Centro Mental Yeongido, Corea del Sur.
Consulta del Doctor Park.
- Este es mi
aprendiz, el doctor Kim. – El doctor Park presentó al joven a un grupo de
expertos que hicieron una leve reverencia. – Lo he traído porque hoy será él el
que le haga la terapia al paciente número setenta y tres.
Los
presentes le miraron, sorprendido.
- Al de las
alucinaciones? Estará bien? – Murmuró una chica, manoseando el portafolios con
nerviosismo. El doctor Park asintió con calma y le dio a su aprendiz un
golpecito en el hombro.
- Este
chico, aquí donde lo veis, es el mejor de la clase. Puede hacerlo sin
problemas. Además, por si acaso, yo estaré con vosotros tras el espejo, como
siempre. De esa forma, si la cosa se complica, podré intervenir de inmediato.
- Me ha
comentado usted, - El doctor Kim abrió la boca por primera vez, haciendo que
todos los ojos se clavasen en él. – que el paciente número setenta y tres
cuenta con siete tentativas de suicidio, además de con una esquizofrenia que se
encuentra en fase de delirio, me equivoco?
- Sí, que
está como una cabra, resumiendo. – Murmuró uno de los alumnos. El doctor Park
fingió no escucharle, pero frunció el ceño. No le gustaba el trato irrespetuoso
hacia sus pacientes, por muy severo que fuese su estado.
- Así es. –
Le dio unos papeles al doctor Kim, que los miró con interés mientras asentía
lentamente.
- No tiene
por qué ser agresivo, cierto? No está en esa fase de la esquizofrenia… -
Murmuró.
- No es
nunca agresivo, pero a veces entra en estado catatónico, por lo cual sus acciones
posteriores a éste son imprevisibles y hay que tenerlo vigilado.
- Cómo puedo
prevenir que eso ocurra?
- No
presiones. No es un paciente que no hable, simplemente que a veces parece
recordar algo a lo que nosotros no llegamos. – El doctor Kim asintió y cerró la
carpeta tras guardar todos los papeles dentro.
- Estoy
listo. – Sonrió a todos los alumnos, que le miraban con inseguridad, y a su
mentor, que simplemente asintió, con su característica seriedad. – Dónde está?
El doctor
Park señaló una puerta de aluminio y le acompañó hasta ésta.
- No te
preocupes, de acuerdo? Cualquier cosa, miras al espejo e iré en tu ayuda.
-
Comprendido.
Se despidió
de su mentor, que desapareció por una puerta exactamente igual situada unos dos
metros a la derecha, y tomó aliento antes de girar el picaporte y entrar en la
sala.
- Buenos
días. – La habitación era completamente blanca, con un enorme espejo en la
pared derecha, que permitía a los que se encontraban al otro lado, observar sin
ser observados. En el centro de la sala había un escritorio de madera de roble,
oscura, y a cada lado, una silla. Dándole la espalda, había un chico de pelo
castaño, inclinado sobre un bloc de dibujo.
- Hola. –
Breve y conciso. El doctor Kim se acercó a la mesa y la rodeó, sentándose en
frente y sólo entonces logrando ver lo que su paciente estaba dibujando. No
podía negar que el talento de aquel chico le sorprendió enormemente. Los
pacientes con esquizofrenia solían realizar dibujos incomprensibles y con
elementos inconexos, pero aquel niño movía el lápiz como si supiese
perfectamente lo que estaba haciendo, cada línea y cada sombreado. Aquel
retrato era increíblemente realista.
Aprovechó
para abrir la carpeta y sacar los papeles que su profesor le había dado hacía
apenas dos minutos. Observó la foto del perfil de su paciente, observando sus
ojos. No parecía una persona que padeciese una depresión, pero había algo
extraño en ellos, sin duda.
Levantó la
mirada para observarle de nuevo y asintió, acomodándose.
- Qué tal
estás, Luhan? – Fijó la mirada en su rostro, en busca de alguna clase de
confusión, pero no la encontró. El chico simplemente levantó la mirada y le
sonrió alegremente.
- Muy bien,
doctor. Y usted?
Volvió la
vista a los papeles y miró por encima la lista de la medicación que el chico
estaba recibiendo. Un paciente con depresión, por muy buenas que fuesen las
pastillas, no era común que lograse poner esa expresión.
- Muy bien,
gracias. – Le devolvió la sonrisa y Luhan asintió con suavidad antes de volver
a su trabajo.
- Te veo muy
entretenido… Qué estás haciendo? – Entonces miró la mano izquierda de Luhan,
que acariciaba por encima los trazos que dibujaba, como si quisiese acariciar
el rostro de esa persona a la que retrataba de memoria.
- Dibujando.
– El doctor asintió; su paciente no aparentaba confusión sobre el lugar donde
se encontraba ni tenía pérdida de memoria momentánea, ya que sabía
perfectamente lo que estaba haciendo aunque hace unos segundos le había
preguntado algo que no tenía nada que ver.
- Pues lo
haces muy bien! Dónde has aprendido a dibujar así de bien?
- Siempre me
ha gustado dibujar.
Parecía
responder con coherencia, y poder controlar su dibujo al mismo tiempo que
llevaba la conversación.
- Dime
Luhan… Sabes quién soy? – Optó por cambiar de tema. Luhan elevó la mirada de su obra y observó el rostro
del doctor.
- El doctor.
– Kim asintió y sonrió.
- Pero sabes
mi nombre?
- El doctor
Park. – El doctor Kim le quitó la tapa a su bolígrafo y sacó un bloc de notas del
portafolios.
- No, Luhan,
no soy el doctor Park. – “Problemas para reconocer caras”, escribió. Volvió la
mirada a su paciente y le sonrió. – Dime, crees haberme visto antes?
Luhan
parpadeó varias veces, con expresión confusa.
- No te
preocupes, no, no me has visto antes. – Luhan no parecía entender que estaba
ocurriendo, y eso no pasó desapercibido para el doctor, que al fin y al cabo,
no era el mejor alumno de uno de los mejores psiquiatras del mundo por nada. –
Mi nombre es Kim. Yo soy el doctor Kim.
- Encantado.
– Luhan sonrió alegremente, cambiando de expresión en apenas nada, y volvió a
centrarse en su dibujo. El doctor miró de refilón al espejo y suspiró. Podía
ser que Luhan también contase con síndrome de personalidad múltiple? No sería
extraño, pero su maestro no había escrito nada sobre ello en el informe.
- Dime
Luhan, - Escribió entre asteriscos “posible síndrome de personalidad múltiple”
y cruzó las manos, apoyando los codos en la mesa y observándole atentamente. –
a quién estás dibujando?
Luhan sonrió
en una expresión de ternura y acarició la mejilla de su personaje.
- Al chico
del lago. – El doctor frunció el deño y observó el dibujo. Era increíblemente
detallado, pero según los apuntes del doctor Park, Luhan siempre mencionaba a
un chico que vivía en un lago, pero era imposible porque ese era un recinto
privado del sanatorio.
- Ah, sí?
Puedo verlo?
- NO!-
Intentó acercar el brazo al bloc de dibujo, pero Luhan lo abrazó rápidamente,
mirándole con pánico en la mirada. Observó al chico atentamente, cómo se
aferraba al papel, apretándolo contra su pecho mientras en su rostro se
dibujaba la angustia.
- Está bien,
está bien. – Kim sonrió, asintiendo en su interior al ver el inicio de la ya
diagnosticada esquizofrenia. – No pasa nada, es tu dibujo, lo entiendo.
Luhan
pareció calmarse un poco, y se separó poco a poco de su dibujo, volviendo a
dejarlo sobre la mesa con delicadeza. Miró al doctor con rencor antes de
observar su arrugada obra con los ojos humedecidos.
- Perdona,
Hunnie… - Susurró, estirando el papel, intentando que el ya deformado dibujo
volviese a su aspecto original. – Te duele? Mucho?
El doctor no
pudo evitar el sorprenderse al ver el afecto con el que Luhan miraba al hombre
del dibujo.
- Luhan,
dime, cómo se llama el chico del lago? – Preguntó con suavidad. Luhan acariciaba
el cabello de su imagen, y sonreía con dulzura.
- Sehun. Oh
Sehun. – El doctor lo anotó y asintió.
- Y de qué
le conoces?
- Es mi
novio. – El doctor frunció el ceño y lo escribió también. Nada de eso aparecía
en los apuntes de su mentor, aunque, si en realidad Sehun no existía, Luhan
podía estar simplemente inventándoselo.
- Sí? Y
dónde le conociste? – Luhan ni le miraba, estaba demasiado ocupado adorando el
arrugado retrato.
- En la
excursión del año pasado al lago de Chungju.
- Sí? Él
también fue a la excursión? – El doctor no descartaba la opción de que en
realidad Sehun solo fuese un paciente más al que la esquizofrenia de Luhan
había transformado hasta convertirle en Sehun, pero Luhan negó con la cabeza.
- No, él ya
estaba allí.
- Allí?
Dónde?
- En el
lago.
- Pero
Luhan, en la reserva del lago no hay casas… Salvo los bungalós en los que te
alojaste tú y tus amigos.
- No son mis
amigos… Solamente Yixing era mi amigo.
- Oh,
comprendo… - Eso sí aparecía en el informe: Yixing fue un paciente del centro
que falleció en el lago en esa excursión. Había huido de su habitación y se
había suicidado ahogándose en el agua. El doctor decidió que para evitarle
estrés al paciente, lo mejor sería que no mencionase a su amigo. – Pero… Dónde
vivía Sehun?
- En el lago.
Suspiró.
- En el lago
no hay casas, Luhan… - Luhan levantó la mirada y le sonrió de forma traviesa.
- Yo no he
dicho que viviese en una casa.
- Entonces,
- El doctor le miró, atento a cualquier expresión de su rostro. – dónde vivía?
En el bosque? No tenía techo? Era un indigente?
Luhan rió y
acarició su dibujo.
- Hunnie… Te
están llamando indigente… - Rió entre dientes y volvió a mirar al doctor.
- Vivía en
el lago.
- No
entiendo lo que me quieres decir, Luhan…
- Que vivía
en el lago. En un sitio oscuro y húmedo… En el lago. – Cerró los ojos y posó
los labios sobre los de su dibujo, sonriendo con ternura al separarse. – Daba
miedo… Pero él me protegió.
El doctor
escuchaba y observaba con detenimiento. Ese chico parecía tener completamente
construida su historia en su cabeza.
- Entiendo…
- Lo mejor era darle la razón e ir anotando las claves de lo que decía. – Y por
qué dices que era oscuro y húmedo? Estuviste ahí?
- En el
lago? Claro. – Kim estaba confuso. Normalmente los pacientes variarían su
historia para hacérsela creer a los demás, pero Luhan se mantenía firme a su
versión.- Pero Sehun no me dejaba ir si él no me acompañaba, porque podría
pasarme lo mismo que a Yixing.
Luhan sonrió
con tristeza y el doctor dejó de escribir, intentando entender a lo que se
refería.
- Cómo
dices? Explícamelo, por favor.
Luhan
levantó la mirada y se recostó sobre la mesa, con la cabeza apoyada sobre la de
Sehun, mirando al doctor con una sonrisa tranquila.
- Doctor, sé
que lo tiene usted todo ahí escrito. – Señaló con la mirada la carpeta. – Todo
lo que he dicho antes, las mil veces que me lo han hecho repetir, así que… A
dónde quiere llegar usted?
- Estos son
solo los informes que el doctor Park me ha dado. – Dijo Kim, cerrando la
carpeta y apartándola. – Pero yo soy más joven, tengo la mente más abierta, y
quiero escucharlo todo de nuevo.
- Tengo
esquizofrenia. – El doctor se sorprendió. Que lo dijese él mismo era…
Completamente inusual. – Puede usted confiar en un enfermo? En un loco?
- No estás
loco. – La mirada brillante de Luhan le taladraba las retinas, pero si él la
bajaba antes, perdería.
- Exacto, no
lo estoy, pero me están haciendo estarlo. No lo conseguirán, sé lo que vi, sé
lo que pasó, y sé que jamás podrán convencerme de lo contrario a base de
química y duchas de agua fría.
Kim asintió
y apoyó el mentón sobre sus manos cruzadas, mirando a su paciente.
- Bien,
entonces, cuéntame qué viste. Cuéntame qué pasó. Convénceme para que tire todos
estos papeles a la basura. – Luhan sonrió y resopló.
- Hunnie… -
Murmuró. – El doctor Kim quiere que le cuente lo que pasó…
“Habla con
una tercera persona que no está aquí… Síndrome de personalidad múltiple.”,
pensó el médico.
- Doctor, -
Luhan se incorporó y se recostó sobre el respaldo de la silla, colocando el
bloc de dibujo de pie sobre su regazo, apoyándolo también sobre su abdomen para
que no se resbalase y así, el doctor Kim, no solo estaba siendo observado por
los dos ojos negros y brillantes del paciente, sino también por los dos ojos
negros y mate del dibujo de Oh Sehun.- escuche atentamente y abra su mente,
porque si se cree lo que está a punto de escuchar, es posible que acabe usted
aquí encerrado conmigo.
- Luhan POV –
- Despierta,
- Le di varios toquecitos en la cabeza a Yixing, que dormitaba sobre mi hombro,
quien abrió los ojos y protestó con gruñidos. Sonreí. – ya estamos a punto de
llegar.
