Recuerdo... Recuerdo
que yo llegaba a casa de una fiesta, nadie me acompañaba porque yo me había
negado a que lo hicieran, y estaba buscando las llaves en el bolso cuando
escuché unos pasos lentos, muy lentos, acercarse hacia a mí por detrás. No le
di importancia y continué buscando las llaves.
- ¿Estás bien? -
Escuché tu voz a mi espalda. Recuerdo que me diste un susto terrible. Me giré
rápidamente y te observé, no te había visto en mi vida, pero no parecías
peligroso, aunque sí algo raro. Llevabas puesta la capucha de una sudadera
negra que te quedaba exageradamente grande y guardabas las manos en el bolsillo
de ésta. Me fijé en que no parabas de mover las manos, pero tu rostro estaba
muy tranquilo, demasiado.
- Estoy bien. - Te
sonreí, creía que serías un vecino nuevo. - ¿Tienes llaves? No sé dónde las he
metido... - Sonreíste con frialdad y negaste en silencio a mi pregunta. En ese
momento ya me empecé a inquietar un poco. No creo ni que pasasen veinte
segundos mirándonos en silencio hasta que sacaste rápidamente las manos del
bolsillo y me colocaste un trapo con un olor fortísimo en la boca. Desde ahí,
no recuerdo más hasta despertarme en un sitio muy oscuro. Olía a quirófano, a
hospital, a nuevo... Afiné el oído pero no escuchaba nada más que sonidos
metálicos a mi lado.
- ¿Ya te has
despertado, cachorrito? - Cerré los ojos cuando me apuntaste con un foco muy
potente que casi me ciega por completo. - Perdona... Le bajaré un poco la
potencia.
Noté cómo bajaba la
intensidad de la luz, y abrí los ojos. Allí estabas, sonriéndome con dulzura
mientras sostenías con delicadeza un bisturí perfectamente limpio entre tus
delgados y largos dedos. No podía pensar con claridad, me dolía mucho la cabeza
y estaba mareado. Además, aún sentía el olor del trapo sobre mi piel y me
nublaba la vista por momentos.
Tú, sin embargo,
parecías muy feliz. Sonreías como un niño mientras limpiabas con absoluta
pulcritud tus instrumentos metálicos. No entendía para qué los querías.
- ¿Dónde estoy? - Te
pregunté al final, cuando fui capaz de articular alguna palabra. Te giraste de
nuevo hacia mí, sin borrar la sonrisa, y me acariciaste la mejilla con la punta
del bisturí. No recuerdo si llegaste a cortarme o no. Yo no cambié mi
expresión, ni tú respondiste a mi pregunta, simplemente me desnudaste de
cintura para arriba y con un rotulador empezaste a dibujar trazos sobre mi
torso. Parecías impaciente, tu calma había desaparecido, y tu sonrisa dulce se
había transformado en una mueca frustrada.
- ¿Qué ocurre? - No
pregunté por el contexto, ni por lo que estaba sucediendo a mí alrededor.
Pregunté por lo que te ocurría a ti. Me sentía extraño al verte sin tu sonrisa.
Suspiraste ruidosamente y me miraste a los ojos con frialdad.
- ¿No tienes miedo? -
Me preguntaste. Tu voz estaba entrecortada y respirabas agitadamente. Tu calma
había desaparecido y yo lo podía notar. Eras muy transparente.
- ¿Miedo? ¿Por qué? -
Te sonreí, intentando devolverte la calma que me mostraste al principio. La
calma que me habías transmitido con solo una mirada. Sonreíste, parecías muy
sorprendido por mis palabras, aunque yo no sabía por qué.
- Porque vas a
morir... - Susurraste, acercándote a mi rostro con el bisturí. Tu sonrisa desapareció
en cuanto yo volví a mostrarte la mía.
- Ah, ¿sí? Voy a
morir, ¿eh? Vaya... - Suspiré y mantuve mi sonrisa. Tú para ese momento habías
lanzado el bisturí a algún rincón oscuro del lugar al que mi borrosa vista no
lograba llegar. Parecías furioso.
- ¡Tienes que tenerme
miedo! ¡Tienes que gritar y llorar por auxilio! - Se arrodilló a mi lado. - ¿No
temes a la muerte?
Negué con la cabeza y
tú te incorporaste para desaparecer en la oscuridad, al igual que el bisturí.
- ¿Eso es todo lo que recuerdas? - Me callé al sentir sus
labios en mi cuello y asentí, girándome hacia él.
- Así es. - Sus brazos rodearon mi cintura. Podía sentir sus
manos acariciar mi espalda y cerré los ojos ante el agradable cosquilleo. -
Después de eso lo único que recuerdo es despertarme en esta cama a la mañana
siguiente, el olor del café y las tostadas y a ti sujetando una bandeja,
sonriéndome y dándome los buenos días.
- Así que lo recuerdas todo bastante bien... - Me mordí el
labio al sentir sus dientes en mi cuello. Llevé mis manos a su pelo, negro como
la noche, para atraerle más hacia mí. - ¿Cuánto ha pasado ya? ¿Dos años?
Sonreí y le limpié una gota de sangre que tenía en el
cuello. - Dos y medio. Aún no entiendo... ¿Por qué no me mataste?
Se separó de mí y me miró, tenía una sonrisa muy leve y unos
ojos que mostraban dolor y sufrimiento de años atrás.
- Porque fuiste la primera persona que me miró como a un
humano y no como a un monstruo. -
Susurró agachando la cabeza. Tomé sus manos y las besé. Aún estaban rojas y
pegajosas por la sangre de la última de sus víctimas.
- No eres un monstruo. - Me miró con sus ojos, negros al
igual que su cabello. - Myungsoo, eres bello, eres humano, y sientes y amas. No
puedes ser un monstruo.
