11 de noviembre de 2014

[KaiSoo] Staring at the Moon: Capítulo II.


Como cada mañana desde que tenía memoria, Jongin llamó a la puerta de Kyungsoo a las 8 en punto, cuando el sol se disponía a iluminar todo desde lo alto del cielo con una calidez escasa en aquel enero de 1992.
- Contraseña… - Balbuceó Kyungsoo, y Jongin sonrió con ternura mientras escondía entre las toallas un sobre de color azul.
- ¡Ya es Navidad! - Canturreó de nuevo el ritual que ya se había convertido más bien en rutina. Era una de las cosas que ambos se habían negado a perder a pesar de que los años los habían sacudido a ambos.
- Pasa, Jongin. - Cuando el sirviente abrió la puerta, sonrió de nuevo a Kyungsoo, que se revolvía entre las sábanas, llevándoselas con él y desmontando la cama que, como siempre, Jongin haría más tarde.- Buenos días.
- Buenos días. - Respondió, colocando las toallas sobre el banco que había a los pies de la cama y acercándose a la ventana para abrir las cortinas de golpe, haciendo que Kyungsoo luchase por esconderse en una oscuridad que había desaparecido. Jongin rió.
- Eres cruel… Deberías de avisar antes. - Protestó Kyungsoo, sentándose sobre el nido de algodón supima con el rostro oculto entre sus manos. - ¿Por qué me odias? - Musitó, separando sus dedos y observándole moverse por todo el cuarto con el ceño fruncido. Jongin rió y le miró con dulzura, cosa que anuló por completo su gesto anterior, transformándolo en una sonrisa estúpida.
- No te odio… ¿Cómo podría? - Dijo, acercándose a la cama y metiendo la mano entre las toallas bajo la curiosa mirada de Kyungsoo. Rió suavemente y escondió su preciado regalo a su espalda, acercándose a él y sentándose enfrente, con una sonrisa de oreja a oreja. Kyungsoo, ya acostumbrado a la desagradable claridad de su cuarto, le miró inquisitivamente.
- No sabes qué día es hoy, ¿verdad? - Susurró Jongin, toqueteando nerviosamente el sobre a sus espaldas. Kyungsoo parpadeó varias veces antes de convertir su gesto confuso en una sonrisa traviesa. Jongin asintió. Entre ellos las palabras sobraban en un inmenso porcentaje de las ocasiones.
- Día trece de enero.
- Exacto.
- Es nuestro cumpleaños. - Jongin botaba de alegría sobre el colchón de su amigo, con los ojos chispeantes y sus dientes blancos y perfectos exhibiéndose para deleite del otro.
Cuando Kyungsoo tenía trece años, llegó a la conclusión de que era estúpido celebrar dos cumpleaños si uno cumplía el doce y otro el catorce, así que compartió con Jongin la idea de celebrar el cumpleaños de ambos el día intermedio, es decir, el día trece para siempre. A partir de ese momento, ambos compartieron fecha de celebración.
- ¿Y me has traído un regalo? - Jongin se mordió el labio inferior, completamente emocionado, y aunque Kyungsoo no lo demostrase, los nervios le estaban volviendo loco.
- Uno pequeñito… - Musitó, moviendo juguetonamente los hombros. Kyungsoo rió y se abalanzó sobre él, sin poder soportarlo más, y tras un breve forcejeo, se hizo con el sobre y lo alzó en alto, triunfal. Jongin reía, aplastado en el colchón, despeinado y con el uniforme arrugado. Su madre se enfadaría, pero ahora mismo eso le importaba poco.
Kyungsoo sacudió el sobre en su oído, esperando escuchar algún sonido, pero no lo hizo. Miró a Jongin, que seguía sonriéndole desde el colchón y frunció el ceño.
