26 de mayo de 2013

[MyungJong] You're not a monster.


Recuerdo... Recuerdo que yo llegaba a casa de una fiesta, nadie me acompañaba porque yo me había negado a que lo hicieran, y estaba buscando las llaves en el bolso cuando escuché unos pasos lentos, muy lentos, acercarse hacia a mí por detrás. No le di importancia y continué buscando las llaves.

- ¿Estás bien? - Escuché tu voz a mi espalda. Recuerdo que me diste un susto terrible. Me giré rápidamente y te observé, no te había visto en mi vida, pero no parecías peligroso, aunque sí algo raro. Llevabas puesta la capucha de una sudadera negra que te quedaba exageradamente grande y guardabas las manos en el bolsillo de ésta. Me fijé en que no parabas de mover las manos, pero tu rostro estaba muy tranquilo, demasiado.

- Estoy bien. - Te sonreí, creía que serías un vecino nuevo. - ¿Tienes llaves? No sé dónde las he metido... - Sonreíste con frialdad y negaste en silencio a mi pregunta. En ese momento ya me empecé a inquietar un poco. No creo ni que pasasen veinte segundos mirándonos en silencio hasta que sacaste rápidamente las manos del bolsillo y me colocaste un trapo con un olor fortísimo en la boca. Desde ahí, no recuerdo más hasta despertarme en un sitio muy oscuro. Olía a quirófano, a hospital, a nuevo... Afiné el oído pero no escuchaba nada más que sonidos metálicos a mi lado.

- ¿Ya te has despertado, cachorrito? - Cerré los ojos cuando me apuntaste con un foco muy potente que casi me ciega por completo. - Perdona... Le bajaré un poco la potencia.
Noté cómo bajaba la intensidad de la luz, y abrí los ojos. Allí estabas, sonriéndome con dulzura mientras sostenías con delicadeza un bisturí perfectamente limpio entre tus delgados y largos dedos. No podía pensar con claridad, me dolía mucho la cabeza y estaba mareado. Además, aún sentía el olor del trapo sobre mi piel y me nublaba la vista por momentos.

Tú, sin embargo, parecías muy feliz. Sonreías como un niño mientras limpiabas con absoluta pulcritud tus instrumentos metálicos. No entendía para qué los querías.

- ¿Dónde estoy? - Te pregunté al final, cuando fui capaz de articular alguna palabra. Te giraste de nuevo hacia mí, sin borrar la sonrisa, y me acariciaste la mejilla con la punta del bisturí. No recuerdo si llegaste a cortarme o no. Yo no cambié mi expresión, ni tú respondiste a mi pregunta, simplemente me desnudaste de cintura para arriba y con un rotulador empezaste a dibujar trazos sobre mi torso. Parecías impaciente, tu calma había desaparecido, y tu sonrisa dulce se había transformado en una mueca frustrada.

- ¿Qué ocurre? - No pregunté por el contexto, ni por lo que estaba sucediendo a mí alrededor. Pregunté por lo que te ocurría a ti. Me sentía extraño al verte sin tu sonrisa. Suspiraste ruidosamente y me miraste a los ojos con frialdad.

- ¿No tienes miedo? - Me preguntaste. Tu voz estaba entrecortada y respirabas agitadamente. Tu calma había desaparecido y yo lo podía notar. Eras muy transparente.

- ¿Miedo? ¿Por qué? - Te sonreí, intentando devolverte la calma que me mostraste al principio. La calma que me habías transmitido con solo una mirada. Sonreíste, parecías muy sorprendido por mis palabras, aunque yo no sabía por qué.

- Porque vas a morir... - Susurraste, acercándote a mi rostro con el bisturí. Tu sonrisa desapareció en cuanto yo volví a mostrarte la mía.

- Ah, ¿sí? Voy a morir, ¿eh? Vaya... - Suspiré y mantuve mi sonrisa. Tú para ese momento habías lanzado el bisturí a algún rincón oscuro del lugar al que mi borrosa vista no lograba llegar. Parecías furioso.

- ¡Tienes que tenerme miedo! ¡Tienes que gritar y llorar por auxilio! - Se arrodilló a mi lado. - ¿No temes a la muerte?

Negué con la cabeza y tú te incorporaste para desaparecer en la oscuridad, al igual que el bisturí.

- ¿Eso es todo lo que recuerdas? - Me callé al sentir sus labios en mi cuello y asentí, girándome hacia él.

- Así es. - Sus brazos rodearon mi cintura. Podía sentir sus manos acariciar mi espalda y cerré los ojos ante el agradable cosquilleo. - Después de eso lo único que recuerdo es despertarme en esta cama a la mañana siguiente, el olor del café y las tostadas y a ti sujetando una bandeja, sonriéndome y dándome los buenos días.

- Así que lo recuerdas todo bastante bien... - Me mordí el labio al sentir sus dientes en mi cuello. Llevé mis manos a su pelo, negro como la noche, para atraerle más hacia mí. - ¿Cuánto ha pasado ya? ¿Dos años?

Sonreí y le limpié una gota de sangre que tenía en el cuello. - Dos y medio. Aún no entiendo... ¿Por qué no me mataste?

Se separó de mí y me miró, tenía una sonrisa muy leve y unos ojos que mostraban dolor y sufrimiento de años atrás.

- Porque fuiste la primera persona que me miró como a un humano y  no como a un monstruo. - Susurró agachando la cabeza. Tomé sus manos y las besé. Aún estaban rojas y pegajosas por la sangre de la última de sus víctimas.

- No eres un monstruo. - Me miró con sus ojos, negros al igual que su cabello. - Myungsoo, eres bello, eres humano, y sientes y amas. No puedes ser un monstruo.

