- Cómo dices
que se llama la empresa? – Henry se sujetaba la cabeza como si se le fuese a
caer al suelo de la tremenda resaca que llevaba a cuestas. – Aspirina, por
favor.
- Besthow,
te suena? – Le tendí el frasco que acababa de utilizar yo y se liquidó dos
pastillas de golpe junto a un vaso de agua.
- Mucho… Lo
que me extraña es que a ti no! Es estadounidense. Está dedicada al marketing y a la publicidad, es a la
empresa a la que recurren las grandes multinacionales para promocionarse a
nivel mundial. – Asentí, mientras ojeaba lo que decía Wikipedia. – No es nueva
de todas formas… Cómo es que te ofrecieron un puesto?
- No me han
ofrecido un puesto, simplemente buscan personal para la sucursal en Seúl, y les
mandé un currículum antes de empezar los exámenes finales… Como hizo casi todo
el mundo.
- Yo no…
- Tú eres
especial, Henry. – Reí y él protestó a regañadientes mientras encendía la
cafetera.
- Bueno, te
pidieron que fueses a la entrevista, así que eso ya es algo…
- Irán
cientos de personas, más aun si es tan importante como dices, así que… Prefiero
no hacerme ilusiones. – Musité, mientras buscaba un billete de tren para la
tarde. No vivíamos lejos de Seúl, pero unas horitas me iba a llevar llegar.
- Quieres
que vaya contigo? – Preguntó, tendiéndome una taza de café con un marshmallow. Le sonreí con dulzura a modo de agradecimiento.
- Como
quieras, pero no te pienso pagar el billete. – Hizo una mueca y cambié el
número de pasajeros de uno a dos.
- Y si te
cogen, qué harás? – Preguntó, sentándose a mi lado y encendiendo el televisor.
- Respecto a
qué?
- Te
tendrías que mudar a Seúl… Qué hay de mí? – Le miré, y vi sus ojos de cachorro
mirándome fijamente. Parecía que iba a romper a llorar de un momento a otro.
- Henry…
- Está bien!
– Se incorporó y fingió un sollozo. Suspiré. – Iré contigo. – “Lo sabía…” – No voy
a hacerte pasar por ese sufrimiento, Sungmin… Sé que no podrías vivir sin mí.
Rompí a reír
mientras él se volvía a sentar y apoyaba la cabeza en mi hombro.
- Eres
increíble…
- Yo también
te quiero.
- Ya…
- De verdad
te piensas venir conmigo a Seúl si me cogen? – Pregunté mientras, de nuevo,
ambos rebuscábamos en el cubo de la colada limpia en busca de un par de
calcetines que conjuntasen. Asintió con decisión.
- En la
ciudad hay más oportunidades de trabajo, nos podemos repartir el alquiler como
hemos hecho hasta ahora y, no sufrirás al no tenerme a tu lado. – Reí y me
sonrió alegremente, de forma que sus ya de por si pequeños ojos se
empequeñecieron aún más y apenas eran visibles. Por algo era mi mejor amigo…
- Está bien.
No me opondré. – Asintió y seguimos nuestra tarea hasta lograrla, imprimir los
billetes y hacer las maletas.
- Has
impreso tu currículum? – Preguntó, anotando la clave de seguridad de su
equipaje en un post-it y guardándolo a continuación en la cartera. Asentí,
cogiendo la carpeta azul en la que lo había guardado y metiéndola en la
mochila.- Y reservado hotel?
- No he
tenido tiempo de mirar hoteles, como comprenderás. – Repliqué, cerrando yo
también mi equipaje.
- Qué!? Y
dónde vamos a dormir?
- Hay muchos
hoteles baratos en Seúl… - Murmuré, recordando vagamente el nombre de algunas
calles.
- Hoteles
baratos? De qué hablas?
- Love Hotels. – Dije, llevando nuestras dos maletas a la
entrada. Él me miró como si estuviese completamente loco.
- Qué?
