les parecía lo más natural del mundo que sus dos niños
durmiesen juntos, se diesen la mano a todas horas y se abrazasen a cada
segundo. “Han crecido juntos, son hermanos.”, escuchaban siempre, y ellos se sonreían
con complicidad, compartiendo pensamientos que nadie más podía escuchar,
miradas que solo ellos podían interpretar y gestos cuyo significado solamente
ellos podrían llegar jamás a entender.
- Te quiero. - Suspiró Taehyung, abrazándole con fuerza, pegando su
pecho contra el de Jungkook, que sonrió y le rodeó el cuello con los brazos,
dejándose caer sobre el suelo y Taehyung sobre él. Se amaban. Se amaban tanto
que sus cuerpos no se molestaban en ocultarlo lo más mínimo, pero siempre había
sido así, y para ellos no era nada más que natural e inocente. Sin pensamientos
sucios, sin argumentos de película pornográfica, simplemente amor, en cuerpo y
alma.
Jungkook miró a la sombra, con el
ceño fruncido. Ésta se hallaba arrodillada en una esquina, había vuelto a la
sombra que la luna no lograba hacer desaparecer.
- ¿Estás bien?
- ¿Lo estoy? - Respondió en un
sonido ahogado. El chico se incorporó e intentó acercarse. - No, no vengas. -
Sonó a ruego, y Kookie le miró, preocupado.
- ¿Qué te ocurre? ¿Te duele algo?
- Sí… Y no lo entiendo. No puedo
sentir dolor. Nunca he podido. - Jungkook miró a su alrededor, confuso y
preocupado. No sabía qué hacer para ayudar, si es que había algo que pudiese
hacer. Llamar a un médico era completamente estúpido, ya que nadie podía
verlos, y darle medicinas era una estupidez igual o peor que la anterior.
- ¿Quieres descansar? Quizás te
duela la cabeza porque llevo hablando toda la noche.
- No… No es la cabeza. No sé lo
que es. - Susurró el ser. Kookie se sentó al lado de la sombra de la pared, a
una distancia prudente de esa… persona. Sí, a partir de ahora se dirigiría a él
de aquella forma. Hablaban y tenía sentimientos, así que ya no era solo una
sombra o una alucinación, era una persona. Un espíritu. Como él.
- Me quedaré en silencio hasta
que te encuentres mejor. - Susurró Jungkook. No podía evitar sentir empatía
hacia la oscura persona que llevaba con él desde el primer día en el hospital,
a pesar de que era la primera vez que intercambiaban palabras.
- No. - Respondió rápidamente esa
persona. - Continúa la historia. Necesito saber qué pasó después.
Kookie le miró, o lo intentó,
extrañado, pero asintió con suavidad.
- Vale… Pero… ¿Por qué?
- No lo sé. Tan solo hazlo.
Dos noches después de la última de sus declaraciones, Jungkook seguía
en casa de Taehyung. La madre de Taehyung estaba rodando una película en China,
su padre perdido por alguna parte como siempre que le daba un arranque de
inspiración, y ambos disfrutaban de su casa a sus anchas. Faltaban menos de 4
días para que empezase el nuevo curso escolar, así que disfrutaban de sus 24
horas juntos con la más absoluta de las alegrías. Cocinaban juntos, o lo
intentaban, pero la mayoría de las veces el sabor era tan repugnante que las
cajas de pizza se amontonaban en la cocina, vacías, recordándoles a diario que
el día que se independizasen iban a acabar con el colesterol por las nubes.
- ¿Podríamos intentar hacer pasta esta vez? - Musitó Taehyung, tumbado
en el sofá sin camiseta, con Jungkook enganchado a su torso como un koala,
también llevando únicamente los pantalones del pijama.
- Podríamos… Pero no me quiero mover. - Musitó, perezoso, apretando aún
más su agarre al cuerpo de Taehyung. Éste rió y retiró las manos de la espalda
del pequeño para alcanzar su teléfono.
- ¿Pizza?
- Pizza.
Se sonrieron con complicidad, y Taehyung llamó.