Su expresión de dolor se dulcificó y me sonrió. Estaba completamente loco por él. Loco, eso era lo que yo era, conviviendo con un asesino en serie. Todas las semanas, los sábados por la noche, Myungsoo volvía a casa llorando, cubierto de sangre desde la cabeza a los pies, agotado mental y físicamente, con moratones y arañazos de cuando las víctimas intentaban defenderse sin éxito. A mí me destrozaba verle así. Cómo sollozaba entre gritos desgarradores, cómo le gritaba a su propio reflejo en el espejo que era un monstruo, un animal... 

Pero él había sufrido muchísimo; siendo tan sólo un niño de siete años, fue abandonado por su padre tras ver cómo su madre era asesinada. Siempre me decía que a su madre eso fue lo mejor que le pudo pasar, mejor estar muerta que vivir una vida llena de palizas, violaciones e insultos... La vida que su padre le daba. Myungsoo no fue tratado mucho mejor por su padre, también era víctima de palizas brutales, aún hoy en día, a sus veinte años, conserva las cicatrices en su torso de las cuchilladas que su padre le asestaba. Cuando lo abandonó, sus futuras familias no lo trataron mejor. Lo ignoraban, no le alimentaban, lo hacían dormir en el jardín y no le dejaban ni entrar en la casa. Finalmente, tras pasar por cuatro casas de acogida, huyó para buscar su propia independencia con tan sólo quince años. Aprendió a vivir por su cuenta, a buscar la comida de donde fuese, a dormir en los lugares más lúgubres con tal de huir de la lluvia, pero no aprendió a canalizar el odio de años y años de desprecio.

Por eso, yo entendía en cierto modo el odio de Myungsoo hacia las personas. Asesinar era su adicción, su cocaína, no podía dejarla y no volverse loco. Recuerdo que las primeras veces, yo estaba asustadísimo al ver el estado en el que llegaba a casa. Muchas veces pensé en huir... Pero no podía. No podía dejarlo solo. Él era una criatura solitaria y frágil, necesitaba protección. Me había dicho a mí mismo mil veces que le ayudaría a superarlo, le ayudaría a dejar de matar a inocentes, y él siempre me prometía que lo haría. Pero al final, recaía.

Una vez, estuvo sin matar dos semanas, pero se hacía daño a sí mismo. Aún recuerdo cómo tuve que coserle yo mismo los puntos en el brazo porque se había dado una puñalada. Antes de verle perder la vida a él, prefería que se la quitase a otros. Las vidas de los demás no eran más que su alimento, para alimentar la vida que a él le habían quitado.

- ¿Qué te apetece comer? - Le pregunté incorporándome de la cama. Miré el calendario colgado de la pared y me estremecí. Era sábado. - Puedo ir a la compra, aún falta para que cierren las tiendas.
Me puse una bata y le observé en la cama, desnudo, las sábanas blancas con manchas rojas y su cuerpo ensangrentado por el líquido vital de otros. Me partía el alma. Muchas veces el sexo era la única manera de que Myungsoo no se volviese completamente loco y se suicidase en esas noches de llantos y gritos que tenía de vez en cuando. Cuando le preguntaba por qué le pasaba aquello, decía que era porque las caras de todas las personas a las que había asesinado venían a su cabeza.
- Algo que no te de trabajo, ¿vale? No eres mi esclavo y lo sabes. - También se incorporó y se puso una bata igual que la mía para venir a abrazarme a continuación.

- No soy tu esclavo, pero te quiero. - Negó con la cabeza y tomó mis manos, besándolas con cuidado, como si fuese a romperme. Muchas veces me sorprendía lo delicado que podía ser conmigo cuando un día estuvo a punto de abrirme en canal y desmembrarme.

- No me quieres Sungjong. No puedes quererme. He leído sobre esto, es una dependencia que las víctimas de los secuestros desarrollan. Se llama Síndrome de Estocolmo. Crees que me quieres, que tienes que estar a mi lado, pero en realidad no.

- Eres tonto. - Le pellizqué una mejilla y le di un beso tierno en los labios.- ¿Cuándo me has retenido tú aquí? Mi primera noche aquí me dijiste que me fuera, que no abriese la boca pero que me fuera, ¿o no? - Asintió acariciando una de mis manos, definiendo mis dedos con los suyos. - Pero no me fui. Porque quería quedarme a tu lado, porque no quería dejarte solo. ¿No lo recuerdas?

- Lo recuerdo... - Susurró.

- Además, yo también he leído y he escuchado hablar sobre ese síndrome. No soy un paleto, ¿sabes? Me gusta estar informado. Y te digo yo que te quiero, que no estoy loco y que te quiero.
Sonrió y asintió resignado.

- Está bien, Sungjong. Si tú lo dices, será cierto. Al fin y al cabo, siempre tienes razón.

- ¡Por supuesto que la tengo! - Ignoré la ironía que había puesto en su frase anterior y le di un fugaz beso en los labios, separándome de él y dirigiéndome a mi armario para vestirme e ir a la compra.

Me había acostumbrado a una vida de incógnito. Nunca íbamos a sitios demasiado transitados, ni a centros comerciales  o supermercados gigantes. No podíamos arriesgarnos, ni él ni yo. Aún no comprendía como después de dos años matando, todavía no había sido detenido y condenado a muerte. A mí, además, mi familia debía de estar buscándome aún...

Entré en una tienda pequeña, procuraba no ir mucho a ninguna en particular, así que visitaba la misma solamente una vez cada dos meses más o menos.