- Escucha, -
me giré, mirándole y haciendo un esfuerzo por no desternillarme de risa al ver
su expresión. – antes de que pongas el grito en el cielo; los “hoteles del amor”
son baratos, y suelen estar cerca de las estaciones, por lo que nos viene de
perlas para dejar el equipaje cuando lleguemos. Además, se paga por horas, así
que, como mañana nos volvemos temprano, no desperdiciamos dinero.
- Pero… - Su
cara gritaba “pánico y confusión”.- Yo no quiero ir a un love hotel contigo…
- Henry, no
voy a violarte. – Reí, acercándome a él y acariciándole la cara, provocándole un
escalofrío que sólo me hizo reír más.
- Aish… -
Puso una mueca desagradable y resopló, frustrado. – Si llego a saber esto no
iba, lo sabes? – Asentí y le sonreí con sorna.
- Anda,
vámonos o no pillaremos el tren. El taxi ya hace rato que nos avisó para que
bajásemos. – Asintió, resignado, y arrastró sus pies hasta la entrada.
- Pero…
Dejarán entrar a dos hombres juntos en una habitación? – Murmuró, cuando las
puertas del ascensor ya se cerraban. Reí, y por mi mente diabólica se cruzó la
idea de que hacerle rabiar de nuevo, podía amenizar las horas de viaje.
- Creó
recordar algunos gay-friendly… - Me miró con los ojos como platos y noté cómo la
vena del cuello se le inflaba. Me eché a reír y hui en dirección al taxi, con él
amenazándome mientras me perseguía con sed de sangre.
Henry
únicamente dejó de darme la paliza cuando cayó dormido bajo el suave traqueteo
del cercanías. Yo seguía investigando lo que podía de la empresa para ir
preparado; averigüé la gran importancia que tenía, ya que estaba a cargo del
respaldo de marcas tan importantes como la de mi propio ordenador, y esa era
solo una de muchas.
A medida que
el tren avanzaba, al tiempo que las horas desaparecían, me iba sintiendo más y
más inseguro. En qué idioma sería la entrevista? Mi chino era muy malo, no me
había especializado en él, aunque el japonés lo tenía dominado. Y si era en
inglés? Mi inglés no era maravilloso, aunque esperaba que suficiente como para
pasar la prueba. Como me tocasen el francés, ya podía coger la puerta y
largarme.
- Si la
oficina está en Corea, lo más probable es que la entrevista sea en coreano. –
Analizó Henry, ya despierto y escuchando mis ataques de pánico momentáneos. Era
mi primera entrevista de trabajo desde una que había hecho para una heladería
como trabajo de verano cuando era un crío. – Y después, para comprobar si
realmente sabes los idiomas que has puesto en el currículum, me imagino que te
harán o bien un examen oral rápido, o uno de escucha. Son muchas entrevistas
para un día, así que no deberían excederse.
Poco después
apagué el portátil, ya que fuimos informados de que en breves llegaríamos a la
estación de tren de Seúl.
- Hemos
dejado el gas apagado, verdad? – A Henry lo de salir de casa lo ponía
histérico, todavía no entendía por qué.
- Henry,
nuestra cocina no funciona por gas. – Le recordé, al ver su estado de
nerviosismo. Era curioso, porque había atravesado el planeta para llegar a
Corea, y a pesar de eso, se comportaba así.
- Ah, cierto…
- Anda,
vamos.
Bajamos del
tren y procuramos no separarnos mucho el uno del otro entre la multitud. Estaba
llenísimo de gente, pero era lógico, ya que era medio día. Hora punta.
- A qué hora
es la entrevista? – Preguntó, cogiendo un mapa de la ciudad del punto indicado
para turistas.
- A las tres
y media. – Cogí otro yo, localizando rápidamente el hotel donde estábamos
citados los participantes. Tenía el metro cerca, así que no debería de haber problema
para llegar, no era mi primera vez en Seúl. Tragué saliva al recordar
fugazmente mi excursión de fin de curso. “Este no es momento para melancolías,
Sungmin. Si logras el puesto, tienes la vida resuelta.” Asentí a mi propio
pensamiento y con un gesto de cabeza, le indiqué a Henry que me siguiese hasta
la salida, donde nos recibía una brisa agradable que suavizaba la cálida
temperatura de Mayo.