Su expresión de dolor se dulcificó y me sonrió. Estaba
completamente loco por él. Loco, eso era lo que yo era, conviviendo con un
asesino en serie. Todas las semanas, los sábados por la noche, Myungsoo volvía
a casa llorando, cubierto de sangre desde la cabeza a los pies, agotado mental
y físicamente, con moratones y arañazos de cuando las víctimas intentaban
defenderse sin éxito. A mí me destrozaba verle así. Cómo sollozaba entre gritos
desgarradores, cómo le gritaba a su propio reflejo en el espejo que era un
monstruo, un animal...
Pero él había sufrido muchísimo; siendo tan sólo un niño de
siete años, fue abandonado por su padre tras ver cómo su madre era asesinada.
Siempre me decía que a su madre eso fue lo mejor que le pudo pasar, mejor estar
muerta que vivir una vida llena de palizas, violaciones e insultos... La vida
que su padre le daba. Myungsoo no fue tratado mucho mejor por su padre, también
era víctima de palizas brutales, aún hoy en día, a sus veinte años, conserva
las cicatrices en su torso de las cuchilladas que su padre le asestaba. Cuando
lo abandonó, sus futuras familias no lo trataron mejor. Lo ignoraban, no le
alimentaban, lo hacían dormir en el jardín y no le dejaban ni entrar en la
casa. Finalmente, tras pasar por cuatro casas de acogida, huyó para buscar su
propia independencia con tan sólo quince años. Aprendió a vivir por su cuenta,
a buscar la comida de donde fuese, a dormir en los lugares más lúgubres con tal
de huir de la lluvia, pero no aprendió a canalizar el odio de años y años de
desprecio.
Por eso, yo entendía en cierto modo el odio de Myungsoo
hacia las personas. Asesinar era su adicción, su cocaína, no podía dejarla y no
volverse loco. Recuerdo que las primeras veces, yo estaba asustadísimo al ver
el estado en el que llegaba a casa. Muchas veces pensé en huir... Pero no
podía. No podía dejarlo solo. Él era una criatura solitaria y frágil,
necesitaba protección. Me había dicho a mí mismo mil veces que le ayudaría a
superarlo, le ayudaría a dejar de matar a inocentes, y él siempre me prometía
que lo haría. Pero al final, recaía.
Una vez, estuvo sin matar dos semanas, pero se hacía daño a
sí mismo. Aún recuerdo cómo tuve que coserle yo mismo los puntos en el brazo
porque se había dado una puñalada. Antes de verle perder la vida a él, prefería
que se la quitase a otros. Las vidas de los demás no eran más que su alimento,
para alimentar la vida que a él le habían quitado.
- ¿Qué te apetece comer? - Le pregunté incorporándome de la
cama. Miré el calendario colgado de la pared y me estremecí. Era sábado. -
Puedo ir a la compra, aún falta para que cierren las tiendas.
Me puse una bata y le observé en la cama, desnudo, las
sábanas blancas con manchas rojas y su cuerpo ensangrentado por el líquido
vital de otros. Me partía el alma. Muchas veces el sexo era la única manera de
que Myungsoo no se volviese completamente loco y se suicidase en esas noches de
llantos y gritos que tenía de vez en cuando. Cuando le preguntaba por qué le
pasaba aquello, decía que era porque las caras de todas las personas a las que
había asesinado venían a su cabeza.
- Algo que no te de trabajo, ¿vale? No eres mi esclavo y lo
sabes. - También se incorporó y se puso una bata igual que la mía para venir a
abrazarme a continuación.
- No soy tu esclavo, pero te quiero. - Negó con la cabeza y
tomó mis manos, besándolas con cuidado, como si fuese a romperme. Muchas veces
me sorprendía lo delicado que podía ser conmigo cuando un día estuvo a punto de
abrirme en canal y desmembrarme.
- No me quieres Sungjong. No puedes quererme. He leído sobre
esto, es una dependencia que las víctimas de los secuestros desarrollan. Se
llama Síndrome de Estocolmo. Crees que me quieres, que tienes que estar a mi
lado, pero en realidad no.
- Eres tonto. - Le pellizqué una mejilla y le di un beso
tierno en los labios.- ¿Cuándo me has retenido tú aquí? Mi primera noche aquí
me dijiste que me fuera, que no abriese la boca pero que me fuera, ¿o no? -
Asintió acariciando una de mis manos, definiendo mis dedos con los suyos. -
Pero no me fui. Porque quería quedarme a tu lado, porque no quería dejarte
solo. ¿No lo recuerdas?
- Lo recuerdo... - Susurró.
- Además, yo también he leído y he escuchado hablar sobre
ese síndrome. No soy un paleto, ¿sabes? Me gusta estar informado. Y te digo yo
que te quiero, que no estoy loco y que te quiero.
Sonrió y asintió resignado.
- Está bien, Sungjong. Si tú lo dices, será cierto. Al fin y
al cabo, siempre tienes razón.
- ¡Por supuesto que la tengo! - Ignoré la ironía que había
puesto en su frase anterior y le di un fugaz beso en los labios, separándome de
él y dirigiéndome a mi armario para vestirme e ir a la compra.
Me había acostumbrado a una vida de incógnito. Nunca íbamos
a sitios demasiado transitados, ni a centros comerciales o supermercados gigantes. No podíamos
arriesgarnos, ni él ni yo. Aún no comprendía como después de dos años matando,
todavía no había sido detenido y condenado a muerte. A mí, además, mi familia
debía de estar buscándome aún...
Entré en una tienda pequeña, procuraba no ir mucho a ninguna
en particular, así que visitaba la misma solamente una vez cada dos meses más o
menos.
- Buenos días. - Saludé educadamente detrás de mis gafas de
sol y la señora mayor que atendía detrás del mostrador me dedicó una sonrisa
rápida. Parecía entretenida viendo las noticias.