- Maldita la
hora en la que me convenciste para venir… - Murmuró.
- Será
divertido… Al menos tendremos tres días libres.
- Sí…
“Libre”.- Dijo, haciendo las comillas con
las manos. Reí.
- Repito: Tres
días sin tener que comer la comida del psiquiátrico. – Reímos y él asintió.
- Eso sí…
Pero oye, recuerda, - me puso una mano en el hombro y me miró con rostro
compungido. Ya le conocía, y sabía que estaba imitando a mi madre. – cielo, no
es un psiquiátrico, es un sitio donde ayudan a chicos como tú.
Reí
histérico y le choqué los cinco.
- Cierto,
cierto. – Me sequé las lágrimas que se me habían escapado por la risa y miré
por la ventana, sonriendo. Los árboles estaban naranjas y marrones, decididos a
cubrir el suelo con esos mismos colores a base de hojas y más hojas.
- Qué
haremos este año? – Preguntó Yixing, apoyando su mentón en mi hombro. –
Talleres de manualidades sin tijeras? De costura sin agujas? De cocina sin cuchillos?
Reí
suavemente y le miré de reojo. – Por favor, te olvidas de lo mejor… Qué hay de
los de arte? Boicot a la pintura roja.
- Mis
tomates no son tomates nunca, son manzanas. – Reímos de nuevo y unos minutos
después el autobús se paró, entonces unos enfermeros nos pidieron, de una forma cuya
amabilidad brillaba por su ausencia, que cogiésemos nuestras cosas y saliésemos
del autobús a medida que llamasen nuestro número. Yo era el número setenta y
tres, y Yixing, el sesenta y cinco. Del pabellón joven, éramos de los que más
tiempo llevábamos allí encerrados.
A mí me
habían encerrado porque había intentado suicidarme, siete veces, de las cuales
únicamente me arrepentía de no haberlo podido conseguir en la anterior. Había
llegado a la conclusión de que era inmortal, un dios o algo así… Pero mi madre
no había llegado a la misma conclusión, sino que pensó que ella sola no era
capaz de mantenerme a salvo, pero sin embargo una buena dosis de
tranquilizantes y una camisa de fuerza sí que lo harían. Bueno, no iba tan mal encaminada…
Seguía vivo, no por falta de intentos, sino porque no conseguía afilar lo
suficiente un lápiz como para acabar con la tortura que suponía para mí vivir,
y porque los cuchillos de plástico tienen muchas utilidades, pero la de cortar
no es una de ellas.
Papá se
había marchado de casa debido a que encontró mucho más interesante a su otra
mujer y a su otro hijo, de los cuales ni mi madre ni yo teníamos conocimiento,
y les vi varias veces en el parque de la ciudad; no parecían haberse molestado
siquiera en mudarse. Volaban cometas y compraban helados, los mismos que
conmigo papá nunca había volado ni comido. Su nuevo hijo era más alto, más
guapo y más esbelto que yo… Mientras que su madre podría ser una modelo de
veinte años perfectamente. Supongo que todo eso había influido algo para que mi
única visión de futuro fuese querer morir.
Yixing, por
otro lado, simplemente era adicto a las pastillas de su madre, así que ella,
para tener más dosis para ella misma, había optado por meterlo en el loquero de
turno. Nos hicimos amigos en cuanto llegamos porque no tuvimos más remedio:
Éramos los únicos de todo el pabellón que no estábamos locos, aunque eso lo
decían todos.
- Este no es
el sitio del año pasado, verdad? – Pregunté a mi compañero de fila, un chico alto
y rubio con cejas pobladas. El número setenta y dos. Le conocía de vista, pero
nunca hablaba. – Oh, lo siento, el año pasado no estabas aquí, no?
Me miró de
reojo desde arriba unos segundos antes de decidir que una babosa negra que
reptaba a su lado era mucho más interesante que yo. Bueno, no le culpaba… Yo
también prefería una babosa antes que a mis compañeros de psiquiátrico. Perdón,
del sitio donde ayudan a chicos como yo. A locos.
Me recoloqué
bien la mochila y esperé a que Yixing bajase también del autobús para ir
juntos. El sitio definitivamente no era el del año pasado: Este no era a la
vera de un río, sino de un lago, aunque la naturaleza y las cabañas eran
prácticamente iguales.
Delante de
nuestro grupo, de unas cincuenta personas aproximadamente, se expandía un
camino de arena, húmedo por la temporada de lluvias en la que nos
encontrábamos, y que crujía bajo nuestras botas de montaña en un sonido que a
muchos de mis compañeros les hacía reír, o llorar, o gritar, o las tres cosas a
la vez. Pero el loco allí era yo, no los que le tenían miedo a la arena mojada.
- No me
gustan los lagos… - Comentó Yixing, esperando a que los enfermeros terminasen
de repartir las cabañas.
- Por qué?
- Vi una
película de pequeño… Pasaban cosas por las noches. Me quedó trauma.
- Claro, por
eso cogías las pastillas de mamá. – Me pegó un codazo y reímos.
- Con quién
nos pondrán en la habitación? – Murmuró, mirando a su alrededor, preocupado.
- Me imagino
que será por orden de locura… Tú y yo de momento qué tenemos diagnosticado?
- Sería más
fácil preguntar qué no tenemos…
- Cáncer.
- Sida.
- Autismo.
- Gripe.
-
Vampirismo.
-
Vampirismo?
-
Vampirismo.
- Tú, estás
loco. – Reí. – Te van a meter con los que lloran al mirarse las manos.
- Por qué
crees que lo harán? – Me encogí de hombros y miramos detrás de nosotros a dos
chicos que llevaban manoplas puestas por su propia seguridad.
- Setenta y
tres! – Gritó entonces uno de los hombres de blanco. Levanté la mirada y
levanté la mano, ya que nos estaba prohibido gritar. – Cabaña cinco. Los
números setenta y dos, sesenta y cinco, veintitrés y ocho, con él.
Yixing y yo
nos dedicamos una sonrisa cómplice y seguimos el enfermero que nos hizo una
señal con el brazo. Detrás de nosotros
vinieron los dos chicos de las manoplas y el chico alto que no hablaba nunca.
- Nos han
puesto con los locos por tu culpa. – Mascullé, frunciendo el ceño.
- Nos
pusieran con los que nos pusieran, íbamos a estar con los locos. – Tenía razón,
así que no dije nada más hasta que entramos en la cabaña cinco, subimos las
escaleras y entramos en una habitación de seis camas. Seis? Obvio.
Necesitábamos vigilancia, éramos un peligro para los demás y para nosotros
mismos.
- Dejad las
mochilas en el armario y haced las camas. – Ordenó el enfermero.
- Cómo te llamas,
Hyung? – Preguntó Yixing con una sonrisa dulce. Reí, le gustaba el enfermero.
No era una sorpresa… Era guapo.
- No es de
tu incumbencia, sesenta y cinco. – Mientras hablaban, empecé a hacer mi cama
tal y como me habían mandado. La experiencia me había dicho en más de una
ocasión que lo mejor era obedecer a la primera.
- No, me
llamo Yixing. – Se acercó y le tendió la mano. – Encantado.
- Sí, claro,
venga, a hacer la cama. – Le agarró con la muñeca sin poder ocultar una mueca
de asco y le empujó con suavidad hacia la que era su cama. Fruncí el ceño:
éramos locos, no leprosos.
Lay, sin
embargo, no protestó, simplemente suspiró y sonrió con tristeza.
- No soy su
tipo. – Dijo, al pasar por mi lado, sacándome una carcajada.
- No tiene
ojos, entonces. – Rió también y desdobló las sábanas, extendiéndolas sobre el
colchón.
Cuando
nosotros terminamos, los chicos de las manoplas aún estaban intentando meter la
almohada en su funda. Lay y yo los miramos, aún sin entender qué demonios les
pasaría al ver sus manos.
Finalmente,
el enfermero tuvo que ayudarles.
- Tú! Número
setenta y dos! No piensas hacer la cama? No vas a dormir? – El chico alto ni se
inmutó, continuó sentado en el colchón, observándose las deportivas. – Muy
bien, como quieras.
Tanto Yixing
y yo nos sorprendimos por la indiferencia con la que le había tratado… Si
hubiesen sido los chicos-manopla o nosotros, ya habría sacado la porra o la
jeringuilla tranquilizante.
Cuando
llamaron por el busca personas a nuestro enfermero guaperas, nos ordenó ponernos
en pie y salir. El número setenta y dos tampoco parecía por la labor de querer
participar esta vez, así que simplemente se quedó en la habitación solo.
- Qué le
pasa? – Murmuré.
- Ese chico…
- Susurró uno de los de las manoplas. Yixing y yo le miramos, no paraba de
frotarse las manos como una mosca. – Es el hijo del dueño del centro…
- Es el hijo
del dueño del centro. – Repitió el que estaba a su lado, imitando también su
movimiento de manos.
- Joder, qué
encanto de padre… Que mete a su propio hijo en un sitio como este. – Murmuró
Yixing. Le miré y enarqué una ceja hasta que se dio cuenta de la tontería que
acababa de decir y soltó una risotada histérica. – Déjame… Que en media hora me
dan mis drogas.
Reí y negué
con la cabeza, girándome a los dos personajes que teníamos pegados a nuestra
sombra.
- Cómo os
llamáis, chicos? – Pregunté, pero en cuanto les miré a la cara, se giraron y
empezaron a frotarse las manos de nuevo. Miré a Yixing con confusión y él se
aguantó la risa.
- Minseok. –
Dijo uno con las mejillas rechonchas.
- Minseok. –
Repitió el que estaba a su lado con el pelo negro y una boca graciosa. Parecía
sonreír todo el rato, aunque dudaba mucho que lo estuviese haciendo.
- Jongdae. –
Dijo el primero, girando un poco la cabeza en dirección al segundo.
- Jongdae. –
Volvió a repetir el otro.
Yixing ahogó
una carcajada de las suyas y yo asentí, alucinando con lo que estaba viendo.
- Bueno…
Encantado, eh?
Me negaba a
decirles mi nombre, a menos de nada luego eso podría ser usado en mi contra.
Salimos
fuera de las cabañas y se nos guió por un sendero de unos cincuenta metros que
llevaba a un lago, perfectamente cercado por árboles, sin apenas orilla.
Y eso fue
todo, los enfermeros se juntaron todos y se pusieron a jugar a las cartas
mientras cada loco hacía lo suyo. Yixing y yo dejamos a los hermanos mosca
pegados a un árbol y nos acercamos a unas rocas que se adentraban algo en el
agua, trepando por ellas y sentándonos, disfrutando del aire fresco que solo
teníamos oportunidad de oler una vez al año.
- He estado
pensando… - Murmuró Yixing. – Que por qué no pides que te den una cuchilla para
afeitarte?
- No
necesito afeitarme.
- No, pero
sí cortarte… No paras de rascarte las muñecas, me pones nervioso. – Me miré las
mangas remangadas a pesar de estar en octubre, llenas de mis propios arañazos.
- Ni me doy
cuenta… - Me bajé las mangas del jersey. – De todas formas, ni sangran… No me
dejan tener las uñas largas.
- Yo he
visto a algunos afeitándose por ellos mismos… Podrías intentar pedirlo.
Asentí, mirando
fijamente el agua. Era oscura, reflejaba el cielo gris, y parecía incluso
densa.
- Cuando
vuelva lo intentaré, a ver qué me dicen.
- Pídeselo a
una enfermera. Ellas son más fáciles. – Le miré. – Qué? Ahora me vas a decir
que no sabes que eres guapo?
Reí y negué,
volviendo a fijar mi vista en el agua.
- Ser guapo
no lo es todo… A veces es una maldición. – Los recuerdos de mi etapa en el
colegio de agolpaban en mi cabeza. Ningún chico quería ser mi amigo porque
pensaban que jamás conseguirían novia, y ninguna chica quería ser mi amiga
porque sus amigas la odiarían. Así que… Prácticamente, pasé toda mi vida solo
con una madre que me acusaba de ser el causante de que su figura ya no fuese
como la de la nueva mujer de papá.
- Si yo
fuese tan guapo como tú me habría hecho actor o modelo… - Murmuró Yixing,
tumbándose sobre la roca boca abajo, dejando que sus brazos cayesen por los
lados de ésta y entrasen en contacto con el agua. – Y no tendría que haber
hecho todas esas malditas cosas que hice para conseguir droga.
- Aun no
entiendo cómo tu madre, en vez de mandarte a un centro de desintoxicación, te
metió en un… centro para chicos como yo. – Reímos por mi última frase y
suspiramos profundamente.
- Ella
estaba aún más colocada que yo, y contó de todo para que me aceptasen aquí. Me
pregunto qué hará cuando mis abuelos mueran y dejen de pasarle el dinero que
necesita para tenerme aquí.
- Te echarán
a patadas del centro y me dejarás solito. – Reí, colocándome igual que él y
también dejando que las suaves olas del lado mojasen mis manos de forma
intermitente.
- Jamás te
dejaría solo… Ahorraría dinero y te sacaría de ahí. Obligaría a tu madre a
firmar a base de sobornos que podría invertir en cirugía estética. – Sonreí y
cerré los ojos: olía a hierba mojada.
- Siempre he
pensado que mi madre es una mujer preciosa… No entiendo qué ha podido pasarle
para volverse tan fea…
- La
envidia.