- No podemos
ir a mirar antes a un hotel normal para ver si tienen habitaciones que no
tengan condones en lugar de bombones sobre la almohada? – Protestó, mientras yo
intentaba orientarme con el mapa.
- No tenemos
presupuesto para eso. – Contesté, siguiendo todo recto hasta llegar al metro. –
Línea roja, dos paradas y salida número cuatro. – Memoricé.
- Pero es
que… Y si está sucio de los anteriores?
- Estos
hoteles son los más limpios, hombre. Los limpian cada dos horas. – Respondí,
saliendo por esa salida número cuatro y sonriendo al recordar perfectamente
donde me encontraba. – Qué recuerdos… Por ahí se iba a la heladería donde
trabajé con dieciséis años!
- Vivías en
Seúl?
- No, pero
vine interno a un colegio que queda en un pueblo cercano y en verano venía a
trabajar. – Asintió, aún con cara de desaprobación, la cual se acentuaba a
medida que nos alejábamos de esa zona comercial y nos metíamos por callejones
donde los carteles de neones y tiendas de dudosa legalidad aparecían.
- Ya verás,-
Henry caminaba detrás de mí, tan pegado a mis talones que me pisó en varias
ocasiones. Parecía asustado.- nos van a drogar, a ti te van a quitar un riñón y
a mí me harán adicto a la heroína para meterme en sus mafias. Después, me
pillará la policía, iré a la cárcel y me harán gay a la fuerza! – Le miré, con
expresión preocupada.
- Tienes que
dejar de ver la televisión, en serio… No es bueno.
Entramos en
uno que tenía una banderita arcoíris en la entrada y la dueña, de unos sesenta,
con permanente pelirroja, uñas a juego y maquillaje sobrecargado, nos sonrió y
nos tendió una tarjeta para nuestra habitación.
-
Aprovechando el viaje de negocios? – Preguntó, mascando chicle y sonriendo
alegremente. Le devolvimos la sonrisa, o al menos yo lo hice; lo de Henry era
una especie de espasmo muscular facial. – Disfrutad la estancia!
- Gracias,
lo haremos! – Reí mientras Henry me pegaba un puñetazo en el hombro.
- Pues es
mona. – Dije, dejando la maleta encima de la cama mientras observaba la
decoración exagerada. Henry la miraba con horror.
- Esto
parece de una peli porno de las malas. – Musitó, estático en la entrada,
abrazando a su maleta.
- A mí no me
parece tan mala… - Acaricié el papel de pared, con aspecto de madera pero de
tonalidades rosas. Hace unos años, habría sido completamente mi estilo.
- No? En
serio? – Dijo en tono sarcástico mientras señalaba la moqueta de pelo granate. Hice
una mueca. No me había fijado en ella antes y sí, definitivamente era
demasiado.
- Bueno… -
Reí. Aquella situación me parecía francamente divertida. – No es para tanto.
Podemos dormir con música de ambiente y luces de discoteca. – Toqueteé los
interruptores, haciendo que las luces cambiasen de colores y una bola de
espejos empezase a girar. Me eché a reír al ver la cara de Henry, que parecía
querer pegarse un tiro con urgencia.
- Jamás te
lo perdonaré. – Masculló, mirándome con furia.
- Lo sé. –
Le acaricié la mejilla y me apartó la mano, manteniendo la mirada.
- Va en
serio.
- Sí, cielo,
sí. – Le puse morros, provocándole aún más. Hacer rabiar a Henry era mi hobby,
y me encantaba.
Me cambié
rápidamente, poniendo la música a todo volumen para no escuchar las quejas
masculladas de Henry, incesables y permanentes.
- Gracias,
Maroon5… - Reí, cuando salí de la ducha y me vestí. No estaba acostumbrado a
verme con traje dos días seguidos.
Me despedí
de Henry a toda prisa y de la señora de recepción, que ni se enteró de mi
partida. La telenovela parecía interesante.