- Buenos días. - Saludé educadamente detrás de mis gafas de sol y la señora mayor que atendía detrás del mostrador me dedicó una sonrisa rápida. Parecía entretenida viendo las noticias.

- Hayan nuevas pistas sobre el asesino fantasma. - Me paré en seco y miré a la televisión rápidamente. Asesino fantasma era la forma por la que llamaban a Myungsoo, porque siempre dejaba el cuerpo sin dejar rastros ni pruebas en él. - El cuerpo desmembrado de la última víctima le ha dado esperanzas a la policía forense de Seúl. No han querido dar detalles a la prensa, pero sí que han dado un rayo de esperanza a los familiares de las más de sesenta víctimas que se ha cobrado este asesino. Queremos recordar a los ciudadanos el perfil del sujeto: Hablamos de un hombre joven, que anda sobre los veinte o veinticinco años de edad, conduce una furgoneta discreta donde lleva a cabo sus crímenes y no llama la atención en absoluto. Es muy discreto. De estatura mediana y complexión delgada.

Tragué saliva e intenté que el pánico no me controlara.

- Veinticinco años... - Desvié mi atención a la señora, que miraba la televisión con pena. - Veinticinco años y ya ha matado a más de sesenta personas. Es triste pensar qué se le pasara por la cabeza a ese chiquillo para actuar así...

Asentí, yo pensaba igual que la anciana mujer, pero yo sabía los motivos por os cuales Myungsoo era como era... Y aunque eso no le excusaba, ayudaba a comprender un poco más su cabeza.

Hice la compra y tras pagar, me despedí de la mujer que se empeñó en regalarme verduras de su huerto personal por ser un "jovenzuelo agradable y educado". Salí de la diminuta tienda y subí al coche. Myungsoo me había comprado uno de segunda mano hacía un año para que pudiese moverme con libertad a donde quisiese. Suspiré y lloré cuanto quise antes de encenderlo; necesitaba desahogarme. No es que no fuera feliz en casa de Myungsoo, al contrario, era tan feliz que me daba pánico pensar que algún día la policía aparecería por casa y lo abatirían a tiros. No quería ni pensarlo. Yo sabía que el día que Myungsoo muriera, yo moriría con él.  Me sequé las lágrimas cuando ya me hube cansado de llorar y me di unas palmaditas en las mejillas, dándome ánimos y coraje. Encendí el coche y puse un disco en la radio del coche, no iba a arriesgarme a escuchar de nuevo las noticias.

Iba completamente ensimismado al ritmo de la música cuando llegué a casa.

- He vuelto. - Deseaba con todas mis fuerzas que Myungsoo no hubiese visto la televisión.

- ¿Qué tal? ¿Has comprado mucho? - En seguida salió de nuestro cuarto con una sonrisa y se acercó a darme un beso de bienvenida.

- Muchísimo, y aún encima me han regalado verdura fresquita... Te voy a poner a dieta. - Reí al ver su cara de tristeza al escuchar la palabra "dieta". Jamás había visto a alguien que comiese tanto y con tanta alegría como mi querido novio, y lo mejor era que no engordaba ni un gramo. - Es broma cariño. Venga, coloca la compra.

No tardó en obedecerme, como de costumbre. A veces me pregunto quién tenía de criado a quién. Fui a nuestro cuarto a cambiarme de ropa y al salir se me cayó el alma a los pies. Myungsoo sostenía una bolsa de manzanas mientras observaba la televisión con las lágrimas rodando por sus mejillas y la boca medio abierta, inmóvil, como una estatua. Corrí hacia él y le arrebaté el mando para apagar las noticias en las que solamente se hablaba de él.

- Ya van más de sesenta... Más de sesenta... - Apenas se le entendía cuando hablaba, pero las lágrimas no paraba de salir por sus ojos que ni pestañeaban.

No sabía que decirle a eso, eran sus actos, era lo que él había hecho, pero no podía verle así. Le abracé rodeándole por la cintura y hundí mi rostro en su cuello dándole suaves besos.

- Está bien Myungsoo... Está bien... - Le susurraba entre besos mientras notaba como su cuerpo empezaba a temblar. Le acaricié las mejillas e hice que me mirase a los ojos. - No llores por esos preciosos ojos, ¿vale? - Le hablaba en susurros, intentando tranquilizarle, y por fin, con un dulce beso en los labios, sus temblores fueron disminuyendo hasta que le llevé al sofá y se desplomó sobre él. Me arrodillé ante él y le acaricié la frente mientras le susurraba muy suavemente. Con los años había aprendido que había que ser muy suave con él, era muy sensible y delicado... ¿Cómo podría dejarle solo?

- Dijeron... - Susurró con voz ahogada diez minutos después. - Dijeron que las familias están desesperadas...

- No pienses en eso... - Me recosté a su lado y acto seguido me rodeó con sus brazos, apretándome contra él de forma posesiva.

- Sungjong... - Murmuró.

- ¿Sí?

- ¿Qué hay de tu familia? ¿De tus amigos? ¿Por qué nunca has intentado volver con ellos? ¿Por qué sigues a mi lado si no soy digno de ti? - Las lágrimas caían incansables por sus preciosos ojos negros, pero él ya ni sollozaba, se había acostumbrado a llorar en silencio. Me acerqué a su rostro tras escuchar sus palabras y le besé los ojos, un beso suave en cada uno, empapándome los labios con sus lágrimas.

- Porque no los necesito, eran una panda de cretinos todos. A tu lado soy feliz, recibo el amor que nunca recibí, sonrío como nunca lo he hecho... Porque te quiero.

Nos quedamos en silencio unos minutos, cada uno rodeado por los brazos del otro.