- ¿Qué hacemos hasta que llegue? - Preguntó Kookie. Taehyung le miró,
retirándole el flequillo del rostro y sonrió al verle la cara. Era más bonito
aún que cuando le miró hacía diez segundos.
- ¿Qué quieres hacer? - El joven se sonrojó y sonrió con timidez.
Taehyung rió.- ¿Otra vez?
Kookie pegó la mejilla al pecho de Taehyung y asintió, haciéndole reír
de nuevo.
- Un poquito solo… - Susurró. Taehyung suspiró y asintió,
incorporándose con el pequeño aún agarrado y caminó con dificultad a través de
la sala de estar hasta llegar al baño de sus padres, el más grande de la casa.
No podía evitar sonreír mientras escuchaba la risa infantil de Jungkook a cada
paso que daba.
En cuanto llegaron, Jungkook se descolgó, se abalanzó sobre los grifos
de la inmensa bañera y tapó el desagüe para que se llenase lentamente.
Entonces, se giró y miró a Taehyung con una sonrisa que éste le devolvió.
- Y mientras se llena… ¿Qué hacemos?- Preguntó con fingida inocencia,
jugando con los cordones de su pantalón, aflojándolos y ajustándolos
continuamente. Taehyung puso los ojos en blanco.
- ¿Tú qué crees? - Dijo, con fingida frustración, acercándose
lentamente a Kookie. Cada paso que daba, más grande se hacía la sonrisa del
pequeño. Especialmente, en el momento en el que Taehyung le rodeó la cintura y
le besó con fuerza, que sintió cómo le temblaban las piernas y toda su piel se
erizaba ante el contacto.
Como ya tenían más que ensayado, deslizaron sus dedos por dentro de la
ropa interior del otro y tiraron hacia abajo, abrazándose en un beso dulce,
completamente desnudos e introduciéndose con torpeza en la bañera. Todo habría
sido más fácil si entrasen por separado, como la gente normal, pero no… Tenían
que entrar sin soltarse ni abrir los ojos. No se mataron de milagro.
El agua les llegaba al pecho, y estaba muy caliente, tanto que sus
rostros brillaban por el sudor, pero ni de eso se daban cuenta en su universo
de besos y roces que ya hacía tiempo que habían dejado de ser casuales.
Suspiros, gemidos, pequeñas declaraciones en suspiros… Todo era
perfecto, hasta que la puerta del baño se abrió y Hyesung avanzó con los ojos
inyectados en sangre hasta la bañera.
- ¿Qué diablos te crees que estás haciendo? - Masculló en una voz
escalofriante. Los dos chicos se separaron rápidamente, sorprendidos por la
intromisión.
- ¿Qué diablos haces tú en mi casa? - Respondió Taehyung, con una voz
tan grave que le resultó incluso inquietante a Jungkook, que no sabía qué
hacer.
- He venido a buscar a Jungkook. Su madre le llama por teléfono y lo
tiene apagado. - Agarró a Jungkook del brazo, sacándolo de un violento tirón de
la bañera y asesinando a Taehyung con la mirada.- Y tú, ni se te ocurra volver
a acercarte a Jungkook.
- ¡Eso debería decirlo yo! - Gritó Taehyung, incorporándose, agarrando
del otro brazo a Jungkook, que debido al shock, no estaba reaccionando. - Saca
tus sucias manos de él.
Hyesung sonrió de lado, con una mirada tan fría e intimidante que
incluso Taehyung sintió algo de miedo. ¿Qué estaba pensando ese hombre?
- Cállate, enano. - Masculló, empujándole con todas sus fuerzas,
haciéndole resbalar sobre el suelo y caer de espaldas en los azulejos del baño.
Taehyung se intentó incorporar rápidamente, pero no pudo, el dolor era
demasiado punzante.
- Taehyung! - Chilló Jungkook, reaccionando por fin e intentando
librarse del agarre de su padrastro, pero éste no se lo permitió y se lo llevó
a rastras, entre gritos, de la casa. Cruzando
rápidamente el descansillo y entrando en su propio piso, lo lanzó contra el
suelo de madera con fuerza, tanta que Jungkook sintió un de sus hombros
dislocarse y el dolor punzante consecuente.