- ¿Qué es?
- Ábrelo, genio. - Se burló el más joven, incorporándose sobre sus rodillas y mirándole con expectación. Kyungsoo se sentó a su lado y lo abrió cuidadosamente. - ¡Pero rómpelo!
- ¿¡Estás loco!? - Protestó Kyungsoo, protegiendo su preciado regalo desconocido de las manos impacientes de Jongin. Finalmente, lo abrió, protegiendo todo lo posible la forma original del sobre, que podía ser simplemente un trozo de papel doblado y con pegamento, pero si venía de Jongin, él lo atesoraría como si fuese de oro. Jongin apretó los dientes en una sonrisa nerviosa cuando Kyungsoo sacó de su interior dos papeles blancos doblados, uno notablemente más grueso que el otro. Le miró, sin saber qué hacer.
- ¿Cuál abro primero? - Jongin señaló, raudo como solo él podía serlo, el más grueso y comenzó a botar inconscientemente de nuevo. Kyungsoo mantenía la compostura, como le habían enseñado desde su nacimiento, pero por dentro quería saltar, correr y chillar de la emoción. Cumplía 18 años. Ya era un adulto, pero Jongin todavía no, por un año y un día, pero ese día daban igual las fechas, era el cumpleaños de ambos. Un día para celebrar su amistad, y su amor.
Desdobló el papel con una paciencia fingida y su cara se iluminó en cuanto observó el contenido. Jongin siempre había tenido talento para dibujar… Bueno, para dibujar y para todo, no había nada que no supiese hacer si se le daba un mínimo de información al respecto, pero sus manos era mágicas en cuanto ponías un carboncillo en ellas, y eso era lo que tenía Kyungsoo plasmado en el papel: Pura magia. Levantó los ojos, notablemente emocionado, mirando a Jongin, que le miraba, impaciente por unas palabras alentadoras y de cariño, cual cachorro.
- ¿Y bien? - Le animó, columpiándose adelante y atrás sobre su asiento. Kyungsoo intentó decir algo, pero simplemente volvió a mirar el hermoso dibujo, donde él y Jongin se miraban, con trece y doce años respectivamente. - Siempre te quejaste de que no teníamos ninguna fotografía juntos, y decías que tomársela ahora no era lo mismo, así que simplemente volví al pasado para dibujarnos.
Las dulces palabras de Jongin solo hacían que las ganas de llorar apretujasen más el corazón de Kyungsoo.
- ¿Te gusta? - Susurró, acercándose a gatas hasta el lado de su mejor amigo y apoyando la cabeza en su hombro. Kyungsoo automáticamente posó su mejilla en ésta, sintiendo el suave cabello de Jongin rozarse contra su piel y su perfume inundar sus sentidos. Asintió lentamente, acariciando con el pulgar el rostro del pequeño Jongin dibujado, que sonreía de forma infantil y natural al lado de su persona de cinco años atrás, con una sonrisa mucho más formal y ensayada. 
- Lo enmarcaré. - Musitó, girando su cabeza hasta que su nariz se hundió en el pelo largo y castaño. - Me encanta.
Jongin rió suavemente y se giró hacia Kyungsoo, mirándole con pura dulzura.
- Feliz cumpleaños.
- Feliz cumpleaños. - Respondió, acercándose a su rostro y plantándole un suave beso en los labios. Este acto podría sorprender, pero en realidad, era algo a lo que ambos ya estaban hechos. Desde pequeños, únicamente se habían tenido el uno al otro, y jamás habían necesitado palabras formales para oficializar que lo que había entre ellos no era una amistad, sino algo mucho más grande y complejo, algo más retorcido pero dulce al mismo tiempo. Jamás necesitaron una primera cita, ni un aniversario concreto… Nada era necesario porque el uno siempre había sido la vida del otro.