Cogí el
metro, repasando de memoria mi presentación personal una y otra vez. Estaba tan
nervioso que casi me paso la parada, pero milagrosamente logré llegar al dichoso
hotel. En cuanto entré, me encontré una manada de hombres y mujeres, todos
vestidos con traje de chaqueta y mirándose unos a otros como si estuviesen en
Los Juegos del Hambre.
- Cuántas
plazas hay? – Escuché que mencionaba un hombre detrás de mí.
- Tan sólo
cinco… Y se presentan más de doscientas personas. – Tragué saliva. Presión? Eso
era para bebés en comparación a cómo me sentía en ese momento.
- Atención,
por favor. – Una señorita con el pelo recogido en una cola de caballo y un
portafolios en la mano llamó nuestra atención. – Los que estén aquí para el
puesto en la Corporación Besthow, por favor, asegúrense de tener su
identificación a mano y el número que se les adjuntó en el correo electrónico.
Muchas gracias, y les ruego que esperen pacientemente a que les avise para dar
comienzo a su entrevista. El orden de éstas se ha decidido aleatoriamente, así
que les invito a que colaboren con el proceso.
Dicho esto, desapareció unos minutos, en los
que a mí me dio un mini infarto por creer que había perdido la cartera donde
estaba mi documento de identidad y mi hoja doblada donde estaba el mail
impreso.
Llamaron a
unas doce personas antes que a mí, pero algunos salieron tan rápidamente, que
solo aumentaron la tensión en los demás.
- Lee Sung
Min. – La misma chica de antes pronunció mi nombre claramente. – Lee Sung Min,
número doscientos treinta y dos.
Me incorporé
de uno de los sofás que ocupábamos los demás manojos de nervios y yo, y me
acerqué a ella, mostrándole mi documento de identidad. Me ojeó rápidamente y
asintió, escribiendo algo en el portafolios.
- Sígame,
por favor. – Me sonrió educadamente, de forma fría y ensayada, y me guió por un
pasillo enmoquetado hasta llegar a una habitación que tenía una puerta abierta.
Había por lo menos tres habitaciones con el logo de la empresa colgando del
pomo de la puerta, así que mi entrevistador no iba a ser el mismo que había
entrevistado a absolutamente todos los anteriores.
Se colocó a
un lado de la puerta y me hizo un gesto con el brazo para que entrase.
- Lee Sung
Min, Señor. – Dijo antes de desaparecer por el pasillo, en busca de algún otro
cordero. La observé desaparecer antes de ver girar la silla y encararme con un
hombre joven y bien parecido.
- Gracias,
Yoona. – Dijo, en un murmuro. Me pareció raro, ya que ella ya se había ido y aun
así no le habría escuchado, pero lo ignoré. – Bien… - Suspiró. Parecía
aburrido.- Tome asiento, por favor.
Señaló una
silla enfrente de él y rebuscó entre los papeles de su mesa hasta topar con una
carpeta azul con mi nombre en ella. Tragué saliva.
- Me llamo Choi
Kang Changmin, secretario general de Besthow Corporation. – Recitó, mientras
abría dicha carpeta y ojeaba la primera página.
Hice una reverencia
formal antes de tomar el asiento que me había ofrecido.
- Antes de
nada, por favor, preséntate.
- Buenos
días, mi nombre es Lee Sung Min, licenciado en publicidad, dirección de
empresas y marketing, veinticinco años. Encantado de conocerle. – No pude leer
nada en su expresión, pero parecía mostrar un cierto interés en el apartado de
mis estudios.
- Oh… -
Musitó. Su voz era muy suave y hablaba en un tono de voz tan bajo que el mío,
en comparación, parecía estúpidamente ruidoso. – Así que este es el candidato…
No tenía ni
idea de qué hablaba, pero dejó la carpeta abierta sobre la mesa y me miró con
una ceja levemente enarcada. Tragué saliva de nuevo.