Sentía el
leve aire despeinarme el pelo, el sonido de mis compañeros diciendo cosas en
sus propias lenguas, todos al mismo tiempo, y entonces, sentí cómo me abrazan
por la espalda. Sonreí.
- Yixing, ya
te he dicho que no eres mi tipo…
- Eso, tú
recuérdamelo. – Abrí los ojos rápidamente al ver que la voz no venía de mi
espalda, sino de justo a mi lado. Si Yixing no me estaba abrazando, quién lo
estaba haciendo? Me revolví rápidamente, pero cuando me giré, no había nadie.
Ni siquiera alguien a menos de veinte metros. Miré extrañado mi jersey, que
estaba ligeramente humedecido por la zona donde sentí esos brazos. – Luhan?
- Creo que me
estoy volviendo loco… - Murmuré, mirando a mi alrededor con desconfianza. Yixing
me observaba con confusión.
- Qué pasa?
- Juraría
que alguien me acaba de abrazar… - Murmuré, quitándome el jersey y mirando la
zona donde claramente se habían posado unos brazos.
- Es la
osmosis, Luhan, no te preocupes. Yo a veces también me sorprendo a mí mismo
hablando solo…
No respondí,
Yixing volvió a tumbarse y yo volví a ponerme el jersey. Hacía frío, pero volví
a tumbarme sobre la roca y cerré los ojos, sintiendo unos minutos después cómo
alguien entrelazaba sus dedos entre los míos, pero al abrir los ojos mi mano
solamente estaba mojada, nadie la sostenía. Tragué saliva y miré fijamente el
agua.
- Realmente
estaré volviéndome loco? – Susurré, observando mi reflejo. Mi jersey naranja
hacía un contraste demasiado grande con el agua oscura.
Un camión
llego unas horas más tarde, despertándonos a Yixing y a mí para la cena. Nos
incorporamos de las rocas sobre las que habíamos matado el rato durmiendo y
recuerdo que me fijé en unas huellas de pies y manos mojadas al lado de mi
cuerpo, pero que no les di importancia. Eran más grandes que las mías, así que
serían de Yixing.
A cada uno
le dieron una bandeja con un bol de arroz, otro de sopa, un platito de carne,
verduras, y una manzana. Yixing y yo nos sentamos sobre un tronco húmedo que
había cerca de la zona donde empezaba el bosque y comenzamos a comer.
- Aún te
arrepientes de haber venido? – Dije, observándole devorar con ansia todo lo
de su bandeja. – Esto sabe igual que el matarratas que nos dan en el centro?
Sonrió con
la boca llena de comida e hice una mueca de asco. No dijo nada más hasta que
acabó, pero yo no podía dejar de mirar la masa de agua negra que parecía que me
llamaba a gritos. Probablemente eran mis ansias de suicidio las que me querían
empujar ahí, pero no iba a ser ese día… Quería disfrutar de mis días al aire
libre. Quizás el lunes me lo replantease.
Pensaba
sobre qué hacer al día siguiente cuando mi cuchara se resbaló de mi mano,
aterrizando en la tierra húmeda. Que por qué se me calló? Muy sencillo. Acababa
de ver una cabeza en el lago.
- No quieres
más? – Yixing me quitó la bandeja del regazo y la colocó sobre la suya, que
estaba como una patena. No respondí, porque no podía dejar de mirar a esa
persona que me devolvía la mirada. Por qué nadie más la estaba viendo? Justo
cuando levanté mi mano para señalarla, desapareció. Literalmente. Parpadeé y ya
no había absolutamente nada, solamente ese agua oscura y el reflejo en ella de
los árboles.
- Yixing… A
qué hora nos dan la medicación? – Murmuré, mirando a mi muñeca en busca de un
reloj inexistente. Únicamente cicatrices.
Cuando
anocheció y a muchos de los pacientes ya les daba demasiado miedo estar en el
lago, nos guiaron de nuevo a las cabañas. No había mucho por donde guiarnos…
Había un único camino que llevaba a un único sitio, pero bueno, nos dejaron a
cada uno en nuestra cabaña con nuestro monitor, cual campamento de verano. La
diferencia es que en este no podías dejar cosas punzantes a la vista.
Cuando
subimos a nuestro cuarto, número setenta y dos no estaba, ni su mochila
tampoco. Tampoco lo estaba nuestro enfermero, en su lugar había otro, que nos
anunció que dormiría en el pasillo porque tenía que controlar ambas
habitaciones, la nuestra y la de enfrente, y que si en algún momento de la
noche, se cerraba la puerta de alguna, se castigaría al grupo entero y no solo
al que la hubiese cerrado. Pagando justos por pecadores, eran tan cotidiano que
ya ni protestábamos por la injusticia.
Las luces se
apagaron todas a la vez a las diez en punto, y podía escuchar los ronquidos de
mis tres compañeros de habitación, todos rendidos gracias, no solo a la
diversión, sino a los somníferos que era más que probable que viniesen
incluidos en el arroz de la cena. Corroboraban mis sospechas que yo fuese el
único que no estaba dormido en toda mi cabaña. El único que no había podido
cenar, porque Yixing era más rápido que nadie a la hora de robar comida.
Suspiré,
incorporándome de la cama una media hora más tarde y me puse una chaqueta,
saliendo con cuidado de no hacer crujir el suelo de madera. El enfermero dormía
en medio del pasillo, tumbado sobre una cama supletoria, aferrado a una porra
eléctrica. Hice una mueca de asco y bajé las escaleras en absoluto silencio,
sosteniendo mis zapatos en las manos para prevenir ruidos innecesarios, y
respiré profundamente cuando por fin me encontré fuera de la cabaña. Tras
probar un poco de aire libre tras un año de confinamiento, hasta un pabellón me
parecía claustrofóbico.
Moví los
dedos de los pies sobre la hierba húmeda y sonreí, dejando los zapatos en las
escaleras, y decidiéndome por caminar descalzo.
La humedad
era tan espesa que empapaba con solo caminar a través de ella, pero no me
importaba. Me metí las manos en los bolsillos de la cazadora y sonreí
ampliamente; definitivamente, no me importaría morir en un sitio así…
Caminé por
el sendero por el que me habían guiado un par de horas antes. La noche había
despejado un poco y dejaba a la luna iluminar lo mínimo mi camino, de forma que
al menos no acababa comiéndome los pinos que rodeaban el sendero.
No tardé en
sentir el cambio de terreno bajo mis pies: de gravilla y dolorosas piedras pasó
a tierra, blanda y mullida bajo mi peso.
Sonreí de nuevo y caminé, dejando que el agua del lago me
acariciase los pies de refilón, sin
llegar a empaparme. Observé el cielo, con su luna a medio cubrir por las nubes,
y las escasas estrellas que se dejaban ver. Me tumbé sobre una de las rocas donde
había estado no mucho antes con Yixing y las miré, apreciándolas a todas y cada
una de ellas con la admiración que se merecían. Parecían muy lejanas, pero el
mismo tiempo, si estiraba mi brazo, parecía poder tocarlas.
- Es una
lástima solo poder verlas una vez al año. – Musité, aún con mi brazo en alto,
sonriendo ante la simple idea de poder acariciar una, o guardármela en el
bolsillo como si fuese una canica de luz.
El sonido
del bosque de noche era encantadoramente romántico… Se escuchaba el viento
entre los árboles, varios animales nocturnos, demasiado sensibles como salir a
la luz del día, el ruido del agua, que acompañaba a todo en una armonía
perfecta, y las pisadas que se acercaban a mí, lentas y rítmicas.
“Pisadas!?”
Me incorporé rápidamente y no pude evitar gritar. Me arrepentí más tarde, ya
que en el momento en el que mi alarido resonó entre los árboles, ese chico que
hacía unos segundos estaba ante mí, mirándome atentamente, desapareció. Se
desvaneció. No se alejó corriendo, ni caminando, simplemente… Se esfumó.
Mi voz fue
yendo a menos hasta que de mi garganta solamente salía aire. Qué demonios había
sido eso?
Me levanté
de la piedra y miré la tierra, donde claramente se podían ver unas pisadas. No
estaba loco, ahí había caminado alguien.
- Hola? –
Susurré, mirando a mi alrededor. – Dónde estás?
No hubo
respuesta. Simplemente el mismo popurrí de sonidos de antes.
- Ya te he
visto, así que ahora es tontería que te escondas. – Dije, ya con la voz más
clara. – Sal de donde estés.
Nada.
- Prometo no
gritar. Lo siento, simplemente me sorprendiste.
Me peiné,
nervioso, y di una vuelta lentamente sobre mí mismo, sobresaltándome al
encontrarme a ese mismo chico sentado sobre la roca donde yo acababa de estar.
Mi estómago se hizo del tamaño de un guisante y abrí los ojos como platos.
- De dónde
has salido? – Murmuré, señalándole con el dedo. Él me miraba, serio, sin
moverse. Llegué a pensar que era una estatua hiperrealista. – Cómo has… antes…
ahora… - Miré detrás de mí para asegurarme de que las huellas seguían ahí, y
ahí estaban, pero cuando volví a mirar a la roca, él ya no.
Me dejé caer
sobre mis rodillas y miré al espacio vacío que había dejado con la boca abierta
y los ojos a punto de salirse de mis órbitas. Tomar la medicación con el
estómago vacío no era una buena idea.
- Esto… No
tiene ningún sentido… - Musité, cerrando los ojos y bajando la cabeza,
intentando normalizar mi pulso. – Cuando abra los ojos… No habrá huellas, y
entonces sabré que todo ha sido una alucinación, un efecto secundario de la
medicación.
Conté hasta
tres mentalmente, muy despacio, y abrí los ojos para quedarme completamente de
hielo. Arrodillado frente a mí, a dos palmos de mi cara, ese chico me miraba
atentamente, sin parpadear siguiera.
Nos quedamos
en silencio absoluto, mirándonos el uno al otro. Mi expresión tenía que ser un
poema, pero la suya era… Tranquila. Parecía algo curioso, pero sobre todo,
tranquilo.
- Hola. –
Parpadeé varias veces. Mi alucinación me estaba hablando. Tenía la voz grave,
pero no demasiado, y calmada. Él entero parecía estar calmado.
No pude
evitarlo, alargué la mano hasta su rostro y lo rocé, abriendo los ojos aún más
al sentir su piel en las yemas de mis dedos.
- Es
fascinante el cerebro humano… - Murmuré. Él me miró con confusión y yo continué
analizándole de arriba abajo. Era joven, definitivamente, más joven que yo, y
era fuerte y ancho. Tenía el pelo oscuro y la piel muy blanca, en la que
resaltaban sus ojos oscuros y de párpados caídos.
En ese
momento me di cuenta de que estaba completamente empapado… El pelo pegado al
rostro y la ropa a su cuerpo. Toqué un poco la camiseta y luego me miré la
mano, que también estaba mojada. Cómo era posible?
- Increíble…
- Murmuré de nuevo. Su expresión me decía que no comprendía en absoluto lo que
yo estaba haciendo; normal. No lo comprendía ni yo.
- Hola. –
Repitió, haciendo que subiese mi mirada hasta su rostro y soltase una risa
histérica. Parpadeó, sorprendido.
- Hola! – Lo
dije casi chillando, porque no podía creerme lo que estaba pasándome… Estar
loco era divertidísimo! No entendía por qué la gente sentía pena por ellos.
- Cómo te
llamas? – Hablaba pausadamente, con sus labios ligeramente hinchados y de un
tono violáceo.
- Lo sabes
de sobra. – Respondí. Él inclinó la cabeza ligeramente a la derecha, como los
cachorros cuando no comprenden algo. – Lo sabes porque te he creado yo! Eres un
producto de mi imaginación!
- Perdón?
- Venga! No
me tomes el pelo! – Reí, sentándome más cómodamente en la tierra, pero él no se
movió de sus rodillas.
- No
entiendo…
- Eres una
alucinación. Mi primera alucinación! Me has desvirgado la locura, enhorabuena.
– Reí y me recosté en la tierra húmeda, mirándole fijamente. El abrió la boca
para decir algo, pero finalmente se quedó callado y se tumbó a mi lado.
- No soy una
alucinación… - Musitó. Tragué saliva. En el fondo me aferraba a que había
perdido el juicio para no salir huyendo por patas.
- Ah, no? –
Dije, a duras penas. Mi voz estaba aún más asustada que yo y no salía
fácilmente.
- No.
Le miré a
los ojos. Eran completamente negros.
- Oye… -
Tragué saliva de nuevo. – Por qué estás mojado? Te has caído al agua?
Ahora me
aferraba a la idea de que quizás fuese uno de mis compañeros de psiquiátrico,
uno con súper poderes o algo así.
Él, para mi
sorpresa, sonrió de forma divertida.
- Bueno…
Algo así.
- Y no
tienes una muda?
- No la
necesito.
Empezaba a
sentirme completamente asustado de nuevo. Qué estaba pasando? Acaso estaba
soñando? Me había quedado dormido en mi incómoda cama del bungaló?
- Oye… -
Susurré de nuevo. – No eres una alucinación, verdad?
- No, no lo
soy.
- Y tampoco
eres uno de los enfermos, verdad? – Sonrió y bajó la mirada, negando suavemente
con la cabeza. Me lamí los labios, nervioso.- Quién eres?
- Sehun. –
Mi respiración se aceleró. Se estaba presentando con tanta naturalidad que no
sabía si me enfadaba o me aterrorizaba. – Oh Sehun. Y tú?
