11 de mayo de 2014

[JunSeung] Ride or Die: Part I.

*POV Hyunseung*

“I dreamt I was missing, you were so scared… No one would listen, ‘cause no one else cared”
Cerré los ojos al llegar a la puerta del altísimo edificio. Miré hacia arriba y cerré los ojos, disfrutando de aquella voz tan suave que me acompañaría en mi paseo a la muerte.
After my dreaming, I woke with this fear… What am I leaving when I’m done here?”
Una vez en la azotea, con los gemelos entumecidos de tantos escalones, saqué de mi bolsillo un paquete de tabaco y observé la extensa jungla de cemento que se alzaba ante mis ojos. Qué era eso? Para qué? Qué finalidad tenía? No me refería solo a la ciudad, me refería al mundo en sí, a mí mismo, a cada una de las personas que trabajaban bajo mis pies en esos momentos sin tener ni idea de nada.
Acaso alguien me extrañaría en la escuela? No lo creía, no hacía mucho que me había tenido que transferir… Lo único que había hecho era meterme en líos e ignorar a todos. Además, mejor era morir ahora que todavía no había sido la evaluación. Me pasaba los días dormitando en la azotea del colegio, tras el depósito de agua, así que no tenía demasiado que esperar.
El cigarro se consumió entre mis labios a un ritmo que no me dio tiempo a disfrutar. Tiré la colilla en dirección al viento, que se la llevó sin más. Ojalá me llevase a mí también.
Avancé, despacio, grabando en mis ojos aquel sol anaranjado y los pájaros que parecían volar hacia él. Pronto volaría con ellos.

Llegué a la barandilla que me separaba del vacío y trepé las barras con cuidado para no perder el equilibrio involuntariamente. El viento se puso de mi parte y cesó, permitiéndome mantenerme en pie sin sujeción sobre ella. Separé los brazos de mi cuerpo, en forma de “T” y cerré los ojos, respirando profundamente.
- Y ya está… Ya se acaba… - El viento me mecía con suavidad, animándome a saltar pero sin empujarme. La música acariciaba mis tímpanos y yo acompañaba la voz del vocalista. – Leave out all the rest
Estaba ya con un pie en el aire cuando un “clic” llegó a mis oídos, acompañado del conocido sonido de un flash. Abrí los ojos y me quedé observando a un hombre aparentemente más mayor que yo, con barba de días y pelo largo y descuidado pero con una Canon 5000, que mantenía la cara pegada a la máquina y apretaba el botón cada vez que yo parpadeaba. Enarqué una ceja y resoplé.
- Oiga, – El tipo separó su rostro de la cámara y sonrió con superioridad. Me causaba un desagrado infinito. – este momento es íntimo. No podría irse usted a fotografiar un poco a su madre en vez de molestarme?
- No. – Enarqué aún más la ceja y tensé la mandíbula. – Estas cosas no se fotografían todos los días. Un niño rico queriendo suicidarse porque su papi no le regala el Ferrari por su cumple? Saldré en las portadas seguro.
Soltó una risotada y el flash hizo que mis ojos se cerrasen por reflejo.
- Capullo… - Mascullé, saltando de la barandilla al suelo de cemento de la azotea.  – Vas a morir!
Le escuchaba reírse a mi espalda mientras salía por la puerta de aluminio y bajaba las escaleras que tanto trabajo me había costado subir. Yo moriría esa tarde, pero él iría antes que yo.
Mi agresividad había subido gradualmente en los últimos meses… También había dejado el equipo de baloncesto y había preferido beber y fumar. No era una vida modélica, y para no hacer las cosas bien, mejor no hacerlas. Para qué vivir?
Subí las escaleras entonces del edificio vecino, sintiendo mis músculos inferiores resistirse por el esfuerzo. Quizás no había sido buena idea dejar el entrenamiento tan de golpe.