- Realmente te gusta provocarme, ¿verdad? - Suspiró Hyesung,
arrodillándose al lado del niño, que le miraba con miedo en el rostro. ¿Qué
estaba pasando?
Su mente se quedó en blanco en el momento en el que la lengua de su
padrastro viajó por todo su cuello hasta morderle suavemente el lóbulo de la
oreja. Quería llorar, y gritar, y pegarle un puñetazo, y salir corriendo, pero
no podía. Estaba inmóvil, con los ojos abiertos como platos y el estómago encogido.
- Y yo que estaba esperando pacientemente a que crecieses… A que fueses
un hombre completamente para poder hacer contigo lo que quisieras… - Susurró,
deslizando sus manos por el abdomen de Jungkook, dibujando con las yemas de los
dedos sobre los músculos y huesos ligeramente marcados del delgado cuerpo del
adolescente. - Yo te veía como a un niño… - Arañó suavemente la ingle de
Jungkook, que temblaba, muerto de miedo. “Taehyung….” - Pero parece ser que has
crecido lo suficiente como para empezar a jugar con mi paciencia, Jungkook…
- Estás enfermo. - Masculló, mirándole de reojo con la mandíbula tensa.
Si no se hubiese dañado el hombro y la espalda al caer ya estaría pegándole la
paliza de su vida.
Hyesung sonrió y acercó su rostro al del niño, relamiéndose.
- No sabes cuándo me excitas cuando te pones agresivo… Siempre que
discutías con tu madre tenía que excusarme al baño para poder descargarme con
esa mirada tuya en mente. Siempre has sido terriblemente sexy, pero ahora que
has crecido, eres irresistible. - Jungkook sintió que iba a vomitar.
- Mi madre cuando se entere de esto te va a cortar las pelotas. -
Escupió, haciéndole reír. Odiaba que hiciese eso, sentía que no era capaz de
intimidarle ni lo más mínimo.
- Creo que estás malinterpretándome, Kookie… - Susurró Hyesung,
acariciándole la clavícula con los labios. Kookie cerró los ojos con fuerza,
deseando ser aquel superhéroe que solía ser en sus juegos de niños y poder
partirle la cara a ese degenerado.- No estoy enfermo, solo enamorado. He estado
enamorado de ti desde que te vi por primera vez y eras ese adorable niño de pelo
negro y ojos enormes. Pero me controlé por esperar a que crecieses… Has tardado
mucho, aunque todos digan lo rápido que ha sido… Pero por fin puedes ser mío.
Por fin puedo enamorarte como hice con tu madre.
Jungkook sintió que todos sus dientes se iban a convertir en arena por
lo fuerte que apretaba su mandíbula. Si se acercaba de nuevo a su rostro iba a
desfigurarle completamente a mordiscos si era necesario.
- Y yo creo que eres un puto ingenuo, Hyesung. - Masculló, haciendo que
su padrastro levantase la mirada de su abdomen y le mirase a los ojos. - Jamás
sentiré nada más por ti que asco y repulsión. Como siempre lo he hecho.
Algo cambió en la mirada del mayor, que se incorporó rápidamente y tiró
de los brazos de Jungkook, empujándole con fuerza contra la pared, haciéndole
exclamar de dolor. Quizás su hombro estuviese peor de lo que él creía, y apenas
podía sostenerse en pie por culpa de su espalda.
- ¿No? ¿No puedes amarme?
Kookie sonrió como pudo, intentando parecer lo más seguro de sí mismo
que podía.
- Yo ya amo a alguien. Y es para siempre. Puedes hacerme lo que
quieras, puedes destrozar mi cuerpo hueso por hueso, pero mi corazón no lo
cambiarás ni en un millón de años, pedófilo de mierda. - El rostro de Hyesung
se volvió de color carmesí, sus ojos se inyectaron en sangre y sujetó con ambas
manos el cuello de Jungkook, que se retorcía, sintiendo las venas de su frente
palpitar de una forma tan dolorosa que sentía que se iba a desmayar de un
momento a otro.