- Hayan nuevas pistas
sobre el asesino fantasma. - Me paré en seco y miré a la televisión
rápidamente. Asesino fantasma era la forma por la que llamaban a Myungsoo,
porque siempre dejaba el cuerpo sin dejar rastros ni pruebas en él. - El cuerpo desmembrado de la última víctima
le ha dado esperanzas a la policía forense de Seúl. No han querido dar detalles
a la prensa, pero sí que han dado un rayo de esperanza a los familiares de las
más de sesenta víctimas que se ha cobrado este asesino. Queremos recordar a los
ciudadanos el perfil del sujeto: Hablamos de un hombre joven, que anda sobre
los veinte o veinticinco años de edad, conduce una furgoneta discreta donde
lleva a cabo sus crímenes y no llama la atención en absoluto. Es muy discreto.
De estatura mediana y complexión delgada.
Tragué saliva e intenté que el pánico no me controlara.
- Veinticinco años... - Desvié mi atención a la señora, que
miraba la televisión con pena. - Veinticinco años y ya ha matado a más de
sesenta personas. Es triste pensar qué se le pasara por la cabeza a ese
chiquillo para actuar así...
Asentí, yo pensaba igual que la anciana mujer, pero yo sabía
los motivos por os cuales Myungsoo era como era... Y aunque eso no le excusaba,
ayudaba a comprender un poco más su cabeza.
Hice la compra y tras pagar, me despedí de la mujer que se
empeñó en regalarme verduras de su huerto personal por ser un "jovenzuelo
agradable y educado". Salí de la diminuta tienda y subí al coche. Myungsoo
me había comprado uno de segunda mano hacía un año para que pudiese moverme con
libertad a donde quisiese. Suspiré y lloré cuanto quise antes de encenderlo;
necesitaba desahogarme. No es que no fuera feliz en casa de Myungsoo, al
contrario, era tan feliz que me daba pánico pensar que algún día la policía
aparecería por casa y lo abatirían a tiros. No quería ni pensarlo. Yo sabía que
el día que Myungsoo muriera, yo moriría con él. Me sequé las lágrimas cuando ya me hube
cansado de llorar y me di unas palmaditas en las mejillas, dándome ánimos y
coraje. Encendí el coche y puse un disco en la radio del coche, no iba a
arriesgarme a escuchar de nuevo las noticias.
Iba completamente ensimismado al ritmo de la música cuando
llegué a casa.
- He vuelto. - Deseaba con todas mis fuerzas que Myungsoo no
hubiese visto la televisión.
- ¿Qué tal? ¿Has comprado mucho? - En seguida salió de
nuestro cuarto con una sonrisa y se acercó a darme un beso de bienvenida.
- Muchísimo, y aún encima me han regalado verdura
fresquita... Te voy a poner a dieta. - Reí al ver su cara de tristeza al
escuchar la palabra "dieta". Jamás había visto a alguien que comiese
tanto y con tanta alegría como mi querido novio, y lo mejor era que no engordaba
ni un gramo. - Es broma cariño. Venga, coloca la compra.
No tardó en obedecerme, como de costumbre. A veces me
pregunto quién tenía de criado a quién. Fui a nuestro cuarto a cambiarme de
ropa y al salir se me cayó el alma a los pies. Myungsoo sostenía una bolsa de
manzanas mientras observaba la televisión con las lágrimas rodando por sus
mejillas y la boca medio abierta, inmóvil, como una estatua. Corrí hacia él y
le arrebaté el mando para apagar las noticias en las que solamente se hablaba
de él.
- Ya van más de sesenta... Más de sesenta... - Apenas se le
entendía cuando hablaba, pero las lágrimas no paraba de salir por sus ojos que
ni pestañeaban.
No sabía que decirle a eso, eran sus actos, era lo que él
había hecho, pero no podía verle así. Le abracé rodeándole por la cintura y
hundí mi rostro en su cuello dándole suaves besos.
- Está bien Myungsoo... Está bien... - Le susurraba entre
besos mientras notaba como su cuerpo empezaba a temblar. Le acaricié las
mejillas e hice que me mirase a los ojos. - No llores por esos preciosos ojos,
¿vale? - Le hablaba en susurros, intentando tranquilizarle, y por fin, con un
dulce beso en los labios, sus temblores fueron disminuyendo hasta que le llevé
al sofá y se desplomó sobre él. Me arrodillé ante él y le acaricié la frente
mientras le susurraba muy suavemente. Con los años había aprendido que había
que ser muy suave con él, era muy sensible y delicado... ¿Cómo podría dejarle
solo?
- Dijeron... - Susurró con voz ahogada diez minutos después.
- Dijeron que las familias están desesperadas...
- No pienses en eso... - Me recosté a su lado y acto seguido
me rodeó con sus brazos, apretándome contra él de forma posesiva.
- Sungjong... - Murmuró.
- ¿Sí?
- ¿Qué hay de tu familia? ¿De tus amigos? ¿Por qué nunca has
intentado volver con ellos? ¿Por qué sigues a mi lado si no soy digno de ti? -
Las lágrimas caían incansables por sus preciosos ojos negros, pero él ya ni
sollozaba, se había acostumbrado a llorar en silencio. Me acerqué a su rostro
tras escuchar sus palabras y le besé los ojos, un beso suave en cada uno,
empapándome los labios con sus lágrimas.
- Porque no los necesito, eran una panda de cretinos todos.
A tu lado soy feliz, recibo el amor que nunca recibí, sonrío como nunca lo he
hecho... Porque te quiero.
Nos quedamos en silencio unos minutos, cada uno rodeado por
los brazos del otro.