- Jefe… - Me quedé parado en la puerta al ver que mi voyeur no estaba solo, sino con una preciosa señorita de melena negra hasta la cintura, estrecha como una avispa y ojos inmensos. – Jefe, por favor, entréguese usted.
No tenía tiempo para enterarme del tema de la conversación. Tenía que cargarme esa cámara y a su portador.
- Oye! – Interrumpí, haciendo que ambos se girasen hacia mí. La chica parecía molesta con mi presencia, sin embargo el señor parecía complacido.
- Aish… - Se revolvió el pelo largo, enredado y castaño, y me miró con esa sonrisa de superioridad que tan solo tras diez minutos de “amistad” ya había aprendido a odiar. – Pero vamos a ver… Si te ibas a suicidar, qué más te dan las fotos? Eres fotogénico, en serio!
Iba a rechistar, pero la chica modelo me apartó a un lado de un empujón muy poco femenino y robó la atención del tipo.
- Jefe… - Repitió. – Por favor… Ya es suficiente… Entréguese usted!
No pude evitar tragar saliva al ver cómo su “Jefe” se incorporaba con rabia y avanzaba hacia ella con expresión de furia.
- A ver si te enteras de una vez, Hara, de que yo no he hecho nada malo nunca! Jamás he hecho nada que merezca que me entregue a esos perros del estado, me oyes? Lo haría si hubiese cometido el crimen, pero no lo he hecho. – La chica parecía asustada ante la reacción de su superior, pero tal y como se había puesto el tipo, no iba a ser yo el que interviniese.
- Todos quietos! Manos arriba! – Los tres nos giramos hacia la puerta y vimos aparecer a tres miembros de la policía nacional, apuntándonos con sus armas y dándonos instrucciones. – Yong Junhyung, queda detenido por el asesinato de la familia Choi. Ponga las manos en la nuca y arrodíllese!
El tal Junhyung bajó la cabeza y suspiró, negando suavemente con la cabeza.
- Me ha oído!? Las manos en la nuca! – La chica, de nombre Hara o algo así, obedeció de inmediato a la policía, y yo habría hecho lo mismo si no hubiese tenido un puñal en mi yugular y a Junhyung hablando con toda la calma del mundo a la policía.
- Creo que ya sabéis como funciona esto… - Susurró, manteniéndome fuertemente sujeto y sintiendo que a la mínima respiración, aquello parecería SAW. Tragué saliva y cerré los ojos, intentando recordar con todas mis fuerzas cómo se rezaba. – Bajad las armas o me cargo al chaval. Simple, no?
Cómo alguien podía estar tan tranquilo mientras tenía tres armas apuntándole a los sesos? Bueno, supongo que ayudaba el que no era él el del puñal en el cuello. Eso aporta seguridad.
De alguna forma, acabé en un coche negro, avanzando a una velocidad indecente y alejándome de la ciudad. Yo estaba hecho un flan y no paraba de planear en mi cabeza una táctica de huida, aunque ninguna era muy realista… Yo no era cinturón negro de nada, ni tenía armas, ni siquiera estaba en mi mejor condición de echarme a correr a causa de la falta de entrenamiento… “Estupendo.”
- Tienes hambre? – Le miré, estupefacto, mientras él encendía un cigarrillo y se ponía las gafas de sol. Llevábamos tantas horas conduciendo que el sol se empezaba a asomar entre las montañas.
- No. – Mentí, pero mis tripas me delataron y él resopló.
- Comeremos pronto. – Asentí, sin entender muy bien por qué, siendo yo un rehén, me iba a llevar a desayunar…