- Me
disculpo por la urgencia de tu email… Fue el último que enviamos, por eso me
imagino que te cogería por sorpresa. Solemos avisar con quince días de
antelación… - Cruzó las manos sobre la mesa y se inclinó levemente hacia mí,
haciéndome sentir aún más nervioso.
- No hubo
ningún problema, no se disculpe. – Asintió e hizo un amago de sonrisa. – Pero puedo
preguntar el porqué de esa urgencia a la hora de enviarme la oferta?
De nuevo ese
amago. Este hombre me ponía muy nervioso… Parecía estar analizándome. Bueno, en
realidad lo estaba haciendo… Era su misión.
- Digamos
que uno de mis superiores mostró un especial interés por tu currículum.
Tranquilo, no te emociones, no vas a tener ningún tipo de prioridad y te pienso
entrevistar como a los tres anteriores.
- Oh… -
Ahora estaba más confuso aún que antes.
- Me llama
la atención tu escuela de secundaria… No es una cualquiera. Tienes idea de
quién ha estudiado allí?- Tragué saliva al no tener ni idea de a qué se
refería, aunque entonces caí.
- Sí, señor.
Mi escuela es famosa por haber tenido como alumnos a Choi Siwon y Kim Kibum,
ambos presidentes hoy en día de una importante multinacional de tecnología. –
Asintió suavemente, sin quitarme los ojos de encima. – Con ambos tuve el placer
de compartir clase y amistad, además de con el periodista Shin Donghee o el
importante actor de procedencia china Bao Hangkyung. – De nuevo, asintió,
sonriendo suavemente de lado de una forma que me pareció completamente
siniestra.
- Ya veo… -
Musitó, pasando la hoja. – Vaya… Estás en el top diez de tu promoción, en todas
tus especialidades… Impresionante.
- Muchas
gracias.
- Y además
sabes idiomas… Te importa que lo compruebe? – Tragué saliva y asentí.
- Adelante.
- So, why do you think that you are the ideal person to take this charge?
– “Mierda.” Intenté
tranquilizarme tanto como pude y le miré, mostrando una seguridad que en
realidad no sentía. – Are you okay?
- Yes, I am okay. – Tragué saliva por
milésima vez e intenté expresarme lo más claramente posible y sin cometer
errores garrafales con la gramática. Cuando acabé, parecía lo suficientemente
satisfecho.
- Bien hecho… - Dijo, cambiando de repente
al japonés. Ahora ya estaba en mi terreno y me sentía confiado. - Aquí
también pone que sabes francés con nivel básico y chino a nivel medio. Lo
siento, pero personalmente no estoy capacitado para entrevistarte en ninguno de
los dos idiomas. Me disculpo por ello y te ruego que me digas qué crees que
puedes aportarle a la empresa como miembro del equipo.
Sonreí
cortésmente. – No se disculpe, está bien.
Además, me siento más confiado con el japonés. Verá, opino que un equipo de
trabajo debería de ser como una familia, que todos puedan contar con todos para
que así el trabajo fluya y se puedan conseguir unos resultados mejores.
Escuchando las ideas que todos los integrantes de esta familia quieran o puedan
aportar, se pueden abrir fronteras y crear ideas innovadoras y que den
beneficios satisfactorios. Creo que soy la persona ideal para formar parte de
este equipo, de esta familia, porque soy una persona trabajadora, que le gusta
aprender y esforzarse siempre al máximo. Nunca me rindo, y siempre intento que
si algo puede salir bien, salga mejor aún. Mi ambición, mis ganas de mejorar,
mi visión de futuro y mi buen trabajo en equipo, junto a la gran empresa que ya
son, pueden lograr que salga algo grande de lo que ambos podamos formar parte,
tanto yo, como la empresa al completo.
Asintió,
ahora claramente sorprendido por mi nivel de japonés.