- Tienes clase. - Susurró Jongin, separándose de sus labios y sonriendo con alegría. - Deberías de bañarte y bajar a desayunar.
Kyungsoo frunció el ceño y dobló el papel, metiéndolo en su sobre y dejando el segundo papel fuera.
- No quiero ir hoy a clase.
- Ni hoy, ni ayer, ni probablemente quieras mañana. - Jongin le peinó los mechones rebeldes de recién levantado y le dio un pequeño tirón de orejas, por lo que fue inmediatamente reprendido con una mirada que le intimidó más bien poco. - Pero tienes que ir.
- Después de abrir esto. - Respondió Kyungsoo, desdoblando el papel, que resultó ser una carta.
- Solamente es una formalidad en la que te agradezco que seas mi amigo, mi hermano, mi todo… - Musitó Jongin, recostándose en el colchón, dejando la cabeza apoyada en las rodillas de Kyungsoo. Éste sonrió tiernamente y le acarició el pelo.
- ¿Que tú me lo agradeces a mí? - El sirviente asintió y recibió un tirón de orejas mucho menos delicado. Protestó con un puchero. - Yo he de agradecerte a ti, idiota.
- Porque tú lo digas… - Rechistó. Kyungsoo le sacó la lengua y tras repasar la delicada firma de Jongin con el índice, dobló también la carta y la metió junto al dibujo.
- ¿Me acompañarás? - Preguntó, retirando la pierna que servía de apoyo al chico y dejando caer su cabeza sobre el colchón en una carcajada deliciosa.
- ¿A dónde? - Kyungsoo respondió tomando las toallas y Jongin sonrió con timidez.
- Me regañarán de nuevo…
- No lo harán.
- Aún no mandas en esta casa, aunque tú creas que sí, Kyungsoo… - Jongin empezó a estirar la sábana baja de la cama y Kyungsoo resopló, apoyándose en el marco de la puerta del baño de su cuarto.
- Cuéntalo como regalo de cumpleaños, entonces. - Jongin levantó el rostro, sorprendido por la arrogancia de Kyungsoo.
- ¿Para mí? - Kyungsoo bajó la mirada, avergonzado, y negó suavemente mientras acariciaba las toallas con olor a suavizante.
- Para mí. - Jongin transformó su expresión a una de dulzura y suspiró, terminando de estirar la colcha y el edredón.
- Bueno… Acepto. Pero esto ya es demasiada generosidad por mi parte, ¿no? - Kyungsoo sonrió suavemente mientras observaba al chico acercarse lentamente hacia él con una expresión dulce y tímida. - Espero un gran regalo por tu parte.
- Lo que tú quieras. - Dijo, dejando que le cogiese las toallas y le abrazase la cintura. Jongin le miró y sonrió.
- Quiero una canción. - Kyungsoo le miró, sorprendido.
- ¿Una canción? - Jongin asintió. - ¿Por qué una canción?
- Quiero que me cantes una. Solo para mí.
- Sabes que no me gusta cantar.
- Pero a mí me encanta que me cantes.
Kyungsoo maldijo entonces aquella noche hacía un año escaso en la que Jongin había sufrido de altas fiebres y él había dormido, si se puede llamar así a una noche tan espantosa, a su lado, cantándole canciones lentas para que conciliase el sueño mejor.
- Está bien… - Musitó, suspirando con resignación y recibiendo como agradecimiento un beso en la mejilla. Le miró y su sonrisa fue contagiosa.
- Gracias.
- Calla.