- ¿Por qué dices que eran unos cretinos? - Lo susurró tan bajito que era apenas audible. Mi respiración parecía extremadamente ruidosa en comparación con su voz.

- Porque sí, no eres el único que ha tenido una vida dura, Myungsoo. La mía no es tan distinta de la tuya. - El corazón se me encogió un poco al recordar las palizas de mi padre, la imagen de mi madre borracha tirándome botellas vacías de whiskey y gritándome que le había hundido la vida, mi hermano ofreciéndome a sus camellos a cambio de conseguir un poco de droga, las palizas en el colegio o el desprecio de mis profesores. Pero Myungsoo no tenía que saber todo eso, o todavía se hundiría más. Me quería demasiado, sufriría tanto por mí que quizás incluso aumentasen sus asesinatos, y eso no lo iba a permitir.

- Por eso estás a mi lado, ¿no? Te sientes identificado. - Cerró los ojos dejando caer las últimas dos lágrimas.

- Eres imbécil.- Susurré. - ¿Por qué siempre tienes que buscar una razón por la cual yo esté aquí? ¡Estoy a tu lado porque te quiero, joder! ¡No porque me des pena, o porque me sienta identificado, o porque esté enfermo o porque tenga un síndrome! ¿No puedes aceptar que te quiera? - Abrió los ojos sorprendido ante mis repentinos gritos.

- No. - Respondió. - Soy incapaz de creerme que un ángel como tú pueda amar a un monstruo como yo, Sungjong. Es imposible.

Resoplé frustrado y le besé con fuerza. Le besé con tanta fuerza que pude sentir el sabor metálico de la sangre en mi boca, pero me daba igual, estaba acostumbrado. Prácticamente le arranqué su camiseta y me senté encima suya, quitándome la mía y sin darle tiempo a reaccionar a lo que estaba pasando.

- Myungsoo. - Le dije muy serio mientras desabrochaba su cinturón. - Vamos a hacer el amor, intuyo que eso lo habrás pillado. Pero ahora, vamos a hacerlo de verdad, porque te amo, y las personas que se aman es lo que hacen. Así, te voy a demostrar que te quiero, porque pareces no pillarlo de otra manera.

Tiré su cinturón lejos y volví a sus labios con ansias. No quería que tuviese ningún tipo de control sobre mí, esta vez le iba a demostrar yo mis sentimientos, y no al revés.

No tardamos en estar los dos completamente desnudos, yo me movía sobre él sin soltar sus labios en ningún momento. No le iba a dar la oportunidad de protestar. Los movimientos impacientes de sus caderas chocaban con los de las mías, Myungsoo pudo entrar y salir mil veces, pero ese día tardamos horas en llegar los dos al éxtasis. Había sido un día difícil. Me derrumbé completamente agotado encima de él e hice un esfuerzo sobrehumano para mirarle a la cara.

- ¿Qué? - Le pregunté. - Que tenga que hacer esto por lo menos una vez a la semana, y lo peor, que lo haya hecho durante dos largos años, tiene tela, ¿eh? Ya te vale.

Su respiración no era mucho mejor que la mía. Mi cabeza subía y bajaba sobre su pecho, pero finalmente le arranqué una sonrisa.

- Y medio... - Murmuró.

- ¿Qué?

- Dos años y medio...

Reí y le di un beso en los labios. Le amaba con toda mi alma.

- ¡Oye! - le grité desde la cocina. - No has recogido la compra, maldito vago... Hoy comes coliflor.
Sonreí con malicia al escuchar sus quejas desde el sofá mientras ponía agua a hervir. Por lo menos había conseguido distraerle un poco de su dolor. Mientras cocía la verdura y Myungsoo miraba con odio la olla hervir desde el sofá, yo abrí el libro que estaba leyendo en esos momentos: "Dr. Jekyll y Mr. Hyde". Había escogido ese libro porque tenía un ligero parecido con la vida que yo estaba viviendo... Myungsoo era mi Dr. Jekyll y mi Mr. Hyde.

Después de comer, y tras muchas protestas de Myungsoo, recogimos la mesa y decidimos ver una película. Ambos acabamos dormidos sobre el sofá y de la película no nos vimos ni el principio.

Me desperté un par de horas después, solo en el sofá. El estómago se me hizo un nudo, sabía de sobra que Myungsoo no estaría en casa. Eran las ocho de la tarde, estaba anocheciendo... Sabía a dónde había ido. Bueno, a dónde no, pero si lo que había ido a hacer. Suspiré y abracé un cojín, hundiendo en él la cara y ahogando ahí mis sollozos frustrados. Empezaba a creer que nunca salvaría a Myungsoo de él mismo, justo como en el libro que estaba leyendo.

No sé cuánto tiempo pasé sollozando en el cojín, pero finalmente me levanté del sofá. Eran las nueve y diez. No sabía qué hacer, me sentía inútil y enfadado. Me dirigí al baño y cambié las toallas por unas oscuras, cuando Myungsoo llegase cubierto de sangre, le daría un baño relajante y le secaría con esas toallas. También dejé medio preparada una lavadora para lavar su ropa, que a pesar de ser negra, la sangre también se olía. Mientras iba preparando la casa para la llegada de mi novio, las lágrimas iban cayendo. Me dolía tanto poder hacer tan solo eso... Solamente poder ayudarle a librarse de las pruebas...