- Bien… -
Vuelta al coreano, cerró la carpeta azul y sonrió con suavidad, mirándome
directamente a los ojos y borrando mi seguridad de un soplo. – He de admitir
que no me esperaba ese vocabulario ni ese discurso, pero tampoco puedo negar
que no me haya decepcionado, así que le doy mi sincera enhorabuena. La
entrevista ha llegado a su fin, pero le invito a estar pendiente de su teléfono
móvil en las próximas horas, porque personalmente, creo que tiene usted
posibilidades. – Se incorporó y me tendió la mano. – Gracias por venir. Suerte.
- Gracias a
usted. – Me incorporé también, sintiendo cómo mis piernas me fallarían de un
momento a otro, y le di la mano, tragando saliva al sentir su fuerte apretón.
Me miró de nuevo fijamente a los ojos mientras me la sacudía con firmeza.
Finalmente
me soltó, y tras hacerle una reverencia formal, me dispuse a salir de aquel
despacho. Justo cuando desaparecí de su vista por el umbral de la puerta,
escuché a mi espalda:
- No
entiendo por qué tanto interés en que fuese específicamente él al que yo
entrevistase… - Frené en seco y agudicé el oído. – El currículum es brillante, pero
por qué él? … Sí, tienes razón… Trae al siguiente.
Justo cuando
reanudaba mi paso, enfrente de mí se escuchó el sonido amortiguado por la
moqueta de los tacones de la señorita de antes, a la que esta vez seguía una
mujer con expresión de pánico. Las miré pasar, pero no fui el único, ya que la
llamada Yoona me miró fijamente de reojo mientras pasaba y sonrió de lado.
No entendía
nada… Acaso algún profesor mío me había recomendado sin avisarme de antemano?
Me extrañaba, pero es que todo era tan raro…
Salí del
hotel a las cinco y me apresuré en llamar a Henry, que me contestó antes
incluso de que acabase de marcar su teléfono. Sonreí.
- Qué tal? –
Dijo, antes de que me diese tiempo de coger aliento para saludar.
- Pues… No
lo sé. Es que es todo muy raro. – Dije, mirando a mi alrededor en las escaleras
de acceso al edificio.
- A qué te
refieres?
- A que
cuando llegué, parecía que ya me conocían de algo… La mujer que se encargaba de
ir llamando a los que aplicaban, me miró muy raro, como si le sonase de algo y
yo no la conocía de nada.
- Quizás sí
y no te acuerdas… A lo mejor te vio alguna vez de pasada. Las mujeres tienen
muy buena memoria para esas cosas…
- Ya sería
casualidad, no crees?
- Las
casualidades existen.
- Yo no creo
en ellas, y esto por algún motivo me huele mal.
- Pues echa
perfume. Oye, es una gran empresa, a lo mejor te recomendó alguien. Normalmente
en estos casos, para puestos de importancia, suelen preguntar directamente a
las universidades.
- Nuestra
universidad no es tan prestigiosa, Henry. No vamos a Oxford, sabes?
- Da igual,
quizás preguntaron a todas.
- No sé…
- Eres un
paranoico.
Me senté en
uno de los escalones y suspiré profundamente.
- Hay algo
más…
- Más?
- El que me
entrevistó… Era secretario general. Desde cuándo los secretarios generales
hacen entrevistas?
- Pues desde
que quiere el jefe, obviamente. Y yo qué sé? Será alguien en quien se confía
mucho y por eso le han dado la orden… Estás muy paranoico, de verdad.
- No sé yo…
- Yo he
huido de ese hotel de playboy, y ahora estoy paseando por ahí cual guiri. – Reí.
Era un guiri. – Me siento turista de nuevo y soy feliz.
- Eso es
bueno…
- Quita ese
tono de preocupación, por favor!
- Es que…
Hay algo más.
- Como sea
una tontería de encontraré y te pegaré, estás avisado.
- El
secretario este, Changmin, también parecía conocerme… Pero este de oído, porque
no paraba de mirar mi currículum y luego mirarme a mí.
- Quieres
decir… Comprobando que eras tú!? Oh, my god! – Hice una mueca al notar su sarcasmo. – Sungmin,
dónde estás? Me debes un puñetazo.