Me desperté esa tarde en un hostal barato de alguna provincia lejana a Seúl a causa de los gritos ahogados de auxilio de Junhyung. Le miré, estupefacto. Qué demonios le estaba pasando?
Me acerqué con cuidado, esquivando sus extremidades, que se movían rápidas y con desesperación. No estaba respirando. Suspiré y le inmovilicé como pude antes de pegarle una sonora bofetada, pero no reaccionó. Me estaba preocupando; no quería cargar en mi conciencia con un trauma como este… No quería ver morir a mi secuestrador a manos de un fantasma invisible. Le sujeté el rostro con ambas manos y, tal y como me habían enseñado en mi anterior escuela, le tapé la nariz, abrí sus labios y le di mi oxígeno. “Primero me secuestra y luego tengo que hacerle maniobras de reanimación… A quién se lo cuente…” Finalmente, el tercer intento fue el que le hizo abrir los ojos e incorporarse, tirándome a mí de su regazo, para coger una gran bocanada de aire.
- Qué narices te pasaba? – Le pregunté, masajeándome el trasero dolorido a causa de la caída. Junhyung respiraba aceleradamente, con el rostro colorado y sudoroso.
- Una… Pesadilla… - Apenas podía hablar.
- Soñabas que te estabas ahogando? – Asintió, poniéndose la mano en el pecho y sentándose en el roñoso colchón del cuarto. – Qué idiota. – Enarcó una ceja.
- Perdona?
- Cómo alguien puede soñar que se está ahogando y ahogarse de verdad? Es absurdo! Lo normal es despertarse! – Un gruñido por su parte fue mi respuesta, y creo que sabiamente, elegí no seguir con el tema. Él tenía un puñal, y yo un lápiz sin punta en el bolsillo de la camisa.
- Por qué no te has ido? Podrías haber huido. – Murmuró Junhyung, jugueteando con el arma a la que yo no le quitaba ojo de encima.
- Sinceramente? – Sonreí con suavidad. Asintió. – Antes que morir, prefiero que me maten. Es menos dolor de cabeza. – Enarcó una ceja.- Va en serio! Por eso te pido que lo hagas lo menos doloroso posible y rápido. Gracias.
- Los críos de hoy en día… - Murmuró, negando con la cabeza y una sonrisa incrédula.
- No me critiques! Deberías venerarme como a un Dios y lo sabes. – Frunció el ceño y levantó la mirada del puñal. – Es cierto. Te acabo de salvar la vida! Y además te he entregado mi primer beso… - Le guiñé un ojo y reí. Cómo podía alguien llegar a sentirse cómodo en compañía de un asesino? Buena pregunta. No lo sabía, pero lo había conseguido.
- Idiota. – Me miraba, completamente serio. Yo sin embargo, quizás a causa de los nervios, no podía dejar de sonreírle. – Que las bocas se junten no significa que sea un beso. Los besos transmiten sentimientos, tú solamente me pasaste una halitosis tremenda. Abrí la boca, dispuesto a protestar, pero él se incorporó, dejó el puñal encima  de la mesilla de noche y se encerró en aquel cuchitril al que llamaban baño.
- Te vas a duchar? – Pregunté desde fuera.
- No te importa. – Me encogí de hombros. Tenía razón, así que cogí el mando de la tele y empecé a hacer zapping.

- Oh, sí… - Sonreí de lado al encontrar unos de esos canales que papá protegía con contraseña en casa. En la tele aparecía una chica de proporciones completamente antinaturales desnudándose lentamente al ritmo de una música instrumental tan espantosa como el argumento de la “película”. – No me vendría mal una de esas ahora mismo… - Musité, tragando saliva ante sus movimientos.
- Qué asco. – Me giré, asustado por su voz, y me asusté más aún al ver a un desconocido mirándome con una ceja enarcada. – Eres menor, no? Qué haces viendo eso!?
Ese tipo al que no había visto en mi vida me arrancó de las manos el mando de la televisión y la apagó, sentándose en la cama y recuperando el puñal
- Esto… Quién eres? – Me miró, incrédulo.
- Sí que debes ser idiota… - El chico no debía de ser mucho mayor que yo. Tenía ojos grandes y marrones, el pelo cortado de mala manera, también castaño, y llevaba la misma ropa que Junhyung antes… “No será…”
- Eres Junhyung!? – Le señalé con un dedo acusador y una expresión de absoluta sorpresa. Él resopló y se rascó la cabeza con frustración. Sí que era él. – Pero tú… Cómo… Qué has… Eh!?
- No sabes lo que es un corte de pelo? Un afeitado? – Le observé atentamente; era bastante guapo.- Deja de mirarme como si hubieses visto una aparición y ponte esto. – Sacó de una bolsa de plástico una camisa estampada que no servía ni para vómito de rata y unos pantalones vaqueros de dudosa calidad.
- Estás de broma? – Los cogí con expresión de asco y los tiré al suelo. Él tensó la mandíbula y me miró desafiante, pero con ese rostro ya no me intimidaba tanto como el que tenía antes de vagabundo. – No reconoces mi uniforme? Voy a la mejor escuela de Seúl. No me voy a quitar un uniforme que vale un pastizal para ponerme esa ropa de mercadillo chino.
- He dicho que te la pongas!
- Que no!
- No me discutas las cosas! – Me amenazó con el cuchillo y yo intenté que no se me notase el sudor frío.
- No me lo voy a poner. – Mascullé.
- De los cuarenta millones de coreanos, he tenido que ir a secuestrar al más insoportable!? Maldito karma…
- No me lo voy a poner!
- YA TE HE ESCUCHADO!