- Para siempre son palabras muy grandes, Kookie. - Susurró, meloso,
elevando sus brazos hasta que las puntas de los dedos de los pies del niño eran
lo único que lo mantenían unido al suelo. - Ya veremos qué haces cuando tu
corazón esté destrozado y no veas más opciones.
Kookie apenas podía escuchar. Su consciencia pendía de un hilo, la voz
de su padrastro sonaba como un eco lejano que rebotaba en las paredes de su
cráneo de una forma dolorosa y confusa.
- Funcionó con tu madre… Funcionará contigo.
Jungkook cerró los ojos de nuevo
con fuerza, llevando la palma de su mano a su pecho y sintió auténtico dolor.
Quería llorar, pero no podía.
- Taehyung… - Susurró, arrugando la
tela del pijama del hospital en su puño con todas sus fuerzas.
- ¿Cumplió tu padrastro la
amenaza? - Susurró la persona, con la cabeza baja. Kookie solamente podía
distinguir su sombrero negro.
- Sí. - Susurró en respuesta.
- ¿Qué ocurrió?
Jungkook sintió su pecho arder,
quería gritar, quería llorar, y no podía. Y eso estaba haciendo de su vida un
infierno. Esta vez, la palabra vida no le hizo gracia.
Suspiró profundamente, abrió los
ojos con lentitud y miró a la oscuridad en la que es ocultaba la persona,
imaginándose que estaba mirando su rostro.
- Mi padrastro mató a Taehyung.
La sombra se quedó en silencio, y
Jungkook echó la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos de nuevo. Quería dormir,
pero dormía de día, así que tampoco podía.
- ¿Cómo puedes saber eso?
- Hyesung hizo que todo pareciese
un suicidio. - Susurró Jungkook. - Recuerdo despertar en el hospital, con mi
madre llorando a mi lado y ese hombre consolándola. Es todo muy confuso, pero
aparentemente, Taehyung se cortó las venas en la bañera y le encontraron dos
días después. - Tragó saliva, agarrándose el pecho de nuevo. Quemaba como
tuviese una herida abierta y alguien estuviese metiendo la mano en ella y
arañando todo lo que encontraba a su paso.
- ¿No contaste tus sospechas?
Jungkook sonrió, o al menos eso
intentó, pero no fue más que una mueca de dolor y frustración.
- ¿Cómo ha podido pasar esto? - Lloraba Sora, abrazando a Jieun, que
gritaba entre lágrimas, desconsolada por la pérdida de su hijo. Su marido no
estaba presente.
- Mis más sinceras condolencias, Jieun. - Musitó Hyesung, acariciándole
el pelo. Jungkook miraba todo con los ojos como platos. No hacía falta ser un
genio para deducir lo que había pasado.
- Era un niño feliz… Quería estudiar música en la universidad. -
Sollozó Jieun, cayendo sobre sus rodillas. Las lágrimas de Jungkook empezaron a
bañar en ese mismo momento su rostro también.
- No… - Susurró, haciendo que todas las miradas de la sala se centrasen
en él.
- Cielo, ¿estás bien? - Se acercó su madre, sentándose al borde de la
cama y acariciándole el pelo. - Lo siento mucho, mi vida… Pero Taehyung…
- ¡No se ha suicidado! - Gritó el niño, mirando con los ojos como
platos a Hyesung, que en su mente reflejaba una sonrisa de satisfacción. - NO
LO HIZO.
Jieun rompió a llorar desconsoladamente de nuevo. Hyesung se la llevó
silenciosamente de la sala.
- Mama, - Jungkook miró a su madre con los ojos rojos, sudoroso e
histérico. - no se ha suicidado, lo han matado.
- Kookie…
- LO DIGO EN SERIO. ¡HYESUNG LO HA MATADO! ¡ME DIJO QUE IBA A HACERLO!
Su madre miró a su marido con pena en el rostro, y éste clavó la
expresión de tristeza.