Me dirigí finalmente a la cocina y me hice un té. Estaba tan nervioso que la taza estuvo a punto de caérseme tres veces a causa de los temblores que me sacudían de arriba a abajo. Jamás le había preguntado a Myungsoo sobre sus crímenes. Sabía que la furgoneta era el lugar donde los hacía, y las noticias me ayudaban a saber quién había sido esta vez y cómo había aparecido. Recuerdo las noticias de la joven de la semana pasada. Su torso desmembrado había aparecido tirado en el patio de su instituto, pero la cabeza en un campo de fútbol, una de las piernas en un parque cercano, una mano en el paseo al lado del río Han, pero las demás partes aún no habían sido halladas. Me preguntaba qué hacía Myungsoo con los trozos de personas que no aparecían jamás, aunque prefería no pensarlo. En las series policíacas que veía aprovechando que él no estaba en casa, los forenses siempre decían que los asesinos guardaban con ellos un trofeo del cuerpo... ¿Acaso Myungsoo hacía lo mismo? Claro que también decían que desmembraban por excitación sexual, y Myungsoo llegaba a casa de todo menos con ganas de sexo.

Suspiré, terminándome el té y sintiéndome un poco mejor. Decidí poner la televisión para pasar el rato... Myungsoo no llegaría hasta la madrugada.

- Noticia de última hora: Las autoridades y las fuerzas especiales de la policía de Seúl tienen rodeado el edificio SK, situado en pleno centro pues tienen al asesino fantasma acorralado dentro. Gracias a las pruebas de ADN que lograron extraer del último cadáver, se ha sabido que el asesino se llama Kim Myungsoo, de 22 años. Dicen que no tienen ningún rehén, y están intentando localizar el punto del edificio en el que se encuentra. Las autoridades afirman que no habrá piedad, si el joven no se entrega, entrarán ellos por la fuerza.

Miraba la televisión incrédulo. En ella aparecía la fotografía que Myungsoo llevaba en su documento de identidad y debajo su nombre y edad. No estaba alucinando, el momento que más temía había llegado, lo habían pillado.

- No... Es imposible... No... - Balbuceaba mientras escuchaba hablar al presentador y veía en directo cómo la policía enfocaba desde helicópteros el edificio, buscando por las ventanas al asesino. - ¡NO!

Me levanté, cogí las llaves del coche y salí corriendo. Lo puse en marcha, deseando que no se me calase el motor en aquel momento, y salí disparado a la máxima velocidad que aquel cacharro me permitía. Derrapaba en las carreteras, pero yo no hacía más que pisar el acelerador, tenía que llegar allí y llegar ya. No sé cuántos semáforos y stop me salté, pero tampoco me paró ningún policía.
- Normal... - Pensé. - Están todos intentando cargarse a Myungsoo....

Dejé el coche tirado una calle por detrás del edificio SK y corrí tanto como me permitían mis piernas hasta que empecé a ver los reflejos de las luces azules y rojas de los coches de la policía.
- No se puede pasar, lo siento. - Un policía me paró, agarrándome con fuerza mientras yo intentaba librarme desesperadamente de sus brazos.

- ¡Por favor, tengo que pasar! ¡Mi novio está en ese edificio!

- Lo sentimos, está cerrado el paso a civiles. Además, el edificio está vacío, solamente está dentro el criminal al que tenemos que arrestar.

- Y quién se cree usted que es mi novio, ¿eh? ¿Es usted imbécil? ¡DÉJEME PASAR! - Pataleaba en el aire mientras ese gorila me mantenía firmemente sujeto. - ¡MYUNGSOO! ¡MYUNGSOO!

Me ardía la garganta de los gritos, me la estaba desgarrando de cuajo, pero aún así apenas eran audibles por culpa de los helicópteros y las sirenas.

- ¡MYUNGSOO! - Yo lloraba y lloraba mientras gritaba, el policía me miraba con ojos descorazonados, pero aún así no me soltaba.- Por favor... por favor... No le hagan daño... - Estaba agotado de gritar y patalear, había usado todas mis fuerzas y el policía lo notó, dejándome arrodillado en el suelo, llorando desconsolado sin dejar de gritar su nombre.

- ¿Qué ocurre aquí? - Un hombre más alto que el que me había sujetado se acercó a nosotros.

- Capitán, este muchacho dice ser la pareja de el asesino.

- ¿La pareja? - Podía notar cómo me escaneaban con la mirada ambos. - Chico, ¿es eso cierto?

- Sí, señor. - Sollocé.

- Tengo una idea. - Se largó y yo le observé hablando con otro grupo de hombres, éstos trajeados, que también me observaron durante un rato y a continuación comenzaron a asentir y dar órdenes a los policías.

- Chico. - El capitán volvió y me ayudó a incorporarme. - Vas a entrar.

Le miré incrédulo, realmente creía que me estaba tomando el pelo, y me parecía la crueldad más grade del mundo.

Un soldado le trajo enseguida un megáfono que me dejó sordo al ser conectado.

- Kim Myungsoo, te habla la policía de Seúl. Tenemos a tu pareja. - El corazón se me encogió al tiempo que sentí cómo mis tímpanos se ponían al límite. Un soldado me preguntó mi nombre en un susurro y respondí. Le transmitieron al líder la información. - Lee Sungjong está con nosotros Myungsoo, vamos a dejar que entre.

Me dieron un empujón y antes de darme cuenta estaba enfrente del rascacielos, el cual tenía la puerta de cristal rota y por la cual me pude colar sin hacerme más que rasguños.

El lugar era realmente tétrico por dentro. La oscuridad, las huellas y manchas de sangre por el suelo, los cristales rotos...

- Sungjong... - Grité en la oscuridad al ver a Myungsoo en las escaleras principales, agachado, completamente camuflado en la oscuridad. Observé más atentamente, podía ver sus ojos llorosos, su cara estaba manchada de sangre y tenía arañazos, su sudadera tenía jirones que dejaban ver su piel, también ensangrentada. Corrí hacia él llorando, y me tiré encima de él colmándole el rostro de besos. La boca me sabía a sangre, y sentía los labios húmedos por ésta.