- ¿Por qué dices que eran unos cretinos? - Lo susurró tan
bajito que era apenas audible. Mi respiración parecía extremadamente ruidosa en
comparación con su voz.
- Porque sí, no eres el único que ha tenido una vida dura,
Myungsoo. La mía no es tan distinta de la tuya. - El corazón se me encogió un
poco al recordar las palizas de mi padre, la imagen de mi madre borracha
tirándome botellas vacías de whiskey y gritándome que le había hundido la vida,
mi hermano ofreciéndome a sus camellos a cambio de conseguir un poco de droga,
las palizas en el colegio o el desprecio de mis profesores. Pero Myungsoo no
tenía que saber todo eso, o todavía se hundiría más. Me quería demasiado,
sufriría tanto por mí que quizás incluso aumentasen sus asesinatos, y eso no lo
iba a permitir.
- Por eso estás a mi lado, ¿no? Te sientes identificado. -
Cerró los ojos dejando caer las últimas dos lágrimas.
- Eres imbécil.- Susurré. - ¿Por qué siempre tienes que
buscar una razón por la cual yo esté aquí? ¡Estoy a tu lado porque te quiero,
joder! ¡No porque me des pena, o porque me sienta identificado, o porque esté
enfermo o porque tenga un síndrome! ¿No puedes aceptar que te quiera? - Abrió los
ojos sorprendido ante mis repentinos gritos.
- No. - Respondió. - Soy incapaz de creerme que un ángel
como tú pueda amar a un monstruo como yo, Sungjong. Es imposible.
Resoplé frustrado y le besé con fuerza. Le besé con tanta
fuerza que pude sentir el sabor metálico de la sangre en mi boca, pero me daba
igual, estaba acostumbrado. Prácticamente le arranqué su camiseta y me senté
encima suya, quitándome la mía y sin darle tiempo a reaccionar a lo que estaba
pasando.
- Myungsoo. - Le dije muy serio mientras desabrochaba su
cinturón. - Vamos a hacer el amor, intuyo que eso lo habrás pillado. Pero
ahora, vamos a hacerlo de verdad, porque te amo, y las personas que se aman es
lo que hacen. Así, te voy a demostrar que te quiero, porque pareces no pillarlo
de otra manera.
Tiré su cinturón lejos y volví a sus labios con ansias. No
quería que tuviese ningún tipo de control sobre mí, esta vez le iba a demostrar
yo mis sentimientos, y no al revés.
No tardamos en estar los dos completamente desnudos, yo me
movía sobre él sin soltar sus labios en ningún momento. No le iba a dar la
oportunidad de protestar. Los movimientos impacientes de sus caderas chocaban
con los de las mías, Myungsoo pudo entrar y salir mil veces, pero ese día tardamos
horas en llegar los dos al éxtasis. Había sido un día difícil. Me derrumbé
completamente agotado encima de él e hice un esfuerzo sobrehumano para mirarle
a la cara.
- ¿Qué? - Le pregunté. - Que tenga que hacer esto por lo
menos una vez a la semana, y lo peor, que lo haya hecho durante dos largos
años, tiene tela, ¿eh? Ya te vale.
Su respiración no era mucho mejor que la mía. Mi cabeza
subía y bajaba sobre su pecho, pero finalmente le arranqué una sonrisa.
- Y medio... - Murmuró.
- ¿Qué?
- Dos años y medio...
Reí y le di un beso en los labios. Le amaba con toda mi
alma.
- ¡Oye! - le grité desde la cocina. - No has recogido la compra,
maldito vago... Hoy comes coliflor.
Sonreí con malicia al escuchar sus quejas desde el sofá
mientras ponía agua a hervir. Por lo menos había conseguido distraerle un poco
de su dolor. Mientras cocía la verdura y Myungsoo miraba con odio la olla
hervir desde el sofá, yo abrí el libro que estaba leyendo en esos momentos:
"Dr. Jekyll y Mr. Hyde".
Había escogido ese libro porque tenía un ligero parecido con la vida que yo
estaba viviendo... Myungsoo era mi Dr. Jekyll y mi Mr. Hyde.
Después de comer, y tras muchas protestas de Myungsoo,
recogimos la mesa y decidimos ver una película. Ambos acabamos dormidos sobre
el sofá y de la película no nos vimos ni el principio.
Me desperté un par de horas después, solo en el sofá. El
estómago se me hizo un nudo, sabía de sobra que Myungsoo no estaría en casa.
Eran las ocho de la tarde, estaba anocheciendo... Sabía a dónde había ido.
Bueno, a dónde no, pero si lo que había ido a hacer. Suspiré y abracé un cojín,
hundiendo en él la cara y ahogando ahí mis sollozos frustrados. Empezaba a
creer que nunca salvaría a Myungsoo de él mismo, justo como en el libro que
estaba leyendo.
No sé cuánto tiempo pasé sollozando en el cojín, pero
finalmente me levanté del sofá. Eran las nueve y diez. No sabía qué hacer, me sentía
inútil y enfadado. Me dirigí al baño y cambié las toallas por unas oscuras,
cuando Myungsoo llegase cubierto de sangre, le daría un baño relajante y le secaría
con esas toallas. También dejé medio preparada una lavadora para lavar su ropa,
que a pesar de ser negra, la sangre también se olía. Mientras iba preparando la
casa para la llegada de mi novio, las lágrimas iban cayendo. Me dolía tanto
poder hacer tan solo eso... Solamente poder ayudarle a librarse de las
pruebas...