- Sora, es normal… Está en shock. Necesita culpar a alguien. No te
preocupes, no me importa. - Susurró, sonriendo con suavidad. - Jungkook, puedes
culparme todo lo que quieras hasta que aceptes la realidad.
Jungkook sintió que toda su cordura abandonaba su cuerpo, especialmente
cuando saltó de la cama del hospital, abalanzándose sobre el cuello de su
padrastro, sin darle importancia a las agujas del suero y antiinflamatorios que
tenía clavadas y que le desgarraron el brazo a causa de la brusquedad del
movimiento.
- ¡HIJO DE PUTA! ¡DI LA VERDAD! ¡CONFIESA! - Rugía, mientras descargaba
sus puños en el rostro del marido de su madre. Los médicos se abalanzaron sobre
el joven, inmovilizándolo mientras Sora lloraba y corría a socorrer a su
marido. Lo ayudó a incorporarse sujetándolo por debajo de los brazos, y
mientras éste tosía sangre, Jungkook vio un atisbo de una sonrisa en su
rostro.- ¡TE VOY A MATAR! - Rugió de nuevo, escapándose de las seis manos que
lo sujetaban y, empujando a su madre a un lado, se abalanzó de nuevo sobre el
hombre, tirándolo de nuevo al suelo y sujetándolo del cuello de la camisa, con
los ojos inyectados en sangre y salivando. La furia le había tomado, ya no
quedaba nada civilizado en él, solamente puro instinto animal.
- ¡Jungkook, cálmate!- Gritó su madre desde el suelo, dolorida por la
caída. Los médicos no eran capaces de separarle de su padrastro por más de diez
segundos. El niño era rápido y tenía una fuerza inmensa causada por la
adrenalina. Ni siquiera sentía el dolor de su brazo sangrante o su hombro
dislocado.
Jungkook volvió a zafar a Hyesung por el cuello de la camisa,
asestándole un sonoro puñetazo en el rostro.
- ¡CONFIESA, PEDAZO DE MIERDA! - Rugía una y otra vez. - ¡DILES LO QUE
ME DIJISTE A MI! ¡PEDÓFILO! ¡ATRÉVETE A TOCARME AHORA! ¡ATREVETE! ¡ATRÉVETE Y
TE ARRANCO ESA PUTA SONRISA A MORDISCOS, HIJO DE PUTA!
Uno de los médicos llamó a una enfermera a por tranquilizantes para el
paciente, mientras los otros dos lo apartaron de Hyesung, uno atándole las
piernas con una de las sábanas y corriendo a hacer lo mismo con los brazos.
Sora miraba la escena, horrorizada. No entendía lo que estaba pasando,
ella también estaba destrozada por la muerte de Taehyung, pero la versión de
los forenses era clara. Taehyung se había suicidado tras consumir un exceso de
una popular droga entre la gente joven, y Jungkook había consumido también, por
eso le encontraron intentando ahorcarse en el apartamento de Taehyung.
Pasaron horas hasta que los médicos dejaron que la familia volviese a
ver a Jungkook.
Sora fue la primera, pero Jungkook no hablaba, solamente miraba por la
ventana y lloraba en silencio, por lo que la visita fue breve y se marchó a
casa a consolar a Jieun. Se fue tranquila, Hyesung se había ofrecido a pasar la
noche vigilando a Jungkook, por lo que si pasaba algo, ella sería la primera en
saberlo.
- Te dije que tomaría tiempo… No tenías que haberte puesto así. -
Susurró Hyesung desde el marco de la puerta. Las pupilas de Jungkook se
hicieron más pequeñas en cuanto esa voz atravesó sus tímpanos, pero no se giró
a mirarle. No era merecedor de su atención, no hasta que supiese cómo matarle.
Porque sí, pensaba matarle lenta y dolorosamente, con los peores métodos de
tortura que el mundo había visto desde la caza de brujas. - Pero pronto mis
heridas curarán, y las tuyas, y tu corazón vacío ahora me aceptará y podremos
estar juntos. Cuando aprendas a amarme ni te importará la ausencia de tu madre.