- Luhan. –
Respondí, escueto y conciso.
- Sólo
Luhan?
- Sí.
Asintió y
sonrió, mirándome de nuevo a los ojos.
- No tienes
que tenerme miedo, Sólo Luhan, no voy a hacerte daño… No quiero hacerte daño. –
Por algún motivo, la palabra de Oh Sehun no me tranquilizaba en absoluto. – No
podría ni aunque quisiera.
- Tú… Qué haces aquí? – Murmuré.
- Vivo aquí.
- Pero… El
terreno es privado…
- No me han
pillado aún. – Rió y una sonrisa se formó en mis labios, amenizando un poco mi
miedo.
Nos quedamos
mirándonos en silencio durante un buen rato. No es fácil medir el tiempo sin
relojes, pero el estar encerrado me había enseñado a aprender a calcularlo de
forma aproximada, y puedo asegurar que al menos una hora la pasamos en absoluto
silencio, simplemente mirándonos el uno al otro. Sus ojos eran adictivos: Se
notaba que querían preguntarme un millón de cosas, pero yo quería preguntarle
otro millón. Entre nosotros se había disparado la curiosidad y ésta se había
expandido como si hubiese explotado en miles y miles de preguntas, de las
cuales, solamente sería racional preguntar un par.
- Sólo
Luhan… - Musitó, sin apenas mover los labios. Su pelo ya estaba casi seco a
causa del viento, pero su ropa aún no.
- Sí? – En
esa hora de miradas, mi miedo se había casi disipado. Nunca había sido una
persona que tuviese miedo a lo desconocido por naturaleza, al contrario, me
atraía como si fuese un imán, y eso en muchas ocasiones no había sido demasiado
bueno. Quizás por eso, por mi curiosidad, era por lo que Sehun me atraía tanto?
- De dónde
eres? – Murmuró. Sonreí.
- De China.
Me mudé aquí hace unos años con mi familia.
- Aquí a
dónde?
- Seúl. –
Asintió.
- Por qué lo
preguntas?
- Porque
tengo curiosidad. Llevo mucho tiempo solo… - Murmuró, sonriendo con suavidad.
Decidí no
preguntar. Sehun era como la caja de Pandora…
- Cuéntame
más… - Susurró. – Cuéntamelo todo.
- Todo?
- Siento que
necesito saberlo todo sobre ti…
Le miré,
serio. Sus ojos… De verdad, estaba completamente atrapado en ellos. Noté
mariposas en mi estómago, nervios, pero no miedo. Por qué estaba contándole mi
vida a un completo extraño? A una alucinación? A un espejismo? No sabía cómo
formular la pregunta más importante de todas: Qué eres, Sehun?
Por algún
motivo, no podía parar de hablar con él. Su cabeza asentía a todo lo que yo
decía, y me miraba, completamente ensimismado, como si quisiese memorizar todo
lo que le estaba contando.
Se lo conté
todo: Lo de mi madre, lo de mi padre, lo del colegio, lo de los cortes, las
pastillas y el veneno, y cómo acabé encerrado en el antro que ahora era mi
casa.
Cuando me
callé, él no dijo nada, simplemente parpadeó y llevó su brazo a mis mangas,
remangándolas con cuidado y observando las decenas de cortes que decoraban mis
brazos. Todos y cada uno de ellos traía a mí un recuerdo doloroso, ese recuerdo
que había provocado el corte continuo a ese, y así sucesivamente.
Me miró a
los ojos tras analizarlas y su expresión me rompió el alma: Parecía que se iba
a echar a llorar.
- No duelen.
– No sé ni por qué lo aclaré… Quizás porque sentía la necesidad de eliminar esa
expresión de su cara. Porque él había sido la primera persona que me había
mirado así al descubrir mi piel.
El bajó los
ojos de nuevo a piel, que apenas se veía por la falta de luz, y acarició las
gruesas y feas cicatrices con las yemas de los dedos, muy suavemente,
recorriéndolas como si fuesen un camino.
No pude
evitar sentir un escalofrío recorrerme entero al sentir el contacto con su
piel; era frío, muy frío, tan frío que no entendía cómo podía estar vivo
llevando tan sólo una camiseta y un vaquero, ambos empapados. Me fijé en sus
uñas, también eran de un tono violáceo, como sus labios. Levanté la mirada
hasta su rostro y le observé con curiosidad mientras él se entretenía con mis
marcas.
- No lo
hagas más… - Susurró, recostando su cabeza en mi antebrazo. Estaba frío, muy
frío, y muy húmedo.
- Qué?
Alzó su
mirada hacia mí y me observó, serio, abrazado a mi antebrazo.
- No vuelvas
a hacerte daño…
Fue como una
puñalada. Era la primera persona en el mundo que me pedía que dejase de
hacerlo… Mi madre lo pidió una vez, pero, cito textualmente, “no quiero tener
que acabar yo en prisión o tener que fingir una depresión solo porque tú eres
un crío que solo quiere llamar la atención”, rimaba y todo, pero su poesía me
había dolido tanto que provocó otras cinco de las cicatrices que ahora se
encontraban bajo la fría piel de Sehun.
Tragué
saliva y me acerqué unos centímetros a él. – Por qué?- Susurré, cerrando los ojos.
– Por qué no puedo hacerme daño?
- Porque
también me lo harías a mí. – El puñal clavado
se movió un poco, desgarrando aún más la herida. Me mordí el labio
inferior al mismo tiempo que notaba esa desagradable sensación que viene antes
del llanto.
- Por qué te
haría daño que me hiciese daño?
- Porque
llevo esperando doce años a una persona como tú… Y ahora que ha llegado, no
soportaría verla desaparecer. – Abrí los ojos al tiempo que dos lágrimas
rodaban por mis mejillas. Hacía tantos años que no lloraba que la sensación era
tan desagradable que era insoportable.
- No
entiendo nada… - Sollocé, volviendo a cerrar los ojos.
- El qué?
- Nada de lo
que está pasando ahora mismo… - Tuve que callarme porque sentí una sensación
fría, muy fría, en los labios. Tan fría como Sehun, pero duró lo mismo que la
brisa que me hizo abrir los ojos y encontrarme solo, completamente solo, únicamente con la
tierra de mi lado deformada con la marca de su cuerpo.
Desearía
haberme asustado, o sorprendido, pero no pude, esos eran los únicos sentimientos
que no tenía en ese momento revoloteando en mi interior. Qué demonios me estaba
pasando? Qué me había hecho?
Me llevé la
mano lentamente a los labios y, en efecto, estaban fríos. Fríos y húmedos.
- Setenta y
tres!? – Gritó un hombre a mi espalda, haciendo que me incorporase y le mirase,
sorprendido. Me iluminó la cara con la linterna y se acercó a mí, corriendo. –
Qué haces aquí fuera? Te hemos estado buscando un buen rato!
En cuanto
llegó a mi lado me agarró de la muñeca y me alejó del lago a rastras pero, a
medida que yo me iba alejando del lago, más necesidad sentía de estar en él.
Qué estaba pasándome?
- Que te
liaste con un tío esta noche? Con uno que no soy yo!? - Yixing se terminaba su vaso de leche
mientras me miraba, escandalizado. Suspiré, frustrado.
- Deja de
convertir todo lo que digo en tu propia versión… Quieres?
- Lo siento…
Pero es que no tiene sentido. No hay nadie en nuestro grupo como a quien tú
describes, y menos con ese nombre, y además, de noche? Y empapado? – Asentí. –
Queda mal que yo lo diga, pero deja las drogas.
- Ya sé que
no tiene ningún sentido, pero te juro que le vi! Me besó!
- Y cuando
abriste los ojos ya no había nadie… Eso huele a alucinación que tira para
atrás, Luhan.
- No estoy
loco… Sé lo que vi. – Dije, apretando los puños. Yixing se rió, haciéndome
enfadar aún más.
- Bueno,
vale, digamos que viste a ese… Alienígena helado. – Enarqué una ceja. – Por
llamarle algo!
- Sehun.
- Qué?
- Que le
llames Sehun. – Abrió los ojos como platos.
- Luhan, te
gusta tu alienígena!? – Me incorporé de la mesa con rabia, haciendo que los
lunáticos que nos rodeaban se pusiesen nerviosos. – Perdón, perdón… Te gusta
Sehun?
Me senté de
nuevo, recostándome sobre el respaldo de mi silla y le miré, pensativo.
- No lo sé.
Es un poco raro que te guste alguien a quien acabas de conocer, no? Pero… No
sé. Hubo como una especie de conexión… En cuanto le vi sentí algo raro, y ahora
no me lo saco de la cabeza.
- Pero vamos
a ver… - Yixing se cruzó de brazos y se inclinó sobre la mesa, acercándose a
mí. – Cómo te ha podido dar un flechazo con alguien que no existe?
- Que sí que
existe! – Chillé, obligando a que uno de los enfermeros nos diese un aviso por
mal comportamiento; al tercero, castigo.- Necesito creer que existe…
Me miró con
pena.
- Luhan…
- No lo
entiendes. No entiendes lo que nació anoche dentro de mí, porque no lo entiendo
ni yo… Él… - Me remangué con rabia y le puse mis antebrazos en la cara. – El me
acarició las cicatrices! Me acarició! Y me pidió que viviese! – Yixing me miró,
enarcando ligeramente una ceja.
- Y?
Parpadeé.
- Como que “y”?
- Sí. Y? Acaso
es eso lo que tú quieres? Desde que te conozco me has dicho que quieres morir,
que es lo único que deseas, que no quieres a nadie más que a la muerte… Yo te
he intentado ayudar a morir! Eso no cuenta?
Abrí los
ojos como platos al escucharle. Quizás Yixing sí que estuviese ahí encerrado
por una razón.
- Ha sido la
primera persona que ha intentado salvarme… La primera persona que me ha dicho
que quiere que viva.
- Pero eso
no es lo que tú quieres.
- Todo ser
quiere vivir! Los suicidios son gritos de auxilio para que alguien te tienda
una mano amiga, no para que te venden los ojos y te empujen al vacío.
- Cuándo te
he empujado yo al vacío?
- En el
mismo momento en el que diste la idea de pedir una cuchilla para afeitarme. –
Mascullé, cogiendo mi bandeja del desayuno y dejándola en el carrito
correspondiente.
Después de
desayunar había una clase de gimnasia, pero pasé de ir. Simplemente me dirigí
al lago, y esta vez, por curiosear, fui más allá de las rocas, caminando por la
orilla y adentrándome un poco en el bosque. No demasiado, simplemente lo
suficiente como para no ser visto si alguien iba a la pequeña orilla del lago.
Me senté bajo un árbol, pegado al agua, y la acaricié con los dedos, sonriendo.
Estaba fría, tan fría como Sehun.
- No
deberías estar con tus compañeros? – Me quedé estático y levanté la mirada,
encontrándomelo acuclillado al otro lado de ese pequeño entrante de agua.
Parpadeé varias veces y sonreí.
- Hola,
Sehun. – Sonrió y se incorporó, atravesando el agua que le cubría por las
rodillas y llegando a mi lado. – Te resfriarás.
Rió y negó. –
No te preocupes. Eso no va a pasar.
Asentí y le
observé sentarse, con la espalda apoyada en el mismo tronco que yo. Llevaba de
nuevo toda la ropa empapada, pero no temblaba, y eso que hoy hacía más frío que
ayer.
Aproveché
para observarle bien a la luz del día: En efecto, su piel era extremadamente
pálida, casi translúcida, sus ojos oscuros, pero sin brillo, los labios y uñas
violáceos, más oscuros de lo normal, pero su cuerpo era fuerte y ancho. Tal y
como lo recordaba.
- Me he
peleado con mi amigo. – Dije, como única explicación a su mirada curiosa.
Parpadeó, esperando a que continuase mi historia. – Le conté que te vi anoche…
Y no me creyó.
Sehun se
tensó un poco y tragó saliva.
- Y... eso
por qué?
- Porque
dice que eres solo producto de la medicación. – Sehun asintió, bajando la
mirada.- Y yo le dije que no era cierto… Porque había sentido cosas.
Levantó la
mirada, sorprendido, y me miró a los ojos fijamente. No pude soportarlo y la
bajé yo.
- No soy
producto de la medicación… - Musitó. Asentí, metiendo las manos en los
bolsillos de la sudadera.
- Lo sé…
- Ni de tu
imaginación. – Volví a asentir. – No estás loco, Luhan, si te hago sentir así…
Quizás sea mejor que no aparezca.
De repente,
una desesperación nació en mí y me abalancé sobre su brazo.
- NO! –
Sentía el agua escurrirse entre mis manos debido a la empapada tela. Sehun
parpadeó, sorprendido. – No… No te vayas. Por favor.
Dudó unos
instantes, pero finalmente, posó una de sus gélidas manos sobre las mías. Cómo
algo tan frío podía ser tan cálido?
Le miré a
los ojos y él me sonrió con suavidad, transmitiéndome tranquilidad.
- No me iré…
- Musitó, y yo asentí, apoyando mi cabeza en su hombro. El agua resbalaba por
mi cuello, empapándome el cuello de la camiseta, pero no me importaba. Si me
calaba hasta los huesos, no me importaba.
Apoyo su
cabeza en la mía, mojándome también el pelo con el suyo, pero no pude evitar
sonreír. Me sentía a salvo al lado de aquel extraño.