Me dirigí finalmente a la cocina y me hice un té. Estaba tan
nervioso que la taza estuvo a punto de caérseme tres veces a causa de los
temblores que me sacudían de arriba a abajo. Jamás le había preguntado a
Myungsoo sobre sus crímenes. Sabía que la furgoneta era el lugar donde los
hacía, y las noticias me ayudaban a saber quién había sido esta vez y cómo
había aparecido. Recuerdo las noticias de la joven de la semana pasada. Su
torso desmembrado había aparecido tirado en el patio de su instituto, pero la
cabeza en un campo de fútbol, una de las piernas en un parque cercano, una mano
en el paseo al lado del río Han, pero las demás partes aún no habían sido halladas.
Me preguntaba qué hacía Myungsoo con los trozos de personas que no aparecían
jamás, aunque prefería no pensarlo. En las series policíacas que veía
aprovechando que él no estaba en casa, los forenses siempre decían que los
asesinos guardaban con ellos un trofeo del cuerpo... ¿Acaso Myungsoo hacía lo
mismo? Claro que también decían que desmembraban por excitación sexual, y
Myungsoo llegaba a casa de todo menos con ganas de sexo.
Suspiré, terminándome el té y sintiéndome un poco mejor.
Decidí poner la televisión para pasar el rato... Myungsoo no llegaría hasta la
madrugada.
- Noticia de última
hora: Las autoridades y las fuerzas especiales de la policía de Seúl tienen
rodeado el edificio SK, situado en pleno centro pues tienen al asesino fantasma
acorralado dentro. Gracias a las pruebas de ADN que lograron extraer del último
cadáver, se ha sabido que el asesino se llama Kim Myungsoo, de 22 años. Dicen
que no tienen ningún rehén, y están intentando localizar el punto del edificio
en el que se encuentra. Las autoridades afirman que no habrá piedad, si el
joven no se entrega, entrarán ellos por la fuerza.
Miraba la televisión incrédulo. En ella aparecía la
fotografía que Myungsoo llevaba en su documento de identidad y debajo su nombre
y edad. No estaba alucinando, el momento que más temía había llegado, lo habían
pillado.
- No... Es imposible... No... - Balbuceaba mientras
escuchaba hablar al presentador y veía en directo cómo la policía enfocaba
desde helicópteros el edificio, buscando por las ventanas al asesino. - ¡NO!
Me levanté, cogí las llaves del coche y salí corriendo. Lo
puse en marcha, deseando que no se me calase el motor en aquel momento, y salí
disparado a la máxima velocidad que aquel cacharro me permitía. Derrapaba en
las carreteras, pero yo no hacía más que pisar el acelerador, tenía que llegar
allí y llegar ya. No sé cuántos semáforos y stop
me salté, pero tampoco me paró ningún policía.
- Normal... - Pensé. - Están todos intentando cargarse a
Myungsoo....
Dejé el coche tirado una calle por detrás del edificio SK y
corrí tanto como me permitían mis piernas hasta que empecé a ver los reflejos
de las luces azules y rojas de los coches de la policía.
- No se puede pasar, lo siento. - Un policía me paró,
agarrándome con fuerza mientras yo intentaba librarme desesperadamente de sus
brazos.
- ¡Por favor, tengo que pasar! ¡Mi novio está en ese
edificio!
- Lo sentimos, está cerrado el paso a civiles. Además, el
edificio está vacío, solamente está dentro el criminal al que tenemos que
arrestar.
- Y quién se cree usted que es mi novio, ¿eh? ¿Es usted
imbécil? ¡DÉJEME PASAR! - Pataleaba en el aire mientras ese gorila me mantenía
firmemente sujeto. - ¡MYUNGSOO! ¡MYUNGSOO!
Me ardía la garganta de los gritos, me la estaba desgarrando
de cuajo, pero aún así apenas eran audibles por culpa de los helicópteros y las
sirenas.
- ¡MYUNGSOO! - Yo lloraba y lloraba mientras gritaba, el
policía me miraba con ojos descorazonados, pero aún así no me soltaba.- Por
favor... por favor... No le hagan daño... - Estaba agotado de gritar y
patalear, había usado todas mis fuerzas y el policía lo notó, dejándome
arrodillado en el suelo, llorando desconsolado sin dejar de gritar su nombre.
- ¿Qué ocurre aquí? - Un hombre más alto que el que me había
sujetado se acercó a nosotros.
- Capitán, este muchacho dice ser la pareja de el asesino.
- ¿La pareja? - Podía notar cómo me escaneaban con la mirada
ambos. - Chico, ¿es eso cierto?
- Sí, señor. - Sollocé.
- Tengo una idea. - Se largó y yo le observé hablando con
otro grupo de hombres, éstos trajeados, que también me observaron durante un
rato y a continuación comenzaron a asentir y dar órdenes a los policías.
- Chico. - El capitán volvió y me ayudó a incorporarme. -
Vas a entrar.
Le miré incrédulo, realmente creía que me estaba tomando el
pelo, y me parecía la crueldad más grade del mundo.
Un soldado le trajo enseguida un megáfono que me dejó sordo
al ser conectado.
- Kim Myungsoo, te habla la policía de Seúl. Tenemos a tu
pareja. - El corazón se me encogió al tiempo que sentí cómo mis tímpanos se
ponían al límite. Un soldado me preguntó mi nombre en un susurro y respondí. Le
transmitieron al líder la información. - Lee Sungjong está con nosotros
Myungsoo, vamos a dejar que entre.
Me dieron un empujón y antes de darme cuenta estaba enfrente
del rascacielos, el cual tenía la puerta de cristal rota y por la cual me pude
colar sin hacerme más que rasguños.
El lugar era realmente tétrico por dentro. La oscuridad, las
huellas y manchas de sangre por el suelo, los cristales rotos...
- Sungjong... - Grité en la oscuridad al ver a Myungsoo en
las escaleras principales, agachado, completamente camuflado en la oscuridad.