Jungkook sentía su sangre hervir, pero sabía que estaba siendo
provocado y no iba a caer en el juego. Tenía que ser más inteligente que él.
- ¿Quién te ha dicho que mi corazón está vacío? - Masculló. La sonrisa
de Hyesung se borró y su rostro se oscureció. - Está igual de lleno que antes.
Sigo amando a Taehyung como el primer día, y siempre lo haré. - Giró su cabeza
lentamente hasta que el objeto de su odio apareció en su campo de visión. - Y
como le dañes un solo pelo a mi madre, me da igual que me condenen a muerte,
pero pintaré mi habitación de rojo con tus tripas.
Hyesung sonrió.
- ¿Estás completamente seguro de que jamás me amarás?- Jungkook sonrió
también.
- Más seguro que de mi nombre.- Masculló entre dientes, con fiereza en
la mirada pero una sonrisa brillante.
Hyesung asintió.
- Esperemos a que salgas del hospital entonces.
Transcurrió una semana en la cual Jungkook no pronunció palabra alguna
a nadie. En su mente solamente tenía lugar la recreación de cómo pensaba matar
a ese hijo de puta que le había destrozado la vida. La policía no le creía, y
aunque había convencido a un doctor para que le hiciese un examen de agresión
sexual, no habían encontrado nada. Su padrastro había sido jodidamente
cuidadoso. Nadie le creía, nadie estaba de su lado.
El viernes siguiente, Jungkook recibió el alta, y su madre se había ido
a trabajar a Japón por dos días, por lo que Hyesung fue responsable de llevarle
a casa en el precioso Porsche Cayenne color bronce de su madre.
- ¿Cómo te sientes ahora? - Preguntó su padrastro, conduciendo al lado
del río. Jungkook le sonrió con frialdad.
- Sigo sabiéndome mi nombre, Hyesung.
- Algún día cambiarás de parecer.
- No lo haré.
- Tengo paciencia.
- Me la suda.
Hyesung le miró de reojo, y entonces entendió que Jungkook tenía razón.
El chico mantenía su mirada clavada en su rostro, las venas invadían sus ojos,
ahora únicamente rojos y marrones, sin blanco que los hiciese brillar. Sus
pupilas eran pequeñas, y solamente reflejaban odio y sed de venganza. Jungkook
no iba a cambiar, él no era su madre, y finalmente lo entendió.
- Vale. Lo entiendo. - Suspiró, haciendo una mueca de decepción.
Jungkook frunció el ceño.
- ¿Tan fácilmente?
- Sí. Entiendo algo de personalidades, ¿sabes? Soy psicólogo al fin y
al cabo. - Jungkook entrecerró los ojos, intentando leerle la mente a ese
psicópata, pero no fue capaz.- Pero eso no quiere decir que mis caprichos se
consuelen así como así.
Hyesung giró su rostro hacia el de Jungkook, y éste no puedo evitar
sentirse asustado al ver la expresión de locura que el hombre reflejaba en su
rostro. Los ojos muy abiertos, y la sonrisa más escalofriante que había visto
en su vida.
- ¿Qué diablos vas a hacer? - Susurró Jungkook, tragando saliva.
Hyesung no cambió ni un ápice su expresión, ni volvió a mirar a la carretera,
simplemente pisó el acelerador lo máximo posible y giró el coche con
brusquedad.
Jungkook gritó, pero todo era muy confuso. En sus ojos cerrados, justo
antes de que el coche se estrellase contra las verjas de un edificio, solamente
podía ver la cara de loco de ese hombre que había sido su padrastro por los
últimos años. Eso y su risa histérica resonando en sus tímpanos justo antes de
perder la consciencia.
- Si no eres mío, no serás de nadie… Kookie.
- Y entonces dijo: Si no soy suyo, no quiero ser de nadie. - Lloraba
Hyesung, arrodillado delante de Sora, que lloraba en la sala de espera del
quirófano, donde ahora mismo ninguno de los doctores daba ni un centavo por la
vida de su hijo. - Debí de haberlo visto venir y sentarle en el asiento de
atrás, Sora, lo siento. Quería darle un voto de confianza a nuestro hijo…
- No ha sido culpa tuya… - Lloraba desconsolada la pobre mujer,
abrazando a su marido con desesperación. - No es culpa de nadie.