- Hay algo
que quiero preguntarte… - Musité, sintiendo cómo su pulgar acariciaba mi mano.
Lo observé y sonreí con suavidad.
- Dime.
- Anoche… Me
besaste? – Su pulgar se detuvo y su cuerpo se tensó. Le miré y sonreí al ver su
expresión nerviosa. – Contesta.
Asintió
suavemente y me acomodé de nuevo a su lado.
- Lo siento…
- No te
disculpes. No me importó en absoluto. – Sonreí, y aunque no le estaba mirando,
pude sentir también cómo sonreía él.
En el fondo,
supe en ese momento que deseaba que volviese a pasar… Que ese beso se
repitiese, no una, sino todas las veces necesarias para calmar esa sensación en
mi estómago, esa que revolucionaba mi mente y mi alma.
No sé en qué
momento me dormí, pero cuando abrí los ojos, Sehun no estaba, únicamente su
esencia transparente me acompañaba, pero mi pelo aún estaba mojado, y mi ropa
también, así que sonreí. Era como una prueba para mí mismo, una prueba que me
demostraba que Sehun existía y que hoy había sido mi apoyo emocional.
Volví con
los demás cuando el camión de catering ya recogía todo lo que faltaba y se
marchaba para volver en unas horas. Me había perdido al comida.
Yixing me
vio acercarme, pero no me dijo nada, simplemente cogió su mochila y siguió al
grupo al lago, de donde yo venía, pero no me apetecía ir, no con ellos… Si no
podía estar a solas con Sehun, prefería no ir, así que subí a mi cuarto para
ducharme. Sorprendentemente, nadie me dijo nada; ninguno de los enfermeros se
había preguntado dónde estaba, ni se me había echado en falta a la hora de la
comida… Tan invisible era? Tan poco afectaba mi ausencia? Alguien me echaría de
menos si desapareciese? La idea del suicidio volvió a cruzarse por mi cabeza, pero
la sobrepuso la sonrisa de Sehun, que en seguida se contagió a mi boca. Había
estado encerrado demasiados años para tratar una cosa que Sehun estaba curando
en menos de veinticuatro horas.
Me duché, me
cambié de ropa y bajé a una salita que había al entrar a la cabaña donde había
libros, cuidadosamente elegidos para no alterarnos, como la Biblia. La rechacé
intentando no resaltar demasiado la ironía de que le dejasen el libro más
violento del mundo a un grupo de excursionistas de psiquiátrico, y cogí uno de
leyendas locales.
No sabía ni
en qué pueblo de Corea estábamos, pero para matar el rato me valdría de sobra.
Comencé a
leer, pero la mayoría de lo que leía era tan sumamente estúpido que incluso me
molestaba al pensarlo.
- Casi
tendría más emoción la Biblia, aunque ya me sepa el final. – Murmuré,
acomodándome en la butaca de mimbre y pasando las hojas como quien pasa la
aspiradora. Sin atención alguna.
Leí mil
historias sobre bosques sin salida, animales misteriosos, cuevas que llevaban a
sitios de culto pagano de siglos atrás… Hasta que, al fin, una de esas
historias, si es que se las podía denominar así, llamó mi atención.
- El lago de
los pecados… - Leí y observé el dibujo. Era sorprendentemente similar al lago
en el que nos encontrábamos de excursión.
El lago de los pecados, también conocido
como el lago oscuro, es uno de los lugares más misteriosos de nuestra región.
En la Era de los Tres Reinos, el rey Gwanggaeto escuchó que varios de sus
prisioneros de guerra habían huido en dirección al lago oscuro, pero cuando los
soldados del rey llegaron, se encontraron con que todos los fugitivos, habían
sido envenenados y lanzados al lago. Tras investigarlo, descubrieron que los
soldados chinos, por miedo al castigo que les sería infligido debido a su
huida, decidieron comer unas plantas que nacían por aquel entonces en la orilla
del lago, comúnmente usada para hacer veneno, y lanzarse a morir en el lago, suicidándose
todos para así, escapar del castigo del Rey.
Sin embargo, el Rey, enfurecido porque sus
fugitivos habían logrado morir sin sufrimiento, decidió enviar a un hechicero
al lago. El hechicero, lanzó una maldición sobre el lago, y esta maldición
decía así: Al igual que los cobardes murieron en estas aguas cubiertos de
pecados imperdonables, yo les condeno a pasar el resto de la eternidad bajo
estas aguas oscuras, que sus almas vivan sintiendo cómo se ahogan hasta que el
mundo se acabe.
Lo que el anciano hechicero no vio venir, es
que no solamente las almas de los pecadores chinos se quedaron atrapadas bajo
las oscuras aguas del lago, sino que también cualquier alma cargada de pecado
que se sumerja en ellas, corre el peligro de quedarse atrapada ahí para siempre,
bajo un techo de agua que no pueden cruzar. El agua que separa la vida de la
muerte. El infierno de los vivos, y el infierno de los muertos.
Los cuerpos de los muertos desaparecen, pero
las almas no, por lo que el hechicero puso una única condición para remediar
las almas en pena del lago: el amor. Si ese alma lograba encontrar a una que le
hiciese sentir lo que es el amor y cómo éste te purifica, ese alma podría salir
del lago. Eso sí, solo el alma… Su cuerpo ya habrá desaparecido para siempre,
por lo que el castigo siempre existirá.
La crueldad de la maldición es doble, ya que
si el alma no logra amar, vagará eternamente en la oscuridad, pero si el alma
logra amar, tendrá que soportar el tener que amar como un alma, no como un cuerpo,
porque puede abandonar el lago, pero no alejarse de él. Un amor quizás incluso
más doloroso que la propia oscuridad eterna.
Hoy en día se le conoce como el lago de los
pecados debido a que mucha gente, malentendiendo la maldición del hechicero del
rey Gwanggaeto, se acerca a ponerle fin a sus vidas en este lago, pensando que
así sus pecados se quedarán nadando en las aguas y ellos podrán ascender al
Paraíso, mientras que lo que realmente pasa es que sus cuerpos es lo único que
logra salir de ese lago… Sus almas pecadoras vagan en esas aguas, que debido a
la cantidad de almas oscuras y sucias que contienen, jamás reflejarán el cielo
azul. El lago será negro hasta el fin de los tiempos.
Parpadeé varias veces, sorprendido por lo que
acababa de pasar por mis ojos.
- Es posible
que ese lago sea este? – Murmuré. El dibujo, desde luego, así lo parecía…
Cerré el libro
y lo dejé en su sitio, analizando todo lo que acababa de leer. No podía evitar
la idea de que quizás, solamente quizás, Sehun fuese una de esas almas del
lago.
Aunque, por
otro lado, no tenía sentido… El libro decía que para eso tenías que haberte
suicidado en el agua, y Sehun quiso que yo viviese, por lo que no parecía una
persona a favor del suicidio, precisamente.
Me rasqué la
cabeza, confuso.
Entonces,
también pensé en un detalle que hizo que mi corazón se encogiese: Si Sehun es
un alma, y las almas solo pueden abandonar el lago si se enamoran…
- No puede
ser… - Musité, llevándome la mano al pecho para intentar calmar, sin éxito, esa
sensación incómoda que sentí.
Si Sehun se
había enamorado de mí, entonces no era ningún motivo de celebración, sino todo
lo contrario, tal y como decía el libro: el castigo era casi doble… No solo
tenías que quedarte en el lago, sino también ver a tu amor marcharse.
Deseché la
idea de inmediato, era imposible que Sehun estuviese enamorado de mí, no nos
conocíamos de apenas nada!
- Aunque… -
Musité, incorporándome del incómodo asiento. – Acaso yo no me he enamorado de
él sin conocerle?
Yo, antes de
ingresar en Yeongido era de esas personas que se reían cuando escuchaban hablar
del amor a primera vista, de los flechazos, y de esas estupideces que inventó
Hollywood a base de comedias románticas para así vendernos una idea mágica del
amor que suplantase a la química real. Pero… Eso era antes de Sehun. Antes de
ayer. Me reía cuando Yixing lloraba porque habían trasladado a un compañero de
pabellón que le gustaba a otro y jamás volvería a verle, o de cuando se
deprimía porque los enfermeros que le atraían le ignoraban completamente, pero
ahora… Podría reírme de nuevo? Cuando sé lo que se siente en el pecho? Lo
dudaba seriamente. Yo no era cruel por naturaleza hacia los demás… Al
contrario; los demás eran crueles y yo aceptaba las puñaladas como quien acepta
caricias.
Ese día, no
hablé más con Yixing, ni cené siquiera, y desde luego, nadie me echó en falta.
Mi autoestima se resquebrajaba, pero a pesar de tener ya un aviso por
comportamiento, decidí que esa noche volvería al lago para ver a Sehun. Nadie
me aseguraba que fuese a estar allí, pero yo sentía la necesidad de estar cerca
del lago. Las luces se apagaron de nuevo a las diez, ni un segundo antes, ni un
segundo después, y, como siempre, todos cayeron en ese sueño incitado gracias a
la cantidad de drogas que llevaban todos dentro. Me hice el dormido cuando el
nuevo enfermero hizo la revisión de dormitorios y en cuanto escuché sus
ruidosos ronquidos, me dispuse a marcharme.
Me había
acostado ya con los vaqueros puestos, pero llevaba la camiseta del pijama
blanca para no levantar sospechas. Simplemente me puse una sudadera por encima
y una cazadora y salí, con las botas en la mano, intentando hacer el mínimo
ruido posible.
No fue
difícil… Los ronquidos de todos los enfermeros habrían amortiguado hasta una
caída por las escaleras en un traje de aluminio.
Por fin,
salí de la cabaña y sentí la luz de la luna sobre mi piel. El cielo estaba casi
despejado al completo, salvo por alguna que otra nube despistada. No me paré a
mirar las estrellas, porque tenía la esperanza de que dentro de un rato las
estaría viendo con Sehun a mi lado.
Esta vez sí
que me calcé, me anudé los cordones y caminé por la zona con hierba para que la
gravilla no crujiese bajo mis pies.
Apresuré el
paso y, finalmente, ahí estaba. El lago. Brillando en tonos blancos y negros
que me hacían sentir como en una película de los años cincuenta, que lo único
que tenían en color era el cartel publicitario. Caminé por la orilla y llegué a
la roca que ya acostumbraba visitar, trepándola y sentándome sobre ella,
observando los reflejos del mar y esperando con ansias a que apareciese Sehun.
Hacía frío, mucho más frío que la noche anterior, y yo titiritaba mientras
observaba el juego de sombras que se desplegaba sobre el agua, bello y
siniestro al mismo tiempo. El romanticismo inundaba el ambiente, pero no lo que
se conoce actualmente como romanticismo, no hablo de chocolate ni de peluches,
sino de oscuridad, deseo, de lo siniestro y lo desconocido… Era encantador. Me
dejé abrazar por la fría oscuridad, sentándome al borde de la roca y dejando
que el lago empapase mis pies, aún calzados. No me importaba en absoluto… El
frío se combatía con frío, y el fuego con fuego.
No pasó
mucho tiempo cuando escuché unas pisadas a mi espalda. Sonreí y me incorporé,
sintiendo mis zapatos inundados.
- Ya estás
aquí? – Dije, girándome sobre mí mismo para encontrarme con Yixing, que me
observaba con el ceño fruncido. – Oh…
- Si
disimulases más tu decepción sería de agradecer. – Dijo, subiendo a la roca. –
Qué demonios haces aquí?
- Esperando
a Sehun. – Dije, dándole la espalda y volviendo a sentarme en la roca. Le
escuché resoplar detrás de mí.
- En serio,
estás esperando a tu alienígena? – La sorna de su torno de voz me hizo tensar
la mandíbula, pero lo ignoré.
- No, espero
a Sehun.
- Bien, -
Sentí cómo se sentaba tras de mí y reía. – le esperaré contigo. Si no viene en
media hora, es o que estás loco, o que ha vuelto a su planeta. Ambas cosas
también me valen como opción.
- Vete a la
cama, Yixing. Me molestas. – Mascullé, refugiándome en mi cazadora de la brisa
helada que acababa de atravesarme.
- No, tengo
curiosidad, a ver qué sale de aquí. – Suspiré y no dije nada más, dejé que
hiciera lo que él quería. Lo único que temía es que Sehun no viniese al ver
que no estaba solo.
Pasaron
quince minutos, y después media hora, después de esa media hora vino otra, y
después de esa otra, que hizo que Yixing ya perdiese los papeles.
- Me estoy
helando el culo, podemos volver a la cama!?
- Ve, yo me
quedo un poco más. – Dije, con la voz entrecortada por el frío.
- Luhan,
venga! Ya es suficiente! Has perdido la cabeza, y? Como todos aquí! Aprovecha
para integrarte! – Tensé la mandíbula y apreté los puños.
- No estoy
loco. – Mascullé. – Sehun vendrá.
- Sehun no
existe! Es tu cerebro, tu puta esquizofrenia que por fin se ha hecho realidad!
Qué no entiendes? Acaso también tienes asperger? – Me incorporé de un salto y
le encaré, furioso.
- Cierra la
puta boca, Yixing.
- O qué? –
Sonrió con burla. – O llamarás a tu novio E.T para que venga a salvarte? Eh? A
Casper? A NESSIE!?