*Junhyung POV*

- Tener un rehén se supone que debería de salirme rentable, no acarrearme más gastos. – Mascullé, saliendo de una pequeña tienda de ropa. Mi “huésped” me seguía con una sonrisa en el rostro, atusándose el pelo y la ropa nueva que le acababa de comprar.
- Estaba deseando quitarme ese maldito uniforme… Aunque me sentaba como un guante, esto es más cómodo. – Suspiré, haciendo oídos sordos a las tonterías que soltaba a todas horas. No era más que un crío; un crío malcriado e insoportable.
Antes de que nos diésemos cuenta, llegamos a la playa.
- EL MAAAAAAAAR! – Salió corriendo en dirección al agua, riendo y girando sobre sí mismo. De verdad que alguien que parecía tan feliz en realidad quería suicidarse? No pude evitarlo y saqué mi cámara de la mochila. Le enfoqué y empecé a disparar.
El chico rubio chillaba cuando una ola lograba agarrarle de forma traicionera un pie y reía de nuevo, corría para espantar a las gaviotas y se agachaba emocionado cuando encontraba una concha que satisfacía sus estrafalarios gustos. Antes de darme siquiera cuenta, estaba sonriendo. Apretaba el botón sin dudar cada dos segundos, me daba igual que se agotase el carrete.
- Hyung! – Me sorprendí al verle aparecer de la nada en mi objetivo y enarqué una ceja. Le prefería en la distancia. – Tengo hambre, llévame a comer.
Suspiré y accedí. Lo que fuese por no aguantarle. Seguramente su padre habría hecho lo mismo desde que nació y por eso ahora era un caprichoso y un maleducado.
Tras agotar las existencias de un restaurante cercano, caminamos un rato por la playa y yo aproveché que se había vuelto a entretener con el mar, me fijé que había una estación de tren cerca. Le miré, jugar y correr como si tuviese cinco años y suspiré, caminando hacia ésta.

- Dónde estabas? – Se acercó con cara de indignación cuando volví, sosteniendo un sobre oculto en mi bolsillo. – Pensaba que me habías abandonado. – Rió y yo suspiré.
- Ten. – Le puse el sobre en la cara y él me miro, confundido. – Ábrelo.
- Un regalito? – Me sonrió con dulzura y le retiré la mirada con otro suspiro. Era insoportable. – Qué es esto? – Me miró serio, por una vez, sosteniendo un billete con destino a Seúl en la mano.
- Vete a casa. – Mascullé, dando media vuelta y dirigiéndome al coche. Podía escucharle caminar en silencio detrás de mí y suspiré. Yo jamás había querido llegar a esta situación… No era lo mío. Se sentó en el asiento del copiloto y yo avancé hasta la estación de tren. Frené en la zona para taxis y ni siquiera le miré.
- No vas a bajarte? Me van a multar, así que mueve el culo. – Asintió suavemente y se bajó, sin expresión en el rostro y sin decir nada. Ni una despedida nos dedicamos. Arranqué en cuanto cerró la puerta e intenté, sin éxito, no mirarle por el espejo retrovisor. Estaba inmóvil en el mismo sitio aunque yo seguía alejándome y él se hacía más y más pequeño a mi vista.
- Aish… - Resoplé. Había aparcado en un parking de una playa no muy lejana a la estación.
Encendí un cigarro y cerré los ojos, inhalando el humo. – Cuánto se tarda en llegar a Seúl? Y llegará bien? Me apuesto el cuello a que jamás ha tomado el transporte público, el muy inútil.
El cigarro se consumía poco a poco, llenando el coche con su humo. Abrí un poco la ventanilla, solo para dejarle salir poco a poco.