- Cariño... ¿Estás bien? Myungsoo, ¿estás herido? - Negó con la cabeza, pero su expresión de dolor me decía que sí. Me fijé entonces en su brazo, donde la sudadera estaba completamente rota y se veía una herida horrible que emanaba sangre; le habían disparado. Grité al verla y me apresuré a quitarme la chaqueta e intentar frenar la hemorragia.

- Myungsoo, amor mío, no cierres los ojos, ¿vale? - Intentaba mantener la calma pero no lo estaba haciendo muy bien. Myungsoo intentaba evitar que me diese una hipotermia e insistía con gestos que me pusiese la chaqueta. - ¡Que te estés quieto!

Le grité y él sonrió. - Hasta en estas situaciones me riñes... - Empezó a toser, y yo le miré preocupado.

- Te vas a poner bien... Ya verás... - Le acaricié el rostro. Tenía un corte profundo en la mejilla que tampoco dejaba de sangrar. - Ya verás... Todo va a salir bien, mañana estaremos en casa de nuevo. Te voy a hacer lasaña para comer, sé que te gusta mucho. Y también te haré una tarta... Que no me he olvidado de tu cumpleaños, bribón...

Apreté el torniquete que le había hecho con mi chaqueta en el brazo, causándole un grito de dolor desgarrador.

- Gracias Sungjong... - Susurró. Le ayudé a incorporarse al escuchar un aviso de la policía, no supe muy bien qué nos dijeron, pero decidimos automáticamente huir hacia uno de los pisos superiores.
- ¿Gracias por qué? - Prácticamente lo cargaba sobre mi espalda por los pasillos de oficinas del segundo piso. Estaba realmente débil, había perdido mucha sangre y las heridas tenían muy mal aspecto... Parecían infectadas y profundas.

- Porque siempre me sacas una sonrisa... - Gracias a la oscuridad, mis lágrimas no se podían ver, pero mi corazón se estaba muriendo. El final de aquello tenía muy mala pinta. - Ahora vete.
- ¿Qué? No digas tonterías, ¿quieres? - Se libró de mis brazos y le observé. Se tambaleaba y finalmente logró apoyarse en una pared.

- Jonggie... - Me estremecí al escucharle llamarme así. No lo hacía nunca. - Por favor, vete.
- No te voy a dejar solo. - La voz ya me temblaba por mi incesable llanto, y Myungsoo se escurrió por la pared hasta el suelo. No se aguantaba de pie.

- ¿No has escuchado a la policía? - Afiné el oído, y escuché una advertencia de tiempo. Recordaba vagamente que uno de los policías me había dicho que le tenía que convencer para entregarse pacíficamente.

- Myungsoo... - Me acerqué a su lado y me senté apoyando la cabeza en su hombro. - ¿Por qué no te entregas? Iremos a prisión los dos... Estaremos juntos...

Sentí sus caricias en mis mejillas y otro tierno beso. Cada vez me daba más la impresión de que cada beso se sentía como si fuese el último.

- Qué inocente eres... - Sonrió y suspiró. - Tú irás a prisión normal, alegarán que padeces ese síndrome que tanto odias que mencione, y no te caerá mucho... Pero yo, amor, seré condenado a pena de muerte. Me matarán en cuanto ponga un pie en la cárcel... ¿Es mejor morir libre o encarcelado?

Miraba a la nada mientras sonreía y sus lágrimas bañaban las mejillas, emborronando aún más la sangre, que ya se había secado y estaba de un color oscuro y sucio.

- Pero... Tendrás derecho a un juicio justo, Myungsoo. Podrás disculparte con todas las familias, aliviar un poco el dolor que sientes... - Le acaricié el pecho por encima de la ropa y me abracé a él, sollozando sobre su pecho. - Cadena perpetua no es condena a muerte.

Silencio. Guardó silencio durante unos minutos, hasta que tuvimos que incorporarnos como pudimos al escuchar a la policía irrumpir en el edificio. Se escuchaban cristales rotos y advertencias sobre nuestras vidas. Escuchábamos los pasos de los soldados pisándonos los talones.

- Jonggie, vete. Huye sin mí. Huye del país, no mires atrás... Puedes empezar desde cero en otro lugar, pero yo no... Por favor, vete. - Verle rogarme así me partió el alma, pero lo que hice fue empujarle dentro de la oficina que teníamos más próxima y cerrar la puerta. Eso no iba a hacer mucho, pero al menos nos daría unos minutos más. Necesitaba pensar algo rápidamente.

- Myungsoo... - Me arrodillé a su lado mientras escuchaba las voces de los soldados gritándonos al otro lado de la puerta. - Huyamos, huyamos juntos. Iremos a un hospital de algún pueblo pequeño, donde todavía no sepan de nosotros... Por favor... No me dejes solo.

Ambos nos abrazamos, fundiéndonos en un beso dulce y lento. Definitivamente, este sí que se sentía como el último de todos.

Le ayudé a incorporarse y atravesamos la enorme sala hasta la que era la salida de emergencia. A pesar de estar tan débil, reventó la cerradura con un pisapapeles que había a lado y la abrió.
- Vámonos juntos... - Le rogué mientras sentía cómo me empujaba fuera. Me aferré a su cuello volviendo a besarle. - Myungsoo, vámonos los dos.

Nos quedamos unos segundos mirándonos, en silencio, secando las lágrimas del otro y, finalmente, sonrió y asintió. Me dio la mano y me acompañó hasta la escalera de emergencia.
- Corre. - Fue lo único que me dijo antes de darme un fugaz beso y cerrar la puerta detrás de mí, quedándose él dentro.