- ¿No vas a entrar? Si no entras, no cuenta. - Protestó Kyungsoo, entrando en el agua de la inmensa bañera del cuarto. Jongin se mostraba reacio. A pesar de tantos años juntos el uno con el otro, seguía costándole el mostrarse desnudo ante sus ojos, y cuanta más luz hubiese, más le costaba. A plena luz del día, llevaba quince minutos para desabrocharse la camisa.
- No sé si debería… Quizás la señora Sora me regañe más tarde… - Musitó, con la mirada baja y notablemente sonrojado. Kyungsoo suspiró y se hundió en el agua, saliendo unos segundos después y echándose el pelo hacia atrás.
- Le diré que te lo ordené yo y no tuviste más remedio que obedecer.
- No deberías de mentir a tu madre.
- Más me miente ella. - Masculló, frunciendo el ceño ante el recuerdo de la “reunión” que su madre había tenido con su maestro de piano. ¿Desde cuándo las reuniones se hacían sin ropa interior? - Venga, entra.
- No mires. - Kyungsoo abrió mucho los ojos y le miró, frustrado.
- Oye… Sé hasta dónde tienes los lunares. ¿Cómo te puede seguir dando vergüenza?
- ¡Que no mires!
- ¡Está bien! - Kyungsoo se giró, observando con frustración los decorados de los azulejos de la pared. Portugueses, le había dicho una vez su padre.  
- Ya. - Escuchó a Jongin sumergirse a su lado y por fin se giró, mirando con recelo el cuerpo de su amigo. Enarcó una ceja. No entendía como Jongin podía sentir vergüenza por un cuerpo como el que él poseía. A pesar de la diferencia de edad entre ambos, el cuerpo de Jongin era más musculoso, más estiloso y más bello. Tenía hombros anchos y una cintura estrecha, con el abdomen ligeramente marcado, no en exceso, y los músculos de los brazos definidos de una forma hermosa. Los huesos de su clavícula se marcaban cuando éste se movía, y su espalda era fuerte y morena. Él en cambio era normal y corriente, no tenía un cuerpo que pudiese ser considerado como algo bello o que mereciese la pena contemplar durante horas, que era lo que el cuerpo moreno de Jongin provocaba en él. A pesar de todo, no habían llegado más lejos de caricias y miradas curiosas, tanto uno como otro.
- Has perdido peso. - Musitó Jongin, acercándose a Kyungsoo con expresión preocupada, posando sus manos sobre sus hombros, provocando un escalofrío a lo largo de toda la espalda del más pálido.
- No lo creo… He estado comiendo más de lo normal.
- También has estado haciendo más ejercicio, ¿no?
- Sí, corro más por los pasillos huyendo de mi madre. - Jongin sonrió, divertido.
- Te castigarán. - Éste se encogió de hombros.
- ¿No lo estoy ya?
- Creo que ese castigo terminó antes de ayer.
- Oh… No me había acordado.
- Claro, porque no los respetas. Deberías respetar a tus mayores.
- Respeto a quien se merezca mi respeto, sean mayores o pequeños. - Jongin asintió, escuchando atentamente.
- ¿A mí me respetas? - Kyungsoo le miró, sorprendido.
- ¿Lo dudas? - Jongin se encogió de hombros, haciendo que Kyungsoo frunciese el ceño y agarrase sus muñecas, tirando de un sonrojado Jongin hacia él hasta posar frente con frente. Jongin tragó saliva y parpadeó, nervioso. - ¿Me temes?
- No es temor lo que siento, Kyungsoo. - Susurró Jongin, cerrando lentamente los ojos, haciendo que el mayor se quedase hipnotizado con ese movimiento de sus largas y negras pestañas a medida que se acercaban a su rostro y se fundían en un beso. - No es temor. - Susurró sobre sus labios, abrazando a continuación su cuello y dejándose rodear la cintura, cuya piel se erizó al momento. Cada día descubrían reacciones nuevas de su cuerpo ante los roces, pero lo tomaban con naturalidad porque, total, tampoco tenían prisa. Tenían toda una vida el uno al lado del otro.
- Eres la persona a la que más respeto le tengo en el mundo, Jongin. No lo olvides nunca. - Musitó Kyungsoo en el oído del moreno. Jongin abrió los ojos al escucharle y sonrió sin moverse. Se querían; se querían tanto que no tenían ni idea de que había algo más allá del mundo privado que ambos compartían.