- Sabes a qué me recuerda tu coche así? – Pegué un salto ante la repentina voz que sonó al lado de mi cabeza. La reconocí al instante, maldiciéndole con la mirada de inmediato. – Estos chismes con humo de las iglesias… Cómo se llaman?
- Qué demonios haces aquí!? – Le miraba como si hubiese visto un fantasma. Mi corazón iba a mil por hora a causa del susto, y le odiaba por ello.
Dio la vuelta al coche y abrió la puerta del copiloto, sentándose a mi lado con una sonrisa.
- Hyung, tengo una buena noticia! – Me miró con ojos brillantes y yo ya me temía lo peor. – Sé que no soportarías mi ausencia, así que he decidido quedarme a tu lado para cuidarte.
- …
- No te hagas el duro, bobo, que sé que en el fondo te hace ilusión… - Me guiñó un ojo y mi primera reacción no fue otra más que ponerle el cuchillo en el cuello.
- Sal de mi coche. Ya. – Mascullé, mirándole a los ojos con furia.
Él no borró su sonrisa ni un instante.
- Prefiero morir antes que volver a casa… - Susurró. – Así que venga, hazlo. Así moriré con vistas bonitas. – Miró al mar y suspiró. Yo estaba alucinando.
- Tú. – Me miró, de reojo. – Te he dicho que te bajes del coche! – Bramé. – Estás sordo!? Si no te quieres ir a tu casa, vete a cualquier otra parte! No te quiero conmigo! Eres una molestia!
Cerró los ojos y asintió con suavidad, con cuidado de no mover el cuchillo sobre su piel.
Me estaba poniendo del hígado y no sabía cuánto tiempo iba a poder aguantar mi cordura.
- No me importa que seas un asesino, Hyung… No quiero irme a otra parte. – Susurró, mirando de nuevo el mar.
Apreté los dientes con todas mis fuerzas y presioné con más fuerza el cuchillo sobre su piel. Abrí los ojos como platos al ver cómo un hilo rojo corría por el filo de éste y miré al chico a la cara. Seguía sonriendo.
Suspiré y aparté el cuchillo de su cuello, guardándomelo en el bolsillo y rascándome la cabeza con frustración.
- Yah… No me tienes ni el más mínimo miedo? – Saqué un pañuelo del otro bolsillo y se lo puse en el cuello. Él lo tomó y se lo presionó contra la herida, aunque éste enseguida se tiñó de rojo. No era un buen lugar donde cortar como amenaza, pero no moriría por esa heridita.
- La verdad es que no. – Suspiró, acomodándose en el asiento y finalmente acabé arrancando el coche. No entendería jamás a ese chaval.
Conducimos durante horas y horas sin parar, sin decir nada, simplemente yo observándole a él observar el paisaje que variaba a nuestro camino. La herida sangraba menos, pero aún no parecía tener intención de parar.
- Tienes fuego? – Salí de mi mundo y le vi con un cigarro entre los labios. – Qué me miras? Tan guapo soy?
- Cállate. – Mascullé, sacando yo también un cigarro y encendiendo primero el mío para a continuación dejarle a él el mechero. Rió y dio una larga calada, expulsando el humo lentamente con los ojos cerrados, pero no soltaba el pañuelo de su cuello. Un atisbo de culpabilidad me ensombrecía el rostro y lo sabía sin mirarme siquiera.
Frené en una cuneta y él me miró, confuso.
- Vas a abandonarme otra vez? Ahora en el bosque? – Rió, dando otra calada. No le contesté y me dediqué a rebuscar en la guantera para, finalmente, sacar una caja de tiritas y despegarle de la piel el sucio pañuelo.
Abrí la ventana para tirar la colilla y el pañuelo ensangrentado y coloqué sobre la herida con cuidado la tirita. Apenas sangraba ya, pero no llevaba desinfectantes en el coche y eso impediría que las infecciones entrasen en su cuerpo. No me preocupaba por él, simplemente no me quería dejar un dineral en un tratamiento hospitalario.
El chico me miró cuando acabé, serio y con ojos sorprendidos.
- Te duele? – Murmuré, retirándole la mirada y poniendo las manos en el volante de nuevo. Él sonrió con suavidad y negó con la mirada.
- Tengo hambre. – Cerré los ojos y no pude evitar sonreír. Me iba a llevar a la ruina.