- No me
hagas cerrarte la boca por la fuerza, te lo advierto… Nunca me has visto
enfadado. – Sentir la sangre palpitarme por las venas me traía recuerdos no
demasiado agradables.
- Eso es una
amenaza? – Canturreó, recibiendo un empujón por mi parte y cayendo a la roca.
- Sí, lo es.
Cállate ahora que estás a tiempo. - Se
incorporó y me sonrió con dulzura antes de transformar su expresión por
completo y acercarse a mí, quedando a escasos centímetros de mi rostro.
- Huy, -
Dijo, con dulzura, colocando sus manos en mis hombros. – qué miedo, Lulú. – Me empujó
con todas sus fuerzas y caí de la roca al agua. Antes de que el peso de mi ropa
empapada me llevase a las profundidades, pude ver perfectamente cómo Sehun
aparecía detrás de Yixing, lo agarraba
del cuello y se tiraban al agua juntos.
No pude pararme
a analizar lo que estaba pasando porque, bajo el agua oscura, pude divisar cómo
una sombra con forma humana se acercaba a mí, con los brazos extendidos. Quise
gritar, pero lo único que conseguí fue que mis pulmones se llenasen de agua. Me
ahogaba, me moría, intentaba nadar pero, cuando miré hacia abajo, número
setenta y dos me agarraba los pies mientras sonreía. De nuevo, intenté gritar,
pero solamente conseguí que mi cuerpo se llenase aún más de agua. Número
setenta y dos tenía en lugar de ojos, dos agujeros negros, y mostraba una
sonrisa fría, enmarcada por dos labios violetas que eran destacados en su piel
arrugada, la cual se desprendía un poco con cada patada que yo propinaba para
intentar huir.
Recuerdo que
lo único que vi antes de perder la consciencia fue a Yixing a mi derecha,
siendo literalmente devorado por cien sombras negras y figuras esqueléticas con
agujeros negros en lugar de ojos.
No, miento…
Mientras cerraba los ojos, mentalizándome de que mi fin iba a ser morir ahogado
en un lago, y que jamás nadie se daría cuenta, sentí unos brazos familiares
tirar de mí hacia arriba.
“Sehun… No
me dejes morir.”
- Luhan!
Luhan! Despierta! Luhan! – Abrí los ojos y me senté rápidamente, vomitando de
inmediato agua y más agua. Sehun, a mi lado, me observaba con el rostro
lloroso, aunque era difícil decirlo porque estaba empapado, como siempre.
Tosí hasta
desgarrarme la garganta cuando terminé de vaciarme y le miré, agotado. Él sonrió
y me abrazó con fuerza.
- Jamás
había pasado tanto miedo… - Murmuró, apretándome contra él. Yo sonreí,
sintiendo cómo me pesaba la camiseta, empapada, mientras titiritaba de frío, al
borde de la hipotermia.
- Y mi ropa?
– Susurré, temblando hasta el punto de tener espasmos entre sus brazos. Sehun
se apresuró a abrazarme de nuevo para que no me destemplase, pero su
temperatura más bien empeoraba las cosas.
- Te la tuve
que quitar bajo el agua para poder sacarte… Pesaba demasiado. – Asentí. – Lo siento…
- No pasa
nada, era barata. – Musité, incorporándome con la ayuda de Sehun e intentando
no desplomarme. – Lo de estar al borde de la muerte, agota…
- No me
disculpo por eso… - Susurró. – Me refiero por no haber sido capaz de
protegerte.
Le miré, con
ojos vidriosos por el miedo y el cansancio.
- Me has
salvado, lo vi. – Susurré también, pero él bajó la cabeza.
- Sí, pero a
costa de otra vida. – Entonces, recordé que no estaba solo antes de mi caída.
- Yixing… -
Miré detrás de mí y luego le miré a él, con desesperación. – Dónde está Yixing?
No dijo
nada, simplemente bajó la mirada y negó con la cabeza. Yo me mordí el labio y
retiré su brazo de mis hombros.
- Está
muerto? – Dije, en un tono de voz normal y que yo intenté que fuese calmado.
Sehun levantó la mirada y me miró, con el ceño fruncido.
- Sí.
Tragué
saliva y asentí, comenzando a caminar y rehusando su ayuda. Podía escucharle
seguirme.
- Por qué?
- Por mi
culpa.
Asentí de
nuevo, sin mirar atrás. Abrazándome a mí mismo para no morir congelado de
camino a la cama.
- Qué ha
pasado exactamente? – Me acerqué a un árbol, donde, al lado, se podía divisar
una chaqueta negra, probablemente alguno de los locos se la había dejado allí
durante el tiempo libre de hoy, mientras yo leía. Me la puse rápidamente, y por
suerte estaba seca.
- Se lo han
comido.
- Quiénes?
- Las almas.
– Me quedé helado y tragué saliva.
- Y sabías
que eso podía pasar si le tirabas al agua?
- Sí.
Me giré,
mirándole con los ojos llenos de lágrimas.
- Y por qué
lo hiciste?
- Porque
desde el momento en el que te vi caer al agua supe que, o le tiraba a él, o
morirías devorado tú. – Dijo, con la voz entrecortada. – Y no podía dejar que te
pasase nada malo…
- Estás
diciendo que mi mejor amigo ha sido un cebo para salvarme a mí? Una
distracción? – Sehun asintió con la cabeza baja y yo no pude evitar romper a
llorar, cayendo sobre mis rodillas.
- No
entiendo nada… - Sollocé, desconsolado, sintiendo su gélido pero adictivo
abrazo.- Por qué? Qué está pasando? Qué demonios ocurre con este lugar?
Sehun
acarició mi gemelo izquierdo, y remangó el pantalón, dejando ver, perfectamente
marcada en mi pierna, la marca sangrante de una mandíbula. De una mandíbula
humana.
- Estuvo
cerca… - Susurró, quitándose la camisa, empapada, y arrancándole un trozo,
vendando la herida para parar la sangre. La tela gris en seguida se tiñó de
rojo. Le observé y de nuevo, rompí a llorar.
- Sehun…
Explícame qué está pasando aquí… - Sollocé, abrazando mis rodillas y apoyándome
en un tronco caído. Sehun se colocó justo enfrente y me miró a los ojos, sin expresión.
- Antes de
contarte nada… Júrame que no volverás a tocar el agua después de que se ponga
el sol. – Parpadeé, sin entender.
- Lo juro. –
Asintió y tomó una de mis manos. Yo me dejé hacer.
- Pues
mañana por la noche, ven al lago. Espérame donde nos vimos hoy, en el bosque, y
te contaré la historia. – Se incorporó y tiró de mi mano suavemente, ayudándome
a levantarme. – Ven abrigado… Hará frío.
Le miré de
reojo, descamisado y con los pantalones con rotos no procedentes de fábrica, y
suspiré. Nada tenía sentido. Sehun no tenía frío, y podía entrar y salir del
agua como si nada… No podía evitar recordar lo que había leído en aquel viejo
tomo de leyendas antiguas.
Caminamos
juntos hasta donde empezaba el sendero de vuelta al campamento y yo continué
caminando hasta que dejé de escuchar sus pasos a mi lado. Me giré y le vi, al
borde del sendero, mirándome con los ojos rotos.
- Qué
ocurre? – Susurré. Él sonrió con pena y se lamió los labios, bajando la mirada
para ocultar sus lágrimas de nuevo.
- No puedo
salir… No puedo ir contigo… - Sus hombros temblaron un poco y yo me acerqué,
sintiendo la irrefrenable necesidad de consolarle.
- Porque no
puedes o porque no quieres? – Susurré, acariciándole su frígido rostro. Él
cerró los ojos ante mi tacto y dejó escapar un suspiro.
- Puedo
asegurarte que no hay nada que desee más… - Posó su mano sobre la mía,
apretándola contra su rostro. – Pero no puedo salir de aquí… No puedo. Si lo
intento, vuelvo a entrar.
Le miré, sin
comprender, pero tampoco iba a preguntar… A estas alturas sabía de sobra que
jamás lograría comprender nada de lo relacionado con Sehun.
- Sehun… -
Susurré, mirándole a los ojos en cuanto los abrió e hizo contacto con los míos.
– Te quiero.
De nuevo, se
quedó quieto, mirándome sin expresión, pero acercó su rostro al mío y me besó,
en un beso frío pero que quemaba como el fuego al mismo tiempo. Colocó su
gélida mano en mi nuca, acercándome a él y profundizando el beso. Yo dejé
escapar un suspiro al posar mis manos en su desnuda cintura, más fría que el
hielo, y disfrutando de la sensación, completamente nueva para mí.
Besar a Sehun
era como besar agua. Me explico: cuando colocas la mano sobre una superficie
con agua, es como si hubiese una capa más densa por encima que envuelve tu
mano, que la hace flotar aunque en realidad no sea esa su función, bien, pues
eso eran los labios de Sehun. Una capa fría, blanda, líquida, pero en cuanto
esa capa se rompía, se abría, te hundías en el agua. Dentro de la boca de Sehun
no había nada y al mismo tiempo había algo… Era como besar agua. Colocabas tus
labios encima, y estaba esa capa, pero si ibas más allá de capa… Era un
infinito.
Me separé de
él para coger aire y él me miró, con esa expresión perenne.
- Adiós… -
Murmuré, alejándome de él poco a poco. A cada paso que daba, su expresión se acentuaba.
Sehun no quería que me fuese.
- Hasta
mañana, Luhan… - Asentí y me giré, rompiendo a llorar en silencio ahora que él
no podía verme. – Te quiero.
Me giré,
sorprendido, pero ya no había nadie a cuyos brazos poder correr ni cuyos labios
poder volver a besar hasta quedarme sin aliento. Él no parecía tener el mismo
problema.
Al día
siguiente, me encontraba fatal. Estaba febril, con la garganta destrozada y
todo lo que el enfermero de turno intentaba meterme en el estómago, acababa
saliendo fuera de mi cuerpo de nuevo a base de arcadas.
- Comiste
algo en mal estado? – Me preguntó el doctor que había venido con nosotros.
“Me bebí la
mitad del lago, eso cuenta?”. Al final simplemente me dieron algo para la
fiebre y me dejaron descansar. Me molestó que nadie preguntase por Yixing, y me
sorprendió ver lo malo que era el servicio en este centro.
- Si algún
día salgo… Los denunciaré a todos. – Murmuré, cerrando los ojos y tapándome
hasta los hombros. Estaba febril y abrigado, pero este frío del cuerpo no
desaparecía.
Lo que más
me sorprendió fue lo poco que echaba de menos a Yixing. Miré a la cama vacía de
al lado, de la cual ya incluso habían quitado las sábanas. No me sentía solo,
ni sentía que hubiese perdido algo de gran importancia para mí… Me sorprendió
ver el poco afecto que en realidad le tenía al que yo consideraba mi mejor
amigo.
- Supongo
que solamente le quería por cuestiones de supervivencia… - Susurré. – No habría
logrado mantenerme cuerdo en Yeongido si no hubiese sido por él…
Así era yo
entonces? Un ser sin sentimientos? Incapaz de sentir empatía hacia otro ser
vivo? Entonces recordé la pena que había sentido la noche anterior al enterarme
de que Sehun le había tenido que sacrificar por mí. Esa pena era en realidad
por Yixing o por Sehun?
No quise
responder a mi propia pregunta por miedo a descubrir al monstruo que realmente
yo era por dentro. Era mucho más fácil vivir en una mentira.
Entonces,
escuché alboroto al otro lado de la puerta de mi dormitorio. Sentía que me iba
a estallar la cabeza, pero me esforcé por agudizar el oído.
- Hemos
encontrado el cadáver del número sesenta y cinco. – Comentó uno de los
enfermeros.
- Dónde? –
Preguntó otro.
- En el lago…
Como siempre. – Respondió el primero.
- Siempre
que los traemos aquí pasan cosas raras… Y no hay forma de convencer al jefe de
que hay que vender este lugar. – Dijo un tercero.
- Por
cierto, ya habéis encontrado a su hijo? – El recuerdo del número setenta y dos
medio descompuesto mientras me sonreía e intentaba devorarme me hizo tener
ganas de vomitar de nuevo.
- No… Pero
ya ha encargado la lápida a nombre de “Kris”, así que no creo que le importe
mucho…
- Yo creo
que la tenía encargada desde que lo encerró aquí. La gente tiene hijos y no sé
para qué…
- El cadáver
del chico… - Preguntó la voz del doctor que me había atendido no mucho antes. –
Cómo lo habéis encontrado?
- Hecho
pedazos. Le hemos reconocido porque llevaba el número cosido a las etiquetas de
la ropa.
- Y los
trozos?
- Quemados,
como siempre hacemos, señor.
- Bien.
Alegad suicidio. El chico no soportó que se le cambiase la mediación y eso le
llevó a que su esquizofrenia desarrollase un trastorno de identidad disociativo
que ya estaba latente en él pero que esperábamos que el nuevo tratamiento
amortiguase. El chico no lo soportó y se suicidó.
- Tenía
familia? – Preguntó uno de los enfermeros que se habían mantenido en silencio
hasta ahora.
- Lo dudo…
La persona que lo dejó bajo la custodia del centro dio un número y dirección
falsos, así que… Dudo que haya alguien ahí fuera que le esperase.
- Pobre
chico…
- Que Dios
le tenga en su gloria.