- Mira lo que tengo. - Kyungsoo apareció a hurtadillas por el cuarto de la colada cuando Jongin planchaba sábanas a solas. Le miró, curioso.
- ¿Qué es? - El mayor sacó del bolsillo de sus pantalones una caja rectangular y pequeña, que le cabía en la palma de la mano a Kyungsoo, y el más joven la miró, reconociéndola y mirándole con miedo. - ¿Estás loco? ¡Te matarán!
- Se la he cogido a mi padre del despacho… La tenía en un cajón junto a muchas otras como estas, pero de otros colores y con otros nombres.
- ¡No puedes fumar, Kyungsoo! ¡Tus padres te matarán!
- Venga… No me digas que no sientes curiosidad. - Cuando Jongin iba a intentar frenarle, el mayor ya había rasgado el plástico protector y abría la cajetilla de color azul que citaba “Lucky Strike, 1971”. - Mi padre va a empezar a importar esta marca en grandes cantidades… ¿Es americana, sabes?
- ¡Como si es india! ¡Le has robado el tabaco a tu padre! - Jongin estaba a punto de entrar en pánico por la poca cabeza que mostraba su amigo. Esto iba a acabar mal, y él lo sabía.
- Tiene mucho, no se va a dar cuenta. - Respondió con calma, sacando uno de los cigarrillos y mirándolo atentamente. - Todos los hombres fuman en la televisión.
- Pero ellos seguro que se lo compran, no se lo roban a nadie. - Rogó Jongin, intentando que Kyungsoo recapacitase. Finalmente, dejó la plancha en su sitio y se acercó apresuradamente a él.
- ¿Probamos uno? - Kyungsoo sonrió suavemente, sacando un mechero del bolsillo y encendiendo el cigarrillo sin esperar una respuesta.
- ¡No! ¡El humo! - Jongin protestó, moviendo las manos en el aire, intentando por todos los medios que el humo no se acercarse a la ropa, perfumada con cuidado por las mujeres de la lavandería. - ¡Kyungsoo! ¡Eres un irresponsable!
Kyungsoo no le escuchaba, estaba fascinado porque jamás había tenido un cigarro entre sus manos. El olor no le resultaba excesivamente desagradable, y tenía la tentación de probarlo, aunque no tenía ni idea de qué tenía qué hacer una vez aspirase el humo.
Posó el cigarro entre sus labios, bajo la mirada enfadada de Jongin, y le dio una calada larga que le hizo toser. Jongin le miró, preocupado.
- ¿Estás bien? - Kyungsoo asintió, mirando el cigarro con curiosidad. Le quemaba la garganta cuando el humo la atravesaba, y le quedaba un sabor extraño en la boca, pero sorprendentemente, no le molestaba demasiado. Probó a darle una segunda calada bajo la mirada, esta vez curiosa, de Jongin. Logró aguantar mejor la tos, aunque el sabor se acentuó. Notaba la lengua pastosa y la saliva más densa.
- No está tan mal… - Musitó, observando de nuevo con atención el cigarro, que se consumía rápidamente. Miró a Jongin y se lo tendió.
- ¿Qué? ¿YO? Ni hablar. No. - Jongin se alejó unos pasos del humeante objeto y Kyungsoo suspiró.
- ¡La cogí para que la probásemos juntos! Solo pruébalo una vez, para ver qué te parece.
- ¡No quiero ahogarme como tú!
- No lo harás. - Insistió Kyungsoo, mostrándole más de cerca el cigarro. Jongin suspiró. No podía negar que sentía curiosidad, y aunque estuviese mal, acabó optando por darle una oportunidad.
No sin dudar, cogió el cigarro con cuidado de no quemarse y lo colocó sobre sus labios, aspirando como había hecho antes Kyungsoo, y dicho acto fue inmediatamente seguido por una violenta tos y una expresión de asco. Miró a Kyungsoo, enfadado, pero éste rió suavemente y tomó el cigarro de las manos de Jongin.
- ¿No te gusta?
- ¡Sabe fatal!
- A mí no me disgusta tanto… - Musitó, dándole una tercera calada. Jongin negó, sin conseguir comprender cómo algo así se podía comercializar por un precio tan elevado. Él no lo compraría ni aunque le pagasen por ello. - ¿Podemos probar una cosa que vi en una película el otro día?
Jongin le miró, sin fiarse. Las ideas de bombero de su compañero a veces se salían de todos los límites.
- ¿El qué?
- Es un beso. - Jongin enarcó una ceja.
- ¿Un beso? - Kyungsoo asintió. - ¿Sólo eso?