Dentro del quirófano, un pitido constante inundó la sala.
- ¡Se nos va! ¡Transfusión, rápido! - Gritaba el cirujano jefe, pero
Jungkook ya se observaba a sí mismo con horror en el rostro.
- Qué hijo de puta…
¡No puedes hacerme esto! *se seca las lágrimas* ¡No puedes! ¡¡Me niego!!
ResponderEliminar¡Ni siquiera sé dónde dejé los pañuelos en el montón de cajas que tengo!
............
¡Están muertos! (casi) ¡Todos! (no todos) ¿¡Cómo demonios va a vengarse ahora!? ¿¡Cómo!?
Kookie~ Q^Q Tae~ Q^Q Nooooooooo TT^TT
Hyesung.............. Por el amor de los dioses, solo espero que en el infierno se la pasen pipa torturándole hasta la eternidad, iría hasta allí solo para unirme a la fiesta.
*cof* *cof* Suficiente descontrol por ahora…
Hablando racionalmente está precioso y hermoso y bello y totalmente cursi y triste y desolador *Polisíndetonmodeon* (?)
Los médicos parecen simpáticos, especialmente ese que no se guarda su opinión, me parece genial, aunque no sepa cómo se llama XD
Sora debería haberle prestado más atención a su hijo antes de que todo pasara, y tampoco debería tenerlo tan abandonado… no es una madre horrible, pero, buena madre tampoco es. Aunque me da pena, tiene depresión… (Pero sigue sin agradarme, sorry)
Qué curiosa es esa persona, la sombra, que siempre acompaña a Kookie, la parca, supongo… Interesante. Veré que pasa más adelante, me tiene intrigada.
Los recuerdos de Jungkook fueron hermosos, se nota que se querían mucho, desde que se conocieron hasta el final… incluso después del final… Q^Q
Ese primer beso fue tan tierno y los siguientes, en los que se nota que el amor que se tenían, solo iba creciendo en lugar de menguar… ojalá hubieran tenido más tiempo, podrían haber sido tan felices…… *novoyallorarnovoyallorarnovoyallorarnovoyallorar* Uhmm...… ¡Que cruel! ¡Se querían tanto! ¡Eran tan felices y tiernos! (No estoy llorando, déjame) ¡Realmente espero que… no sé, vuelvan a encontrarse por última vez. Solo una vez más, para despedirse como es debido… o algo.
Me has cogido desprevenida, no me esperaba que fuera TAN triste… pero está precioso de todas formas. Mis felicitaciones, como siempre, me encantó todo. <3 ¡Eres genial! :D
¿He leído capítulo uno? :’D ¡así que hay más! ¡Yeeeeey!
Gracias, esperaré el siguiente, (Espero haber encontrado los pañuelos para entonces)
Sé que tenía que comentar algo más, pero mi cerebro es un caos aún (por eso también mi comentario está tan raro… por eso y porque creo que tengo una sobredosis de cafeína en este momento XD No dormiré hoy... ), si me acuerdo me dejaré caer por aquí otra vez XD
¡Nos leemos!
Love you~~~<3
... Qué caótico todo xD
EliminarLos médicos son como conciencias por ahí xD Cada uno con la suya, por eso los nombres no son demasiado relevantes.
Sí, la parca coreana xD De ahí viene el título del fic (lo que está en coreano, obviamente)
TAN en mayúscula? D: Ay, sorry (?) xD
Sí, intentaré que sea un twoshot, pero me enrollo como las persianas, así que a ver...
CAFEINAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
Jajajaja besines~
Jajaja, perdona por el caos de comentario, culpa a la cafeína, me seduce y me deja así XD
EliminarPor lo visto si que se alarga el fic XD, por mi más que perfecto, más cosas tuyas que leer <3
Chuuu~~
Maldita y sensual cafeína (?)
Eliminar<3