El grupo se
dispersó y yo tragué saliva, incapaz de creerme que en un centro que creía
relativamente respetable como era este, se hiciesen este tipo de cosas. Más
aún, me acababa de dar cuenta de una cosa… Y es que el alma de Yixing vagaría
por siempre en esas aguas, entre todas las demás, torturadas hasta el fin de
los tiempos, como pirañas en un acuario esperando a que caiga algún que otro
trozo de carne para llevarse a la boca y saciar así su hambre de libertad.
Todos pecamos, todos estamos condenados a vivir así si decidimos morir en ese
lago.
Esa noche me
dejaron solo. Los dos chicos de las manoplas fueron separados el uno del otro,
no fácilmente, ya que montaron un show tremendo por tener que separarse, y
realojados en otras cabañas. Por lo visto, dormir con un enfermo podía
alterarles, así que era mejor alejarles de mí. Cualquiera diría que estábamos
en el siglo veintiuno.
Aun así, lo
agradecí: Nadie estaba en la puerta para vigilar a un enfermo con casi cuarenta
grados de fiebre, ya que no podría ni moverse… Y tenían razón. Me costó más
salir del bungaló que nacer. Apenas veía por donde iba, y me comí varios pinos
en mi camino, por no hablar de las veces que casi me caigo al lago por ir
haciendo unas “S” tan pronunciadas que serían la envidia del creador del
eslogan de Superman. Menos mal que no lo hice, o también habría acabado siendo
un “suicida”, como Yixing. Maldije este centro y su dirección mentalmente hasta
que por fin llegué al sitio donde había quedado con Sehun.
Me dejé caer
contra el árbol de la mañana anterior, completamente extasiado, sintiendo cómo mi
cerebro se cocinaba a la plancha dentro de mi cráneo. La fiebre era espantosa.
- Hola. – Sehun apareció a mi lado sin avisar, como siempre, y yo me
esforcé en mirarle, pero no podía fijar la mirada. – Estás bien?
- Sí… - No sé ni si lo pronuncié bien a pesar de ser un monosílabo, pero
Sehun me observó atentamente y me comenzó a quitar ropa.
- Qué estás haciendo? – Apenas podía mantener los ojos abiertos. Sentía
que iba a desmayarme de un momento a otro.
- Al final no hace tanto frío… El verano acaba de irse, y las
temperaturas aún no son estables… Y tú necesitas enfriarte. Tienes fiebre.
- No… -
Intenté resistirme, pero mis proyectos de manotazos acababan en intentos
fallidos de mover las manos.
- Estás
ardiendo… - Susurró, colocando sus labios sobre mi frente. – Si estabas así no
deberías haber venido, idiota!
“Pero… Me
voy mañana… Necesitaba verte…”
Me quitó el
jersey y a continuación me quitó la camiseta, dejándome con el torso
descubierto. Hice un esfuerzo sobrehumano para mirarle y le observé. Era la
primera vez que le veía seco, probablemente llevaba esperándome un buen rato,
pero no llevaba camisa… Acaso solamente tenía esa camiseta, rota ayer por mi
culpa, y el par de vaqueros? Ni siquiera llevaba zapatos…
Cuando quise
darme cuenta, note una sensación de frío en la espalda, francamente agradable
para calmar ese horroroso fuego que me estaba haciendo hervir la sangre. Sehun
me estaba abrazando por detrás. Ni siquiera le había visto colocarse, ni me
había dado cuenta de que me había cogido en brazos, pero ahora, yo dormitaba
sobre su gélido pecho, sintiendo mi temperatura bajar poco a poco, hasta que sentí
que podía volver a pensar con relativa claridad.
- Gracias… -
Murmuré, sin separarme de su pecho, pero elevando la cabeza para mirarle a la
cara. – Has vuelto a salvarme…
- Esta no
cuenta, ha sido culpa mía por pedirte venir.- Me acarició el pelo y me sonrió
con suavidad, rodeándome con esos brazos que hoy me parecían extrañamente
cálidos.
- Por qué
estás hoy seco? – Pregunté, acariciando uno de sus antebrazos con cuidado,
disfrutando de su suavidad.
- Porque
pensé que si estaba mojado, no podría abrazarte porque tendrías frío… -
Murmuró. – Y necesitaba abrazarte, Luhan.
Hundí mi
rostro en su pecho, avergonzado por sus palabras.
- Yo también…
- Susurré. Él posó sus labios en mi pelo a modo de respuesta.
- Tengo
muchas cosas que contarte… - Susurró, aún con su rostro hundido en mi cabello.
- Muchas. –
Acababa de entender perfectamente el funcionamiento de los iglúes. Jamás había
comprendido cómo podían estar cálidos en una casa hecha de hielo, pero ahora,
cuando todo lo que me rodeaba era frío como un témpano, yo me sentía más cálido
que nunca.
- No sé por
dónde empezar…
- Por el
principio.
Suspiró y
sonrió, con aspecto cansado. Yo me removí entre sus brazos y me senté en sus
piernas, mirándole a la cara y rodeándole el cuello con los brazos, dejando que
él abrazase mi cintura. Le besé con dulzura y él me correspondió, dejando
escapar otro suspiro al separarnos.
- No me voy
a asustar ni voy a huir… - Le dije. De nuevo, sentía la necesidad de calmarle a
él por encima de calmarme a mí. – Así que, puedes empezar.
- Haz
preguntas, y yo te las responderé. – Asentí. Me parecía una buena idea.
- Por qué
siempre estás mojado? – Susurré, apoyando mi frente sobre la suya, mirándole
directamente a los ojos.
- Porque vivo
en el agua del lago. – Tragué saliva y sentí su abrazo estrecharse, pegándome
aún más contra él.
- Por qué
vives en el agua del lago?
- Porque fui
asesinado aquí… Mi hermano me empujó cuando yo no sabía nadar, y debido a que
yo no era una persona ejemplar, me vi obligado a quedarme aquí para siempre. –
Sentí todo mi cuerpo congelarse, pero al mismo tiempo arder.
- Por qué te
asesinó tu hermano? – Ahora hablábamos en apenas suspiros.
- Porque él
y mi padre compartían una misma amante, y yo amenacé con contárselo todo a mi
madre. Era repugnante, pero el único que resultó castigado fui yo.
- Entonces,
esas cosas del lago…
- Almas
torturadas. Algunas llevan tanto tiempo ahí que no entiendo el coreano que
utilizan, y otras han llegado hace días. Todas lloran y ruegan por el perdón,
pero eso ya nunca pasará…
- Y… Ahora
Yixing… - Me besó una mejilla con ternura.
- Sí… Ahora
tu amigo también está ahí atrapado. – Tragué saliva y cerré los ojos. Lo sentía
por Yixing, pero agradecía que al final, gracias a él, quien me animaba al
suicidio, yo era el que estaba vivo. La vida es una broma macabra.
- Tú… - Abrí
los ojos y me encontré con los suyos, negros, esperando mi pregunta. –
Entonces, tú… Qué eres, Sehun?
- Un alma
condenada, al igual que las demás. – Llevé mis manos a sus mejillas, admirando
su hermoso rostro pálido.
- No… No
eres igual que las demás… Ayer ellas, las que me iban a devorar, no se parecían
en nada a ti…
- Porque yo
he logrado salir del agua. – De nuevo, su abrazo se estrechó aún más todavía. Ya
apenas había espacio entre nosotros.
- Cómo? –
Susurré. La respuesta ya la sabía, pero quería escucharla de su boca, de sus
labios.
-
Enamorándome.
- Si te
enamoras…
- Es lo peor
y lo mejor que te puede pasar como alma. – Posó sus labios sobre los míos y
cerró los ojos. Parecía estar disfrutando únicamente con mi tacto. – Porque encuentras
a la persona que habría sido tu alma gemela en el mundo de los vivos, pero al
mismo tiempo, no puedes tenerla a tu lado.
- Yo ahora
estoy a tu lado… - Susurré sobre sus labios. Él atrapó mi labio inferior entre
sus dientes con suavidad, haciéndome soltar un leve gemido, y tiró de él
lentamente hasta soltarlo y besarme con ansias.
- Sí, ahora
sí… Pero mañana ya no lo estarás. – Abrí los ojos y, de nuevo, esa mirada rota
me partió el alma. – Sabes por qué sientes lo que sientes por mí, Luhan? Porque
si mi hermano no me hubiese asesinado, habríamos estado hechos el uno para el
otro en el mundo de los vivos. Pero ahora, yo no puedo volver a ese mundo… Soy
un alma, y una de mis habilidades como alma, es poder localizar de inmediato a
mi otra mitad. Esa otra mitad también, inconscientemente, se sentirá atraída
hacia mí y mi mundo, pero yo, te amo tanto, que no puedo permitir que vengas a
mi mundo.
- Yo quiero
vivir en tu mundo…
- No quieres…
Es frío. Y oscuro. Da mucho miedo. – Susurró, acariciando con sus manos mi
abdomen. Cerré los ojos y volví a rodearle el cuello.
- No me
importa… Tú me mantendrás cálido, tú me darás luz y me mantendrás a salvo. Y yo
a ti. – Suspiré, cuando una de sus manos subió hasta mi pecho. Mi cuerpo
reaccionaba al más mínimo contacto con su piel. Era como una descarga
eléctrica.
- Luhan… No…
- Besó mi mentón con delicadeza, y de ahí bajó al cuello, hundiendo su rostro
helado pero que parecía arder, en mi clavícula. Eché la cabeza para atrás,
abriendo la boca y dejando escapar un gemido ronco.
- Sehun… -
Gemí su nombre y hundí mis manos en su pelo, atrayendo su rostro al mío y
obligándole a mirarme. Sus ojos eran fuego puro. – Llévame contigo al lago.
La tensión
no pudo contenerse más, y una avalancha de pasión se cernió sobre nosotros,
hundiéndonos sobre aquel suelo húmedo de tierra en otoño.
Sus manos
eran ansiosas pero deliciosas, recorriéndome entero, haciendo que me retorciese
debajo de su cuerpo, el contraste de mi altísima temperatura con la suya bajo
cero creaba una reacción química que nos volvía locos tanto a uno como al
otro. Cómo puede existir el frío sin
calor? La luz sin la oscuridad? El vacío sin el espacio? Todo era
complementario, al igual que lo éramos Sehun y yo, haciendo el amor en aquel
bosque bajo la luz de la luna llena de Octubre. Él era la parte esperanzada, el
alma que yo había perdido, mientras que yo era la parte viva de él que tanto
deseaba atesorar y mantener en el mundo de los vivos. Pero ese mundo de los
vivos no era más que otro infierno oscuro y terrorífico para mí sin él a mi
lado.
Sehun
entraba dentro de mi cuerpo sin piedad, haciéndome gritar de placer hasta que
me callaba con besos llenos de violencia. Estábamos cubiertos de saliva, sudor,
hojas secas y los resultados de los numerosos orgasmos que llevaba alcanzado y
que no parecían tener fin.
Sehun no
paró hasta que el sol empezó a teñir el cielo de naranja pálido, y se derrumbó
a mi lado, besándome en cuanto abrí los ojos, completamente agotado e incapaz
de cerrar las piernas.
- Te amo. –
Susurró, colmándome el rostro de besos y sacándome la más tonta de las risas.
- Y yo a ti…
- Murmuré. Habría deseado que ese momento durase para siempre, pero entonces
recordé que a medio día, volvería a mi cárcel mental. Sehun notó mi cambio de
expresión, porque me miró, preocupado.
- Qué
ocurre?
- Que hoy me
marcho… - Entrelazó sus dedos con los míos con fuerza y me acarició el rostro
con la otra mano, mirándome con una expresión de pura ternura.
- Luhan… -
Me besó la frente y me sonrió con dulzura, pero en sus ojos yo podía ver la
tristeza más inmensa, más profunda que el lago. – Cuando te vayas… Por qué no
recuerdas esto como un bonito sueño? Así te dolerá menos… Solamente piensa que
ha sido un sueño…
Parpadeé
varias veces antes de sentir cómo mis ojos se inundaban.
- No quiero…
- Me aferré a su mano antes de abrazar su torso con todas mis fuerzas. – No quiero
alejarme de ti… No me hagas irme, no lo soportaría! Eres lo único que me puede
hacer seguir con vida, Sehun…
- Luhan…
Créeme. Es lo mejor para ti..
- Lo mejor
para mí es estar a tu lado, sea donde sea.
- Tienes que
vivir y ser feliz… Recordar esto como un recuerdo y vivir mucho y con muchas
alegrías… Conocer a alguien, casarte, formar una familia, trabajar… - Me secó
las lágrimas que me bañaban las mejillas con sus gentiles besos.- Tienes que
hacer todo lo que yo siempre quise hacer contigo, vale? Por nosotros.
- Sehun, no!
Yo…
Me besó en
los labios para callarme y se separó de mi cuerpo unos centímetros, dejándome sentir
un frío que no era el suyo, el de su cuerpo… Un frío que odiaba a muerte.
- Ahora
tengo que irme… - Soltó mi mano y le miré, desesperado. Esto decía a gritos “despedida”.
– Recuerda, esto solo ha sido un sueño… Un hermoso sueño.
- Sehun! NO!
NO TE VAYAS! – Parpadeé una vez, pero cuando abrí los ojos, él ya no estaba, ni
su ropa, solamente la tierra aplastada por el peso de los dos durante toda la
noche.