- No... No... ¡NO!- Empecé a darle golpes con todas mis fuerzas a la puerta. - ¡NO! ¡MYUNGSOO! ¡NO! ¡ÁBREME LA PUERTA! ¡MYUNGSOO!

- Entréguese en los próximos diez segundos o abriremos fuego. - Escuché la voz del policía desde el pasillo a pesar de que las sirenas del exterior me estaban dejando sordo. - Diez... Nueve... Ocho...
- ¡MYUNGSOO! ¡ÁBREME! ¡QUE ME HABRAS LA PUERTA, MALDITO IMBÉCIL! - Intentaba con todas mis fuerzas echar la puerta abajo.

- Sungjong... - Escuché susurrar al otro lado. - Te quiero.
- Dos... Uno...

Se escuchó un golpe monstruoso: Primero se escuchó cómo tiraban la puerta abajo, y después, el sonido de los disparos.

- ¡NOOOOOOOOOOOOOO! ¡MYUNGSOO! ¡NOOOOO! - Gritaba y lloraba al otro lado de la puerta. Escuchaba las balas impactar contra el metal de ésta. - Myungsoo... - Me había quedado sin voz. Escuché a los policías informar a través de las radios que había abatido a Myungsoo, y yo, lloraba en silencio al otro lado de la puerta. Nadie vino a buscarme, nadie preguntó dónde estaba yo... Simplemente me quedé llorando en esas escaleras de incendios, murmurando una y otra vez su nombre, hasta que amaneció. El sol me acariciaba la piel, transmitiéndome una calidez que no era capaz de sentir. Tenía frío, mucho frío, pero no físico. Me sentía vacío, desnudo, herido, muerto... Bajaba lentamente las escaleras, una a una, parándome de vez en cuando sin motivo alguno. El vacío... es lo único que podía definir cómo me sentía en ese momento.

Finalmente, llegué a pisar la calle en la que se había quedado aparcado mi coche, pero no subí. Seguí caminando sin rumbo, con la mirada perdida, tambaleándome y escuchando gritos de terror a mi paso. Yo era un chico sucio, ensangrentado, que caminaba como muerto las calles... Era normal que gritasen. Yo también quería gritar, quería gritar tanto que la garganta me quemase, me ardiese, desapareciese en cenizas... Quería sentir dolor, el mismo dolor que sintió Myungsoo... El dolor que sintió de pequeño, de adolescente, cuando creció... Quería sentir lo mismo que él, sentir la sangre recorrer mis manos y mi cuerpo entero, el escozor y el dolor de un corte bien hecho, el bombeo de la sangre en las venas cuando sangras... Quería sentirlo.

Mientras caminaba en mis pensamientos, llegué a mi querido río Han. El río que siempre me abrazaba con los brazos abiertos, que me dejaba llorar en su hombro, que me escuchaba y me acunaba cuando necesitaba compañía... Caminé por uno de los puentes que lo atraviesan y me senté en la barandilla. Observaba atentamente cómo mis lágrimas caían, perdiéndose en el río, camuflándose. Al fin y al cabo ellas tampoco eran más que agua.

- Myungsoo... Tú siempre decías que las lágrimas limpian los signos de dolor que tenemos, para eso sirven... Eso decías... - Murmuré. - Me pregunto si... ¿estarás en el cielo o en el infierno? No te mereces ir al infierno, eras un ángel. ¿Dios es tan cruel que te haría ir al infierno por haber sufrido? Mientras matabas a esas personas... también te matabas a ti mismo, Myungsoo... No matabas tú, mataba tu dolor, que buscaba una vía de escape. ¿Merecías morir por eso? Al final fuiste un maldito egoísta... Me dejaste solo, cuando me prometiste que nunca lo harías... - Alcancé con la mano una botella de cristal vacía que estaba colocada afortunadamente a mi lado. - ¿Recuerdas cuando llorábamos juntos? Siempre te decía que si tu morías, yo moriría contigo... ¿Yo a dónde iré, Myungsoo? ¿Al cielo o al infierno? He sido cruel y egoísta, merezco el infierno, por dejarte morir solo, por no saber ayudarte... Merezco el más cruel de los castigos. - Reventé la botella contra la barandilla, creando cientos de trozos de cristal verde a mí alrededor. Tomé uno y lo acaricié, empapándolo de sangre al cortar mi piel con facilidad. - Sabes que no le temo a la muerte, Myungsoo... Porque la muerte trae calma, trae paz... ¿Lograremos estar en calma? ¿En paz? No lo lograré si no estoy a tu lado...

Cambié el cristal de mano y comencé a acariciar mis muñecas con él, mientras rastros muy delgados de sangre iban naciendo y escurriéndose por mi brazo, volviéndolo de un color rojo intenso.

- Muchas veces me preguntaste por qué no te había tenido miedo aquel día... El día que tendría que haber muerto en tus manos... Ahora te lo diré... Porque me parecías un ángel. Morir a manos de un ser tan bello, qué muerte más dulce... Moriré así por ti, porque morir así dicen que es la muerte más dulce...

Empezaba a marearme. En algún momento había sido rodeado de personas que murmuraban y llamaban a la policía que no daba llegado. Sonreí y me tambaleé un poco, pero conseguí incorporarme sobre la estrecha barandilla, mientras mis brazos goteaban más y más sangre.