Asintió de nuevo y le dio una calada al cigarro, acercándose a Jongin y, tomándole de la nuca, le besó. Jongin cerró los ojos ante el roce de los labios de Kyungsoo, pero cuando éstos empujaron a los suyos propios a que se abrieran y él esperaba con ilusión un beso más apasionado, un repentino calor y sabor indescriptible invadió su boca en lugar de la lengua del otro. Abrió los ojos, sorprendido, y apartó a Kyungsoo de un empujón, tosiendo fuera de su boca el humo.
Kyungsoo le miró, analizando su reacción, y Jongin frunció el ceño.
- Podías haber avisado, ¿no? - Kyungsoo asintió, acercándose a él y tomando su mano a modo de disculpa.
- Solo quería probarlo… ¿Te has enfadado? - Jongin asintió y él sonrió, dejando la cajetilla en el suelo y apagando la colilla en un macetero cercano. - Si te sirve de algo… A mí me gustan más los besos que me das sin humo de por medio.
Jongin automáticamente cambió su expresión a una avergonzada, aunque intentó hacerse el duro, pero no le salía. Con Kyungsoo no podía fingir.
- Te huele mal el aliento ahora. - Musitó, cuando Kyungsoo se acercó en busca de un segundo beso. Éste frunció el ceño y se apartó, molesto.
- ¿No me besarás si fumo, entonces? - Jongin se encogió de hombros y se sentó en el suelo, observando la cajetilla de tabaco abandonada sobre el suelo de madera.
- No lo sé. - Kyungsoo se sentó a su lado y apoyó la cabeza en su hombro, recibiendo en seguida la de Jongin sobre la suya.
- No te has enfadado mucho, ¿verdad?
- Ojalá pudiese. - Kyungsoo sonrió, y Jongin también.
- ¿Me besarás ahora, entonces? - Kyungsoo se giró y le miró con dulzura. Jongin sonrió y suspiró.
- Demasiados regalos en un solo día, ¿no crees? En Navidad no recibirás nada. - Kyungsoo puso los ojos en blanco, pero Jongin rió y se acercó a su rostro, besándole con cuidado, primero el labio de abajo y luego el de arriba, para a continuación presionar su boca sobre la de él y entrelazar ambos sus labios en un beso profundo y ansiado.
Tan ensimismados estaban el uno en el otro, que no escucharon el taconeo que resonaba por el ático de la mansión, esos tacones de aguja que se clavaban en la moqueta y avanzaban rápidamente en dirección a la habitación donde ambos chicos se encontraban. Do Sora avanzaba con el rostro en tensión, en una mueca de enfado porque Kyungsoo llegaba tarde, para variar, a su clase por la tarde.
Ahí fue donde la tragedia empezó a hacerse protagonista de la historia de nuestros nos muchachos.
- Jongin, ve ahora mismo a buscar a… OH, DIOS MÍO. - Jongin y Kyungsoo se separaron el uno del otro en cuanto el grito de la mujer los sacó de su sueño. Ella abría los ojos como platos, y sus perfectamente pintados labios carmesí formaban una “O”.
- Señora Do…
- Mamá…
- ¿Se puede saber qué estáis haciendo? - Masculló la señora, con la vena del cuello a punto de estallar y crear un espectáculo de lo más desagradable.
- Nada, señora, nosotros sólo… - Jongin se incorporó rápidamente, cabeza gacha y sumisión como su nombre.
- ¿No es acaso obvio, mamá? - Inquirió Kyungsoo, molesto al ver la actitud de temor de Jongin hacia su madre. Odiaba que Jongin tuviese que temerla, lo odiaba tanto como él odiaba a su madre.
- ¿Tienes idea de lo que estabas haciendo, jovencito? - La señora ignoró a su hijo y avanzó hacia el siervo, que cada vez se hacía más y más pequeño en su pánico propio. El cuerpo de Jongin temblaba, y mantenía los ojos firmemente cerrados. En esos momentos, lo único que pasaba por su mente era la imagen de su madre. - ¿Eres tan estúpido de no pensar en las consecuencias de tus propios actos? ¿Acaso no sabes quién soy? ¿Quién es este niño?
- Yo…
- ¡MAMÁ! - Rugió Kyungsoo desde la espalda de la señora. Ésta se giró y le miró con los ojos inyectados en sangre. - Yo le obligué. Le ordené hacerlo.