- Hyung… - Dijo con la boca llena de arroz. Puse cara de asco.
- Yah! No tienes modales!? No se habla con la boca llena! – Rió, teniendo el detalle de taparse la boca y asintió, tragando con prisa. Me aguanté una sonrisa.
- Perdona. Hyung… - Repitió, mirándome fijamente. – Y cómo es que te dio por hacerte asesino? No te atraía otra profesión más normalita?
- No he matado nunca a nadie en mi vida. – Respondí, prestando toda mi atención a quitarle las espinas al pescado.
- Entonces?
- Solamente soy sospechoso.
- Digo yo que sospecharán por algo… Tiene algo que ver aquella mujer que estaba contigo en la azotea aquel día?
- Creo que ella me traicionó, pero no estoy seguro… Nunca puedes saber qué demonios piensa Goo Hara. – Comí un trozo de pescado, mastiqué despacio y tragué, levantando la mirada de mi plato al sentir sus ojos taladrar mi cabeza. – Qué?
- Que me lo cuentes todo! – Suspiré, negando con la cabeza ante su mirada emocionada.
- A ver… Yo estaba en la mafia…
- Lo sabía!
- ME VAS A DEJAR ACABAR!?
- Perdona, perdona…
- Yo estaba en la mafia, pero me encargaba únicamente de cobrar los pagos. Cuando fui a la casa de los Yamada, unos japoneses que residían en la periferia de Seúl, para reclamar el préstamo que le habían hecho a mi jefe, me los encontré muertos en el salón de la casa. Al padre, la madre y sus dos hijos… Ninguno pasaba de los doce años. – Fruncí el ceño con desagrado al recordar la sangrienta imagen. – Eso me hizo recordar a que… Hace veintidós años, mi padre nos intentó ahogar a mí y a mi hermano en el río Han, para a continuación suicidarse él con nosotros. Era la única forma que él encontraba para escapar de las deudas que tenía con la mafia. – Los llantos de mi hermano rebotaban en mi cerebro, en la oscuridad de mis párpados sentía la oscuridad del fondo del río.
- Dios mío… - Susurró, tapándose la boca con expresión horrorizada. – Lo siento muchísimo, Hyung. Cómo está ahora?
- Consiguió suicidarse. – Dije. – Y mi hermano no logró sobrevivir. Yo, de alguna forma milagrosa, fui arrastrado a la orilla y desperté siendo reanimado por uno de los capos. Desde entonces no solo tenía la deuda económica, sino una mucho más grande: Le debía mi vida a la mafia. Yo era el cobro que ellos tomaban por el vacío que mi padre había dejado. Los años pasaron, fui al colegio pero lo dejé, solamente vivía para trabajar con ellos… Pero poco a poco fui viendo las cosas desde el punto de vista de la víctima. Me di cuenta de que los que yo consideraba mis compañeros eran la causa de que mi padre cayese en la más absoluta de las locuras. Eras los culpables de la desesperación de muchas familias, de tantos padres que, para asegurarse de que sus hijos no pasarían por lo mismo, preferían llevárselos a la tumba.
- Qué ocurrió entonces? – Susurró, rompiendo mis recuerdos. Cerré los ojos y suspiré.
- Quise dejarlo, pero no iba a ser tan fácil… Lo intenté con todas mis fuerzas y por todos los medios, pero los cabreé y asesinaron a los Yamada para hacer que la policía sospechase únicamente de mí.
Tragué saliva, aliviando un poco mis ganas de llorar. Eran demasiados recuerdos juntos… Y las pesadillas en las que mi hermano se aferraba a mí en las oscuras y frías aguas, con sus manos clavándose en la carne de mi antebrazo, clavándome sus uñas para aferrarse a la vida… Esas pesadillas me perseguirían hasta el día de mi muerte.
- Hyung… - Me tendió un pañuelo y lo tomé, estrujándolo en mi mano y soltando un largo y profundo suspiro.
- Estoy bien. – Levanté la mirada y respiré con normalidad. Sonreí y él se echó a reír.
- Qué vas a hacer entonces, Hyung? – Murmuró, observándome fijamente con lástima en sus ojos. Odiaba eso.
- No lo sé… Tampoco sé qué podría hacer… No he estudiado; lo único que he hecho toda mi vida ha sido obedecer órdenes. – Bajé la mirada, arrepintiéndome como nunca de haber dejado los estudios que me habían animado en la mafia a seguir.
- Quieres que muramos juntos? – Alcé la mirada, sumamente sorprendido por la sugerencia del chaval. Él me miraba con dulzura y con una sonrisa suave. Enarqué una ceja y dejé el pañuelo que me había dado con desprecio sobre la mesa.
- No, gracias. – Espeté, sin cambiar ni un ápice su expresión pese a mi corte. – A diferencia de ti, yo prefiero vivir todo lo que pueda. Quiero disfrutar la vida hasta que me sea arrebatada de las manos.
Él asintió suavemente, pero de nuevo, sin cambiar su expresión. Nunca sabía qué estaba pensando… Claro que, no sabía nada de él; ni siquiera su nombre.
- Hyung! – Un niño de unos quince años se acercó con una pelota de baloncesto a la terraza donde comíamos. Él le miró con sorpresa y le sonrió al darse cuenta que no era amenazante. – Hyung, nos falta uno para el equipo… Si has terminado de comer, te apuntas?
Mi rehén me miró y me sonrió, asintiendo ampliamente.
- Por supuesto. Jugar siempre es divertido… - Por qué me miraba a los ojos al decir eso? – Prefiero que vayáis todos contra mí, trato?
Chocaron los cinco como sello del trato y me dejó solo para irse a jugar a la cancha de enfrente con siete chavales que le llegaban por el hombro. Saqué la cámara y sonreí levemente. Los críos siempre transmitían esa pureza… Aunque ya no lo fuesen tanto, estaban en una edad donde se creían que lo sabían todo y en realidad no sabían nada… Estaban en una edad donde se creían que podían vivir sin nadie más que sus amigos, pero si alguien les hacía daño corrían al consuelo de los brazos de sus padres. Un proyecto de adultos que no tardarían en arrepentirse de no haber visto la vida de otra manera en esos años de oro, pero que jamás cambiaría, y que cuando fuesen padres sería algo de lo que advertirían a sus hijos, quienes tampoco les harían caso… Y ese era el círculo vicioso de la adolescencia.