- No le conocíais. - Le hablé a la multitud, que había empezado a sacar sus teléfonos móviles y me grababan con interés, como si fuese una atracción. - Vosotros no conocíais a Myungsoo, pero conocéis al asesino. Él era bueno, dulce, callado, delicado, sensible y tierno... y era un ser capaz de amar, no es el monstruo del que hablaban en la televisión. Siempre que asesinaba, volvía a casa llorando, se sentía culpable, tenía sentimientos, era humano, no un monstruo. - Mi vista se iba haciendo más y más borrosa, me mareaba, pero conseguía mantener de alguna forma el equilibro. - Y lo sentía mucho. Intentó dejar de matar pero no era capaz. Era adicto, pero él no tiene la culpa... Nadie le entendía. Nadie intentó entenderle ni ayudarle... ¡Todos vosotros tenéis la culpa! ¡Vosotros! - Había empezado a llorar, y les gritaba todas y cada una de las palabras a aquella panda de curiosos que me veían como a una atracción. Volví a girarme hacia ellos, solo un poco, para decirles las últimas palabras que le gustaría haber dicho a Myungsoo. - A todos los familiares, lo siento. Ambos lo sentimos. Esperamos que nos podáis perdonar algún día, que no nos odiéis...

Miré al amanecer, el sol ya estaba casi por completo fuera del horizonte, y la brillante esfera estaba casi completa emanando su luz naranja y rosa. Cerré los ojos en el momento en el que sentí que mi mente se desvanecía por completo. Perdí el conocimiento y caí. Sentía el aire contra mi cuerpo y gritos de horror a mi espalda por parte de aquellos payasos. Sonreí y tomé la mano de Myungsoo para irnos juntos, para siempre. "Te quiero."

-Aún no entiendo... ¿Por qué no me mataste?
- Porque fuiste la primera persona que me miró como a un humano y  no como a un monstruo.
- No eres un monstruo.

-FIN-

10 comentarios:

  1. Ame tus dos fanfic de INFINITE~ espero qe hagas muchos más!!!
    viva el myunjong <3 ;)

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  2. porque me haces llorar tanto???!!! ENSERIO AMO TUS FICS LOS AMO..INFINITE es mi grupo favorito y tu retratas muy bien sus personalidades, debo felicitar tu escritura me encanta tu redacción...sigue escribiendo fics de INFINITE

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    1. Me alegro que te gusten tanto!! ^^ También es el mío, junto a Big Bang :3
      Muchas gracias y espero que me sigas leyendo ;)

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  3. Me hiciste llorar demasiado TT^TT Enserio es de lo mas hermoso y triste que he leido

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  4. Hola~♥
    Primero que todo, déjame felicitarte. Tú manera de escribir me fascinó, me cautivó y me dejó perpleja hasta el punto de no poder parar de leer hasta hacer unas pausas para secar mis merecedoras lágrimas.
    Mi imaginación vuela, por cada palabra una acción y acto pasaba delante de mis ojos, y sonrisas transcurrían por mi rostro. En el transcurso imaginé una película, una muy buena, excelente, sin duda mis lágrimas rodaban por mis mejillas, esa tristeza que me causó fue horrible, esa sensación de vacío, dolor y sufrimiento.
    Al momento que Myung Soo dopó a Sung Jong pensé que lo iba abusar sexualmente de él, jamás por mi mente pasó que se tratase de la historia de un asesino en serie...
    La manera en que describías a Myung Soo fue genial, esa frialdad tan típica de él, o al menos la que hicieron que él construyera en la vida real, la humidad de su corazón y la tristeza con la que cargaba el día a día en el texto.
    Sung Jong, esa lealtad, ese amor tan incondicional que le entregó a Myung Soo. Su desgarrador esfuerzo para que la pesadilla terminara. La pesadilla de Myung Soo, su vida, que fue construida por los traumas que pasó durante su niñez y adoslencencia.
    Lo que más me descolocó fueron los gritos ensordecedores de SungJong al momento en que llegó al edificio donde cuartelaban a Myung Soo... Si bien eso fue terrible, el momento en que Myung Soo empujó a Sung Jong por las escaletas y cerró la puerta, los balazos, y el enterarse que habían acertado a su objetivo, realmente me descontrolé, mis lágrimas fluyeron de una manera increíble.
    El suicidio de Sung Jong fue lo mejor que podía pasar... Si bien, fue triste, desde que pasó la noticia del acuartelamiento de Myung Soo, hasta el final, lloré. Entre líneas también lo hice, pero con lo recién nombrado fue peor.
    Chica, repito, tu talento es inmenso, haces que el lector se concentre, que no dejes de leer por ningun segundo. Es adicto, así como los asesitanos cometidos por Myung Soo.
    Lamento lo largo que he escrito este Review, jamás había hecho uno:c. Para ser sincera, he leído menos de diez fan fics... Desde luego este ha sido muy precioso y rico literariamente.
    Leeré cada escritura que tienes aquí, y sigue así, ¡felicitaciones!♥

    Iba a publicar en Amor Yaoi, pero no puede, no sé que onda con los códigos>:c.

    -Saludos de Chile, octava región-.

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    1. Holaaa~ Perdona por el retraso en responder, aunque ya te respondí en Amor Yaoi, que al final parece ser que sí que se podía comentar... xD
      Bueno, lo que ya te dije por el otro lado... Que muchísimas gracias por leerlo, me alegro de que te gustase tanto y que espero verte en otro de mis posts~
      Saludos desde España~<3

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  5. Acabo de leer está historia y simplemente me encantó me hiciste amar aún más a esos dos chicos. Gracias por eso.

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    1. Me alegro muchísimo de que te gustase. Espero que le puedas echar un ojo al resto de los proyectos publicados y te gusten también.
      Un saludo y gracias a ti por leernos!

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