- Va en
serio! Y cuando salía del despacho habló con alguien, me imagino que con la
secretaria, y le dijo algo de que no entendía por qué tenía que ser
precisamente yo a pesar de mi currículum.
- Eh?
- Exacto. No
lo entiendo.
- Yo creo
que debió de recomendarte alguien… Es lo que tiene más sentido.
- Quién?
- Algún
profesor! Yo qué sé? Cuando volvamos a casa nos pasamos por la universidad y
les interrogamos a todos si quieres!
- Vale.
- Ni de
coña. Estamos de vacaciones, no pienso pisarla de nuevo hasta… Nunca. Soy un
graduado.
- Pues iré
yo.
- Cómo
puedes ser tan cabezón!?
En ese
momento… Mi móvil cayó por las escaleras. Por qué? Porque acababa de ver,
cruzando el paso de peatones, en dirección a mí, a un hombre que me sonaba más
que mi propia cara.
- Kyuhyun… -
Musité, incorporándome lentamente mientras le observaba entre una marabunta de
gente. Perdí su rostro en varias ocasiones, pero aparecía de nuevo durante unos
segundos entre la manada de gente que entraba en el hotel para la segunda ronda
de entre vistas.
A su lado
iba una persona que me miró fijamente con una sonrisa fría en el rostro. No le
reconocí, me sonaba, pero no sabía de qué… Pero me miró fijamente mientras
subía las escaleras entre cien personas con trajes y corbata. Les observé,
boquiabierto. Una vez entraron, logré reaccionar y corrí hacia la puerta
giratoria, casi tropezándome, pero cuando entré, no había nadie. La gente de
recepción me miraba, sorprendidos por mi entrada acelerada.
- Realmente
era Kyuhyun? – Susurré, mirando a mi alrededor. Ni siquiera sabía por qué les
había seguido a todo correr… Simplemente mis piernas se movieron solas.
“Es
imposible…”, pensé. “Cuántas probabilidades hay? Además, está en América… Debió
de ser alguien que se le parecía.”
Pero aquella
sonrisa, amplia y fría, que me dedico aquel hombre, no se me iba de la mente.
Yo la había visto antes…
- Sungmin? –
Me giré de golpe, asustado por la repentina voz a mis espaldas. Siwon me miró,
con la misma expresión, él sorprendido por mi giro y mi respingo.
- Siwon! –
Reí, recuperándome del susto y abrazándole, al igual que lo hizo él. Nos
miramos, incrédulos. – Cuántos años…
- Ya te
digo! Estás exactamente igual… - Rió, despeinándome, y yo sonreí, complacido de
encontrarme a una vieja amistad.
- Tú estás
más… importante? – Observé su caro traje, su pelo repeinado y su barba
perfectamente recortada.
- Es lo que
tiene… - Miró su Rolex y tragué
saliva. Tenía que estar podrido de pasta. – Oye… Tengo prisa, que tengo una
reunión, pero llámame, sí? Estarás mucho en Seúl?
- Hasta
mañana por la mañana.
- Bueno, -
Me tendió una tarjeta que sacó del bolsillo interior de la chaqueta y me
sonrió. – llámame a partir de las ocho y vamos a tomar algo, sí?
Asentí,
tomándola y me despedí de él, que se fue prácticamente corriendo, sonriendo a
los de recepción, que le hacían reverencias repetidamente de noventa grados.
Miré la
tarjeta y suspiré, admirándola. Siwon había llegado a ser alguien importante…
Ojalá yo un día también me ganase así el respeto de la gente.
Salí del
hotel de nuevo, cogí mi móvil que aún descansaba en uno de los escalones,
abandonado a su suerte, y una sensación incómoda me inundó. Me sentía
observado. Miré a mi espalda, a mis lados, y no había nadie… Entonces, miré hacia
arriba, en dirección a las ventanas de cristal opaco del hotel, y lo supe. Desde
allí, no veía quien, pero había alguien mirándome fijamente. Podía adivinar esa
fría sonrisa, afilada, a través de una de las ventanas.
- Quién
eres? – Susurré.
-Fin-
No hay comentarios:
Publicar un comentario