Empecé a
mirar a mi alrededor, desesperado, sintiendo cómo la ansiedad se abría paso en
mi cerebro y la cordura era tirada por la borda junto a todo un cargamento de
lágrimas. Me incorporé entonces, ignorando el terrible dolor que sentía por
todo mi cuerpo, y comencé a gritar su nombre, desesperado, con la voz rota y
ronca. Corrí por el bosque, con la esperanza de que apareciese, pero no había
ni rastro. Las zarzas y las ortigas me herían los pies y los tobillos,
desnudos, y las ramas que no lograba esquivar arañaban mi cuerpo sin piedad.
Entonces, me
giré sobre mí mismo y miré el lago. Claro, ahí estaba Sehun… No le veía, pero
sabía que ahora, de día, estaría en lo más profundo de éste, en la oscuridad.
Él mismo lo había dicho: Mi mundo es un mundo oscuro y frío.
Corrí
desnudo hacia el agua, cayéndome sobre las rocas, hiriéndome las rodillas y
manos, pero volvía a levantarme y seguía corriendo, desesperado. No quería
vivir en un mundo en el que no estuviese Sehun.
El agua hizo
contacto con las heridas de mis pies, haciéndolas escocer, pero lo ignoré y
continué entrando en el agua, sintiendo cómo todas mis extremidades se
empezaban a congelar por la baja temperatura de ésta. Viviría el resto de la
eternidad congelándome si eso me permitía estar a su lado, pensé.
Continué
entrando en el lago, de agua oscura a pesar del cielo azul del amanecer y,
cuando el agua me llegó por el cuello, cogí aire y me sumergí, buceando hasta
tocar el suelo. Podía escuchar voces, muchas no las entendía, pero una sí, la
de Yixing chillándome que me fuese de ahí, mientras otras, desconocidas, me
animaban a que me acercase más aún, que continuase en esa dirección.
Mis ojos se
acostumbraron un poco al fondo oscuro del lago, y pude ver, a mis pies, un
abismo negro como la noche, de donde mil voces me llamaban, dulcemente,
invitándome a unirme a ellas.
“Sehun…
Espérame.”
Mi cuerpo no
subía a flote, al contrario, pesaba como el plomo, como si alguien me empujase
hacia abajo, a hacerles compañía a todas aquellas almas carnívoras, sedientas
de venganza y odio.
Coloqué mis
pies al borde del abismo cuando notaba que el oxígeno de mi cuerpo comenzaba a
agotarse, y entonces, escuché
perfectamente el grito de Yixing.
- LUHAN!
VETE! VETE YA! – Su voz sonaba desgarrada, rota, como si hubiese gritado mucho…
Pero yo sonreí. “Perdóname, amigo.”
Cogí impulso
y en vez de subir a la superficie, caí hacia abajo lentamente, como si volase.
Abrí los ojos durante mi vuelo y pude apreciar de nuevo todas esas
horripilantes criaturas esqueléticas, de ojos vacíos, de rostros deformados y
cuerpos amorfos, algunas ya simplemente sombras que amenazaban con engullirte.
Cerré los ojos y esperé a mi final, a mi muerte en brazos de la oscuridad y el
frío más absolutos.
“Te amo, Sehun.”
“No, Luhan. Vive. Prométemelo. Vive.”
Centro Mental Yeongido, Corea del Sur.
Consulta del Doctor Park.
El doctor
Kim enarcó una ceja mientras observaba al joven paciente sonreír como un bobo
al retrato del tal Sehun. Lo que acababa de escuchar no tenía ni pies ni
cabeza, pero era completamente fiel a la historia escuchada por el doctor Park
y que tan bien había resumido en sus informes.
- Y después
qué pasó? – Preguntó el doctor, intentando aparentar calma y naturalidad. Luhan
levantó la mirada y borró su sonrisa.
- Desperté
en la orilla, siendo reanimado por un enfermero. – Suspiró y acarició la
mejilla de su dibujo. – Intento de suicidio, alegaron. – Rió con sorna.
- No lo fue,
verdad?
Luhan negó
con la cabeza. – Sehun me salvó una tercera vez. Lo último que escuché antes de
perder la consciencia fue su voz, pidiéndome que le prometiese que iba a vivir…
Y aquí estoy.
El doctor
Kim asintió, jugando con el bolígrafo entre sus dedos, hasta que un pitido sonó
en su bolsillo. Su buscapersonas. Miró a Luhan, que estaba concentrado
acariciándole el pelo a Sehun.
- Me
disculpas un segundo? – No obtuvo respuesta del chico, así que se levantó,
cogió su carpeta y salió de la sala, donde le esperaba el doctor Park con
expresión serena.
- Qué
opinas? – Le preguntó. Kim suspiró y se ajustó las gafas.
- No lo sé…
Me parece que el shock postraumático que le produjo el ser salvado del agua por
el enfermero se le juntó con la depresión y el inicio de esquizofrenia que ya
arrastraba de sus años anteriores y, el cerebro, para protegerse, creó esa
ilusión de un chico que era su alma gemela. Ese chico fue lo último que al
cerebro se le ocurrió para que Luhan se aferrase a la vida.
- Comprendo…
Yo he contactado con el forense que llevó el caso de Yixing…
- Y qué
dijo?
- Que el
cuerpo estaba normal. El chico había fallecido por sobredosis de medicamentos. –
Kim asintió, cruzándose de brazos y suspirando.
- Entonces,
lo que escuchó hablar a los enfermeros? – Park negó con la cabeza. – Comprendo…
- Además…
Habla de Jongdae y Minseok, verdad? Los chicos con los que compartió cuarto… No
hemos averiguado nada de ellos, ni archivos ni nada. Es como si no hubiesen
existido.
- Eso es
porque probablemente jamás existieron.
- Y Kris? El
hijo del jefe del hospital? – Kim le miró, con curiosidad. – Jamás estuvo en el centro. Está estudiando en Jale. Medicina forense.
Kim suspiró.
- Estamos
completamente seguros de que jamás, en toda la historia del centro, ha habido nadie
con el nombre de Oh Sehun? Ni parecido? – Park negó.
- Ya lo he
comprobado más de diez veces desde que le empecé a hacer terapia.
- Pues le
queda mucho aún…
- Qué
propones? – Preguntó Park.
- Creo que
lo mejor será irle haciendo entender poco a poco que su historia no tiene
sentido… Quizás un poco más adelante incluso podamos presentarle a Kris y que
vea que está vivo, que jamás le mordió la pierna en el fondo del lago.
- Está bien…
Lo dejo en sus manos, doctor Kim.
- Gracias
por depositar en mí su confianza, profesor.
Mientras
tanto, en la sala de terapia, Luhan se remangaba la pernera izquierda del
pantalón, acariciándose una marca de mandíbulas que tenía en la pierna, ya
cicatrizada desde hacía tiempo atrás.
- Aún duele…
Murmuró. – Sehun apoyó una mano en su hombro y le besó la mejilla.
- Pronto
dejará de doler, no te preocupes. – Luhan asintió y acarició el dibujo de
nuevo.- Te quiero, Lu.
- Te amo,
Sehun.
-Fin-
La consulta acabó, los doctores y aprendices volvieron a sus casas, y Luhan volvió de la mano de un ser invisible a su habitación… Pero lo que ninguno sabía, es que en esos momentos, sobre la mesa del director del centro mental de Yeongido, había dos marcos con fotografías: En uno, se podía ver al desconocido número setenta y dos, serio hasta frente al objetivo de la cámara, y en la otra, al primer enfermero que guardó la habitación de Luhan y que desapareció sin llamar la atención el mismo día que lo hizo Kris. Éste hombre, llevaba una toga y sostenía con una sonrisa un diploma de Yale. Lo que tampoco supieron, es que en el bosque, unos meses más tarde, unos excursionistas se encontraron dos pares de manoplas entrelazadas entre ellas y colgadas de la rama de un árbol.
Pero, perO, PERO; ;;;;;;;;;; *llora*
ResponderEliminarPero esto es perfecto;;;;;; ¿Sabes esa sensación de que te gusta tanto algo, te asombra tanto, que no tienes palabras para describirlo? Pues así me siento yo. No sé... además, me siento identificada con Luhan en cierto sentido por cosas que he hecho en mi vida, por sentimientos que he tenido o pensamientos que tuve y nunca pude explicar. Él(o tú(?)) lo expresa todo tan bien;-;
Ahora mismo tengo un shock cultural, vale? Estoy como aturdida, porque WOW;;;;;;;;;; Es como si conocieras mis pensamientos más ocultos o mi personalidad más escondida y lo hubieras escrito entre líneas a la perfección.
Realmente me siento así.
Siempre que leo algo tuyo tengo esa sensación de profundidad tan maravillosa que pocas veces consigo y;;;;;;;;;; Quiero llorar mucho, no estoy siendo muy coherente. Lo siento xD
El caso es que me encantó infinitamente. Me desconcertó un poco el final, pero estoy segura de que si lo leo de nuevo le daré una nueva luz... Me emociona de veras xD Pocas historias me dan ganas de volverlas a leer hasta saberlas de memoria, y esta es una de ellas;-;
Estoy realmente agracedida, me hace feliz que lo hayas hecho con motivo de mi cumpleaños(y que sea HunHan precioso♥ de los que ya no quedan), por eso lo atesoraré de una u otra forma. Es que, sabes? Últimamente estoy muy deprimida y nada me anima pero tú... Esta historia....;;;;;; Simplemente. Creo que ya me entiendes sin necesidad de decirlo:)
(no sería capaz de expresarlo tampoco OTL)
Muchas gracias!!!!!! ♥
ICÍA <3 ^^ Felicidades antes de nada, perdona por el retraso, pero ya te dije que estuve un poquito liada... Sorry.
EliminarTus comentarios siempre son tan preciosos... Ay ;; Muchísimas gracias, me alegro de que te gustase tanto y que te hiciese un poquito feliz :3
El final... Es de filosofar (?) xD Deja abiertas muchas opciones y muchas preguntas... Pero bueno, así da más que pensar (?)
Jajajaja Espero que te animes! El HunHan es terapéutico! ^0^/
Muchas gracias a ti por leernos, por apoyarnos y por ser una persona tan cuqui :3
Ha sido una paranoia total. Muy muy interesante, si señor. Hay trozos donde he estado super descolocada xD.
ResponderEliminarPero, de verdad, no entiendo la ultima parte, la que esta en cursiva. Iluminame pls jaja
Me alegro de que te gustase, y sí la confusión viene adjunta a este fic.
EliminarLa última parte es simplemente para dejar abiertas las opciones del final.
El ser invisible con el que Luhan camina a su habitación puede ser interpretado de dos formas: la fantástica, que sería que Sehun al final logró salir del lago y estar al lado de Luhan, o la realista, que Luhan, en su locura, cree que Sehun está a su lado realmente, aunque en realidad no es más que un producto de su imaginación.
Después está el tema de las dos fotografías: Bien, podrías pensar que el enfermero y Kris eran hermanos, Pero Kris estaba en el fondo del lago, por lo que, por qué dicen los médicos que está estudiando en Yale? Bueno, un padre que quiere tan poco a sus hijos como para encerrar a uno de ellos en un psiquiátrico a pesar de que no está loco, no dudaría en suplantar la identidad de éste por la de su predilecto.... No?
Las manoplas pueden ser interpretadas también de varias formas: O bien los dos chicos huyeron y las dejaron detrás de ellos como símbolo de libertad, o bien les obligaron a desaparecer también en el lago, pero al amarse el uno al otro, pudieron salir y huir.
La historia puede interpretarse de muchas maneras, y todas y ninguna son aceptables y aplicables. Ahora solo te queda escoger cuál de ellas quieres que sea para ti.
Gracias por leer y comentar! ^^
Muero de amorrrr,he llorado tanto,es el primer fic que me ensennaste,y llore muchisimo,estuve ha toda la tarde,me encanta hunhan,simplemente perfecto,tu ya sabes que soy Valeriaaa
ResponderEliminarMi pequeña Valeria! ^^ Me alegro de que te gustase tanto! ;D
Eliminar¡Qué fantástico! Como pude sentir la vivida locura de los personajes me pareció muy maravilloso. Apostar a un tema como una persona con esquizofrenia no es un reto siempre, pero se sintió un texto competente.
ResponderEliminar"La gente tiene hijos y no sé para qué…" De alguna forma esta frase me a hecho gracia xD y al mismo tiempo es válida de hacerse, porque si nos ponemos a reflexionar sobre ello, es un tanto vacío las posibles respuestas. Me fui de la cuestión(?) xD
"Sabes por qué sientes lo que sientes por mí, Luhan? Porque si mi hermano no me hubiese asesinado, habríamos estado hechos el uno para el otro en el mundo de los vivos." ¿Oyes ese gimoteo? Era yo tratando de no romperme a llorar cuando lo leí... Estúpida, que lloro, idiota Dx
"No quería vivir en un mundo en el que no estuviese Sehun." Ay~ ¿Se puede el nivel de sufrimiento y pánico... Mm... resumir en una simple frase? ╥﹏╥(T▽T)o(╥﹏╥)oಥ_ಥ
Ha estado encantador. Un saludo~
No es un reto simple* tonto corrector Dx
EliminarHola realmente me encanta tu ff, llore con el final siempre lo leo. Queria saber si podía tener tu permiso para hacer una adaptación? Realmente me encantaría que más gente lo leyera ya que es muy bella
ResponderEliminar