- Hyung! – Me desperté en el asiento de mi coche, sobresaltado por los golpes que ese estúpido pegaba en mi ventana. Le miré con odio y él me sonrió ampliamente.
- Qué cojones quieres!? – Él rió levemente y me hizo, de nuevo, imaginarme lo peor.
- He perdido.
- Y?
- Que debemos siete helados a mis nuevos amigos… - Señaló a su espalda, donde los siete críos de antes me sonreían y saludaban.
- Te odio. – Mascullé, sintiendo cómo la vena de mi frente estaba a punto de explotar por la rabia contenida y él sonrió aún más ampliamente, tendiendo las manos a la espera de dinero. Abrí la puerta con enfado, dándome lo mismo haberle golpeado con ésta, y dirigiéndome a una heladería que se veía en la esquina a comprar los malditos helados. Ni siquiera sabía por qué lo hacía… Podría dejar que esos críos le linchasen, pero… sería demasiado para aguantarle yo después. Pasarme un número indefinido de horas con un quejica al lado podría provocar que optase por tirarme al fondo del mar, coche incluido.
- Hyung… - Me abrazó el brazo, recibiendo un puñetazo como respuesta. – Auch… Quieres?
Me tendió el polo de fresa y yo le miré fijamente. Sonreía tan ampliamente que no se le veían los ojos.
- Paso. – Retiré la mirada, pero, obviamente, no iba a ser tan fácil.
- Venga, Hyung. Estás sudando… Esto está fresquito! – Me puso el polo en la cara y me hizo mirarle de nuevo, recibiendo su estúpida sonrisa por enésima vez.
- He dicho que paso. – Corté. Pero no se rindió. Me puso el polo sobre los labios y me miró a los ojos, haciendo que una sensación extraña se formase en mi estómago. El líquido rosa y dulce empapaba mis labios, enfriándolos, y él me miraba fijamente a los ojos, con una sonrisa suave plasmada en su boca, también teñida de rosa por el colorante del hielo.
- Seguro? – Antes de darme cuenta siquiera, le había dado un generoso mordisco al trozo de hielo y él reía, satisfecho de su victoria. Saboreé el helado, fijando la vista en el suelo y preguntándome si ganaría algún premio por el secuestro más fail de la historia. También pensaba que no entendía por qué él seguía sonriéndome… Era alguien que le había secuestrado! Que le había herido y que le había tratado mal! Le había insultado, gritado y amenazado! Pero él me sonreía a todas horas, jugaba conmigo como quería y parecía que estaba de vacaciones mientras yo tenía que pensar todos mis pasos por adelantado para que mi vida no corriese peligro.
- Hyung… - Suspiré. Era imposible que estuviese callado.
- Qué?
- Por qué sacas fotos? – Levanté la mirada y le miré. Rechupeteaba el palo, intentando que no quedase nada dulce en él.
- Porque me gusta. Es bonito plasmar el momento que estás viviendo… Jamás volverá. Cada momento es único y solo pasa una vez en la vida. En mis fotos plasmo la vida tal y como yo la veo.
- Puedo verlas? Las fotos… - Me miró de reojo y yo retiré la mirada de su rostro.
- Ni hablar.
- Qué? Por qué?
- Mis carretes jamás han sido revelados. – Acaricié la bolsa de mi cámara, que colgaba de mi hombro, balanceándose suavemente en aquel paseo por el parque.
- Esa es otra… Por qué utilizas carretes? Sale mucho más caro que utilizar una cámara digital.
- Las cámaras digitales no tienen personalidad. Sacas una foto y puedes decidir si te gusta o no… Si no te gusta, la borras, pero es que esa foto también sería única! Habrías fotografiado un momento único y lo dejaste escapar por la superficialidad de la imagen… No tienen alma. Sin embargo, con un carrete no hay marcha atrás… Es como la vida. Una vez que haces algo, queda grabado para siempre.
Le miré tras acabar mi discurso y él me miraba con expresión sorprendida. Sonreí y él rió.
- Entonces… Jamás podré verlas? No las vas a revelar nunca?
- Quizás en un futuro… Cuando todo esto pase y viva tranquilo, lejos de aquí. – suspiré, imaginando un día que esperaba que no tardase mucho en llegar.
- Se habrán estropeado para entonces, Hyung! – Le miré con odio. Era un experto en romper sueños. Quizás porque los suyos ya habían sido rotos…?
- Sabes que no me gustas nada de nada? Es difícil que algo me guste menos que tu… - Mascullé, odiándole por romper mis ilusiones.
- Sería un problema que te gustase, no crees? – Abrí mucho los ojos y le maldije entre dientes mientras él me ponía morritos y se reía a carcajada limpia. Definitivamente, aun ignorando esa sensación en mi estómago, le odiaba a muerte. “Le odio! Definitivamente!”, eso pensaba mientras le veía reír, pero, a medida que su risa se prolongaba… “Le odio… No?”
Me puse la mano en el estómago para analizar esa sensación punzante que no cesó hasta que él se secó las lágrimas y ponía expresión de dolor, agarrándose los costados.
- Ay… Cómo duelen! Claro… Hyung, es que tu cara es demasiado divertida!
Ese comentario desencadenó otra discusión en la cual él volvió a acabar a risas. Lo peor? Que yo le seguí.