Observé más atentamente, podía ver sus ojos llorosos, su cara estaba manchada
de sangre y tenía arañazos, su sudadera tenía jirones que dejaban ver su piel,
también ensangrentada. Corrí hacia él llorando, y me tiré encima de él
colmándole el rostro de besos. La boca me sabía a sangre, y sentía los labios
húmedos por ésta.
- Cariño... ¿Estás bien? Myungsoo, ¿estás herido? - Negó con
la cabeza, pero su expresión de dolor me decía que sí. Me fijé entonces en su
brazo, donde la sudadera estaba completamente rota y se veía una herida
horrible que emanaba sangre; le habían disparado. Grité al verla y me apresuré
a quitarme la chaqueta e intentar frenar la hemorragia.
- Myungsoo, amor mío, no cierres los ojos, ¿vale? -
Intentaba mantener la calma pero no lo estaba haciendo muy bien. Myungsoo
intentaba evitar que me diese una hipotermia e insistía con gestos que me pusiese
la chaqueta. - ¡Que te estés quieto!
Le grité y él sonrió. - Hasta en estas situaciones me
riñes... - Empezó a toser, y yo le miré preocupado.
- Te vas a poner bien... Ya verás... - Le acaricié el
rostro. Tenía un corte profundo en la mejilla que tampoco dejaba de sangrar. -
Ya verás... Todo va a salir bien, mañana estaremos en casa de nuevo. Te voy a
hacer lasaña para comer, sé que te gusta mucho. Y también te haré una tarta...
Que no me he olvidado de tu cumpleaños, bribón...
Apreté el torniquete que le había hecho con mi chaqueta en
el brazo, causándole un grito de dolor desgarrador.
- Gracias Sungjong... - Susurró. Le ayudé a incorporarse al
escuchar un aviso de la policía, no supe muy bien qué nos dijeron, pero
decidimos automáticamente huir hacia uno de los pisos superiores.
- ¿Gracias por qué? - Prácticamente lo cargaba sobre mi
espalda por los pasillos de oficinas del segundo piso. Estaba realmente débil,
había perdido mucha sangre y las heridas tenían muy mal aspecto... Parecían
infectadas y profundas.
- Porque siempre me sacas una sonrisa... - Gracias a la
oscuridad, mis lágrimas no se podían ver, pero mi corazón se estaba muriendo.
El final de aquello tenía muy mala pinta. - Ahora vete.
- ¿Qué? No digas tonterías, ¿quieres? - Se libró de mis
brazos y le observé. Se tambaleaba y finalmente logró apoyarse en una pared.
- Jonggie... - Me estremecí al escucharle llamarme así. No
lo hacía nunca. - Por favor, vete.
- No te voy a dejar solo. - La voz ya me temblaba por mi
incesable llanto, y Myungsoo se escurrió por la pared hasta el suelo. No se
aguantaba de pie.
- ¿No has escuchado a la policía? - Afiné el oído, y escuché
una advertencia de tiempo. Recordaba vagamente que uno de los policías me había
dicho que le tenía que convencer para entregarse pacíficamente.
- Myungsoo... - Me acerqué a su lado y me senté apoyando la
cabeza en su hombro. - ¿Por qué no te entregas? Iremos a prisión los dos...
Estaremos juntos...
Sentí sus caricias en mis mejillas y otro tierno beso. Cada
vez me daba más la impresión de que cada beso se sentía como si fuese el
último.
- Qué inocente eres... - Sonrió y suspiró. - Tú irás a
prisión normal, alegarán que padeces ese síndrome que tanto odias que mencione,
y no te caerá mucho... Pero yo, amor, seré condenado a pena de muerte. Me
matarán en cuanto ponga un pie en la cárcel... ¿Es mejor morir libre o
encarcelado?
Miraba a la nada mientras sonreía y sus lágrimas bañaban las
mejillas, emborronando aún más la sangre, que ya se había secado y estaba de un
color oscuro y sucio.
- Pero... Tendrás derecho a un juicio justo, Myungsoo.
Podrás disculparte con todas las familias, aliviar un poco el dolor que
sientes... - Le acaricié el pecho por encima de la ropa y me abracé a él,
sollozando sobre su pecho. - Cadena perpetua no es condena a muerte.
Silencio. Guardó silencio durante unos minutos, hasta que
tuvimos que incorporarnos como pudimos al escuchar a la policía irrumpir en el
edificio. Se escuchaban cristales rotos y advertencias sobre nuestras vidas.
Escuchábamos los pasos de los soldados pisándonos los talones.
- Jonggie, vete. Huye sin mí. Huye del país, no mires
atrás... Puedes empezar desde cero en otro lugar, pero yo no... Por favor,
vete. - Verle rogarme así me partió el alma, pero lo que hice fue empujarle
dentro de la oficina que teníamos más próxima y cerrar la puerta. Eso no iba a
hacer mucho, pero al menos nos daría unos minutos más. Necesitaba pensar algo
rápidamente.
- Myungsoo... - Me arrodillé a su lado mientras escuchaba
las voces de los soldados gritándonos al otro lado de la puerta. - Huyamos,
huyamos juntos. Iremos a un hospital de algún pueblo pequeño, donde todavía no
sepan de nosotros... Por favor... No me dejes solo.
Ambos nos abrazamos, fundiéndonos en un beso dulce y lento.
Definitivamente, este sí que se sentía como el último de todos.
Le ayudé a incorporarse y atravesamos la enorme sala hasta
la que era la salida de emergencia. A pesar de estar tan débil, reventó la
cerradura con un pisapapeles que había a lado y la abrió.
- Vámonos juntos... - Le rogué mientras sentía cómo me
empujaba fuera. Me aferré a su cuello volviendo a besarle. - Myungsoo, vámonos
los dos.
Nos quedamos unos segundos mirándonos, en silencio, secando
las lágrimas del otro y, finalmente, sonrió y asintió. Me dio la mano y me
acompañó hasta la escalera de emergencia.