Jongin levantó la mirada inmediatamente, mirando con los ojos como platos a Kyungsoo, que trataba de construir rápidamente una historia lo suficientemente creíble como para que Jongin pudiese salir de ahí sin azotes con una toalla. Odiaba ver esas marcas en su cuerpo.
- ¿Te crees que tu madre es idiota? - Masculló la señora, agarrando a su hijo de los pelos de la nuca, estirando la cabeza del chico hacia atrás de forma que mirase hacia arriba, directamente a sus ojos en un gesto de dolor.
- ¡Lo digo completamente en serio, mamá! - Chilló Kyungsoo, soportando el dolor como podía. Jongin, a las espaldas de la señora, no sabía qué hacer, pero lloraba al ver cómo Kyungsoo era torturado de esa forma y se ofrecía encantado a cargar con toda la culpa en su pellejo.
- ¡Yo le obligué! Jamás he tenido novia, no he acudido al colegio, y solamente he salido un par de veces contigo de casa para ir de compras… ¡No he conocido mujer alguna! ¡Por ello tenía curiosidad de cómo sería besar a alguien, y era o Jongin o una de las criadas! - La señora gruñó y apretó aún más sus uñas contra el cráneo del chico, que gritó de dolor. - ¡Te lo juro! ¡Él no quería! ¡Me rogó que no lo hiciese! ¡Pero le amenacé con despedirle a él y a su madre si no obedecía ciegamente mis órdenes como futuro heredero!
Do Sora parpadeó varias veces, mientras su respiración se mantenía agitada, y lanzó con fuerza a su hijo contra el suelo, furiosa.
- Tú, - Se giró sobre sus tacones, señalando al joven Jongin, que lloraba desconsoladamente, asustado por Kyungsoo y por la situación en sí.- Me encargaré de ti más tarde.
Entonces, los ojos de la señora cayeron en la cajetilla azul y sonrió con maldad.
- Además de degenerado, ¿también robas? A tu madre no le va a hacer ninguna gracia, Jongin. - Siseó la dama, agachándose y cogiendo la caja de cigarros mientras Kyungsoo intentaba recuperarse del golpe que acababa de recibir en la cabeza. Estaba mareado y no lograba entender bien lo que su madre decía.
- ¡Yo no he robado en mi vida, señora! - Aullaba Jongin entre lágrimas, pero la dama era implacable.
- Eso lo decidirá mi marido. - Respondió con total calma mientras se acercaba a Kyungsoo y lo ayudaba a levantarse de los pelos. - Y respecto a ti… ¿Que no has conocido mujer? Bueno, yo misma me encargaré de eso. Tener servicio para al final tener que hacerlo todo una misma… Qué vergüenza.
- ¡Kyungsoo! - Kyungsoo, mareado y sin entender todavía muy bien, solo pudo conseguir ver a Jongin borroso tras la puerta que su madre cerró con violencia, con el rostro empapado en lágrimas y llorando su nombre.
- Jongin…
- Yo te encontraré mujer, tranquilo, mi pequeño. - Decía la madre, con dulzura fingida, mientras arrastraba a su hijo escaleras abajo por la mansión. - No tendrás que sufrir más.
- Jongin… - Kyungsoo balbuceaba el nombre de Jongin en su confusión y desesperación. El golpe de su madre no había sido en absoluto delicado.
- ¡Kim Jieun! - Rugió la dama al llegar al comedor. La criada no tardó en aparecer.
- ¿Señora?
- Primero, trae una bolsa de hielo para Kyungsoo, que se ha caído por las escaleras y se ha golpeado la cabeza.
- ¡Oh, Dios mío! Pobrecillo… La traeré de inmediato, señora. - La criada ya partía, corriendo tan rápidamente como sus piernas se lo permitían, pero la dama no se lo permitió.
- Oh, y Jieun… - Siseó Sora, cambiando su mirada autoritaria de dueña del universo por una de puro odio. - Cuando hayas vuelto con la bolsa, coge las cosas de tu hijo, y a tu propio hijo, y lo dejas todo en el sótano.
Kim Jieun la miró, sin entender.
- ¿Ha hecho Jongin algo malo, señora? Me disculpo si así es, estoy segura de que…
- Repito: Coges a tu hijo y sus cosas y las dejas en el sótano. No le estará permitido salir hasta que mi marido vuelva de viaje.
- Pero señora… ¡Eso no está habitable! Está lleno de trastos y suciedad.
Do Sora sonrió con frialdad y acarició la cabeza de su hijo que descansaba, prácticamente inconsciente en su delirio inducido, sobre el diván del salón.