Salí del baño de la habitación que habíamos reservado para esa noche en un hotel de la ciudad. Me lo encontré durmiendo sobre la alfombra, aferrado al mando de la tele y de nuevo me palpé la tripa, analizando esa maldita sensación que me atormentaba. Fruncí el ceño y me acerqué, acuclillándome frente a su rostro y observándole de cerca. “Dormido no molesta tanto…”, pensé con una sonrisa involuntaria en mis labios y apartándole un mechón de pelo de los ojos.
Me incorporé a continuación y tomé una de las mantas que descansaban dobladas a los pies de la cama, tapándole con ella con cuidado de no despertarle y arruinar mi tan merecido silencio y calma. Me senté a su lado, sin poder dejar de observar su rostro.
- Eres guapo… Y no eres tonto… Por qué demonios querrías morir? – Susurré, acariciándole el pelo suavemente. De pronto, me fijé en la tirita de su cuello. – No te la has cambiado? Serás guarro…
La tirita luchaba por aferrarse a su piel, pero estaba ya prácticamente despegada y sucia por el sudor, la suciedad, el polvo del parque… Resoplé y se la quité con cuidado, aunque prácticamente se resbaló sola ante mi roce. Alargué el brazo hasta mi mochila y cogí otra, quitándole el plástico y colocándola con suma delicadeza sobre su herida, la cual ya parecía estar mejor.
- Mañana habrá que desinfectarte eso… Por si acaso. – Murmuré, acariciándole una mejilla y retirando la mano de sopetón al ser consciente de mi acto. – Qué demonios estoy haciendo!?
Resoplé, frustrado, y me acomodé a su lado para ver la televisión un rato y, finalmente, caí dormido a su lado. Escuché un trueno en la lejanía.
- Se avecina una tormenta… - Fue lo último que mis labios susurraron antes de caer rendido ante el agotamiento que me producía ese odioso chaval.

-Fin-



2 comentarios:

  1. Ohhh...esta super interesante!! Quiero saber q mas va a pasar...xq hyunseung se quiere suicidar??? Parece un chico alegre y junhyun ya esta cayendo por el....me pica la curiosidad!...recien comienzo a leer tus fics y debo decir q escribes supergenialoso...jeje...espero la conti :3

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    1. Ya veremos las respuestas a todo :3 Y bienvenida al blog! ^^ Espero que te guste lo que leas, y pronto actualizaremos este.
      Gracias por leer y comentar~

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