- Corre. - Fue lo único que me dijo antes de darme un fugaz
beso y cerrar la puerta detrás de mí, quedándose él dentro.
- No... No... ¡NO!- Empecé a darle golpes con todas mis
fuerzas a la puerta. - ¡NO! ¡MYUNGSOO! ¡NO! ¡ÁBREME LA PUERTA! ¡MYUNGSOO!
- Entréguese en los próximos diez segundos o abriremos
fuego. - Escuché la voz del policía desde el pasillo a pesar de que las sirenas
del exterior me estaban dejando sordo. - Diez... Nueve... Ocho...
- ¡MYUNGSOO! ¡ÁBREME! ¡QUE ME HABRAS LA PUERTA, MALDITO
IMBÉCIL! - Intentaba con todas mis fuerzas echar la puerta abajo.
- Sungjong... - Escuché susurrar al otro lado. - Te quiero.
- Dos... Uno...
Se escuchó un golpe monstruoso: Primero se escuchó cómo
tiraban la puerta abajo, y después, el sonido de los disparos.
- ¡NOOOOOOOOOOOOOO! ¡MYUNGSOO! ¡NOOOOO! - Gritaba y lloraba
al otro lado de la puerta. Escuchaba las balas impactar contra el metal de
ésta. - Myungsoo... - Me había quedado sin voz. Escuché a los policías informar
a través de las radios que había abatido a Myungsoo, y yo, lloraba en silencio
al otro lado de la puerta. Nadie vino a buscarme, nadie preguntó dónde estaba
yo... Simplemente me quedé llorando en esas escaleras de incendios, murmurando
una y otra vez su nombre, hasta que amaneció. El sol me acariciaba la piel,
transmitiéndome una calidez que no era capaz de sentir. Tenía frío, mucho frío,
pero no físico. Me sentía vacío, desnudo, herido, muerto... Bajaba lentamente
las escaleras, una a una, parándome de vez en cuando sin motivo alguno. El
vacío... es lo único que podía definir cómo me sentía en ese momento.
Finalmente, llegué a pisar la calle en la que se había
quedado aparcado mi coche, pero no subí. Seguí caminando sin rumbo, con la
mirada perdida, tambaleándome y escuchando gritos de terror a mi paso. Yo era
un chico sucio, ensangrentado, que caminaba como muerto las calles... Era
normal que gritasen. Yo también quería gritar, quería gritar tanto que la
garganta me quemase, me ardiese, desapareciese en cenizas... Quería sentir
dolor, el mismo dolor que sintió Myungsoo... El dolor que sintió de pequeño, de
adolescente, cuando creció... Quería sentir lo mismo que él, sentir la sangre
recorrer mis manos y mi cuerpo entero, el escozor y el dolor de un corte bien
hecho, el bombeo de la sangre en las venas cuando sangras... Quería sentirlo.
Mientras caminaba en mis pensamientos, llegué a mi querido
río Han. El río que siempre me abrazaba con los brazos abiertos, que me dejaba
llorar en su hombro, que me escuchaba y me acunaba cuando necesitaba compañía...
Caminé por uno de los puentes que lo atraviesan y me senté en la barandilla.
Observaba atentamente cómo mis lágrimas caían, perdiéndose en el río,
camuflándose. Al fin y al cabo ellas tampoco eran más que agua.
- Myungsoo... Tú siempre decías que las lágrimas limpian los
signos de dolor que tenemos, para eso sirven... Eso decías... - Murmuré. - Me
pregunto si... ¿estarás en el cielo o en el infierno? No te mereces ir al
infierno, eras un ángel. ¿Dios es tan cruel que te haría ir al infierno por
haber sufrido? Mientras matabas a esas personas... también te matabas a ti
mismo, Myungsoo... No matabas tú, mataba tu dolor, que buscaba una vía de
escape. ¿Merecías morir por eso? Al final fuiste un maldito egoísta... Me
dejaste solo, cuando me prometiste que nunca lo harías... - Alcancé con la mano
una botella de cristal vacía que estaba colocada afortunadamente a mi lado. - ¿Recuerdas
cuando llorábamos juntos? Siempre te decía que si tu morías, yo moriría
contigo... ¿Yo a dónde iré, Myungsoo? ¿Al cielo o al infierno? He sido cruel y
egoísta, merezco el infierno, por dejarte morir solo, por no saber ayudarte...
Merezco el más cruel de los castigos. - Reventé la botella contra la barandilla,
creando cientos de trozos de cristal verde a mí alrededor. Tomé uno y lo
acaricié, empapándolo de sangre al cortar mi piel con facilidad. - Sabes que no
le temo a la muerte, Myungsoo... Porque la muerte trae calma, trae paz... ¿Lograremos
estar en calma? ¿En paz? No lo lograré si no estoy a tu lado...
Cambié el cristal de mano y comencé a acariciar mis muñecas
con él, mientras rastros muy delgados de sangre iban naciendo y escurriéndose
por mi brazo, volviéndolo de un color rojo intenso.
- Muchas veces me preguntaste por qué no te había tenido
miedo aquel día... El día que tendría que haber muerto en tus manos... Ahora te
lo diré... Porque me parecías un ángel. Morir a manos de un ser tan bello, qué
muerte más dulce... Moriré así por ti, porque morir así dicen que es la muerte
más dulce...
Empezaba a marearme. En algún momento había sido rodeado de
personas que murmuraban y llamaban a la policía que no daba llegado. Sonreí y
me tambaleé un poco, pero conseguí incorporarme sobre la estrecha barandilla,
mientras mis brazos goteaban más y más sangre.