- Exacto. Amo el orden, y los trastos y la suciedad han de estar con trastos y suciedad. 

8 comentarios:

  1. Menuda perra xD y d.o cabezon...

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    1. La madre es mala gente D: Y Kyungsoo es especialito xD
      Gracias por leer y comentar <3

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  2. Antia no los separes eh, que lloro fuerte y te mato

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    1. Ti cala, eh? xD Just kidding.
      Ya veremos lo que pasa~
      Gracias por leer y comentar, churriña <3

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    2. xdddd, portate bien eh, que despues mis feels se ven afectados,de nada churra(?)��

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    3. xDDDDD Veré lo que puedo hacer

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  3. Creo que te has equivocado con el nombre de la madre... ¿No crees que quedaría mejor si en lugar de la "S" hubiera una "Z" y le añadieras una "R" más?, creo que así el nombre le quedaría como un guante (Trato de comentarlo con humor pero me cuesta XD)

    Pasando de aquella dama de dudosa moralidad (?)

    Sabía que la relación entre Kyungsoo y Jongin iba a ser hermosa, pero al leerla creo que está mucho mejor de como me la imaginaba, tan dulces, cariñosos, atentos y protectores el uno con el otro. Lo de compartir su cumpleaños me pareció tan adorable y dulce, que me dio diabetes (Chistemalomodeon) XD

    Aunque Kyung debería haberle hecho caso a Jongin, y dejar aquella cajetilla donde se encontraba ;^; A lo mejor las cosas no se hubieran puesto tan feas de no haberla tenido, (Es excesivo encerrar a Jongin en el sótano.... maldita ***** que la encierren a ella) Cuando me enfada alguien, me enfada XD

    Gracias por este estupendo capítulo, me encantó (Aunque espero que te pienses lo de cambiarle el nombre XD) Bye~ <3

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    1. Vaya por Dios... Debe ser el traductor automático de Word xDDDDDD
      Se aman <3 Y D.O es un cabezón, no solo físicamente hablando (?)
      Kath le va a pegar a la señora D: VIOLENCIA.
      Muchas gracias a ti por leerlo y me alegro mucho de que te haya gustado <3

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