- No le conocíais. - Le hablé a la multitud, que había
empezado a sacar sus teléfonos móviles y me grababan con interés, como si fuese
una atracción. - Vosotros no conocíais a Myungsoo, pero conocéis al asesino. Él
era bueno, dulce, callado, delicado, sensible y tierno... y era un ser capaz de
amar, no es el monstruo del que hablaban en la televisión. Siempre que asesinaba,
volvía a casa llorando, se sentía culpable, tenía sentimientos, era humano, no
un monstruo. - Mi vista se iba haciendo más y más borrosa, me mareaba, pero
conseguía mantener de alguna forma el equilibro. - Y lo sentía mucho. Intentó
dejar de matar pero no era capaz. Era adicto, pero él no tiene la culpa...
Nadie le entendía. Nadie intentó entenderle ni ayudarle... ¡Todos vosotros
tenéis la culpa! ¡Vosotros! - Había empezado a llorar, y les gritaba todas y
cada una de las palabras a aquella panda de curiosos que me veían como a una
atracción. Volví a girarme hacia ellos, solo un poco, para decirles las últimas
palabras que le gustaría haber dicho a Myungsoo. - A todos los familiares, lo
siento. Ambos lo sentimos. Esperamos que nos podáis perdonar algún día, que no
nos odiéis...
Miré al amanecer, el sol ya estaba casi por completo fuera
del horizonte, y la brillante esfera estaba casi completa emanando su luz
naranja y rosa. Cerré los ojos en el momento en el que sentí que mi mente se
desvanecía por completo. Perdí el conocimiento y caí. Sentía el aire contra mi
cuerpo y gritos de horror a mi espalda por parte de aquellos payasos. Sonreí y
tomé la mano de Myungsoo para irnos juntos, para siempre. "Te
quiero."
-Aún no entiendo... ¿Por
qué no me mataste?
- Porque fuiste la
primera persona que me miró como a un humano y
no como a un monstruo.
- No eres un monstruo.
-FIN-
Ame tus dos fanfic de INFINITE~ espero qe hagas muchos más!!!
ResponderEliminarviva el myunjong <3 ;)
Me alegro de que te gustasen ;) Viva!! <3
Eliminarporque me haces llorar tanto???!!! ENSERIO AMO TUS FICS LOS AMO..INFINITE es mi grupo favorito y tu retratas muy bien sus personalidades, debo felicitar tu escritura me encanta tu redacción...sigue escribiendo fics de INFINITE
ResponderEliminarMe alegro que te gusten tanto!! ^^ También es el mío, junto a Big Bang :3
EliminarMuchas gracias y espero que me sigas leyendo ;)
Me hiciste llorar demasiado TT^TT Enserio es de lo mas hermoso y triste que he leido
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado! Pero no llores D:
EliminarHola~♥
ResponderEliminarPrimero que todo, déjame felicitarte. Tú manera de escribir me fascinó, me cautivó y me dejó perpleja hasta el punto de no poder parar de leer hasta hacer unas pausas para secar mis merecedoras lágrimas.
Mi imaginación vuela, por cada palabra una acción y acto pasaba delante de mis ojos, y sonrisas transcurrían por mi rostro. En el transcurso imaginé una película, una muy buena, excelente, sin duda mis lágrimas rodaban por mis mejillas, esa tristeza que me causó fue horrible, esa sensación de vacío, dolor y sufrimiento.
Al momento que Myung Soo dopó a Sung Jong pensé que lo iba abusar sexualmente de él, jamás por mi mente pasó que se tratase de la historia de un asesino en serie...
La manera en que describías a Myung Soo fue genial, esa frialdad tan típica de él, o al menos la que hicieron que él construyera en la vida real, la humidad de su corazón y la tristeza con la que cargaba el día a día en el texto.
Sung Jong, esa lealtad, ese amor tan incondicional que le entregó a Myung Soo. Su desgarrador esfuerzo para que la pesadilla terminara. La pesadilla de Myung Soo, su vida, que fue construida por los traumas que pasó durante su niñez y adoslencencia.
Lo que más me descolocó fueron los gritos ensordecedores de SungJong al momento en que llegó al edificio donde cuartelaban a Myung Soo... Si bien eso fue terrible, el momento en que Myung Soo empujó a Sung Jong por las escaletas y cerró la puerta, los balazos, y el enterarse que habían acertado a su objetivo, realmente me descontrolé, mis lágrimas fluyeron de una manera increíble.
El suicidio de Sung Jong fue lo mejor que podía pasar... Si bien, fue triste, desde que pasó la noticia del acuartelamiento de Myung Soo, hasta el final, lloré. Entre líneas también lo hice, pero con lo recién nombrado fue peor.
Chica, repito, tu talento es inmenso, haces que el lector se concentre, que no dejes de leer por ningun segundo. Es adicto, así como los asesitanos cometidos por Myung Soo.
Lamento lo largo que he escrito este Review, jamás había hecho uno:c. Para ser sincera, he leído menos de diez fan fics... Desde luego este ha sido muy precioso y rico literariamente.
Leeré cada escritura que tienes aquí, y sigue así, ¡felicitaciones!♥
Iba a publicar en Amor Yaoi, pero no puede, no sé que onda con los códigos>:c.
-Saludos de Chile, octava región-.
Holaaa~ Perdona por el retraso en responder, aunque ya te respondí en Amor Yaoi, que al final parece ser que sí que se podía comentar... xD
EliminarBueno, lo que ya te dije por el otro lado... Que muchísimas gracias por leerlo, me alegro de que te gustase tanto y que espero verte en otro de mis posts~
Saludos desde España~<3
Acabo de leer está historia y simplemente me encantó me hiciste amar aún más a esos dos chicos. Gracias por eso.
ResponderEliminarMe alegro muchísimo de que te gustase. Espero que le puedas echar un ojo al resto de los proyectos publicados y te gusten también.
EliminarUn saludo y gracias a ti por leernos!